CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

martes, 5 de julio de 2022

 

DIARIO DE UNA PASIÓN LECTORA


 Mientras el común de los mortales cumplimos años y envejecemos, José Luis Melero cumple lecturas y rejuvenece con cada nueva entrega de esa obra en marcha que con su última publicación, titulada con milimétrica precisión, Lecturas y pasiones, suma ya cinco volúmenes de artículos literarios, tan esenciales como personales -quizá un género creado ex novo por el autor-, en los que en poco más de dos páginas da cuenta de un suceso muy notable presentado mediante una forma textual híbrida mezcla de discurso reflexivo y lenguaje literario, de erudición y divulgación, de temas graves y anecdóticos, con frecuencia salpimentados con humor o, si el asunto lo requiere, un punto de dramatismo, pero siempre sin agobiar, tratados con aparente ligereza, sin pretender ser trascendente, sin sentar cátedra, con datos contrastados y rigor científico, sin apriorismos ni dogmatismos, como si sus descubrimientos siempre hubieran estado al alcance de todos y no escondidos en libros de difícil acceso, propios de bibliófilos y de sesudos escritores, buscando en todo momento el entretenimiento del alma sensible sin caer en el chismorreo tosco y ramplón, suscitando el divertimento intelectual que espolea la curiosidad y provoca la necesidad de saber más sobre la materia tratada.      

         Melero es un maestro en el uso de la anécdota, afición que nace de su pasión por los libros y del placer de su lectura pero ¿qué es una anécdota? Es una redacción muy breve de un suceso trascendente ¿Dónde radica su utilidad? En facilitar la comprensión de la cuestión expuesta, creando una seductora tensión entre el hecho concreto y lo universal, en esto precisamente reside su atractivo y su enorme valor pedagógico: otorga a cualquier texto un carácter narrativo, propio de la historia, del cuento oral, de manera que el lector se siente atraído y disfruta con su lectura, al tiempo que se le obliga a reflexionar, pues su objetivo final no es otro que el conocido “enseñar deleitando” y en esto José Luis Melero es un verdadero experto, un educador  que reniega de la impostada seriedad del birrete y aboga por la sonrisa franca y sincera, al que tampoco le importa recurrir a la fantasía para espolear la nuestra, como ocurre en la tan sugerente como falsa existencia de esa librería-burdel de Bogota, camuflada entre “catálogos de grandes bibliotecas” y librerías reales como la de “Antonio Mateos” o la de sus “amigos de Portadores”. Y es que sus amigos asoman por todas las páginas de sus libros y los homenajea con esa placentera actitud del que cree firmemente en la amistad y tiene claras sus auténticas cualidades: “buen corazón y buena cabeza”. Así dedica sendas entradas a Víctor Juan Borroy y a Miguel Mena, recuerda a Félix Romeo y menciona a Jesús Marchamalo, Antón Castro, Víctor Fernández, y tantos otros con los que cena, viaja, busca libros, comparte aficiones… En suma, con los que vive la vida, sin olvidar, por supuesto, a su sufrida mujer, porque a la postre, lo que le importa es vivir, festejar con otros el hecho de estar vivo… Melero escribe para que lo quieran un poco y para compartir con otros la gozosa alegría de la vida, en especial la de los libros.

         Otra constante de José Luis Melero -persona y escritor- es su aragonesismo militante, su pasión por Aragón es absoluta, y en este nuevo libro se ve agudizada más si cabe en el sentido hegeliano del término: sus gentes, sus costumbres, su cultura -incluyendo la Jota, tan denostada a veces, o el Zaragoza FC, incluso en sus horas más bajas- sus tradiciones… todo le interesa, nada le es ajeno, prácticamente sus ciento doce artículos presentan de una u otra forma un vínculo con nuestra tierra, alcanzando su máxima expresión en esa serie homenaje de cuatro dedicada a García Mercadal, espejo de amor por ella en el que se mira.

         Gracia Mosteo calificó a Melero de “Sherlock Holmes de la literatura” y lo describió, a mi juicio muy acertadamente, comparándolo con un “minero literario al que solo le falta el candil y la mula, mientras va cantando de covacha en covacha con un saco colgado del hombro al que va echando los libros y las vidas que lee…”, así es como yo también lo veo, como un detective ilustrado que disfruta leyendo y contando, como un superhéroe de las letras que rescata personajes injustamente olvidados (Juan Ramón Masoliver, Antonio Maenza, Isidoro de Antillón…), muchos de ellos mujeres (Amparo Poch, la segunda mujer en licenciarse en Medicina en Zaragoza, con Premio Extraordinario de Licenciatura y matrícula de honor en todas las asignaturas de la carrera; la maestra, escritora y feminista, Carmen de Burgos, Colombine; la lexicógrafa del aragonés, Hortensia Buisán; la periodista María Dolores Serrano; la escritora pamplonesa, María Luisa Elio, mujer de Gabriel García Márquez; la bibliotecaria Juana Capdevielle; Amparo Barayón, Ana María Moix, la larga nómina de “Mujeres artistas” ausentes de las canónicas Historias del Arte…)

         Su “diletante” -entiéndase como deleitoso- rescate va más allá de una mera recuperación de nombres, obliga al lector curioso a investigar por su cuenta, a leer y a seguir documentándose sobre aquellos personajes que han sido de su interés, contribuyendo de esta forma a darles una segunda oportunidad de presencia en la historia, al tiempo que supone también una llamada de atención sobre esos olvidos que conlleva aparejada en muchos casos una reflexión sobre el éxito, sobre los inconvenientes de ser consecuente con actitudes personales, ideológicas o propuestas artísticas que se sabían de antemano que no iban a triunfar, mientras que en otras ocasiones ese recuerdo lleva implícita una denuncia de actitudes intransigentes y de marginación consciente.         

         Pero su afición por los raros, postergados e ignorados convive, en un ejemplo de igualdad de trato, con su encendida pasión por los grandes de las letras hispánicas: Baroja, Galdós, Cernuda, Machado (la desnuda narración de sus últimos días es tan dramática como esencialmente machadiana)… claro y su querencia por Lorca, quien quiera conocer el paradero de sus restos tendrá que leer el libro y las diferentes entradas que le dedica, para sacar sus propias conclusiones.    Melero lo reconoce, es un mitómano patológico, un fetichista irredento que se extasía al visitar un espacio o contemplar un objeto que alguna vez estuvo en contacto con uno de sus admirados personajes, por lo general un libro, pero puede ser cualquier otra cosa, por ejemplo, un trozo del arrumbado parqué de la casa de Aleixandre sita en “Velintonia, 3”, si bien, su fetichismo no es egoísta ni acaparador, pretende ser fecundo, generador de ideas tendentes a recuperar, perpetuar y divulgar su memoria.

         José Luis Melero sabe, como decía Cervantes, que “el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”, que la moral de un hombre, de todos los hombres, de todo un pueblo, es el reflejo de sus lecturas, y él escribe porque ha leído y viajado, porque trabaja infatigablemente para disfrutar como un niño narrando gozoso sus descubrimientos, primero como artículos en el suplemento cultural “Artes & Letras”, luego compilados en forma de libro, caso de Lecturas y pasiones (2018-2021) con las que sigue ampliando esa obra en marcha, ese diario de toda una vida de pasión lectora de bibliófilo culto que ama los libros, los colecciona, lee, estudia y comparte sin ninguna ostentación, con visión renacentista del mundo y del saber, en un intento de mejorar “saputinamente” a las gentes de su tierra.

JOSÉ LUIS MELERO, Lecturas y pasiones, Zaragoza, Xordica, 2021.