CASABLANCA

CASABLANCA
FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

viernes, 27 de noviembre de 2020

MUJERES Y DIVAS (y II)





Desde el primer momento, Elvira y Maria se reconocieron en los numerosos paralelismos vitales de sus respectivas biografías, muchos de los cuales no fueron sino el reflejo especular de una en otra: sus padres fueron emigrantes, los de Elvira a Barcelona, los de Maria a Estados Unidos; no se les dio una formación reglada, fueron autodidactas en la escuela de la vida con lúcidas inteligencias; no venían de familias con tradición musical, pero sí tuvieron progenitores interesados en esta formación, que vieron en la educación de su voces una rentable inversión de futuro; fueron niñas prodigio con precoces presencias escénicas a los dieciséis años; las dos fueron temperamentales y de fuertes caracteres mediterráneos; aficionadas a la cocina, coleccionaron recetas y gustaron de la buena mesa; hicieron de la moda y la elegancia un sello personal de distinción; las dos volcaron sus frustrados anhelos de maternidad sobre sus respectivos perritos, Elvira en Gigi, su adorado terrier, Maria en Toy -más tarde sobre los caniches Pixie y Djedda-, a los que trataron como si fueran auténticos hijos; las dos se casaron con hombres mayores para tener esposos-padres o maridos-empresarios y progresar: Elvira consiguió su anhelado marquesado y acabar con la impostura que llevaba representando (con su nombre artístico, más sonoro y sencillo, homenajeaba a su abuela paterna, y le añadió inteligentemente esa preposición de, no con la pretensión de indicar un lugar de procedencia, sino el de aureolar el apellido con un título nobiliario inexistente, el de marquesa de Hidalgo) con Gean Guido Zambelli Dalla Rosa, y Maria triunfar en Italia de la mano de Giovanni Battista Meneghini, pero en ningún caso les salió bien la apuesta, el carácter posesivo y los celos del primero y la voracidad crematística del segundo a punto estuvieron de terminar con sus carreras.

Hay más paralelismos: insistieron en el amor con sendos multimillonarios como Armand Bette, caballero de la Legión de Honor y secretario que fuera del primer ministro francés Clemenceu, importante empresario y director del Teatro de Ostende y del de Cannes, y el armador Aristóteles Onassis, que se saldaron con nuevos fracasos. De Hidalgo se refugió en Grecia y en la enseñanza, la Callas dejó la profesión y los restos de su naufragio arribaron en la isla de soledad de su apartamento de la avenida George-Mandel de París. Una madura De Hidalgo aún viviría una nueva aventura amorosa con un joven barítono griego de tres al cuarto, compañero de Maria, que le rompió el corazón y la llevó a Ankara buscando distancia y olvido.

viernes, 6 de noviembre de 2020

MUJERES Y DIVAS: ELVIRA DE HIDALGO Y MARIA CALLAS (y I)

 

   


         En 1957, la Callas concedió una larga entrevista a la periodista Anita Pensotti, para la revista italiana Oggi, en ella habló por extenso de su vida, realizó sabrosas confidencias y rindió sincero homenaje a su maestra, la soprano nacida en Valderrobres, Elvira de Hidalgo: “Es a esta artista a la que con un corazón emocionado, dedicado y agradecido, debo toda mi preparación y mi formación artística como actriz y músico. Además de darme su valiosa enseñanza, esta mujer me dio también su corazón.”

         Elvira y Maria, maestra y discípula, trabajaron sin descanso para ser divas, alcanzar la inmortalidad y habitar en el Olimpo del canto exige múltiples sacrificios, el primero y principal es el de trascender su condición de mujeres, debieron pues abandonar a Elvira Juana Rodríguez Roglán y a Anna Maria Sophia Cecilia Kalongerophoulos, para convertirse en De Hidalgo y la Callas.

         La Divina, el mito operístico por excelencia de la segunda mitad del siglo XX, no fue un milagro, es cierto que la naturaleza la había dotado de una voz privilegiada, pero para llegar a ser una verdadera diva necesitó trabajarla con intensidad durante años con absoluta entrega y múltiples renuncias, en esta dura tarea de formación resultó decisiva De Hidalgo, que consiguió recuperar con ella un tipo vocal extinguido desde hacía décadas: la soprano sfogato, aquella que restablecía la unidad perdida de esta cuerda, adaptando y flexibilizando su emisión a las necesidades propias de cada partitura, capaz de cantar todo tipo de óperas, desde las de coloratura hasta las puramente dramáticas.