LA REALIDAD Y SU
FINGIMIENTO
La humanidad necesita de las historias para enriquecer su percepción de la realidad y su abanico de posibilidades, no quedando limitada y atrapada en lo que juzgamos como real por consabido. De hecho, con frecuencia, la literatura, el cine, la pintura, las artes en general, contribuyen a crear realidades más reales que la realidad en teoría real. ¿Qué es más real, la ciudad de Nueva York o su imagen cinematográfica? Con esta pregunta, entre otras, se presenta en sociedad Marta Pérez-Carbonell con su primera novela, Nada más ilusorio que, haciendo honor a su título, se ha traducido y vendido en ocho países antes de su publicación (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Portugal, Rumanía y Países Bajos), tal es el grado de confianza de las editoriales en el debut literario de esta doctora en Estudios Hispánicos de la Universidad de Londres y profesora de literatura española contemporánea en Colgate University de Nueva York.
En un viaje en tren de Londres a Edimburgo, Alicia, la narradora y, con permiso de la propia literatura, protagonista de la historia, coincide en su vagón con dos desconocidos, Terence Milton —Terry—, profesor universitario, y su pupilo Mick Boulder —Bou—. Entablan conversación y comparten historias personales hasta llegar a intimar: el profesor le confiesa que se encuentra envuelto en un escándalo por la publicación de una novela, Rocco, cuya trama contiene claves sobre personas reales, en especial relativas a Hans Haig, un joven que parece haber sido víctima de su curiosidad de escritor. Por su parte, ella les cuenta la desagradable peripecia vivida recientemente en una isla remota.
Estructurada en distintos niveles de realidad, nos encontramos con varias narraciones en forma de cajas chinas o matrioscas: el libro que tiene el lector entre sus manos, obra de Marta Pérez (Nada más ilusorio); la polémica novela de Terence (Rocco), que a su vez desencadena el relato y la reflexión de Alicia sobre su propia experiencia personal de abandono en la isla de Socotra.
La metaliteratura, casi un género en sí misma, presenta a los protagonistas como escritores o hace que la historia verse sobre el proceso de escritura de una novela. De alguna manera, Nada más ilusorio contiene ambos aspectos y en su caso, uno de los personajes, Bou, explicita el tema de la novela con una cita literal del ensayo de Ricardo Piglia, El último lector: “No hay, a la vez, nada más real ni nada más ilusorio que el acto de leer”. A lo que la narradora apostilla confesando las múltiples influencias que gravitan sobre ella y la narración: “Piglia… Qué extrañeza y desolación pensar en él, en Marías, en Kundera, en Didion, en los autores con los que he crecido y que han fallecido mientras yo aún vivo y navego por los libros y sus mentes”. O cuando aparecen personajes con nombres tan evocadores como Arturo Belando, casi textualmente el seudónimo de Arturo Belano, utilizado de manera recurrente por Bolaño en sus relatos y novelas. La lista de lecturas e influjos sería numerosa: Vila-Matas, Juan José Millás, Borges, Cercas, Calvino… Y, sobre todos ellos, el eterno Cervantes y su Cide Hamete Benengueli.
Junto al mencionado tema gravitan otros varios: la responsabilidad del escritor y los límites de su ética; la visión de la realidad en las relaciones afectivas y en las de poder; el valor de los silencios en la comunicación y la escritura (la narradora confiesa en un momento determinado: “Toda historia esconde siempre más información de la que revela”. Porque como defendía Javier Marías y se afirma en la novela:”contar siempre es callar”. Mientras que Terry, recurriendo de nuevo a una lectura, profundiza en esa reflexión: “—¿Conocéis a la poeta Alda Merini? ‘Me gusta quien elige con cuidado las palabras que no dice’, escribió. Hans era un joven lleno de silencios cuidados que, por algún motivo, yo siempre escuché muy alto…”); los indefinidos y sutiles límites entre lo real y lo inventado, la vigilia y el sueño, la culpa y la responsabilidad… En suma, estamos ante una especie de thriller metaliterario que ficciona y explora sobre la ética y los límites de la escritura de una manera reflexiva, pero eficaz y entretenida, un juego de espejos que engancha al lector y lo sumerge en una trama con interés creciente.
Marta Pérez Carbonell defiende una relación osmótica entre realidad y ficción, hasta el punto de que su propia voz se confunde en muchos momentos con la de su narradora. Nada más ilusorio es una oda a la intertextualidad y la metaficción, una indagación sobre los misterios del relato y sobre los poderes de la narración y la palabra que llevan a su autora a colocarse al otro lado del espejo, una novela donde hay más dudas que certezas, más incertidumbres que verdades absolutas, porque como afirma la protagonista: “Todas las versiones de una historia conviven como los colores de un cubo de Rubik”. Al fin y al cabo, “ningún relato está nunca completo”, siempre faltan versiones. Por eso, la historia puede tener más de un final, hasta tres incluso, o puede que más, si nosotros aportamos el nuestro.
Marta Pérez Carbonell, Nada más ilusorio, Barcelona, Lumen, 2024.