CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

lunes, 23 de diciembre de 2024

 

LIMADURAS DE POEMAS, PEDAZOS DEL ALMA, BELLEZA Y VERDAD




         El primer poemario de Marisol Julve, Hija del carbón, publicado por la editorial Libros del Gato Negro, con prólogo de Nacho Escuín, ha sido todo un descubrimiento y se ha convertido, sin duda, en uno de los más importantes del año en Aragón: ha ocupado un lugar de privilegio entre los más vendidos durante varias semanas, algunos de sus poemas han sido ya incluidos en la Fonoteca de Poesía Española y se ha presentado en multitud de localidades de la provincia de Teruel con gran afluencia de público. Su poesía llega al pueblo del que procede y se entiende con facilidad, como señala el prologuista, sus poemas son “pequeños pedazos del alma” y están llenos “de verdad”, sin artificiosos alardes retóricos, crípticos esoterismos ni incomprensible metafísica, como confiesa la autora, “reconoceréis a los maestros de ayer y de hoy, pero eso sí, escucharéis otra voz, la mía: humilde y generosa”.

         Oriunda del pequeño pueblo turolense de Hinojosa de Jarque, ubicado en la comarca de Cuencas Mineras, ya desde el mismo título, la poeta rinde homenaje y reivindica sus orígenes mineros. Desde esa mirada al pasado que nos forja y respetando los silencios que necesitamos escuchar, Julve teje la cartografía de su vida y conforma esta “antología” de su poesía escrita hasta la fecha, una selección de poemas que estructura en tres partes: la primera, “Todos los caminos conducen a ti, amoR”, presenta poemas cuyo tema central gravita en torno a esa página vital cuyo haz y envés son el amor y el desamor; en la segunda, “Expulsada del paraíso”, los versos se tiñen de dolor y muerte, ese otra cara de la hoja de la alegría y de la vida, para desembocar en una tercera, “Hija del carbón”, esa mirada justa y debida a los nuestros, ese merecido reconocimiento del lugar del que venimos, en su caso la mina y el carbón.

         La primera parte es íntima y personal, son versos de juventud, con Bécquer, desde el Parnaso, dictando en su oído el ritmo de unos versos tan  ingenuos como hermosamente sinceros que recrean un mundo de sentimientos y sensaciones, proverbial es el titulado “Siempre miro para arriba”.   

         En la segunda, la romántica e idealista adolescente da paso a la más realista y comprometida joven, sus poemas se hacen más sociales, denuncian las injusticias y dan voz a los de abajo, a los débiles y desvalidos —“Afuera sigue la guerra”, “Blues”, etc.—, se confiesa metapoéticamente —“Plural mayestático”— y homenajea a escritores como Lorca, José Hierro, Gil de Biedma, Benítez Reyes, Ángel Guinda, Gloria Fuertes, etc.

         Lejos de ser una fiesta incomprensible, los poemas de Marisol Julve son una celebración comunicativa y si bien resuenan los ecos de múltiples lecturas, son las de sus autores de referencia y aprendizaje, con la sinceridad y frescura de su reconocimiento y exposición, las convierte en originales, dejando entrever, en ocasiones, entre sus cumbres poéticas, una voz propia y humilde con versos redondos y contundentes que se mueven entre el dominio de la métrica libre y algunos clásicos sonetos y décimas.

         Estamos, no cabe duda, ante una poeta de calidad, de largo aliento y recorrido que nos sorprenderá todavía más si cabe en el futuro, al fin y al cabo, no nos olvidemos, el diamante se forma a partir del carbón.

 

Marisol Julve, Hija del carbón, Zaragoza, Los libros del gato negro, 2024.

Esta reseña se publicó en el suplemento "Artes y Letras" del Heraldo de Aragón



jueves, 5 de diciembre de 2024

 

EL OMBLIGO DEL MUNDO



         Joan Montañés (Castellón, 1965), conocido artísticamente como Xipell, es humorista gráfico e ilustrador. Desde finales de los años ochenta se dedica profesionalmente a satirizar la vida política y social en la prensa diaria: fue redactor gráfico en el periódico Levante-El Mercantil Valenciano hasta su cierre en 2019 (recopilatorios de sus colaboraciones son las publicaciones Draps de Clau, Costa de Aznar y Gaudeamus Ujitur), para pasar después a ejercer como viñetista en el Mundo-Castellón. Además de su labor periodística, ha publicado el libro de crónicas escritas Los días del trencadís, el anecdotario de memorias Examen oral d´historias, la novela La peste del azahar, la obra de teatro El concilio del arroz y los volúmenes de ilustraciones El último monoLa Panderola, el tren que volóLengua Mágica, un día al parque de las NormasViaje al país de Tombatossals y Norma al ataque. También ha sido cofundador de la revista satírica Gurb.

         Su segunda incursión en el género narrativo, publicada recientemente por AdN Editorial, El viaje circular, es un juego entre realidad y ficción como proceso de creación. Xipell, como buen humorista gráfico, salta desde la observación a la imaginación, para realizar un proceso de subversión que supone un continuo trasvase de la mímesis a la diégesis.

         El geógrafo francés Jean-Claude Chigot, doctor de la Sorbonne, racionalista cartesiano, inicia en 1989 un viaje-exploración por encargo del mismísimo François Mitterrand, a través del Bureau des Grands Travaux, en busca del centro del mundo, con motivo de la celebración del Bicentenario de la Revolución y con la finalidad de “certificar si nuestra civilisation continuaba siendo el faro de la humanidad”. No busca quimeras ni entelequias, nada de piedras filosofales, arcas perdidas, griales, fuentes de la eterna juventud o dorados —la crítica a las novelas enigma es evidente—, si bien casi todas acaban apareciendo en sus páginas.

         Tampoco su particular aventura tiene nada de fantástico al modo de El viaje al centro de la Tierra, simple y llanamente trata de encontrar las enseñanzas del “hombre céntrico” para, con absoluto rigor científico, estudiarlas y aplicarlas con la finalidad de situar a la República en un lugar puntero —¿en el centro?— de las naciones.

         Tras tres años dando la vuelta al mundo como un nuevo Phileas Fogg, se dispone a regresar a París sin haber alcanzado su objetivo, cuando la diosa Fortuna lo lleva a un almacén de cítricos en la localidad de Almenara (Castellón) y a entablar conversación con el octogenario tabernero, Virginio Bonet, experto en “mundología”, con el que se dispone a iniciar un periplo por la comarca de los petits châteaux en el viejo Citröen DS, el mítico Tiburón.

         Tras ingerir como bálsamo de Fierabrás una infusión de hierbas locales, unas copas de Anís del Mono y varios españolísimos “Sol y sombra”, con un calendario ilustrado utilizado como mapa del tesoro, nuestros ebrios amigos comienzan su alucinada aventura en busca del “punto exacto con el mayor grado de armonía universal jamás conocido”. Durante el trayecto, se intercalan las visitas reales a los pueblos (Cabanes, Torreblanca, Morella, etc.) y parajes (barranco del Valltorta, Puig de la Nau, fortín de Onda, castillo de Peñíscola, etc.), plasmados por el hiperrealista y egocéntrico pintor castellonense Vidal en las doce láminas que les sirven de guía, con los recuerdos de las realizadas anteriormente por el ilustrado viajero a lo largo y ancho de este mundo examinando de manera infructuosa dictaduras, teocracias, satrapías y democracias, incluyendo a los Estados Unidos y el mismísimo Vaticano.

         Mediante el cervantino recurso del manuscrito, en este caso no encontrado, sino enviado en forma de trigésimo cuarto cuaderno de bitácora al propio François Mitterrand, acompañamos a este Ignatius Reilly viajero siguiendo su retórica prosa volteriana salpimentada con grandes dosis de ironía, en la que constantemente se confunden el mito y la realidad. Si el alucinado caballero andante confundía una bacía de barbero con el Yelmo de Mambrino, nuestro personaje transmuta una gigantesca caracola fosilizada acompañada de una naranjas nável un tanto pasadas en el mítico cuerno de la abundancia y le llevan a pensar en la traducción al español del término inglés, navel, ombligo, como indicio de hallarse cerca del epicentro terrícola. De igual forma, su calenturienta imaginación racionalista interpreta literalmente la frase La millor terreta del món como una nueva señal lingüística de encontrarse en su anhelado pays axial, si bien su sanchopancista compañero le explicará que se trata de una expresión local utilizada como eslogan publicitario por unos comerciantes para vender un estupendo detergente para fregar sartenes.      

         Desde las primeras páginas, Xipell experimenta con el humor —sin duda el verdadero protagonista de la novela— y nos atrapa en su juego literario, con una sonrisa perenne en los labios, que en ocasiones deviene en risa, cuando no en estruendosa carcajada, participamos con sus personajes en sus delirantes andanzas. Con un estilo chestertoniano, tan paradójico como simbólico e irónico —en ocasiones corrosivo sarcasmo que se decanta del sainete al esperpento—, un tanto barroco e hiperbólico, pero fluido y directo, no exento de hilarantes cultismos y abundantes referencias mitológicas (Arcadia, Fuente de Castalia, Jardín de las Hespérides, etc.), históricas (desde los homínidos y cavernícolas, pasando por los príncipes de la iglesia, santos, templarios, cátaros, hasta militares, maquis e industriales, que ejemplifica con el esbozo de las biografías de los personajes de la zona más destacados: Benedicto XIII, Vicente Ferrer, Cabrera, Teresona, Segarra, etc.) filosóficas, cinematográficas y artísticas —no en vano el autor es licenciado en Historia del Arte—, busca siempre la complicidad del lector.

         Lo más llamativo de esta novela consiste en que la transposición onírica de la realidad subvierte lo concreto para trascenderlo por medio del lenguaje y elevarlo a la categoría de símbolo cósmico —entendido como deseo y sueño— para, al final, demostrar una verdad universal, presente ya en la no menos universal obra cervantina: “En todas casas cuecen habas y, en la mía, a calderadas”. La autoironía es también otra constante y el mismo protagonista participa de las pequeñas corrupciones que observa a su alrededor sin ningún pudor. En cierto modo, la novela es una parodia amable de la propia ilustración que él representa.

         ¿Es El viaje circular, valga la redundancia, un libro de viajes? Desde luego, siempre entendido en el sentido decimonónico, mezcla de aventura y abundantes disertaciones de todo tipo. ¿Es una obra alegórica? Sin duda. ¿Es una novela histórica? No, pero tiene mucha historia. ¿Es literatura fantástica? Tampoco, pero es fantástica. ¿Se podría categorizar como posmoderna? Podría ser, pero qué más da, sea lo que sea el artefacto, fruto del mordaz ingenio de un afilado viñetista, funciona, esta odisea es disparatada, divertida, acida e inteligente, contiene sátira política y crítica social, local y universal (los temas son numerosos: guerras de religión, nacionalismos, megalomanías, discriminación de la mujer, especulación urbanística, ecología, etc.), humor a paladas, identidad regional y personal… hasta el punto de que yo he descubierto que mi padre nació en el país donde no funciona la brújula y que yo pasé los primeros seis meses de mi vida en el mismísimo centro de la yema del huevo sin saberlo, pero eso ya es otra historia, la de mi propio ombligo.