Buñuel, una profunda amistad
interesada.
Buñuel, Donoso y su mujer, Mª Pilar, en su casa de Calaceite |
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La amistad de Donoso con Buñuel surgió
de manera interesada a petición del escritor chileno, quien le escribió en los
siguientes términos con la pretensión de que Buñuel llevara al cine alguna de
sus novelas: “Me imagino que toda España estará persiguiéndolo, pero si tiene
un momento libre, nada me gustaría más que pasar a saludarlo o que se viniera a
tomar un vino conmigo, mi mujer y mi perro.”
Parece ser que el escrito tuvo efecto y
Buñuel lo visitó y se hicieron verdaderos amigos. El capítulo titulado “El toro
de fuego (1972)”, que dedicó a Calaceite Mª Pilar en sus memorias, Los de entonces, es absolutamente
delicioso, en él se habla por extenso de Luis Buñuel y de todos sus hermanos,
afirmando que “si a alguien sentimos familia en España, fue a los Buñuel.” De
la primera visita de Buñuel a su casa de Calaceite, recuerda que lo primero que
le preguntó a su marido fue por el cura del pueblo. Donoso comprendió de
inmediato lo que quería el realizador y le contestó: “Una lata: joven, moderno,
viste ternos claros y hasta camisas deportivas, va a la plaza a conversar por
las tardes, al bar con sus amigos y a bañarse al río con las familias del
pueblo; simpático, pero una verdadera lata.” Respuesta que apostilla la esposa
del novelista con enorme clarividencia: “Buñuel, y mi marido también, añoraban
al cura de pueblo clásico, el de las películas de Luis y el que figuraría en
las novelas de Pepe, de escribir él sobre algún pueblo de España algún día:
gordo, viejo, con sotana lustrosa y manchada, lanzando anatemas contra la
juventud que baila y las señoras que muestran sus carnes bañándose en el río.
Nada más alejado de mosén Joaquín, risueño y complaciente.”
El
lugar sin límites
Lo cierto es que junto con esta
profunda relación de amistad, el escritor chileno albergaba la explícita y
manifestada esperanza de que Buñuel llevara al cine alguna de sus novelas.
Primero fue El obsceno pájaro de la noche,
más tarde, y en especial, El lugar sin
límites. Sobre los derechos de esta obra, Donoso le escribió a Buñuel lo
siguiente: “Yo sería capaz de aceptar lo que me propusieran.” Y ya de broma, añadió: “Tengo que comunicarte
que hoy me traen seis toneladas de leña. Son para hacer la fogata en que
quemaré tu foto si no me haces la película: te mandaré las cenizas. También
mandaré la cuenta de los psiquiatras míos, de mi mujer y de Pilarcita.”
De alguna manera Buñuel tuvo la
concesión de los derechos intelectuales para la realización cinematográfica de
la novela durante varios años, pero al
final nunca la llevó a efecto, manteniendo durante demasiado tiempo
abierta la posibilidad y la ilusión del novelista (parece ser que, cuando el
escritor empezaba a inquietarse con el silencio de Buñuel, recibía una llamada
telefónica del cineasta: “Creo que quiero que Jean Louis Barrault haga la Manuela. Anda a verlo y me
dices”. Entonces Donoso hablaba con Barrault y el actor aceptaba y el escritor
le hablaba al cineasta para comunicárselo y Buñuel respondía que había visto
que últimamente Barrault estaba muy gordo y que mejor la Manuela tendría que
hacerla Peter O’Toole; y así, a ese ritmo, durante varios años) , quien contó en alguna ocasión
que por esta razón su relación con el calandino se debatía entre el amor y el
odio. A este respecto contaba con gracia no exenta de dolor, que a petición
suya su mujer colgaba en el salón de su casa de Calaceite un retrato del
director cada vez que este afirmaba que
iba a llevar al cine una de sus obras, en especial la novela citada,
pero al enterarse de que se embarcaba en un nuevo rodaje de algún otro film, lo
volvía de cara a la pared o lo retiraba. En ocasiones, la broma daba paso al
reproche ácido y desesperado. Así en los intercambios epistolares con la
editora y paño de lágrimas de los escritores del “boom”, Carmen Balcells,
podemos leer quejas tan amargas como la siguiente de 1972: “Estoy muy pobre,
más que nunca. Espero el dinero de Buñuel. Te quiero pedir el favor de que no
me crobres de golpe la deuda …” En otra, tras explicar que ha recibido la
visita de Buñuel, aclara dramáticamente que sus esperanzas se desvanecen: “Pero
es imposible hablar de nada con él, por sordo y por fregado. Que sí… que no…
que el aguardiente y el marrasquino, y nada. Quedamos en las mismas.”
Mª Pilar Serrano recoge de la siguiente
manera el momento en que supieron que Buñuel no filmaría la película. Se
encontraba con Donoso y su hija pasando la Semana Santa en Calanda:
“Y
siguieron los tambores martillando, incesantes, recorriendo calles y plazuelas.
Por la noche, durante la pausa de las 10, acudimos a comer la sopa de ajos y
las morcillas y butifarras en casa de los Buñuel, la que compró el padre
“indiano” a su vuelta, rico, de Cuba, para casarse con la belleza del pueblo,
que lo esperó en Calanda. La casa queda en el centro mismo de la plaza
principal, frente a la iglesia. Durante la cena otro mazazo, el más grande:
‘Tío Luis llega dentro de dos semanas a París; va a filmar El fantasma de la libertad con Silberman’, dijo Pedro Cristian,
hijo de Conchita, sin darse cuenta lo que para nosotros significaban sus
noticias.
Hasta
ese momento teníamos la esperanza de que Buñuel filmara El lugar sin límites de Pepe, cuya opción mantuvo, como nuestra
esperanza, durante seis años, haciéndonos sufrir con sus altos y bajos de
anuncios contradictorios. Me atraganté con el vino que en ese momento bebía, y
al acompañar el sueño de mi hija, más tarde, en el dormitorio de Cuchicha, la
hija de Leonardo, sentí que los tres mil tambores golpeaban sobre mi pobre
cabeza gacha de desilusión.”
Quizá Buñuel no fue el único culpable
de la frustración de Donoso, tal vez la censura española no estaba del todo
preparada para ver la firma de ambos genios en una película nacional, pues,
tras la renuncia de Buñuel, una productora española se mostró también
interesada en el proyecto bajo la dirección de Leopoldo Torre Nilsson y con
Paco Rabal en el papel del camionero prostibulario. Fueron unas esperanzas
efímeras, ya que finalmente tampoco se hizo.
Al final, sería el escritor argentino
Manuel Puig, quien en 1976, escribiera el guión de El lugar sin límites, que llevó al cine, al año siguiente, el
discípulo mexicano de Buñuel, Arturo Ripstein. De esta forma, Donoso ponía fin
a seis años de agónica espera.
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