CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

viernes, 8 de abril de 2022

 

DISTÓPICO MUNDO PRESENTE

 

           


En Fahrenheit 451, Ray Bradbury pretendía explicar qué es el hombre, qué necesita para vivir o cómo se comporta ante el poder o ante las demás personas. En esta novela se describe cómo un régimen totalitario utiliza los medios de comunicación para difundir su mensaje y doblegar a la sociedad suministrándole placeres inmediatos y proponiéndole métodos de entretenimiento constantes con los que evadirse y no pensar en nada, de esta manera, conseguía arrebatar a los ciudadanos todas aquellas cosas imprescindibles para constituirse como seres libres: cultura,  libros, ideales… Este mundo distópico de Bradbury es el que César Antonio Molina plantea ya como realidad en su última obra, de irónico título, ¡Qué bello será vivir sin cultura!, un ensayo en el que mezcla con mano maestra, prosa límpida e ingente saber, memorias personales, relatos, reflexión filosófica, teoría literaria  y cientos de lecturas de todo tipo, para demostrar fehacientemente que ya vivimos en nuestras propias carnes, o debería decir mejor mentes, la “tiranía del algoritmo” (en el sentido de que sus parámetros están regidos por criterios economicistas y antihumanistas), de manera que “ni siquiera los totalitarismos más salvajes del siglo XX, como el nazismo o el estalinismo, pudieron colonizar al ser humano libre, y ahora puede ocurrir.”

            ¿Caminamos mansamente hacia una sociedad de vigilancia masiva en la que se manipula la información para tener a la gente controlada, para convertirnos en meros consumidores anulando nuestra capacidad de pensar, de decidir por nosotros mismos, cercenando nuestra libertad como ciudadanos tal y como se refleja en 1984? Orwell imaginó un mundo posrevolucionario donde todo lo que existía antes de la revolución fundacional de 1984 (los valores humanistas, las formas de relacionarse, el debate público, la libertad de expresión, la cultura…) fue abolido y olvidado, de alguna manera, esto es lo que se denuncia en este ensayo: vivimos en una realidad que hasta hace tan solo unos años era imaginada por los escritores y pensadores como distopía, si bien, filósofos como  Adorno y Horkheimer ya nos anticiparon los males de la cultura de masas, en la que el genio creador y los verdaderos humanistas serían sustituidos por “especialistas”. Del “homo sapiens” hemos pasado al “pantalicus”: un ser humano controlado por la tecnología. De hecho, podríamos afirmar que vivimos en una sociedad como la descrita por los hermanos Wachowski en Matrix, en la cual los humanos no saben si lo que viven es real o un sueño, las máquinas -el “Genio Maligno” de Descartes- están creando una realidad virtual malvada que se confunde con la auténtica.

            Los capítulos, enunciados a modo de irónicas letanías o mantras, evidencian la presencia ya en nuestras vidas de muchos de los temores anticipados por Huxley en Un mundo feliz: que nos den tanta información que nos veamos reducidos a la pasividad y al egotismo; que la verdad se oculte, se tergiverse o, lo que es peor, se ahogue en un mar de irrelevancia; que la cultura sea cautiva y se trivialice, preocupada por los sensoramas, las orgías latrías, la pelota centrífuga, etc., o, simplemente, desaparezca por completo bajo los efectos del “soma” virtual, internet, ese “libro de arena” utilizado por la mayoría única y exclusivamente para buscar información, olvidando lo esencial, que la auténtica sabiduría se adquiere con “silencio, atención, reflexión, interpretación, memoria, etc.”

            Pero que nadie interprete que está en contra de la tecnología (“muy necesaria para el desarrollo del mundo y de la que participo”) ni contra el desarrollo humano, su crítica se dirige hacia el totalitarismo tecnológico que nos imponen las grandes multinacionales que vigilan nuestras vidas para anularnos como personas y convertirnos en meros consumidores. A diferencia de la distopía de Orwell, en la que se domina a la gente infligiéndole dolor, César Antonio Molina, como Huxley, plantea que en nuestra salvaje sociedad capitalista, el control se basa en el placer y la evasión, pues “este nuevo y renovado totalitarismo es más inteligente, controla ya todos nuestros sistemas de comunicación, amenaza los de relación y la forma de relacionarnos los unos con los otros”. Y para conseguir este fin, se debe acabar con la “lectura profunda”, la “escritura creadora y el libro”, volvemos a Bradbury: “Al leer los hombres empiezan a ser diferentes, cuando deben ser iguales, lo que es el objetivo del Gobierno, que vela por que los ciudadanos sean felices para que así no cuestionen sus acciones y rindan en su trabajo”, de esta forma, convertido el mundo globalizado en un desierto cultural, “sin editores, sin editoriales, sin librerías, sin críticos ni ensayistas, sin criterios estéticos”, se consumará la ya iniciada “revolución democrática sobre la tiranía del genio” y se hará realidad la siguiente cita de Woody Allen en la que resume de forma sarcástica las 1.300 páginas de la más universal novela de Tolstoi: “He hecho un curso de lectura rápida y he leído Guerra y paz en veinte minutos. Habla de Rusia. “

            La distopía es ya presente, pero como en la excelente y navideña película de Capra -homenajeada en el título-, nunca es tarde, ni todo está perdido, existe una segunda oportunidad y Dios, que en el caso de César Antonio Molina, citando a Eco, “es una biblioteca”, nos aporta la solución que él mismo avanza en el subtítulo de su ensayo, ahora ya sin ironía, sino como afirmación contundente: La cultura como antídoto frente a los peligros de la idiotización. Todavía estamos a tiempo de aplicarla: como Guy Montag, el personaje de Bradbury, debemos ser conscientes de hacia dónde estamos caminando y rectificar para salvarnos como seres pensantes y libres, como Neo en Matrix, debemos elegir entre “la pastilla roja o azul” pero ¡ojo! Sartre ya nos lo advirtió: “Si no elijo, también elijo”.

            Resulta paradójico descubrir el doloroso contraste entre la muchedumbre de esclavos griegos ilustrados y el analfabetismo obligatorio de civilizaciones posteriores, incluida la nuestra, donde el analfabeto funcional comienza a ser predominante.

            Qué bello será vivir sin cultura es una apasionada declaración de amor a las bibliotecas, a los libros físicos, a la lectura, a la literatura, a la filosofía, al arte, el viaje como conocimiento… Propugna la vuelta a las Humanidades, a la Cultura, en suma, a la esencia de los seres humanos, que en acertada definición de Emilio Lledó, “somos palabra, comunicación, lenguaje escrito y hablado”, por consiguiente, un animal que lee y piensa. Y solo recuperando esta esencia, dejaremos de ser “esclavos digitales” y podremos volver a vivir en libertad.- 

RESEÑA PUBLICADA EN LA REVISTA CULTURAL TURIA


César Antonio Molina, ¡Qué bello será vivir sin cultura!, Barcelona, Ediciones Destino, 2021.

viernes, 1 de abril de 2022

 

VINDICACIÓN DE BENJAMÍN JARNÉS







         Benjamín Jarnés, en su río fiel es una biografía atípica del especialista jarnesiano, Domínguez Lasierra, quien ha dedicado varias publicaciones al escritor de Codo, en su mayor parte de contenido bibliográfico, así pues estamos ante una continuación lógica de una “obra en marcha” que recorre a lo largo de sus 470 páginas la trayectoria vital del que es sin ningún género de dudas el novelista más importante de cuantos se iniciaron en la aventura de una “nueva novela” dentro de la denominada “generación de 1927”.

         Lo “atípico” de esta biografía editada por Erial Ediciones lo explica el propio autor en el exordio del libro titulado “Deuda”: “Jarnés ha escrito este libro –‘estas notas, este pequeño ensayo biográfico, esta vida que se pretende contar’-, del que soy amanuense. Pero también lo han escrito ellos, mis maestros jarnesianos”, y entre estos cita a Emilia de Zuleta, María Pilar Martínez Latre, Ildefonso-Manuel Gil, Ricardo Gullón, Francisco Ayala, Rafael Conte, Víctor Fuentes y Domingo Ródenas de Moya, cuyas citas se engarzan en el diálogo directo que mantienen Domínguez Lasierra y Jarnés, salpicado de referencias autobiográficas extraídas de sus propias obras ordenadas cronológica y temáticamente que sirven de hilo conductor a esta conversación coral poliédrica, dinámica y fresca sobre su experiencia existencial, personalidad, pensamiento y obra de extraordinaria originalidad en la que se conjuga con habilidad el rigor científico y la divulgación, la agilidad expositiva y la profundidad de análisis, evitando de esta forma fatigar al lector con el farragoso aparato crítico propio del género, al tiempo que se atribuye de esta ingeniosa manera los hallazgos y afirmaciones a cada uno de los estudiosos jarnesianos.

         Muy apreciado en su momento, colaborador destacado de publicaciones como Revista de Occidente y La Gaceta Literaria, entre otras; narrador imitado por los jóvenes, considerado casi un “guía generacional” por los escritores noveles que comenzaban a foguearse a principios de los años treinta, el corte abrupto de la Guerra Civil supuso para él no solo la distancia del exilio sino también el inicio de un progresivo olvido que culmina casi en desprecio absoluto de su obra acusándola de “deshumanizada”, cuando los otrora rendidos admiradores, caso de Max Aub, definían su narrativa como “cagarrita literaria”, si bien una década antes le pedía reverencialmente su bendición para el manuscrito de su extenso relato, Luis Álvarez Petreña, con las siguientes entusiastas palabras: “Tengo un interés extraordinario porque tú, novelista de verdad, me digas si esto es una novela. Una novela de nuestro tiempo y nuestra generación”. Las causas de ese radical cambio -una cumplida venganza-, nos las detalla Domínguez Lasierra en el capítulo significativamente titulado: “Max Aub: el origen de una inquina”.

         El propio Jarnés explicaba las causas de su posterior caída en desgracia junto con la de su generación por su “carácter de risueña y audaz rebeldía”, por haber querido “elevar el nivel del arte, por los arduos caminos de la inteligencia, por los delgados caminos de la sensibilidad…”, por todo ello se les acusaba de los “delitos de frivolidad, de inutilidad…” Su culpa fue pues la de mantener su independencia de pensamiento (no ser sectario ni tener una marcada afiliación política, aunque defendió la República y se tuvo que exiliar) y sus formulaciones estéticas, basadas en la sensualidad y el vitalismo de un mundo creativo en constante erupción vinculado a las corrientes de la literatura contemporánea más renovadoras.

         La lenta recuperación de su memoria, su paulatina incorporación a la historia de la literatura hispana vendría de la mano de sus amigos Gullón e Ildefonso, y de los espaldarazos de Fuentes, Zuleta, Martínez Latre y, fundamentalmente, del Congreso del Centenario de 1988, organizado por la Institución Fernando el Católico. Pero vayamos por partes: Lasierra nos habla de su paso por el seminario y su sólida formación humanística; de su carrera militar por razones de supervivencia, siempre en conflicto con su imperiosa necesidad de tiempo para consagrarse a la literatura; de su búsqueda de identidad y del nacimiento de su vocación; de su soledad inicial tras su llegada a Madrid y primeros contactos con el mundillo literario; de su lenta y progresiva notoriedad hasta llegar a ejercer un verdadero magisterio; del influjo de Stendhal en su obra; de su concepción lírico-intelectual de la novela, fragmentaria y construida esencialmente sobre sensaciones y motivos; de su evolución narrativa desde un máximo de preocupación por el estilo de sus primeras novelas hasta focalizar su atención en la estructura de las últimas, así como de la importancia de lo autobiográfico en casi todas ellas; de su amor por Aragón; de sus relaciones con los poetas del 27; de sus amores prohibidos; de ese 1929, año de la cúspide de su prestigio e inicio de su paulatino declive; de su exilio y enfermedad; de su regreso a España y muerte en 1949.

         Domínguez Lasierra cierra esta biografía de referencia, híbrido entre creación y ensayo, un “género intermedio” entre la tesis doctoral y la obra de arte literaria, con unos útiles anexos, que incluyen  un original “Colofón sobre un informe”, homenaje a Gregoria, el Amor en la vida de Jarnés, quien continúa su metaliteraria conversación con Domínguez Lasierra, biografiado y biógrafo frente a frente, juzgando su propia biografía: valorándola, catalogándola, analizándola y anticipando qué cuestiones quedan en el tintero pendientes de estudio para completarla satisfactoriamente; una entrevista publicada en 2013 en el Heraldo al autor; una reseña de la edición de la última aportación de Jarnes al cine, Cita de Ensueños (Figuras del Cinema), realizada por Jose María Conget y una detallada biocronología que se extiende más allá del año de su muerte, marcando los hitos más relevantes de la recuperación de su memoria y obra.

         Este Benjamín Jarnés, en su río fiel es lectura imprescindible para todo aquel que quiera tener una verdadera Aproximación a la biografía del prosista mayor de la generación del 27, y supone también un paso más en la reivindicación de un escritor atemporal, que aún hoy no goza del lugar que merece en nuestra literatura.

 

JUAN DOMÍNGUEZ LASIERRA, Benjamín Jarnés, en su río fiel. Aproximación a la biografía del prosista mayor de la generación del 27, Zaragoza, Erial Ediciones, 2021.