CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

viernes, 6 de mayo de 2016

RESEÑA DE "NOVIENBRE", DE LUIS RODRÍGUEZ

Foto tomada de la web elperiodicomediterraneo.com




                          CRIMEN FERPECTO

         Novienvre, segunda novela del escritor Luis Rodríguez, fue publicada por KRK Ediciones en el 2013, tres años más tarde, Tropo Editores la recupera en su Colección Segundo asalto, en una clara apuesta por su autor, de quien en el año 2015 publicaron su tercer trabajo, La herida se mueve, una novela que hunde sus raíces en esta que hoy nos ocupa y cuya lectura se hace necesaria para comprender el mundo narrativo de su autor, concebido como work in progress, como obra en marcha.
         Novienvre es una autobiografía de corte impresionista cuyo universo inicial se construye sobre la memoria personal y colectiva del pueblo natal del escritor, para conforme avanza en el tiempo irse transformando en una aventura existencial y literaria muy personal.
         En el capítulo uno presenta sus recuerdos de infancia, un relato tan estéticamente delicado como doloroso narrado en presente, de manera que nos inmiscuye en la acción y nos convierte en un personaje más, obligándonos a abandonar nuestro placentero papel de observadores externos, para participar de las correrías del protagonista: fumamos con él, vamos a la escuela, hacemos novillos, sufrimos castigos, vivimos aventuras iniciáticas, tenemos nuestras primeras experiencias sexuales, nos aproximamos a la realidad de la muerte, etc. Pronto, el presente histórico se transforma en gnómico, los hechos narrados podrían haber ocurrido en cualquier tiempo y lugar a cualquier persona: la infancia de Luis Rodríguez bien podría ser la nuestra.
         Con un estilo directo y un lenguaje sencillo e impactante, con palabras como piedras de granizo, si se quiere un tanto amortiguadas por el agua del humor, pero en su mayor parte haciéndolas más contundentes por el peso de la ironía y del sarcasmo, Rodríguez nos apedrea sin contemplaciones con sus vivencias infantiles en un innominado pueblo cántabro, un mundo de violencia que marcará el resto de su vida.     
         En el segundo capítulo, con catorce años, marcha a Calatayud a estudiar Banca y luego a Madrid para trabajar en el departamento de Personal de un banco. La infancia da paso a la adolescencia y el niño inocente –o no tan inocente- se transforma en un pícaro joven que aguza el ingenio para sobrevivir.
         El capítulo tres, como indica Ricardo Menéndez Salmón en su excelente prólogo, es “una de las más inteligentes elipsis con las que recuerdo haber tropezado en mi vida como lector…” Cierto, el primate Luis Rodríguez lanza el hueso de sus lecturas hacia el cielo y en menos de seis páginas condensa en un itinerario esencial toda una vida de lector. Convertido de esta forma en astronauta, tripula su nave espacial Novienvre por el universo de la literatura sin atracción gravitacional alguna. A partir del capítulo cuatro, y en especial en el cinco y el seis, abandona la gravedad del relato de la patria perdida de la infancia y de la picaresca de la primera juventud, para transitar en completa libertad por los paisajes metafísicos de un escritor que dispara rectas surrealistas y oníricas en todas direcciones, que se escapa de la realidad de la literatura tradicional y habita por completo en la ficción literaria. La narración no llega al nonsense, pero sí trabaja en crescendo en la desarticulación del sentido, alejándose de la experimentación razonada y de la linealidad, para aproximarse, poco a poco, cada vez más, a un tiempo mental alucinado.
         En esta novela tan breve y sugerente como intensa y divertida, Luis Rodríguez nos describe cómo percibe el mundo y nos manifiesta que, en esencia, la vida se fundamenta en estupideces incomprensibles: no tenemos escapatoria, la vida es un error o una errata, un novienvre perpetuo, un crimen ferpecto, un perfecto absurdo, como la muerte del padre del protagonista o como la suya propia.
         Poco importa si se elige una forma de narrar clásica o vanguardista, Luis Rodríguez y nosotros con él acabamos extraviándonos en los laberintos de su cabeza o vagando en el éter de la existencia a lo American Beauty, buscando la luz del tránsito definitivo, sin que esa pérdida obedezca a un motivo concreto, todos pertenecemos a esa estirpe de individuos enajenados, de naturaleza cambiante y voluntad sometida a extraños designios: somos trastornados personajes de Samuel Beckett; seres de Paul Auster que ya no saben quiénes son o cuál es su cometido, tipos que se mueven por el mundo y que hacen lo que hacen sin estar seguros de por qué lo hacen; "hombres sin atributos”. En definitiva, sujetos que buscan respuestas y tratan de resolver ese enigma que es la identidad, de atrapar la realidad como algo fijo y estable, pero que saben que están abocados al fracaso, al fin y al cabo, la única perspectiva absoluta de las cosas es, paradójicamente, la que ofrece la muerte.
         La irrupción de lo múltiple e indeterminado, el pensamiento que rechaza el sistema, los centros, lo acabado, esa  es la escritura de Luis Rodríguez, una escritura que se escurre, se hace inasible a cualquier pretensión clasificatoria y cuestiona las verdades inmutables, las totalidades firmes y los viejos dogmatismos. Todo texto bajo esta perspectiva es algo parcial que nunca se completa, que continúa en el siguiente. Habrá que leer La herida se mueve.


LUIS RODRÍGUEZ, Novienvre, Huesca, Tropo Editores, 2016.

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