CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

viernes, 12 de abril de 2019

LA NIEVE SOBRE EL AGUA



LIBRO TODO O CÓMO SUBLIMAR LA REALIDAD 




La nieve sobre el agua es la tercera entrega de una obra en marcha que comenzó hace ya más de veinte años con Días sin huella (1998) y tuvo su continuidad con La marea del tiempo (2007), un particular experimento creativo, una tarea vital, del escritor y periodista, Raúl Carlos Maícas, en la que reúne textos publicados en la revista Turia, que él mismo fundó hace ya treinta y seis años y continúa dirigiendo, inasequible al desaliento, con voluntad de hierro. 

En esta ocasión, se trata de una gavilla de escritos correspondiente a los años 2002/2005, que como en los casos anteriores conforman una suerte de obra diarística, en la que se combinan descripción y reflexión con la finalidad de configurar una especie de depurado inventario de la cotidianeidad muy particular, donde registra historias del día a día, anécdotas, comentarios, análisis, etc., pero no con voluntad notarial de levantar acta, sino con la de realizar un ejercicio de literatura doblemente decantada. 


La nieve sobre el agua es pues un libro misceláneo y heterodoxo compuesto a base de textos fragmentarios de fácil y libre lectura: es una descripción muy personal de una ciudad, Teruel, esa “tierra surreal”, esa “isla del interior de España”; es una galería de retratos de multitud de personajes, tanto anónimos y cotidianos, como de personalidades de la cultura y el arte (Carlos Pazos, Janaina Tschäpe, Ángeles Santos, Derain, etc.) en ocasiones amigos o conocidos (Fernando Savater, Juan Manuel Bonet, etc.), en otras, importantes referentes intelectuales (Costa, Gómez de la Serna, Octavio Paz, etc.), en su mayoría se nombran, pero a veces se recurre a la inicial de su nombre o a la socorrida X, con la que el escritor se protege, al tiempo que juega al escondite para excitar la imaginación del lector; es un catálogo de vivencias, experiencias, sentimientos, lecturas... En definitiva, es un “libro todo” del existir del autor, en el que transciende y comparte su realidad a base de formalizarla con ascética perseverancia, y aquí es donde, mediante un lenguaje trabajado con minuciosidad de orfebre, profunda agudeza crítica, citas bien elegidas, fina ironía y gran economía estilística (recurre con frecuencia a la contundente concisión didáctica e ilustrada del aforismo o a la esencialidad del microrrelato o del mini-ensayo), La nieve sobre el agua consigue sublimar el acontecer diario y lo transforma en empática experiencia. 

Como no puede ser de otra manera, esta entrega es una continuación formal y temática de las anteriores, encontramos la nostalgia de la infancia –magnífico el texto dedicado al recuerdo de la casa donde nació-, ese anhelo constante de huida de lo próximo e inmediato y la búsqueda de un refugio en la intemporalidad del arte, manifestada en forma de frecuentes visitas a exposiciones en museos como el IVAM o el Reina Sofía, donde el autor se traslada a otra dimensión vital instalada fuera del tiempo (son excelentes los análisis de exposiciones de creadores como Roy Lichtenstein, Salvador Victoria, Aurélie Nemours, entre otros), el desencanto del mundo editorial y literario, plagado de “timbas y artificios, con sus apuestas, camarillas, fariseísmos y truculencias, reyezuelos y damnificados”, y el “descrédito” que le merece la política, quizá la única novedad de esta obra sea que Raúl Carlos se reconoce más viejo y comparte con el lector lo que califica como el “suicidio de la madurez”, esa pragmática crisis existencial tan propia del demonio meridiano, cuando comprobamos cómo, sin remisión, se nos agota “el tiempo de las quimeras y los sueños” y se intensifica en nosotros la desazón del desengaño de vivir. 

La existencia hay que renovarla continuamente, eso es vivir: crear realidades nuevas; pero, sobre todo, eso es escribir: reinventar la realidad a partir de cuatro datos tomados de la vida, aunque esta sea en su mayor parte tediosa y gris. En cierta forma, escribir es la mejor manera de leer la propia vida y Raúl Carlos lo hace con puntual tenacidad todas las noches en un terapéutico y volteriano ejercicio literario que aprovecha la condición intergenérica del diario-dietario, ese “útil marcapasos de voluntades frágiles”, para emanciparse de este “mundo enfermo y aburrido, de esta realidad resquebrajada” y vivir “la aventura permanente de desafiar a todos con nuestras provocaciones intelectuales, morales, geográficas y estéticas.” En definitiva, para ejercitarse con absoluta libertad en la práctica creativa del lenguaje y el pensamiento. 

Raúl Carlos Maícas, La nieve sobre el agua. Diario, Madrid, Fórcola Ediciones, 2019.

domingo, 7 de abril de 2019

RESEÑA DE "LA PIERNA ORTOPÉDICA DE RIMBAUD", DE JOSÉ LUIS GRACIA MOSTEO










La pierna ortopédica de Rimbaud, el último poemario del poliédrico escritor de Calatorao, José Luis Gracia Mosteo, ha conseguido el máximo galardón del I Certamen de Poesía “Melaza” del Ayuntamiento de Salobreña. Dulce como el título del premio y la miel e irónico y punzante como el aguijón de las abejas que la fabrican, se compone de treinta y tres deliciosas radiografías poéticas en las que se escanea desde distintos ángulos la vida y la obra de otros tantos poetas, dramaturgos, novelistas, filósofos, bibliófilos, pintores, cantantes, cineastas… En suma, artistas de todo tipo, condición y época que, por distintas razones, se han constituido en los particulares “virgilios” del autor, verdaderos maestros para él de sus respectivas artes, y en gran medida, si no en su totalidad, casi seguro también para la inmensa mayoría de nosotros. 


La pierna ortopédica de Rimbaud es una decantación, o mejor aún, una lenta fermentación de su libro de relatos, El Pintor de Fantasmas, publicado en el año 2004. En él ya se encontraban muchos de los espectros artístico-literarios del presente poemario (desde el poeta maldito y la desgracia que le da título, pasando por Coleridge, hasta llegar al propio autor), pero también estaba su sentido del humor, a veces socarrón, irónico y malicioso siempre; su lenguaje preciso y contundente (como dice, le gustan las palabras “pesadas en balanza de joyero”), e incluso la intención última de la obra: realizar un viaje en busca del misterio de la escritura y la creación, descubrir el juego entre la apariencia de lo artístico y la realidad del mundo o viceversa, entre la realidad de lo artístico y la apariencia del mundo. Pero ahora, todo ello ha sido tamizado, cernido por el paso del tiempo y la necesaria contención y precisión requerida por el lenguaje poético.


A modo de irónica continuación de la Divina Comedia de Dante, Mosteo manda a su particular infierno a Lope, Góngora, Quevedo, Clarín, Gil de Biedma, José Luis Melero, Scott Fizgerald, Villalonga, Eliot, al mismo Rimbaud e, incluso, al propio Dante. En el purgatorio expían sus pecados Coleridge, Browning, Gracia Oliván, Buñuel, Bloom, Saint-John Perse, Graves, Borges, Octavio Paz, David Bowie y Dylan. En el cielo residen Stevenson, Laforgue –su poeta preferido, al que dedica unos emotivos versos de corte autobiográfico-, Pessoa, John Ford, Enrique Urquijo, Jorge Noriega, Nieztsche, Schrodinger, Ricardo Molina, Luis Gracia y el mismo autor.


Con un estilo impresionista conformado mediante inteligentes pinceladas de erudición y un fino humor, constituido en su mayor parte a base de una sutil ironía, compone baladas, odas, elegías, etc., en su mayoría poemas breves y de extraordinaria ligereza (“siempre me han gustado los versos bien cortados […] las imágenes audaces que rompen la realidad; la sinceridad descarnada o la mentira como arte”),en los que de manera magistral funde y resume biografía y obra de los personajes elegidos, con el fin de humanizarlos y si se quiere también de desmitificarlos de una manera divertida, a veces incluso un tanto guasona, y mandarlos al infierno por su excesiva afición a las mujeres (Lope); al purgatorio, por su necesidad de recurrir a las drogas para lograr la perfección (Coleridge); o al cielo, como Stevenson, que ya purgó sus pecados con su dolor en la tierra, por citar solo unos ejemplos.


También hay ciertos guiños cómplices a amigos personales, es el caso del erudito y bibliófilo zaragozano, José Luis Melero, al que condena acertadamente a la Eterna Biblioteca del infierno por su pasión desmedida por los libros, o poemas de corte autobiográfico, como el dedicado a su tío, “Balada de Ovidio Gracia Abarca”, y el de su padre, “Elegía de Luis el Oboe”, un hombre que pasó de músico a labrador, que supo desaprender y le descubrió con su ejemplo de vida que la felicidad y quizá también el cielo radican en la sencillez y en la elección personal de tu destino. 


No sin cierto sarcasmo, Mosteo se ubica en el infiernocielo de sus lecturas y escrituras, se desdobla en el fantasma, en el espíritu burlón de sí mismo que, como cualquiera de nosotros, zarandeado por los condicionantes de un mundo que no entiende, por el azar y el absurdo, solo encuentra en la escritura-lectura el punto de común unión con el resto de sus congéneres.


El libro se cierra con un último poema a modo de “Epílogo” dedicado al “Espíritu de Verón”, poeta y fotógrafo de Calatayud, contrapunto poético del mismo Rimbaud, cuya pierna ortopédica se constituye en símbolo del precio de la libertad creativa y vital, del viaje y la aventura, del anhelo constante de nuevas experiencias, actitud que contrasta con la del escritor bilbilitano José Verón Gormaz quien, como Marcial o Fray Luis en sus respectivas épocas, ejemplifica esa otra forma de entender la vida y la poesía más calmada, equilibrada y serena a la que, si no mueres durante el tránsito, terminas arribando tarde o temprano. De alguna manera, en estos versos finales se resume la idea central del conjunto: en todo escritor, en todo ser humano se encierra un cielo y un infierno, entre los extremos de Rimbaud y Verón, hay un amplio espectro vital y poético del que bebe la poesía de José Luis Gracia Mosteo y se alimenta su existencia y seguramente también la nuestra. Al fin y al cabo, La pierna ortopédica de Rimbaud no es sino un intento de explicar la vida, el arte y la literatura de los particulares “virgilios” del autor que, como un nuevo Dante, ha viajado, viaja y viajará por el infierno, purgatorio y cielo de la mano de cada uno de ellos al sumergirse en sus obras, es el testamento irónico-poético de un lector irredento que nos explica su ser poético mediante el recuerdo-homenaje de las múltiples voces artísticas que reverberan en su propia escritura.


JOSE LUIS GRACIA MOSTEO, La pierna ortopédica de Rimbaud, Ayuntamiento de Salobreña, 2018.




miércoles, 3 de abril de 2019

TUSITALA: AGUSTÍN SÁNCHEZ VIDAL O EL CONTADOR DE HISTORIAS (IX)



La especie simbólica 



Un tema central y constante en su obra y pensamiento es el de explicar y explorar “las razones profundas que nos empujan a contar historias y a escucharlas”; es decir, la necesidad de desentrañar “el porqué de las ficciones”. La respuesta conduce a la esencia de lo humano, a lo que nos distingue como especie: nuestra capacidad simbólica. 

Ya en el año 2005 escribió un artículo para la revista Muy Interesante titulado “La especie simbólica”, homónimo del librito, pequeño en tamaño, pero denso como el mercurio, publicado en 2011 por la Cátedra Jorge Oteiza de la Universidad Pública de Navarra, en el que desarrollaba más por extenso algunos de sus contenidos. Volvió sobre el tema con una repaso oral dentro del ciclo “Vida en ficciones. Los relatos en la era audiovisual” organizado por la Universidad de Zaragoza, que más tarde revisó de nuevo para una conferencia impartida en la Universidad de Oxford. 

Como hemos ido constatando, Agustín Sánchez Vidal es un humanista de nuestro tiempo, un escritor cuya actitud intelectual y creativa es interdisciplinar, integradora de todo tipo de saberes, pero quizá sea este delicioso texto de poco más de cien páginas el que mejor evidencie este espíritu, al tiempo que en él se pueden encontrar las inquietudes intelectuales que originan y sustentan la urdimbre primigenia de alguna de sus novelas, pues en él se suman y exponen conocimientos de multitud de artes y ciencias: desde la mitología, el folclore o la etimología, pasando por la literatura, el cine y la historia, hasta la mecánica, la biología, la física o las matemáticas. En este sentido, quizá convenga recordar su sólida formación científica ya apuntada y, como confiesa el propio Agustín, que la divulgación científica es su lectura habitual, más incluso que la literaria propiamente dicha. 

Los símbolos constituyen una estructura compleja y coherente, se entretejen entre ellos confeccionando una trama que nos permite crear mundos alternativos, donde unos símbolos existen en el contexto de otros. Agustín actúa de forma idéntica y su ensayo no es en modo alguno la suma independiente de tres conferencias, sino que conforma un todo coherente en el que además de explicar la tesis principal, se constituye en una obra esencial para entender su propia actividad como novelista, pues en sus páginas encontramos las claves de su creatividad. 

La primera parte lleva por título ‘Las tramas que nos constituyen’ y versa sobre la “revolución de las cuerdas” -asunto central de su novela histórica, de amor y aventuras, homenaje a la cultura andina, Nudo de sangre- y el “escape de foliot”, embrión del reloj, que según el pensador alemán Ernst Junger es la base de la moderna civilización occidental, invención, a su juicio, más importante que la imprenta, la brújula, la pólvora, la máquina de vapor o el descubrimiento de América. Sánchez Vidal reflexiona sobre el tríptico tectón-textil-texto; sobre el paso de los textiles a los códigos de barras; sobre la ilación entre cuentas y cuentos o viceversa; sobre las redes neuronales -investigadas por Cajal y Golgi-, la web y al entramado de las narraciones. 

En la segunda, “La escritura de dios” -título de un cuento de Borges- busca en el lenguaje anterior a Babel un código universal capaz de originar el Universo –su código fuente, tema central de su primera novela, La llave maestra-; es decir, signos que están en la base de todo lo creado y encierran sus claves, una especie de genoma universal, tentativa a la que se han acercado en nuestros días –desde modelos computacionales- los científicos que trabajan sobre la teoría unificada de la información. 

Por último, en “Símbolos y mitos”, el autor aborda el papel que desempeñan en nuestras vidas el pensamiento simbólico y los mitos, desde los relatos homéricos hasta las comerciales películas de Hollywood, cuyas historias derivan en mayor o menor medida de esa materia prima de la que se alimentan no sólo las diferentes artes, sino también las distintas filosofías y religiones.