UNA AVENTURA
INTELECTUAL. LA VIDA
Fotó: Urbán Ádám
A la edad de 92 años, en 2002, Faludy contrae matrimonio con la joven poetisa Fanni Kovács, abandonando a Eric Johnson, su compañero desde el año 1966.
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A la pregunta de “¿quién
es el húngaro más conocido en España?, la respuesta sería sin duda
“Kubala”. Tal vez: “Puskás”. ¿Conoce alguien algún escritor húngaro? Con
suerte, los más aventajados darían el nombre del Nobel de 2002, Imre Kertész,
pero ¿quién conoce a György Faludy? Pocos: los especialistas y, quizá, una
minoría de privilegiados lectores que por alguna razón especial han tenido la
suerte de entrar en contacto con su fantástica experiencia vital y su no menos
alucinante obra.
Joseph George Leimdörfer (1910-2006) -György Faludy-, poeta,
periodista, traductor (en ocasiones apócrifo, pues en sus Villon Balladái se esconde un falso Villon: él mismo), viajero
impenitente, candidato al Nobel fue, sobre todo, un escritor controvertido y
poco convencional; vamos, lo que se dice
inclasificable, un verdadero grano en el culo para los estudiosos de la
literatura húngara.
Perseguido tanto por la Alemania nazi como después por el régimen prosoviético,
se exilió en 1938 a
Francia, Marruecos y Estados Unidos. En 1945 regresó a Hungría y acusado de
espionaje fue encarcelado en el campo de trabajo de Recsk hasta 1953, donde sin
tinta ni papel para continuar con su obra poética, ideó un personal sistema nemotécnico
para preservar del olvido los poemas que mentalmente escribía y así poder
publicarlos algún día, tarea en la que también fue ayudado por otros
prisioneros, quienes ya en libertad, años más tarde, se los remitieron desde
todas partes del mundo, evidentemente tamizados por su experiencia personal, propiciando
de esta manera una tan curiosa como irrepetible forma de creación poética
individual y colectiva.
Hasta aquí la peripecia vital de Faludy que le sirve para
escribir lo que podríamos considerar la
autobiografía de la primera mitad de su vida titulada Días felices en el infierno. La segunda mitad la recogió en Después de mis días felices en el infierno
y en A Pokol tornácán.
Días felices en el
infierno es un libro, pero no solo un libro; son unas memorias, pero no
solo unas memorias. Es más bien un libro de libros, un caudal de relatos, un
compendio de historia, filosofía y literatura, en el que se mezclan los géneros
–poesía, crónica documental, novela de viajes y aventuras, erótica, de espionaje,
de campos de concentración, de terror, etc.- y los estilos con la habilidad de
un verdadero maestro de la palabra y del arte de vivir.
En la narración de su experiencia vital, Faludy recupera la
vieja tradición oral del relato itinerante -a la vez la del Quijote y la de Las mil y una noches- y asistimos a una implacable revisión crítica
de la situación política y social del mundo de la primera mitad del siglo XX,
al tiempo que a la historia de la búsqueda del escritor de su propia y genuina
libertad, sustentada en esencia en al amor a la vida por el mero hecho de estar
vivo. Un escritor de hoy no es un narrador de historias en el zoco, pero, como
ellos, puede recobrar su misma cadencia narrativa para decirnos dónde puede
hallarse –para el hombre y para la escritura- el espacio de la verdadera
libertad.
Su escritura es flexible y plástica, novelesca y expresiva,
lírica por momentos –son hermosísimas las descripciones de paisajes y gentes-, concebida
con plena libertad creativa, poblada por personajes fascinantes y
extraordinarios que protagonizan o cuentan episodios insólitos e inolvidables. Es fácil detectar homenajes (implícitos y explícitos a
la literatura francesa, española e inglesa en general y a la húngara en
particular), esa misma pulsión por contar tan de los libros de libros, donde
los personajes se reúnen y cuentan las historias de sus vidas o episodios
laterales con un estilo eficaz, de brochazo rápido, impresionista si se quiere,
pero preciso, con una retórica justa y amena, con un fino sentido del
humor, irónico y sutil, fruto de una visión amable de la vida, llegando en
algunas ocasiones al absurdo, que puede hacer pensar al lector que se encuentra
ante la jocosa mistificación de unas memorias. De esta forma, lo trágico y el
horror de las experiencias vividas por Faludy (baste con recordar que un largo
capítulo es el dedicado a su estancia en el campo de trabajo, claro precedente
de la “literatura de Gulag” que popularizará una década más tarde Alexandre
Soljenitsyne) se presentan al lector envueltas en una sonrisa socarrona,
burlona, a veces incluso cínica, pero ojo, bajo esta capa de aparente
frivolidad se esconde siempre un sentimiento de responsabilidad ontológica, de
compromiso con su tiempo y con el hombre, una denuncia continua del nazismo, del
comunismo y de todos los tipos de fascismos, una alabanza incontenible de la
libertad. Faludy lo tuvo siempre muy claro: “…la lengua húngara era el único
sitio del que jamás podrían echarme.” Y cierto que lo consiguió; en ella se
quedó para siempre impreso con letras mayúsculas.
En días felices en el infierno, Faludy da una visión inesperada, diferente,
absolutamente vitalista de los momentos más oscuros de la historia mundial de la
primera mitad del siglo XX -de ahí el oxímoron del título-, narra su
experiencia vital, sí, pero sublimada por la magia de las palabras,
transformada por su alegría de vivir, que contagia al lector hasta el punto de hacerle
comprender que incluso en el “infierno” se puede ser feliz. Su escritura está
llena de intuiciones y de sabias reflexiones, de
tensión, de deslumbramiento estilístico, de humanismo y modernidad narrativa,
de ganas de vivir (“Pero si yo era feliz, lo era por el solo hecho de estar
vivo. Cuanto mayor era el miedo a la muerte que sentía por la noche, mayor
felicidad me parecía sentir al otro día”).
La editorial Pepitas de calabaza -¡qué
nombre tan bonito para una editorial- y Fulgencio Pimentel aciertan plenamente
con esta traducción al español -magnífico el trabajo de Alfonso Martínez
Galilea- de esta joya de la literatura del siglo XX, un libro de amor a la
vida, de crítica del mundo y de reinvención del género autobiográfico. Un
auténtico regalo.
György
Faludy, Días felices en el infierno,
Logroño, Pepitas de calabaza y Fulgencio Pimentel, 2014.
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