CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

lunes, 6 de junio de 2016

NICANOR VILLALTA PELICULERO (II)



Bigografía
         

Nicanor Villalta, “el león del trasteo”, nació en 1897 en Cretas, pueblo del Matarraña turolense, y a pesar de que con diez años partió con su familia a México, siempre se consideró turolense “hasta la médula”, como él mismo reconoció en diferentes ocasiones y confirmaba con su constante uso del “oye maño…” Con diez años siguió a su padre, quien tras abandonar su carrera de novillero y banderillero, viajó a México en busca de fortuna, donde probó suerte con diferentes comercios: tienda de comestibles, panadería, casa de huéspedes, una carnicería, un establo de vacas… Pero lo cierto es que la inestabilidad política y social del país no lo favorecieron y terminó en la ruina. Cuando tuvieron una oportunidad, dejaron lo poco que tenían y marcharon a Cuba. En la isla caribeña trabajaron duro en la zafra del azúcar durante un par de años y, cuando se calmaron un poco las aguas revolucionarias, volvieron a Distrito Federal, en donde se había quedado una hermana que allí se había casado, y se había levantado la prohibición de la corridas de toros que había impuesto el gobierno de Carranza. Fue entonces cuando empezó a tomarse más en serio la posibilidad de ser torero e intervino en algunos festejos. por lo que el ya por entonces joven Nicanor, llevado por la necesidad familiar y convertido en su sostén, decidió dedicarse por completo al mundo del toro, una profesión que, como él mismo decía, “rápidamente lo levanta a uno o lo tumban del todo”.


Con poco más de veinte años toreo en Querétaro, para el mismo día que moría en Talavera Joselito, el 17 de mayo de 1920, hacerlo en Zaragoza, presentado por el a la sazón representante de la plaza y gran amigo de la familia, Nicanor Villa, Villita, compañero de fatigas taurinas en la mocedad de su padre, por el que sintió una profunda admiración hasta el punto que le llevó a bautizar a su hijo con su nombre. Su triunfo en Madrid el dos de mayo de 1922 aceleró la toma de su alternativa, que se produjo en agosto en la Plaza de San Sebastián.






En 1923 sufrió una cogida importante, el diestro la recordaba en sus memorias de la siguiente manera, “…me empaló por el vientre con el pitón derecho y con el otro me dio un puntazo en el pómulo izquierdo; de verdadero milagro no me vació el ojo, pues la fina punta me llegó a rasgar hasta la ceja donde me tuvieron que dar varios puntos…” Pocos días más tarde, con la cabeza y gran parte de la cara vendada, se encontraba en Teruel, dispuesto a torear en su plaza, como luego veremos más por extenso[1]. En 1927, cuando se encontraba en lo más alto de su carrera, sufrió otra cogida de importancia en el escroto, circunstancia que le obligó a reducir drásticamente, y no se me malinterprete, las corridas anuales, que hasta ese momento superaban con creces el medio centenar.


En 1924, la Asociación de la Prensa de Madrid, le otorgó el prestigioso premio taurino creado por ella de la “oreja de oro”, que el matador, como buen aragonés, ofreció a la Virgen del Pilar. En 1927, en México, conseguiría en la corrida de la Beneficencia Española una segunda Oreja de Oro, al ser el torero más votado por los aficionados, que lo declararon de esta forma el torero triunfador del acontecimiento.


Sus primera oreja se la concedieron en Alcañiz, le seguirían Zuera, Teruel, Zaragoza y un larguísimo etcétera, hasta superar con creces la cifra de cuatrocientas, solo en Madrid, y en una época en la que conseguir trofeos era muy complicado ( a su etapa, la que va desde la muerte de Joselito hasta la Guerra Civil, se le conoce como “la edad de plata del toreo”), como constata la placa con su nombre expuesta en su plaza, suma los 56 trofeos, cuarenta y siete en la antigua plaza de toros de la Carretera de Aragón y nueve en la actual Monumental de Las Ventas, con un total de cinco Puertas Grandes.


Villalta estuvo en activo ininterrumpidamente hasta 1935, año en que se retiró por primera vez. Como a tantos otros españoles, la Guerra Civil le truncó todos sus planes de una manera fulminante. El portero de su finca lo acusó de fascista y tuvo que salir huyendo perseguido por la milicia. Se escondió en un zulo en Madrid y allí malvivió durante el tiempo que duró el asedio de la ciudad. Cuando acabó la guerra, su mala situación económica le obligó a tener que volver a torear.


Reapareció el día de la Mercè de 1939 y toreó en continuidad hasta octubre de 1943, en que se cortó la coleta, en una de las corridas de la feria del Pilar. Pero no sería esa la última vez que matara un toro, como luego veremos.


Alcanzó gran fama como estoqueador (el reconocido crítico taurino, Gregorio Corrochano, dijo en una ocasión refiriéndose al de Cretas: “Carniceros: abrid en el desolladero con cuidado los toros que mata Villata. Porque pudiera un día ocurrir que fuera Villalta dentro.”) y con la muleta fueron célebres sus «parones» al embarcar con la mano derecha, a decir de los entendidos su juego de muñeca era verdaderamente prodigioso. Esto le llevó a ser uno de los diestros imprescindibles en las plazas de Madrid y Barcelona, llegando incluso a apodarlo el expreso Madrid-Barcelona, por la multitud de viajes que realizaba entre las dos ciudades para torear. Quizás por eso mismo fue objeto del veto por parte de algunas figuras del momento que, por la entrega del diestro aragonés, rehusaban anunciarse con él en los carteles. Una vez retirado definitivamente, Villalta apoderó a diversos toreros, fue también empresario y posteriormente le nombraron asesor de la presidencia en las plazas madrileñas, función que desempeñó hasta el final de la temporada de 1979, pero todo esto lo desarrollaremos en el apartado dedicado a la película de Summers, Juguetes rotos.


EL ARTÍCULO COMPLETO EN CABIRIA Nº 11









[1] FOTOGRAFÍA PLAZA DE TERUEL. TOMADA DEL ECO DE TERUEL

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