FRÍO
EN EL MAESTRAZGO
Febrero
de 1956 fue un mes excepcional por sus grandes nevadas, por las temperaturas
mínimas que se alcanzaron y, sobre todo, por la persistencia y duración del
intenso frío que provocó unas heladas sin precedentes en nuestra historia
reciente; fue lo que dio en llamarse “el gran frío”, denominación que toman
Rosa Ribas y Sabine Hoffmann como título para su última novela, la segunda
entrega de la serie protagonizada por la periodista Ana Martí, tras Don de lenguas (Premio Novelpol 2013 y finalista del Premio Hammett de la Semana Negra de Gijón
2014; publicada en Italia, Francia, Reino Unido, Alemania y Turquía).
Ana Martí es una mujer valiente, inquieta e independiente (el personaje está inspirado de alguna manera en una de las pioneras del periodismo español como fue Margarita Landi, pero si esta fue de derechas, aquella pertenece a una familia de izquierdas), que quiere ganarse la vida siguiendo los pasos de su padre como periodista, profesión siempre complicada, pero más todavía para una mujer en
Como
se anticipa en el título, junto con Ana, el verdadero protagonista de la
historia es el frío, un frío real, que convierte el pueblo serrano en una isla
claustrofóbica y hostil regida por leyes feudales, y también simbólico en todos
sus órdenes: político, social y religioso. Es el frío de la censura franquista;
el frío represivo del somatén y de la guardia civil en su lucha despiadada
contra el maquis; el frío de la soledad de la mujer, sometida al marido; el
frío del silencio cómplice con la injusticia; el frío de la ignorancia y de la
superstición de una población empobrecida y dependiente, dominada por el miedo
y el fanatismo religioso, que convierte a Ana en un enemigo del pueblo, etc.
A
diferencia de la anterior, más coral en su juego narrativo, El gran frío -quizá con el fin de
abundar en la soledad y el aislamiento-, presenta tan solo dos voces narrativas:
una en primera persona perteneciente al pensamiento de un joven disminuido
psíquico y otra en tercera omnisciente que sigue a la protagonista. El estilo
es sencillo, sin alardes, pero eficaz. Los personajes, sin grandes honduras
psicológicas, tienen matices, están bien construidos y cumplen con su función a
la perfección. Pero lo más destacado de la novela es su impecable documentación
-canciones, películas, libros, personajes históricos, etc.-, bien dosificada, con
la que ambienta los hechos en la
España de la época con verosimilitud, pero sin lastrar en
ningún momento la narración.
Con
estos mimbres, las cuatro manos de Ribas y Hoffmann –complicado trabajo de
coordinación- construyen un marco inicial de cuento que pronto deviene en
pesadilla de atmósfera densa y extraña que gradualmente se transforma en
opresiva y malsana, poblada por niños que cantan una perturbadora canción y por
unos adultos de conductas no menos inquietantes. La nieve, ese blanco manto
helado que todo lo cubre, esconde bajo su pureza virginal el rojo de la sangre
de las niñas asesinadas y el negro de la podredumbre de una sociedad cobarde y miserable.
Bajo
su aspecto de relato policial, El gran frío es una demoledora crítica
contra la sociedad española de los años cincuenta, pero también contra los
vestigios que, aunque parezca increíble, sesenta años después, todavía siguen
presentes en la nuestra relativos a la desigualdad de la mujer, con su goteo
continuo de víctimas inocentes, consecuencia de anacrónicos prejuicios, leyes
injustas o fanatismos religiosos todavía no superados.
El gran frío es, en definitiva, un thriller bien escrito y muy recomendable por su amena
lectura y profundidad crítica que, como poco, les entretendrá y, tal vez, les
haga pensar.
Rosa RIBAS y Sabine HOFMANN, El gran frío, Madrid, Siruela, 2014, 320 pp.
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