CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

jueves, 4 de febrero de 2021

RESEÑA NOVELA "QUIJOTE WELLES", DE AGUSTÍN SÁNCHEZ VIDAL

 

NO TRESPASSING

                                  

    La vocación universalista de la obra de Agustín Sánchez Vidal es una característica íntimamente unida a la de su deseo de resolver “enigmas”, iluminar esas “palabras oscuras o equívocas” y a ello se apresta en titánicas empresas que alcanzan su máxima complejidad cuando ha pretendido desentrañar el genio creador de artistas absolutos: Miguel Hernández, Buñuel, Dalí… En esta ocasión, como anticipa el título de su última obra, Quijote Welles, aborda la inmensa personalidad de ese enfant terribledel cine que devino en apestado hombre orquesta, prestidigitador y malabarista,bon vivant enamorado de España, gran bebedor con prótesis en la boca en forma de puro, sombra inmóvil, perpetuo niño grande, embustero e impostor, inventor del fake, embaucador y sablista, infatigable trabajador,a veces encantador gigante bonachón, otras terrorífico y monstruoso Ogro-O(r)so(n) enfadado.

         Con 24 años Alejandro Magno fundaba Alejandría, Orson Welles dirigía Ciudadano Kane. Si aquel moría a los 32, este había pasado de ser el wunderkind de Hollywood a ser una vieja gloria.         Ciudadano Kane comienza y termina con una rima fílmica precisa: “No trespassing”. Este cartel indicador es el primer y el penúltimo plano, pero, ¿qué es lo que no se puede traspasar? Ese “prohibido el paso” advierte de una frontera y superarla supone transgredir un “tabú” cultural humano ancestral, el que implica bucear en los orígenes, en lo más profundo de un ser para desnudarlo ante los otros y exponer públicamente sus secretos más íntimos. Al morir, el protagonista tiene en la mano una bola de cristal y pronuncia la famosa palabra enigma: Rosebud. Auténtico “Mac Guffin” de la película que anima la investigación de Thompson, el periodista encargado de descubrir su significado, de reconstruir la vida contradictoria del magnate de la prensa Charles Foster Kane.

         En Quijote Welles la investigadora es la freelance Barbara Galway y el Mac Guffin, la escritura de una biografía sobre Welles.Como le ocurrió a Max Aub con su novela sobre Buñuel, que se encontró en todo momento con un terreno minado de mentiras y falsedades sembradas por el propio biografiado, en este caso es el mismo Welles quien contribuye a borrar las pistas, quien escamotea información, quien como buen escapista consigue evadirse de las trampas que se le tienden y con sus trucos de mago enseña solo las cartas que le interesan: su proyecto vital, su película sobre El Quijote, para la que busca financiación y pretende utilizar a Barbara con el fin de conseguirla de la productora de Spielberg.

         Sánchez Vidal se apoya en el tándem Orson-Barbara para, siguiendo la tesis de que no es la vida de una persona la que explica su obra, sino lo contrario, con la fuerza discursiva wellesiana en acción, contarnos todo tipo de historias, presentar todo un universo de cine, cambiar de tema constantemente, abordar asuntos de toda índole, desde lo anecdótico (pelea a sillazos entre Orson y Hemingway), hasta temas más serios -o no- como la verdadera identidad de su padre (sospecha que fue Fiodor Chaliapin, el mítico bajo ruso, que tuvo una aventura con su madre), todo vertebrado en torno a esa obra en marcha que fue su Quijote, o deberíamos decir mejor ese work in progress de un genio llamado Orson Welles, que se nos explica en cada uno de sus estadios creativos, desde el vitalismo de sus inicios hasta llegar a su etapa final de más serena reflexión. Durante treinta años luchó por sacar adelante su peculiar adaptación cinematográfica, que al fin y a la postre terminó convirtiéndose en un ensayo sobre España y sobre sí mismo.

         Sánchez Vidal comienza explicando el Spanish Crazeamericano para cimentar su clase magistral y relacionar a Welles con su primera mujer, Rita Hayworth (Margarita Cansino, hija de un bailarín sevillano), nos habla de sus primeros contactos con nuestro país, sus veleidades toreras, su compromiso con la República, sigue con el primer exilio europeo a finales de los años cuarenta del cineasta y su estancia en España para rodar Mister Arkadin (entre los figurantes del baile de máscaras rodado en San Gregorio en Valladolid, se encontraba Miguel Delibes) y su primer contacto con El Quijote, con el Museo del Prado, con Goya y el Greco; sus ideas iniciales para tras concluir el rodaje de Sed de malcomenzar con la grabación de un cortometraje con Charlton Heston como don Quijote para el show de Frank Sinatra en la cadena de TV CBS; su segundo exilio europeo y nuevo asalto a la obra cervantina, España se convierte en escenario habitual de sus películas (Una historia inmortal, Fraude, Campanadas a medianoche).

Sánchez Vidal, con esa agudeza que afila todavía más si cabe ese tipo de escritores abocados al abismo de una curiosidad infinita y obsesionados por trascender los lugares comunes, nos ha dejado en esta “novela”, suma de entrevistas y brillante análisis reflexivo con forma dialogada de la historia, la literatura, el arte, el folclore, la antropología… de la España de posguerra, su evolución y transformaciones hasta la transición, pero además de ser la radiografía de un país, de su obra más representativa y de un cineasta absolutamente enamorado de ambas, nos habla también de su propia forma de entender la creación artística, describe su particular “Cueva de Montesinos”, su personal “Retablo de las Maravillas”, en el que se representan historias de todo tipo (el vino, toros y toreros, Ronda…), que se cruzan y se explican entre sí, para tejer en un mismo lienzo el ser del biografiado y de España. Mejor que los documentos para conocer a alguien o algo, son los relatos, los testimonios, los cuentos, las anécdotas que genera una persona o un hecho. No pretende tan solo retratar a Welles, quiere penetrar en su zona prohibida, descubrir su auténtica personalidad y conocer el porqué de su comportamiento y de su cine.

Si con Sol y sombra Sánchez Vidal se reconciliaba con España, con este nuevo libro, desde la óptica del genial cineasta, le rinde profundo homenaje. Quijote Welles es una novela-ensayo, un “gran reserva”, fruto de una pasión contagiosa por el cine, la inmortal novela cervantina y España, tan vigorosa como las obras de su autor, Sánchez Vidal, y de su biografiado, Orson Welles, verdaderos maestros en sus respectivas disciplinas, de los que han bebido y seguirán bebiendo generaciones de cinéfilos y cineastas.

Agustín Sánchez Vidal, Quijote Welles, Madrid, Fórcola Ediciones, 2020.

 

 

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