Es
inevitable la referencia a Fermín, le pregunto por su influencia en la pintura
de su hermano menor, muerto prematuramente, pero la niega tajante: “Yo no he
querido ser maestro de mi hermano. Nunca le he dado lecciones. Ni a él ni a
nadie. Fui profesor de manera circunstancial, pero no es lo mío. El pintor
aprende, pero no se le puede enseñar. Tiene o no tiene ese don. Con Fermín coincidíamos
en muchos aspectos. Él era realista como yo, más agradable, le iba más la luz,
era más levantino. Aunque tenemos muchas cosas en común.”
El
tiempo vuela y tenemos que despedirnos de este genial pintor, maestro de la
pintura figurativa española contemporánea, humilde, afable, espontáneo, alejado
de todo divismo. Se considera un artesano de la pintura, al que no le importa
la crítica y ha vivido ajeno a las modas artísticas -”El pintor ha de ser
personal”-, recluido en su trabajo diario y en su ciudad de provincias, quizá
por eso no suficientemente valorado. Pese a todo, concluye con su contundencia
verbal: “Yo si volviera a nacer sería pintor. Aunque se sufre mucho, porque
nunca consigues lo que quieres.”
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