CASABLANCA

CASABLANCA
FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

martes, 28 de febrero de 2012

CUENTOS DE CINE PARA LEER CON MÚSICA (V): ROSEBUD

         ANTES DE LEER EL TEXTO, POR FAVOR, PULSE PLAY.
          En cuando la enfermera nos dejó solos, sin ni siquiera darme tiempo a presentarme, el anciano me imploró anhelante: “¿Tiene un cigarrillo, por favor? El médico de la residencia me ha prohibido fumar, ya sabe, por mi salud y… La verdad, como ya casi nadie viene a verme… Lo cierto es que hace ya algunos días que se me han acabado.”
         Le contesté que no fumaba, me presenté y le expliqué el motivo de mi visita: hacer un reportaje sobre su vida.
         Al despedirme, la misma enfermera se acercó para ayudar al anciano y acompañarlo a  cenar. Él, antes de que llegará a nuestra altura, bajando la voz, casi en un susurró, concluyó: “Para finalizar, le diré que hacer dinero no es tan difícil como la gente cree. El secreto es poner pasión en todo lo que se emprende… ¡Ah! Y no tener ningún escrúpulo, esa es la fórmula. Una cosa más, cuando vuelva a verme, acuérdese de traerme tabaco, se lo agradeceré.” Y me miró suplicante. “Sabe, cuando se llega a mi edad es muy difícil apasionarse por algo y sin pasión, joven, estás muerto.”
         Aquel hombre que se alejaba con paso vacilante había sido, sin duda, el más importante e influyente del último tercio del pasado siglo y pronto sería portada del New York Times.  Alguien dijo una vez de él que si no hubiese sido tan rico,  hubiera sido un gran hombre.

viernes, 17 de febrero de 2012

HOMENAJE A LOS AMANTES DE TERUEL 2012:CANCIONERO DE LOS AMANTES (I)

FOTO DE LOS AMANTES DE 1868
  




Hoy comienza una nueva edición de las Bodas de Isabel, quiero sumarme a la fiesta y homenajear a nuestros Amantes, recordando versos de algunos de los mejores escritores del siglo XIX y principios del XX, que hicieron lo propio en su momento escribiéndolos en su memoria y del Amor con mayúsculas. Fueron recopilados por Domingo Gascón en su Cancionero de los Amantes.

sábado, 11 de febrero de 2012

JAVIER LORENZO, "EL ERROR AZUL"

                        DE GUERRA, SELLOS Y AMOR.
Desgraciadamente, la guerra civil es el tema literario y cinematográfico por excelencia de nuestro territorio: desde el mismo año 1937, fecha de publicación de la novela L’Espoir, de Malraux, pasando por los Despachos de la guerra civil española, 1937-1938, de Hemingway o Campo de sangre (1945), de Max Aub, hasta llegar a Estragos (2000), debut novelístico del escritor murciano Daniel Pelegrín, son más de treinta los títulos que, en mayor o menor medida, se han ocupado de la contienda en nuestra provincia, especialmente de la conocida como Batalla de Teruel. A ellos se viene a sumar la última novela del madrileño Javier Lorenzo, El error azul (Planeta), si bien en este caso la guerra es el telón de fondo de un paisaje –los pueblos de la sierra de Gúdar y Teruel capital- que se rompe en mil pedazos con su estallido, como las vidas de sus habitantes, incluidas las de los tres protagonistas: Amelia, una víctima inocente cuyo mayor delito es ser amada a la vez por dos hombres de ideologías enfrentadas, el fascista Alberto y el republicano Martín.
Las tierras, gentes y tradiciones turolenses cobran una importancia fundamental en la novela de Javier Lorenzo: el paisaje imprime carácter a la historia y a sus personajes; las figuras autóctonas (Pardo Sastrón, Manuel Pamplona, Miguel Blasco Vilatela, etc.) y los hechos históricos de la guerra civil en Teruel (matanza de agosto del 36 en la plaza del Torico, la rendición de Rey d’Harcourt, el trágico final de la 84 Brigada Mixta en Rubielos, etc.) confieren verismo a la trama y las narraciones histórico-legendarias del imaginario turolense que la salpimentan en su comienzo (la de los Amantes, la de las torres mudéjares,  la de la torre de doña Blanca en Albarracín, etc.) perfilan, matizan y anticipan el triángulo amoroso de sus protagonistas, como ecos de otros tiempos de una misma historia de amor eterna. La documentación es  exhaustiva, pero no pesa, fluye por sus páginas integrada con naturalidad.
La narración es sencilla y realista, si bien con continuos saltos en el tiempo. Aparentemente su única pretensión es la de contar una historia de amor y guerra, pero es mucho más, y su género no resulta fácil de determinar: novela histórica, social, de intriga, etc. Ahí está su título: El error azul, literalmente es un sello, “un engendro singularísimo, una pieza casi única…”, cuyo valor se incrementa de forma importante si se presenta unido a su hermano de color rojo, pero los sellos –como los españoles-, en un “error” de apreciación de Alberto, han sido separados. De esta forma, Javier Lorenzo introduce en su novela el mundo de la filatelia, en el que se aúna la refinada y sofisticada afición por el coleccionismo -el paciente amor por lo bello-, con el más puro materialismo de una inversión perfecta para la evasión de capitales. Esa pasión dual de Alberto Recuero –“el alférez Repellejo”- por los sellos simboliza su no menos materialista amor por Amelia: el error azul es su amor mal entendido, el deseo insatisfecho de un vencedor en lo ideológico, pero derrotado en lo sentimental, dueño de la represión, que confunde derrota con sumisión, rendición con entrega, amor con posesión. El error azul también alude al color de la camisa falangista, una fuerza política equivocada que se levantó contra el gobierno legalmente establecido de la República y dividió España en dos mitades irreconciliables: la azul y la roja; la del victorioso Alberto, un auténtico villano de folletín,  y la del vencido Martín, idealista y librepensador, que sólo cree en el hombre y la razón. En medio de ambos, Amelia, objeto de deseo doliente y escindido, víctima inocente que luchará tras la tragedia por resurgir de sus cenizas, como la misma España después de la guerra fratricida, donde todos, vencedores y vencidos, resultan perdedores. El error azul es pues mucho más, es una historia claustrofóbica de años de violencia soterrada, de pasiones contenidas, traiciones, horror y desolación.
Con los protagonistas conviven toda una masa coral de excelentes secundarios, como la abuela Generosa, el tío Nicolás, Mr. Warrington, el sargento Honrubia, don Evaristo, etc, y, en especial, de ese personaje tan real como literario que es el falsificador de sellos por excelencia, Jean de Esperati.
En suma, El error azul conjuga el entretenimiento con el compromiso propio de la literatura de la memoria (los muertos han de ser enterrados para descansar en paz), lectura recomendable para cualquier lector, pero más si cabe para los turolenses, quienes además de disfrutar podrán reconocer y reconocerse en sus paisajes y sus voces. Siempre es de agradecer que alguien se acuerde de nosotros y nos confiera la inmortalidad de la palabra, más si con ella se escribe una gran novela.


 

martes, 7 de febrero de 2012

BUÑUEL EN ANÉCDOTAS (XIV): UN OJO DE TERNERA


 

Una de las escenas más recordadas de la historia del cine es la del comienzo de Un perro andaluz, a pesar del tiempo transcurrido y de lo burdo del montaje, los espectadores que se enfrentan a ella siguen estremeciéndose:  funciona tan bien que mucha gente cierra los ojos y grita.

miércoles, 1 de febrero de 2012

EDO s/t.: PINTAR SENSACIONES

© Archivo Edo
            Hasta hace unos meses, buscar información sobre Godofredo Edo era poco menos que una tarea imposible, ni el proceloso mar de Internet suministraba prácticamente ningún dato sobre su vida, tan sólo mínimas y parciales menciones que no servían ni siquiera para dibujar una somera aproximación biográfica, únicamente aquellos que lo conocían personalmente sabían de su dedicación a la pintura, una inclinación callada y perseverante, de fidelidad y entrega al arte, de toda una vida dedicada a una pasión personal vivida en la intimidad.
Edo es un pintor raro, un pintor que nunca se ha preocupado por mostrar su obra. Confiesa sentir una “rebeldía intestinal” hacia el mundo de las galerías de arte, por eso quizá nunca ha exhibido su trabajo. De ahí que, durante décadas, sus pinturas se hayan almacenado en su propio estudio-vivienda y su contemplación haya estado al alcance de muy pocos.

Edo en su estudio. Barcelona, 2011 (© Archivo Edo)
Afortunadamente, el Museo de Teruel rompió con ese silencio y nos ofreció una magnífica exposición acompañada de un interesante catálogo, Edo. s/t., que contiene, junto con la relación de obras expuestas, sendos trabajos de los comisarios, que nos aproximan, por un lado, a su obra pictórica, “El gesto ucrónico”, del profesor y crítico de arte Jesús Martínez Clarà, y, por otro, a su trayectoria vital y artística, “Godofredo Edo”, del pintor Gonzalo Tena. Desde aquí queremos agradecerles su información, así como también a la coordinadora del Museo, Ana Isabel Herce, por facilitarnos la apoyatura gráfica que acompaña a esta entrada.

Padre (© Archivo Edo)

Godofredo nació en Hospitalet de Llobregat en 1926, en el seño de una familia de procedencia turolense (su madre era de Teruel y su padre de Sarrión). Estudió Bellas Artes en Barcelona y posteriormente viajó a París donde conoció en el Colegio de España (1957-1959) a jóvenes artistas como él y, entre ellos, estableció una importante amistad con el pintor de Rubielos de Mora, Salvador Victoria.

Con Aurelia. Londres 1959 (© Archivo Edo)

En el año cincuenta y nueve participó en dos exposiciones colectivas y conoció a Aurelia Pérez, su compañera de toda la vida, quien desde el año setenta regentaría la librería Arrels, en el número 14 de la calle Ferrán, cerca de las Ramblas, todo un referente cultural en la Barcelona de la transición.
A su regreso de París, se estableció en la Ciudad Condal. Al poco de su llegada, sus relaciones con la izquierda intelectual próxima al P.S.U.C (llegó a militar, pero abandonó el partido algunos años más tarde para prácticar su particular anarquismo vital), le llevaron a la cárcel de Carabanchel, donde conoció las celdas de aislamiento y protagonizó una huelga de hambre. Tras nueve meses de prisión, salió a la calle, pero se encontraba sin trabajo -es su mujer la que trabaja-, por lo que, sin otra cosa que hacer, se dedicó por completo a su pintura, iniciando de esta forma una larga y fructífera etapa creativa, sin que esa intensa pero callada labor trascendiera apenas a los circuitos habituales del arte. Una dilatada tarea que, contemplada ahora y a juicio de los expertos, permite valorar su obra como una de las más relevantes y coherentes en la línea del informalismo y la abstracción en España. Su pintura es, como él mismo confiesa, “un reflejo emocional”, su obra no esconde mensaje alguno, sino que cada cuadro expresa la “sensación particular” que experimentaba al lanzar determinados colores sobre el lienzo, unos tonos que elegía “dependiendo” de su estado de ánimo.
s.t. 1957 (© Museo de Teruel)

s.t. 1964 (© Museo de Teruel)

s.t. 1964 (© Museo de Teruel)
  
s.t. 1965 (© Museo de Teruel)


1964-1966 (© Museo de Teruel)