CASABLANCA

CASABLANCA
FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

martes, 19 de diciembre de 2023

GENTE QUE ESCRIBE EN TERUEL (I)


CICLO DE "POESÍA Y MÁS"


 
Este sábado pasado, 16 de diciembre, comenzó a andar con buen pie el ciclo organizado por la PLATAFORMA DE POETAS POR TERUEL (para contactos en plataformadepoetasporteruel@gmail.com), del que dio puntual noticia Miguel Ángel Artigas en el Diario de Teruel, tanto anticipando el acto:

Como después: 


Fue un auténtico lujo poder asistir al encuentro y disfrutar de la variedad y calidad poética de todos los participantes. 
Aquí dejo la foto grupal que describo desde la visión del espectador de abajo hacia arriba y de derecha a izquierda:

FOTO: GONZALO MUÑOZ


Poeta invitado, abajo sentado: LAMBERTO ALPUENTE (de su estilo dicen que "es poco convencional, crudo y abigarrado", pero en el fondo es también tierno y maternal, quizá, en ocasiones, un tanto críptico).
En la línea superior: HELENA NAVARRO (un descubrimiento que ya se ha descubierto); JESÚS CUESTA (un bardo a la antigua usanza por todos conocido, hermano en las ficciones, compañero en las tertulias y amigo en la vida); ISABEL MARTÍNEZ (ritmo vivo y sorpresa final, siempre con su punto teatral); TIFFANI GARZO CAMÓN (TIF nos dejó sin palabras, pero dará mucho que hablar). 
Segunda línea: NACHO ESCUÍN (activista cultural, casi un terrorista de la cultura; un poeta que se reinventa cada mañana sin dejar de ser él mismo); MARISOL JULVE (apasionada de la poesía con compromiso poético y social); CRISTINA GIMÉNEZ (la presidenta de la Plataforma; poeta sensitiva, de sentimientos, romántica, melancólica y apasionada hasta emocionarse al punto de la lágrima declamando); FABIÁN NAVARRETE (un viejo rockero muy joven que vive y escribe canciones y poesía en la carretera, como Miguel Ríos).
De pie: MARIO HINOJOSA (de sus poeMarios salen niños y pájaros Tocororos); ROSA BÁGUENA (casi escondida en la foto y en la vida, tiene el don de la rima y de la copla, versolari aragonesa de la jota, acumula premios y no lo dice, y habrá más); MIRIAM GRIMALT (le gusta jugar con las palabras, tímida y sencilla, con el tiempo irá a más, crecerá porque ya ha crecido en la escritura y la vive como el amor, con pasión de tímida); ALICE QUINN (otra tímida, eterna adolescente, que vive entre la psicología y la poesía, en su escritura tal vez sean lo mismo, lo suyo quizá sea psicosía o poegía. Me alegra reencontrarla en forma); ASUN PERRUCA (viene de Calamocha a sumarse al proyecto porque escribir es vivir, reencontrarse con la vida, y  ella le devuelve  a la vida con su poesía todo lo hermoso que le da cada día).
En difícil posición, porque no es poeta, JUAN VILLALBA (no supe muy bien por qué, si por la catalítica situada en mi trasero o por la enfermedad contagiosa de mis compañeros, en mi cuerpo comenzó a aflorar un cierto acné juvenil, una picazón poética muy, muy peligrosa. Tendré que vacunarme si sigo con ellos).

En enero tendrá lugar un nuevo encuentro. Se avisará puntualmente. Os dejo con algunas fotos.

LAMBERTO ALPUENTE

FABIÁN NAVARRETE

JESÚS CUESTA

ALICE QUINN


ASUN PERRUCA

TIF

MIRIAM GRIMALT





martes, 12 de diciembre de 2023

 

HISTORIAS PARA NO DORMIR




         Tras una pandemia y con una guerra en la frontera de Europa, qué mejor que comprar un libro de Instrucciones para el fin del mundo. Con este sugerente y comercial título hace su presentación oficial el escritor turolense José Baldó. Coeditado por el Instituto de Estudios Turolenses y Prames, presenta trece relatos de misterio, suspense y terror fantástico aderezados en ocasiones con ciertas dosis de amor y humor.

         La portada, una puerta entreabierta generadora de un pasillo de luz, nos invita a seguirlo y a traspasar ese umbral para introducirnos en otra dimensión: la de sus narraciones. Recuerda la cabecera de la mítica serie televisiva, Historias para no dormir, en la que el inolvidable Chicho Ibáñez Serrador adaptaba obras literarias de terror, misterio, ciencia ficción o suspense de autores cuyo influjo se encuentra también en los relatos de Baldó.

         La obra se estructura en cuatro partes y sus respectivas historias mantienen una relación temática anticipada en el título genérico que las agrupa: “Al borde del abismo”, “Juego de niños”, “(Des)amores” y “Apocalipsis ¡Ya!” De igual forma, entre los bloques se crea una cohesión interna mediante sutiles guiños narrativos que vincula sus contenidos y dota a todo el conjunto de unidad y coherencia.

         El poeta Mario Hinojosa le dedica unas líricas palabras a modo de prólogo, “Continuidad de los parques”, en las que comenta entre otras cosas la nutrida intertextualidad presente en los relatos de Baldó. Si hablamos de escritores cita a Cortázar, Stephen King, Cheveer, Carver, Lemaitre, Chéjov, McCarthy, Ellroy y Bécquer, pero podrían ser muchos más: Poe, Lovecraft, Matheson… Y si lo hacemos de cineastas la lista sería también interminable, al citado Ibáñez Serrador, se unirían Hitchcock, Kubrick, Carpenter… Como afirmara Todorov: "No existe enunciado que esté desprovisto de dimensión intertextual”; es decir, toda creación se construye como mosaico de citas –conscientes e inconscientes-, refundiciones e inversiones y es el resultado de la absorción y transformación de otros textos. Desde este punto de vista, Baldó se convierte en una esponja que amalgama en su escritura toda una serie de mensajes adquiridos desde temprana edad en su formación intelectual como omnívoro lector, voraz telespectador y cinéfilo empedernido.

         Esa anticipada influencia cortazariana expuesta por Mario, se observa ya en el primer relato, “El escritor”, un homenaje a la literatura pulp en el que la ficción y la realidad se entrelazan en una historia circular creando un efecto de cajas chinas con final abierto susceptible de múltiples lecturas.

         En el segundo, “El sonido de las almas”, encontramos otra de las constantes de la escritura de Baldó relacionada con sus personales aficiones-pasiones: la música. Reconoce en nota el homenaje a las leyendas de Bécquer -“Maese Pérez el Organista”, “El Miserere”, etc.-, así como también en los nombres de sus protagonistas se perciben ecos de los de La Regenta -Julián Mesía, Froilán de Pas y Ana Atienza-, con los que teje una historia de amor pasional y música infernal.

         “Alma condenada” es un microrrelato muy bien resuelto que fue merecedor del primer premio del concurso “Mirambel Negro”. Por su parte, “Los mandamientos”, el último de este primer apartado, es una cruda historia de maltrato y educación perversa de un niño que sirve de antesala a los cuentos de la siguiente sección protagonizados todos por diabólicos muchachos. Si el primero, “Los vikingos”, es muy duro, el que cierra la serie, “El secreto”, lo es en extremo. Ningún lector saldrá indemne tras su lectura. Pero, como decía Chicho, ¿Quién puede matar a un niño?

         Para rebajar un tanto la tensión, el tercer bloque, “(Des)amores”, encabezado por la significativa cita del Cantar de los cantares, “El amor es fuerte como la muerte”, presenta otros tres relatos de afectos y amistades preadolescentes con finales menos descarnados, si bien con un poso de tristeza y cierto regusto amargo.

         Decía Paul Eluard que “hay otros mundos, pero están en este”, como demuestran las tres últimas narraciones. En la primera, una magnífica bajada a los abismos de una mente enferma, con un tan divertido como irónico título, “Feo, fuerte y formal”, con el que homenajea a John Wayne y Loquillo. Recordemos que el actor se casó con tres mujeres hispanas y dejó como epitafio esas tres palabras a su juicio definitorias de su personalidad, aprovechadas a su vez por Loquillo para dar nombre a uno de sus discos más importantes.

La de Baldó es una prosa cinematográfica en el sentido más literal: parece haber sido escrita pensando en la pantalla, sus personajes se comportan como si actuaran ante una cámara. Baldó es, sobre todo, un gran creador de imágenes. La joven aterrada que corre por los campos de maíz huyendo de una abominable criatura requiere un travelling; una mujer y un gato caminando en la oscuridad de la noche por un pueblo pide un plano secuencia; el hombre que lleva el auricular del teléfono a la oreja para escuchar lo inesperado sugiere un primerísimo primer plano…

La prosa cinematográfica sólo funciona con los escritores que son buenos describiendo y creando atmósferas. Esta es la virtud de la escritura de Baldó, no se recrea en pesados retoricismos filológicos ni tiene retorcidas pretensiones intelectuales, lo suyo es ir al grano: dibujar un ambiente adecuado para contar una historia -en la mayoría de los casos para no dormir- con un giro sorprendente en su final. Instrucciones para el fin del mundo anticipa un narrador con casta. Al tiempo.

 

José Baldó, Instrucciones para el fin del mundo, Zaragoza, Prames-Instituto de Estudios Turolenses, 2022. 

domingo, 3 de diciembre de 2023

 

DE LA A A LA Z: 

MARÍA MOLINER NOVELADA




         De María Moliner se han escrito tres biografías, una ópera, una obra de teatro y un magnífico documental pero, hasta la fecha, nadie había novelado sobre su vida y trayectoria profesional, anómala e injusta circunstancia que corrige el montalbino Luis Miguel Benedicto con Significada: todas las palabras de María Moliner, una novela sencilla y bien armada. La documentación histórica no pesa, aunque la acción se ambienta con rigor, en especial en los momentos más importantes y críticos de su biografía como son la República, la Guerra Civil y la posguerra.

         Luis Miguel no se esconde tras un pseudónimo, más bien transforma su nombre para firmar la novela como Miguel AZuara, simbólica composición formada por su segundo nombre y destacando de manera significativa con mayúsculas las dos primeras letras de su apellido materno (a quien homenajea de esta forma y por extensión a todas las mujeres) en el que curiosa y casualmente se presentan juntas la A y la Z, primera y última letra de nuestro alfabeto, para de esta forma anticipar en la sobria y alegórica portada, cuyos colores, blanco y negro, remiten con claridad meridiana a los del diccionario de María Moliner, no obstante, sobre la marmórea albura dominante (también podría ser la losa de una tumba un tanto resquebrajada por grietas que la recorren), aparece dibujado un no menos curioso y simbólico bichillo del polvo, conocido como pececillo de plata —lepisma saccharina—, que en un momento de la narración va a tener también su protagonismo.

         La vida de María Moliner fluye ágil ante los ojos del lector mediante diálogos vivos y verosímiles escritos con un lenguaje, como se nos dice en un momento dado, “cercano y sencillo”. Como también es creíble esa argamasa ficcional en forma de reflexiones, pensamientos y vida cotidiana que sirve para amalgamar los hechos reales, terminar de componer la personalidad de la protagonista y dotarla de auténticos sentimientos y emociones, de verdadera humanidad.

         Como nos anticipa el segundo apellido del autor, la novela se estructura siguiendo el orden alfabético, empieza en la A con la definición de la palabra “alumbrar”, pero no se cierra en la Z —letra en la que sí concluye la vida de la protagonista—, sino en la B, con la definición de “baturra”, un capítulo metaliterario en el que se revela y explica el marco narrativo, concluyendo de esta ingeniosa manera una obra que está pensada hasta sus últimos detalles.

         Azuara repasa con detenimiento los quince años que María dedicó a definir ochenta mil palabras, titánica tarea que, como reza la contraportada, “… apenas le trajeron algo de notoriedad. Fueron pues su candidatura, y sobre todo el rechazo de la Real Academia Española, a la que tuvo el coraje de corregir, lo que le dieron renombre. Y sería el epitafio de un Premio Nobel de Literatura lo que le traería el prestigio en todo el mundo de las letras”. Así es, García Márquez describió su obra como “una proeza sin precedentes”, el “diccionario más completo, más útil, más acucioso y divertido de la lengua castellana”, “dos veces más largo que el de la Real Academia de la Lengua, y —a mi juicio— más de dos veces mejor”.

         La novela es una reivindicación de la insigne lexicógrafa y, como hemos anticipado, del papel de las mujeres en la transmisión de la cultura pero, en última instancia, es también un homenaje a los maestros y maestras rurales que hicieron de bibliotecarios en la República y, por ende, implícitamente supone un reconocimiento a la labor que las bibliotecas desempeñaron y desempeñan en su difusión.

Reseña publicada en el suplemento cultural "Artes & Letras" del Heraldo de Aragón




 

Miguel Azuara, Significada: todas las palabras de María Moliner, Universo de Letras, 2023.

miércoles, 29 de noviembre de 2023

 

SOBRE EL ARTE DE TEJER FICCIÓN Y VIDA


 


La escritora turolense Angélica Morales, actriz y dramaturga de largo recorrido y consolidada poeta avalada por numerosos premios, juega ya en la Primera División de los novelistas españoles con la publicación en la editorial Destino de su estupenda La casa de los hilos rotos. Llegar a este privilegiado parnaso español no ha sido fruto del azar, sino de un intenso trabajo, como demuestra la presencia en los cajones de su escritorio, durmiendo el sueño de los justos, de las novelas finalistas del Premio Planeta 2017 y del Premio Azorín 2018, así como también en los estantes de algunas bibliotecas de media docena de títulos publicados por pequeños sellos editoriales independientes de ámbito autonómico.

Con los escasos hilos de la biografía de una mujer olvidada, Otti Berger (Vörösmart, Hungría, 1898- Auschwitz, 1944), y el gran contexto de la Bauhaus de fondo, Angélica Morales teje un relato multicolor en la que pasión, arte, teatro, poesía y locura convergen para crear una auténtica realidad llena de vida.

Entre 1919 y 1933, la Bauhaus fue un movimiento de renovación artística, tanto en el diseño y la pintura, como en la arquitectura; dotó de valor artístico la funcionalidad de los objetos y planteó nuevos métodos pedagógicos, admitiendo la presencia y el protagonismo de las mujeres en el arte, si bien con la perspectiva del tiempo descubrimos que esa revolución fue más aparente que real.

Berger se formó en esta escuela como artista textil y llegó a ser profesora durante un corto periodo de tiempo, pues fue sustituida por no ser aria. Montó su propio estudio en Berlín hasta que en 1936 debió cerrarlo ante el acoso del régimen nazi a los judíos. Tras ser la primera mujer en patentar sus diseños, se la invitó a participar junto a su marido en la New Bauhaus de Chicago, pero regresó a su pueblo natal para cuidar de su madre enferma, fatal decisión que supuso su deportación junto a toda su familia al campo de concentración de Auschwitz. Su final ya se lo pueden imaginar.

La novela alterna dos planos temporales y dos ritmos narrativos: el pasado con una cadencia pausada, de plano secuencia, donde confluyen las vidas de Otti Berger y la de ficción de Mercè Ribó, su apasionada y soñadora compañera, amiga y confidente, hija de un importante empresario textil catalán, y el presente, más trepidante, en el que accedemos a la biografía de Mercè por medio de su bisnieta, Penélope, una joven pintora que mantiene una tensa relación con su madre. Será ella quien descubra, junto a los diarios de su bisabuela, la existencia de dolorosos secretos familiares.

La ambientación histórica es excelente y embasta la narración con rigor y credibilidad: la Gran Guerra y sus consecuencias, los felices veinte, la Guerra Civil española (Bolsa de Bielsa), la Segunda Guerra Mundial, los campos de concentración y, por supuesto, la Bauhaus con su representantes más destacados: Klint, Kandinsky… Sin olvidar a todas las mujeres que estuvieron allí y quedaron relegadas a un segundo plano: la diseñadora y primera mujer profesora de la escuela, Gunta Stölzl, la fotógrafa, Gertrude Arndt, etc.

El contexto histórico transpira en la novela sin lastrarla, no pesa ni abruma al lector. Lo verdaderamente importante son las pasiones humanas, por encima de todo está la relación emocional de Angélica con sus protagonistas, los hilos vitales y sentimentales que las unen a través del tiempo, como ese emblemático pañuelo familiar que pasa de mano en mano y destaca en la cabeza de la joven de la portada del libro. Ese pañuelo se nos dirá “es toda su historia. Es el amor, el arte, el miedo, la represión, la lucha, la libertad, el holocausto, el perdón, el acercamiento. Todo está ahí, entre esos hilos que se enredan en su cuello y besan su piel.”

Hay mucho de historia, cierto, pero, sobre todo, prima el análisis psicológico de los personajes principales, todas mujeres, salvo uno, Antoni, el poeta loco, sobre el que gravitan los secretos y las claves de la trama.

Desde su mismo título, en La casa de los hilos rotos los símbolos son una constante, la condición de poeta de Angélica Morales marca su narrativa con la pátina de lo lírico -para quien el mundo es un poema, la metáfora es mucho más que un ornamento literario-, así como también su actividad teatral se refleja en la fluidez y excelencia de los diálogos. En última instancia, toda la novela es una alegoría en la que el hilo se convierte en vínculo con la familia y la vida; la práctica del arte de tejer no solo redunda en un aprendizaje técnico ni supone únicamente un placer creativo, sino que implica también la transmisión intergeneracional de una forma de hacer, de ver el mundo, de traspaso de saberes ancestrales. Probablemente de esta forma se difundiera ese leitmotiv que acompaña a Otti a lo largo de su existencia, esa leyenda húngaro-croata de su localidad de nacimiento, Vörösmart (en la actualidad Zmajevac), de Marta la Roja. Angélica lo sabe bien, las mujeres durante sus tertulias tejían y enseñaban a tejer a las generaciones posteriores, al tiempo que les transmitían el patrimonio oral del pasado, esas historias, unas veces personales o familiares, otras universales, son las semillas que con el tiempo terminarán germinando en el interior de las mentes sensibles y prenderán la llama de la imaginación creativa. Ese material propio extraído del pasado, mediante una particular simbiosis autora-personajes, lo transfundirá a sus protagonistas para darles vida y dotarlos de auténtica verdad.

Sobre estos cimientos simbólicos y de la mano de Ottis Berger, la autora confecciona una red e impronta mental en los lectores que les llevará a comprender la importancia de este arte para organizar el mundo exterior e interior a través del lenguaje, conformando un andamiaje lingüístico y de sentido que viene a impregnar nuestra cotidianidad y forma de comunicarnos tal y como la conocemos. En el fondo, escribir sólo es una función especializada de nuestra capacidad textil.

La casa de los hilos rotos es una novela emocionante y conmovedora de amor y amistad, de búsqueda de caminos creativos y lenguajes artísticos, pero, por encima de todo es una historia de superación personal -mujer judía, sorda, comunista y extranjera-, de lucha y tenacidad por hacer realidad los sueños.

¿Veremos La casa de los hilos rotos llevada a la gran pantalla o convertida en serie de televisión? Podría ser, tiene todos los elementos necesarios para ser un éxito. Pero de lo que sí estamos seguros es de que Angélica Morales, no tardando mucho, conseguirá un premio literario de Champions. Al tiempo.

Angélica Morales, La casa de los hilos rotos, Barcelona, Destino, 2023.

martes, 21 de noviembre de 2023

 

DE UNOS LOCOS CAÓTICOS COMO MAENZA


        


El Instituto de Estudios Turolenses y la editorial Prames han publicado en coedición la primera novela del poeta turolense Mario Hinojosa. Tras seis poemarios, Hinojosa da el salto a la narrativa con Fractal, una historia compleja de amores y desamores, sexo y cine que se desarrolla a lo largo de cuatro décadas en diferentes lugares (Valencia, Madrid, Zaragoza, Barcelona…), pero de manera especial en la provincia de Teruel (Orihuela, Oliete, Calanda, Sierra de Albarracín…) y la propia capital (el cementerio, el parque de los Fueros, el viaducto, el kiosko de San León, el bar La Cabaña, la Colchonería Maenza, la Cueva de las tres Puertas…). La ciudad no es un decorado donde transcurre la acción, es un útero materno en cuyo líquido amniótico conviven y se forman los personajes para la vida, es una protagonista más de la novela que busca ser definida y aprehendida por ellos: “Mirábamos a nuestro alrededor, con el asombro de la primera vez, como salía de entre la niebla nuestra ciudad, ese acorazado moldeado con la arcilla primigenia, la de los enigmáticos alarifes mudéjares […] La que a veces se despereza y levanta su trompa de paquidermo perezoso para tragarse los litros del río Turia en un ritual de ave fénix trasnochado, la que conserva las balas de una guerra en lo más profundo de sus montañas, dentro de una tierra que de vez en cuando las escupe […] La de la cerámica que proyecta el sol desde sus torres para iluminar el mar tenebroso de los crespúsculos, la de un toro convertido en metáfora de la belleza imperturbable de lo mínimo, la que desde un puñado de escombros calibra el asombro y la agonía a casi mil metros de altura…” Como se puede observar, el intenso lirismo de la prosa de Hinojosa es la característica esencial de su estilo narrativo, por momentos esencialmente poético.

         La bonita y significativa portada del libro anticipa su estructura “fractal” que le da título: sobre un fondo rojo intenso (no olvidemos el simbolismo de este color: fuego, amor, drama, calor, fuerza, emoción, pasión, sangre, lujuria, violencia, ira, agresión, etc.) y mediante la repetición de una figura hexagonal se teje un árbol (¿de la vida? La repetición de átomos, moléculas, células, genes, neuronas… construyen todo lo existente: cristales de nieve, conchas, manchas de animales, etc.), que presenta mediante este simbólico dibujo las celdillas de las experiencias vitales de los personajes cuya suma conforma la colmena existencial colectiva de todos ellos.

         De igual forma, la estructura es una especie de rompecabezas, tiene algo de la Rayuela de Cortázar o de Manhattan Transfer de Dos Passos, con cuatro momentos vertebradores: finales de los años setenta (cuando muere Maenza en el año 1979); 1998, el momento más salvaje de los protagonistas en plena juventud; la más reposada etapa de la primera década del siglo XXI, el 2009; y el presente de la acción inicial ocurrido en 2019 y su inmediato pasado del año anterior. Su lectura lineal según la disposición de los capítulos es exigente, podríamos decir que caótica, como caótica era la escritura, el cine y la personalidad de ese protagonista ausente, Maenza, pero omnipresente en la novela. Mario no hace concesiones al lector y gira constantemente la ruleta del juego narrativo del tiempo, lugar y acción, mezclando presente y pasado, realidad, sueños y deseos. Otra forma de encarar la lectura sería la cronológica, del pasado al presente, pero quizá la más recomendable para componer el caleidoscopio del argumento sea la propia de la narración fílmica, comenzar por el presente del 2019 y volver al pasado para ir componiendo sucesos y relaciones.

         La trama se inicia en 2019 con el intento de asesinato de uno de los personajes centrales, Tíber, en el cine Maravillas de la capital turolense cuando está viendo la película de Chaplin El gran dictador. Ingresado en el hospital y durante el tiempo de su recuperación, Tiber se convierte en una especie de Sherezade para su compañero de habitación, el desahuciado Ginés, y para su médico, el doctor Roures. Poco a poco vamos sabiendo de sus amores y van desfilando los protagonistas principales: Eyre -su amante, que ha perdido un hijo suyo- y directora de un corto de corte maenciano, que pretenden rodar en sus años juveniles; Eros, el guionista; Messina y Tíber, actores,  y otros más secundarios como Javi, Ana y Toni. Todos ellos eran jóvenes a finales de los noventa, auténticos “perros rabiosos”, con muchos sueños por cumplir y mucho por experimentar, pero el tiempo con la lima de sus dientes menudos, implacable, irá carcomiendo sus ilusiones: no serán directores de cine, ni escritores, ni actrices… Poco a poco se convertirán –o tal vez ya lo eran desde su infancia- en seres neuróticos al borde del abismo, consecuencia de sus infancias traumáticas.

         Podríamos decir que se trata de una novela introspectiva, psicológica, con personajes impulsivos, “desenfrenados, rebeldes y apasionados”, como lo fue ese ubicuo espíritu maenciano en forma de recuerdos de los jóvenes y cuya personalidad transgresora y caótica gravita sobre todas sus acciones inspirándolas y dando forma a la misma novela que protagonizan. A los humanos en general y a los protagonistas de esta novela en particular nos gusta abrazar el caos, nos atraen los iluminados, los adelantados a su tiempo, y Maenza lo fue, y mucho más al nacer en la ciudad más atrasada de España en una de sus épocas más oscuras.   

         Dos temas importantes son el sexo y la violencia doméstica, ese fractal que se inicia en la infancia y en numerosas ocasiones se sigue repitiendo con el discurrir de los años conformando ese horror oculto en el día a día de muchas personas que de maltratados pasan a ser maltratadores.

         La novela cuenta con una interesante banda sonora y en sus páginas suenan temas de Dire Straits, Escorbuto, Metálica, Javier Álvarez, Vetusta Morla, Carolina Durante, etc., recogidos en una lista de música de Spotify, enriqueciendo la lectura con su audición, que contribuye a ambientar situaciones y definir personalidades.

         ¿Qué es en definita Fractal? Desde luego es un homenaje a la ciudad de Teruel y a multitud de personajes que nacieron y vivieron en ella: Ildefonso Manuel Gil, José Antonio Labordeta, Joaquín Carbonell… pero, sobre todo, Antonio Maenza: “La ciudad donde Ildefonso Manuel Gil esperó a ser fusilado en las tripas de un seminario, donde José Antonio Labordeta le dio clases a mi madre, la de José Antonio Maenza bajando por la calle del Tozal, abriendo sus alas tristes con aquella gabardina negra, como un albatros siempre adolescente […] Esta es nuestra ciudad…” Es también una historia, una tesis y un juego, tres formas diferentes de mirar la vida y de leer esta novela. Es la representación del inexcusable hilo del tiempo que teje el transcurrir de la existencia y las relaciones humanas, fragmentadas en recuerdos particulares cuya suma quizá pueda acercarse mínimamente siquiera a la realidad sucedida en un momento y un lugar. Es una representación de la complejidad del mundo y de la existencia que como la misma inteligencia artificial tan vigente en la actualidad podemos captar por oposiciones binarias: femenino versus masculino; razón vs locura; orden vs caos; éxito vs fracaso; forma vs contenido. En última instancia, Fractal es una búsqueda del sentido de la existencia metaforizada por el autor en la búsqueda del sentido estético/narrativo de su propia novela; es decir, Fractal es una exigente indagación sobre el proceso creativo, sobre el paso del tiempo, los amores perdidos, la amistad, los sueños rotos, la locura, el fracaso y, cómo no, la muerte y su reverso: la vida.

 

Mario Hinojosa, Fractal, Zaragoza, Prames-Instituto Estudios Turolenses, 2023.

miércoles, 28 de junio de 2023

 

RAMÓN J. SENDER Y SANTA TERESA DE JESÚS



         Tras Cervantes, Galdós y Baroja, tal vez no resulte exagerado situar a Sender como el cuarto nombre de la narrativa hispana: en temas, escenarios, planteamientos, recursos estilísticos, nómina de personajes, reflexiones filosóficas, presencia del mito y de lo popular… En suma, más de cien novelas son un aval suficiente para defender con solvencia el citado puesto, no olvidemos que estuvo nominado para el Nobel, sin embargo, no lo consiguió, quizá su polémica figura contribuyó a ello: las izquierdas no le perdonaron que abjurara con energía de su anarquismo y comunismo juveniles; las derechas, por su parte, lo persiguieron por alzarse con la libertad que da la verdad humana contra la injusticia, los abusos de poder, el chantaje institucional, etc. Sender es un moralista cuya obra pone el dedo en la yaga y eso, a la postre, le llevo a ser incomprendido, postergado, perseguido y difuminado dentro del mapa literario español.
         En su obra encontramos rebeldía y denuncia, finura conceptual, equilibrio, buen gusto, empuje renovador, técnicas y planteamientos modernos sin llegar a perder el sereno equilibrio entre forma y contenido y una universalidad surgida de lo local, la misma que podemos descubrir en las plumas de Gracián o Costa, el microscopio de Ramón y Cajal y la cámara de Buñuel.
         Siguiendo con su loable propósito de recuperar la creación senderiana, la editorial Contraseña reedita la que quizá sea su obra más desconocida por olvidada, El verbo se hizo sexo (Teresa de Jesús), publicada en 1931, un nuevo logro de la tarea asumida por el Instituto de Estudios Altoaragoneses a propuesta del Centro de Estudios Ramón J. Sender. La reedición viene con un provocativo, radical y reivindicativo prólogo de la escritora Cristina Morales, con revisión y fijación del texto de Alfonso Castán. Cristina analiza la novela estableciendo una genealogía punk y queer en la que caben, por ejemplo, entre otras muchas referencias culturales y contraculturales, la santa, Manolo Kabezabolo, Ana Curra y Alaska.
La novela se estructura en 15 capítulos agrupados en cuatro partes: “Adolescencia”, “Crisis de pubertad”, “La pasión” y “Reposo y santidad”. En ellos Sender presenta algunos de los episodios más significativos de la vida de Teresa de Jesús, concediendo especial atención a su labor reformadora de la Orden del Carmelo, a sus experiencias místicas y a la vigilancia a la que la sometió el Tribunal del Santo Oficio. El empeño de Teresa llegó a buen puerto por su tenacidad, si bien se vio favorecido sin duda por su coincidencia en el tiempo con una revolución en el seno de la Iglesia católica que decidió finalmente recompensarla con la canonización, pero que muy bien pudo acabar en la hoguera.
Gran parte del interés de Sender por su figura radica precisamente en aprovechar su peripecia vital para describir el panorama social y religioso de la España del siglo XVI y criticar la connivencia entre el poder político y el eclesiástico, la conquista española de América o el castrador sistema patriarcal imperante.
Sender manifestó siempre una especial atracción por la vida de la santa, de hecho confesó que siendo niño oyó hablar en el colegio al arzobispo de Zaragoza de Constantino y de Teresa de Jesús con motivo de sus centenarios en los siguientes términos: “El odio de Constantino era vulgar, guerrero y torpe. Teresa no conoció el odio en su vida. Fue toda amor y, además, amor crudo, natural, carnal, sin melindres teológicos […]. Nunca un sexo fue más puro. Nunca como en ella se vio patente y firme la divinidad del sexo, la categoría espiritual y egregia del sexo”. Estos recuerdos escolares explican la visión que presenta de ella y anticipa en el título de la obra: El verbo se hizo sexo (Teresa de Jesús), una biografía muy peculiar escrita con refinada sensibilidad y bien documentada, pero de la que no tardó en renegar condenándola al olvido, no permitiendo siquiera su inclusión en la edición de sus Obras Completas.
 Comenzó a escribirla en Zaragoza, cuando tenía dieciséis años y estaba cursando el bachillerato en el Instituto Goya, años más tarde, al concluirla, según explicó en una carta, “se publicó el manuscrito sin verlo yo. Se lo había prestado a un amigo –yo estaba en el campo, en el verano-; se lo había prestado para que lo viera, pensando yo reescribirlo porque lo consideraba una tontería de la adolescencia, un ejercicio de instituto. Y él lo publicó pronto. Cuando me di cuenta ya estaba en las librerías”. Sin embargo, resulta extraño o cuando menos curioso que el libro tuviera una segunda edición al año siguiente con un único cambio respecto de la anterior: la ilustración de la cubierta, que en este caso era una portada cubista de una abstracta santa Teresa de cabeza inclinada y carnosa boca negra.
No obstante, el interés por el personaje persistió en el tiempo y le dedicó sus Tres novelas teresianas (1967), demostrándose una vez más su sentido de obra en marcha, esa característica de su narrativa de revisar constantemente sus textos, con continuas modificaciones, refundiciones, agrupaciones y cambios de título, un continuo intento de superación que le llevó a integrar en la primera de aquellas, compuesta por tres relatos -“La puerta grande”, “La princesa bisoja” y “En la misa de fray Hernando”- gran parte del material presente en El verbo se hizo sexo.
La novela comienza en un prostíbulo con un enfrentamiento entre los dos hermanos de Teresa, Rodrigo y Pedro, por el amor de una morisca. Asiste a la escena final y desde ese mismo momento vivirá con tanta atención como incomprensión otras muchas pasiones terrenales, tanto ajenas -la de su amiga Irene por Rodrigo; la del pecador sacerdote, padre de ocho hijos ilegítimos; la de su hermano Pedro por la citada morisca- como propias, en las que su desinterés por el amor físico se observa en su relación con don Diego y con Andrea, la novicia “más bella y de mejor humor”. En ambos casos la mundana turbación del sexo se transforma en su necesidad interior de estar más cerca de Dios.
Sender se siente atraído por la especial sensibilidad de Teresa, le interesa sobremanera su absoluta ignorancia de la carne como deseo, como materialidad que convive con un anhelo de trascendencia, pero nos la muestra en continua duda: “¿Dónde está el alma?¿Dónde está Dios? ¿Dónde?” Las preguntas se suceden, la inquietud crece, la duda aumenta: ¿Y Dios? ¿Dónde está Dios? ¿En el amor de los demás? No había amor…”
 Sus habilidades narrativas son muchas, destacaremos en especial el recurso de la elipsis junto con el cambio del punto de vista: cómo pasa de un narrador objetivo consciente de la “leyenda” de la santa a asumir su voz y adentrarse en su conciencia, tratando en todo momento con especial delicadeza sus sentimientos.
En esta novela histórico biográfica Sender nos muestra su simpatía por un personaje femenino de gran atractivo poético y personal, al tiempo que aprovecha para lanzar agudas críticas a ese pasado “glorioso” de una España donde no se ponía el sol y contempla el mundo con su particular perspectiva fundada en el amor, la fraternidad y la libertad.

Ramón J. Sender, El verbo se hizo sexo (Teresa de Jesús), Huesca, Contraseña, 2022

 

 

 

 

 

        

        

domingo, 16 de abril de 2023

 

VACUNA CONTRA EL ALZHEIMER DE UN PUEBLO:

CRÓNICA DE SARRIÓN (1800-1936)

 




Considerada como la epidemia del siglo XXI, una de las grandes enfermedades de nuestra época es el Alzheimer. Para Buñuel “una vida sin memoria no sería vida…”. Por su parte, el filósofo Emilio Lledó afirmaba que “ser es, esencialmente, ser memoria; es encontrar una forma de coherencia, un vínculo entre lo que somos, lo que queríamos ser y lo que hemos sido.” No hace falta poner más ejemplos, está claro que sin memoria el ser humano pierde una parte fundamental de su esencia y eso mismo se puede decir de un pueblo que por diferentes razones ha perdido la suya. Es el caso de Sarrión, una villa turolense cuya privilegiada situación geográfica ha jugado en numerosas ocasiones en su contra. Así, por ser lugar de tránsito y estar junto a las principales vías de comunicación entre Aragón y Valencia, la localidad fue completamente destruida durante la Guerra de los dos Pedros en 1364, siendo también duramente castigada en otras sangrientas contiendas como las de la Independencia, las carlistas y la Guerra Civil, cuando los días 11 y 12 de agosto de 1936 se quemaron los archivos de la iglesia y del Ayuntamiento. El alzheimer se había consumado por completo y un pueblo sin pasado pierde también sus opciones de futuro.

No eran muchas las esperanzas de solucionar este grave problema, sin embargo, el esfuerzo titánico de Javier y Enrique Sanz, junto con Pablo Cercós, coautor de varios capítulos de  Crónica de Sarrión (1800-1936), supone una vacuna contra la desmemoria y recuperan con este ingente trabajo más de siglo y medio de recuerdos mediante un detallado estudio de los escasos restos patrimoniales, tanto materiales como inmateriales, así como de un exhaustivo rastreo hemerográfico y archivístico, para con las teselas de datos sueltos y la argamasa de los cada vez más escasos testimonios orales de sus paisanos más longevos (en este sentido han jugado un importante papel los diarios personales inéditos escritos por familiares de los autores) recomponer el rompecabezas de la historia e intrahistoria de la localidad.

La investigación, como anticipa su título, sigue un orden cronológico, arranca en la Guerra de la Independencia y se extiende hasta la tercera semana de la guerra civil española -11 de agosto de 1936-. En cada capítulo, tras una breve contextualización del momento histórico en España, Aragón y provincia de Teruel, presentan la situación concreta en el pueblo y analizan los hechos más relevantes ocurridos en sus diferentes ámbitos de estudio: urbanismo, patrimonio, guerras, agricultura, política, sociedad, medios de comunicación, fiestas y tradiciones, personajes relevantes, turismo… Así, se nos informa de la destrucción de sus murallas y portales y de la evolución de sus monumentos más importantes; sabemos de las principales epidemias que ha sufrido la localidad (cólera morbo y gripe); conocemos los principales trabajos agrícolas y ganaderos y descubrimos la importancia del vino en la localidad a finales del siglo XIX, un cultivo en la actualidad perdido, y del turismo –los conocidos como veraneantes- en la economía local; asistimos a la llegada del ferrocarril, el telégrafo, el teléfono, la luz y el agua (se nos explica con detalle la larga polémica del abastecimiento y sus consecuencias políticas); documentan el estado de la educación y la sanidad en el pueblo; nos participan los resultados de las sucesivas elecciones, los enfrentamientos políticos y nos relacionan las composiciones de las diferentes corporaciones municipales; disfrutamos de las fiestas y romerías, descubriendo con sorpresa la importancia de sus Carnavales y la existencia de una fiesta de “Moros y cristianos” de la que nunca habíamos oído hablar; viajamos a partir de 1914 con paisanos aventureros a los EE.UU. en busca del “sueño americano”; sufrimos los rigores de la prisión de Florentín Villalba Brun, cautivo Abd el-Krim tras el desastre de Annual; se nos presenta a importantes familias locales, Jericó y Benso, entre otras, y a numerosas personalidades destacadas como los médicos Sebastián Casinos y Vicente Ortiz, el tenor Juan García, el farmacéutico Aurelio Gámir, etc.

Conforme avanza la crónica, lo económico, cultural, social y festivo, cede protagonismo a la política y se nos describe con detalle el clima de enfrentamiento que desgraciadamente desembocará en el levantamiento militar del 18 de julio, que en Sarrión, como en tantos otros lugares, tuvo como consecuencia duras represiones y asesinatos, incluido el de la personalidad central del relato, Alberto Benso, cuyas crónicas periodísticas y archivo fotográfico constituyen el cañamazo fundamental sobre el que se construye gran parte de los hechos ocurridos durante el primer tercio del siglo XX en la localidad.

Crónica de Sarrión (1800-1936) es un trabajo ímprobo que aúna rigor histórico y amenidad de lectura gracias a una prosa fluida y precisa. Sus casi 700 páginas imponen respeto, pero se lee como una novela, a lo que contribuye un extraordinario apoyo gráfico que ayuda al lector a poner rostro a los protagonistas de las historias y paisaje a los hechos narrados, recuperando siquiera de esta manera parte del patrimonio desaparecido. Incluye también en impagable anexo relaciones de cargos municipales, empleados estatales, profesionales, industriales, asociaciones y cambio de nombre de calles y plazas.

Sarrión está de enhorabuena, un trozo de su memoria se ha recobrado y no nos cabe duda que ello redundará en futuros proyectos que se extiendan a otras épocas.

Javier Sanz Fernández, Enrique Sanz Gallur y Pablo Cercós Maicas, Crónica de Sarrión (1800-1936), Sarrión, Muñoz Moya Editores, 2023.

 

viernes, 24 de marzo de 2023

 

BIARRITZ, TERRITORIO LITERARIO


           


A nadie se le escapa que somos memoria: para
Buñuel “una vida sin memoria no sería vida…”; para Lledó “ser es, esencialmente, ser memoria; es encontrar una forma de coherencia, un vínculo entre lo que somos, lo que queríamos ser y lo que hemos sido”; para Proust “lo que llamamos realidad es cierta relación entre las sensaciones y los recuerdos que nos circundan”;  Rilke, por su parte, decía que “para escribir un solo verso, hay que haber visto muchas ciudades, muchos hombres y muchas cosas…” Los griegos ya lo sabían y nos lo anticiparon cuando hicieron a las Musas, inspiradoras de la creatividad, hijas de Mnemosyne, la Memoria. Por eso, Memoria de Biarritz, la última obra de Fernando Castillo, es mucho más que un libro de viajes, es una suerte de bildungsroman sobre la evolución vital, sentimental y cultural de esta ciudad desde sus comienzos como villa de pescadores hasta llegar a la actualidad convertida en un fantasma de lo que fue, en un decorado de “residencias de influencers adictos al selfie y pobres en conocimientos y sentido del ridículo…”, pasando por sus diferentes etapas como destino de nobles aristócratas, refugio de exiliados rusos –más tarde españoles-, sede de espías, campo de entrenamiento militar durante la ocupación nazi, paraíso de surferos y santuario del terrorismo vasco.

            ¿De dónde le viene su magia a Biarritz? De su carácter de encrucijada de diferentes mundos: el francés, el español, el ruso, el vasco… De ser el lugar elegido por el ecologismo ilustrado para los “baños de impresión”, los famosos “baños de mar”, que pronto derivó en distinguida ciudad de veraneo de la alta aristocracia europea, ese “París de la costa vasca”, como se le conoce a partir del Segundo Imperio, con la llegada de Napoleón III y de la emperatriz Eugenia de Montijo, que construyeron esa residencia de verano, símbolo identitario de cierta Europa durante la llamada Belle Époque, que años más tarde sería el Hôtel du Palais, para en su época dorada convertirse en lugar de refugio de transterrados ilustres, en principio rusos, como el bello príncipe Félix Yusúpov, uno de los asesinos de Rasputin o los Poliakoff, banqueros judíos y reyes de los ferrocarriles rusos, tiempo después ya de todo el mundo, caso del conocido como Bolo Pachá, un golfo marsellés de buena familia, comisionista internacional y agitador cultural y festivo de Biarritz en su Villa Velléda, que terminó siendo juzgado tras Mata Hari por espionaje y fusilado en abril de 1918.

            En el oleaje de la memoria de Biarritz presenciamos el ir y venir francés y español de monarquías, repúblicas e imperios; asistimos a dos guerras mundiales, a la ocupación y liberación de un territorio, al glamur del turismo de ilustres minorías y a la vulgaridad del turismo de masas, todo ello salpimentado con la presencia constante de personalidades de la realeza (Eduardo VII, Alfonso XIII, etc.), economía (los millonarios Errázuriz, propietarios de otro de los edificios más emblemáticos de la ciudad, La Mimoseraie o Pierre d’Arcangues, financiero belga, magnate del sector de la energía eléctrica y pionero de la explotación de las posibilidades de la aviación, otro de los grandes animadores culturales de la ciudad), estafadores (Serge Alexandre Stavisky), espías (Josep Pla, Manuel Aznar, Manuel Vidal Quadra, etc.), conspiradores (Sanjurjo, Calvo Sotelo, Primo de Rivera, etc,) vamos, por momentos, una novela trepidante.

            Castillo describe con rigor histórico y agilidad narrativa en veintitrés capítulos la literatura a la que ha dado lugar la ciudad, convertida en territorio literario de novelistas, poetas y viajeros, que han transmitido con plasticidad no exenta de atracción los claroscuros de Biarritz en sus obras, porque como él mismo reconoce, “se puede viajar solo, pero no se puede viajar sin lecturas”,  así en este viaje le acompañan obras de Felipe Trigo, Fernández Flórez, Azorín, Víctor Hugo, Zola, Flaubert, Maurice Rostand, Raymond Roussel, Nabokov, José C. Valdés… y, claro, cómo no, de Proust, Irène Némirovsky, Patrick Mondiano y un larguísimo etcétera. Pero también ha sido lugar de residencia e inspiración para pintores como Benlliure o Picasso, diseñadoras de moda como Coco Chenel, músicos como Stravinsky, Ravel o Rubinstein y actores tan populares como Gloria Swanson, Douglas Fairbanks, Raquel Meller, Gary Cooper, Bing Crosby, Charles Chaplin, Frank Sinatra, etc.

            La historia de la ciudad y en cierto modo también de Europa, se encuentra resumida en esa “lista de sombras” de los nombres grabados en las tumbas del cementerio de Sabaou, “un tanto escondido en un Biarritz algo secreto y alejado…”, nombres de todas las nacionalidades, irlandeses, franceses, españoles, portugueses, croatas, holandeses, italianos, armenios, rusos, polacos, ingleses, alemanes… y cruces de todo tipo, latinas, vascas, ortodoxas, de Lorena, con estrella de David y compases masónicos… ejemplos evidentes de su “cosmopolitismo póstumo”.

            Fernando Castillo, como ya hiciera en otras publicaciones anteriores (Atlas personal, Un cierto Tánger o Rapsodia italiana) vuelve a demostrar sus dotes como excelente historiador de la cultura y como escritor, capaz de extractar los amplios y diversos conocimientos de numerosas lecturas y esencializarlos en una prosa entre narrativa y ensayística, absorbente y seductora, sugestiva y placentera en la que de manera fluida se relacionan múltiples saberes: historia y arquitectura; el detalle humano con la referencia cultural; la literatura con la música y la pintura; el gusto y el olfato con la mirada de un paseante curioso, de un fotógrafo que busca el ángulo inédito, la fotogenia callada de lo que fue y ya ha dejado de ser, para de esta forma hacer viajar al lector a Biarritz sin moverse del sofá, estamos ante la obra de un excelente lector y viajero que, bebiendo de una extensa bibliografía, de sus recuerdos familiares –una colección de postales heredada de sus bisabuelos en vísperas de la Gran Guerra- y los propios de un biarrot de adopción, como él mismo se reconoce, así como también de sus impresiones sobre el terreno, escribe un ensayo amable, culto y luminoso, de grata y amenísima lectura, en el que evoca una época ya pasada poblada de ilustres espectros, un mundo hoy desaparecido y reconvertido en decorado turístico.

            Memoria de Biarritz es más, mucho más que un libro de viajes, son veintitrés postales en blanco y negro que gustará, y mucho, al viajero que reniega de la guía online y busca penetrar en la esencia de esta ciudad.

 

Fernando Castillo, Memoria de Biarritz, Confluencias Editorial, 2022

           

           

 

miércoles, 4 de enero de 2023

 

EL PRADO, UN ESPACIO DE PENSAMIENTO


            Nadie que conozca la obra de Agustín Sánchez Vidal pensará que su último ensayo, La vida secreta de los cuadros, se limite solo a presentar sesudos análisis pictóricos al uso o pretenda atraer la atención del lector con visiones esotéricas sensacionalistas, desde luego, todo eso lo encontrará en su justa medida, pero su pretensión última es más ambiciosa, completa y universal, de alguna manera nos la anticipa en el subtítulo de la obra, Un recorrido diferente por el Museo del Prado, y nos la explica en su prólogo, “El camino español o pintura de la variedad del mundo”: no estamos ante una “guía del museo a través de sus ‘grandes éxitos’”, su propósito es hacérnoslo disfrutar desde la erudición y la anécdota mostrando “las historias que exhibe, esconde o deja adivinar”, crear una cartografía abierta -nunca definitiva-, que reflexione acerca de la imagen, pero también acerca del mundo y de la vida. En suma, su intención es la de enseñarnos el Prado como un espacio de pensamiento abierto.

            Etimológicamente la palabra museo proviene del griego moyseîon, propiamente “lugar dedicado a las Musas”, un templo consagrado a las nueve jóvenes diosas protectoras de la épica, la música, la poesía amorosa, la oratoria, la historia, la tragedia, la comedia, la danza y la astronomía. De alguna forma son las inspiradoras de la creación, el arte, el saber y la elocuencia, si aplicamos esta definición original a nuestro museo nos encontramos ante “un espacio con plena capacidad para repensar el mundo” y se convierte en una “atalaya” desde la que contemplar y comprender la vida humana. Pero, además, el Prado, por su gestación y configuración, tiene un valor único y especial que lo distingue de otros grandes museos mundiales como el Louvre o el British, precisamente porque habla de manera directa sobre España, sobre nuestra historia e, incluso, sobre nuestra idiosincrasia, es, como él mismo define, un “ágora sobre lo que nos ha constituido como colectividad”, en este sentido, esta obra se emparenta directamente con su ensayo, Sol y sombra, por lo que tiene de introspección y homenaje a España, por su forma de relacionar pasado y presente, arte y vida cotidiana.         

            Junto con el Prado –continente y contenido-, uno de los personajes principales de su trabajo es el complejo y contradictorio Felipe II (el “rey papelero”, que se pasaba horas y horas atendiendo la correspondencia, admirador de Tiziano, pero fascinado por otro pintor en sus antípodas, El Bosco)  y su época, cuando en España no se ponía el sol, pero su persona y cuadros sirven no solo para hablar de pintura e historia, sino de matrimonios de conveniencia, del nacimiento de la correspondencia en el mundo, la creación de los servicios de espionaje y de la criptografía, de duelos y disputas por amor… para cerrar el capítulo regalándonos el argumento de una novela policíaca con trasfondo histórico con Juan de Tassis y Peralta, conde de Villamediana, como protagonista.

            Sánchez Vidal analiza la importancia y el simbolismo de los colores, en especial en los bodegones, esos cuadros aparentemente inocuos, interpretables de inmediato que, como el resto del arte figurativo, simulan que transcriben la realidad tal cual es, pero no es así, también están codificados y bajo su sagaz mirada descubrimos la simbología política de los alimentos, así el naranja fue emblema del protestantismo porque su nombre coincidía con el de Guillermo de Orange, momento en el que en la pintura holandesa se impone ese tono para las zanahorias y otros productos hortícolas, o que los arenques simbolizan la resistencia contra los españoles, porque constituyó el alimento que les permitió aguantar durante el cerco de la ciudad de Leiden, en el marco de la guerra de Flandes. Por el contrario, como contrapunto, el azul, hasta ese momento muy poco utilizado por su elevado coste de elaboración, terminó convirtiéndose en el de la Inmaculada Concepción y, a la postre, en el de la bandera europea, elección mal digerida por los países protestantes de la Unión, cuyo uso interpretaron como una conspiración religiosa e ideológica de los católicos.

            Otro personaje principal es Goya, o los diferentes Goyas que conviven en sus paredes estableciendo visiones radicalmente distintas de España: la colorista, alegre y placentera de su etapa juvenil en “La pradera de san Isidro”, frente a  la sombría y siniestra de “La Romería de san Isidro” de sus pinturas negras.

            Uno de los capítulos más curioso y documentado es el que dedica a los bufones y “gentes de placer” -enanos, locos, titiriteros, fenómenos-, centrado en su mayor parte en la pintura de Velázquez y en su humana y personal relación con ellos y con los monarcas.

            Sánchez Vidal nos enseña que las imágenes nunca son transparentes, juegan con códigos o lenguajes determinados por el contexto histórico, la cultura o la educación. El cuadro trampantojo elegido para la portada, de cuyo marco sale –o entra- el título y un niño, nos lo anticipa: este ensayo quiere romper el espacio pictórico, hacer permeable el marco, y prorrogarlo hacia el el espectador para incluirlo dentro y hacerlo partícipe de su mensaje; mirar una obra de arte no es verla como algo externo, ajeno a quien lo contempla, sino que también puede servir para conocernos más y mejor.

            Siguiendo el gracianesco aforismo, “no todos los que miran ven”, nos evidencia que la visión no es solo un fenómeno óptico, implica también acuerdos, convenciones y procesos sociales, su mirada va más allá del canon tradicional y establece conexiones con otras múltiples disciplinas: arte, literatura, cine, ciencia, economía, sociología y realidad se integran y se explican mutuamente estableciendo constelaciones de significado, de manera que esta capacidad para encontrar vínculos entre ámbitos diversos del conocimiento y nuestro propio presente nos ayuda a entender mucho mejor el mundo en que vivimos y a nosotros mismos. De esta forma, nuestra mirada se amplia y completa convirtiendo al museo del Prado en un espacio de pensamiento que nos obliga a hacernos preguntas, así,  guiados por el especialista, pero con divulgativa y esencial exposición de maestro de escuela regada por el refrescante chirimiri de la lluvia fina del humor, descubrimos que las imágenes sirven de motor cultural, narrativo y vital para los hombres, de alguna manera son contadoras de historias y crean relatos colectivos que nos ofrecen un conocimiento transversal y no estandarizado del mundo. Fuera de estas ficciones no existen dioses, ni naciones, ni dinero, ni leyes… Como señala en el capítulo, “Cicatríces de Babel”, en el que analiza  este recurrente mito a lo largo de la historia y sus implicaciones lingüísticas-político-religiosas presentes en las diferentes artes, los relatos son los únicos capaces de “sobreponerse a las ruinas de los imperios y monumentos[…] Pueden conectar Babilonia con Nueva York, superando la geografía y la historia, atravesando los continentes desde Asia hasta América o los siglos a lo largo de cuatro mil años. Son capaces de mantener toda su vigencia y dejar por el camino un reguero de obras maestras, generando miles de glosas abordadas desde las más diversas manifestaciones artísticas, instancias culturales o derivas geopolíticas.”

Agustín Sánchez Vidal, La vida secreta de los cuadros, Barcelona, Espasa, 2022.