EL TEATRO DEL MUNDO, EL HOMBRE.
Luis
Rodríguez no es un escritor, es un filósofo con voz propia, arriesgado,
transgresor, vanguardista, que reflexiona sobre la vida sin concesiones de cara
a la galería. Escribe para él, para investigar en su propia poética, sabe que hacerlo
para el lector es un error. La presunción de inteligencia en él le obliga a ser
honesto en cuanto a su obra en marcha y persiste en su camino, en evolución
siempre, pero con coherencia: la identidad es un proceso en eterna construcción,
el ser humano vive en tránsito, explorar
y tratar de aprehender la realidad y mostrarla en su multiformidad, de recomponer
ese rompecabezas a base de letras que forman palabras, palabras que crean textos,
textos que sintetizan historias, que a su vez se bifurcan en diferentes
realidades, realidades que conectan mundos y tiempos, pasado y futuro en
continuidad, en relación biunívoca, influyéndose mutuamente… Nos hemos vuelto a
topar con un infinito, con un caleidoscopio en el que solo se ve una ínfima
parte de la realidad, su única verdad es su naturaleza escurridiza,
desbordante, policéntrica -¿caótica?- y, sobre todo, polifónica. Una sucesión
de partículas unidas por hilos-historias que no se sabe de dónde vienen ni hacia
donde se dirigen, o tal vez sí, hacia la muerte: “todo cuanto vive debe morir
–dice la reina en Hamlet-, cruzando
por la vida hacia la eternidad.”
La
cuarta novela de Luis Rodríguez no es una novela, El retablo del no es, como mínimo, dos NO-velas espejo con haz y
envés, realidad y reflejo, ser y sombra, actores y personajes, una de diez mil
palabras y otra, que contiene la anterior, de veinte mil.
El retablo del no no
es teatro, es teatro contado, es vida teatralizada. En el pequeño escenario de
una cafetería varios actores - títeres de la vida- narran a modo de retablo historias
fragmentadas, episodios absurdos con explicación lógica, anécdotas increíbles
absolutamente reales… Vivir es puro teatro, el teatro es pura vida. Como decía
aquel director teatral al comenzar la obra: "Damas y caballeros, aquí
termina el teatro y comienza la vida. ¡Principiamos!". Y al terminar la
función concluía: "Damas y caballeros, aquí terminó la vida y comienza el
teatro.”
La
negación es una de las connotaciones del género humano que nos permite ser
libres. La libertad da a las personas la posibilidad de decir no y Luis
Rodríguez ejerce su libertad y entiende la negación desde el
punto de vista médico como una de las etapas psicológicas por las que pasa el
enfermo a partir del momento en que sabe o sospecha que va a morir, pero también
como el filósofo se ocupa de los conceptos vinculados a la negación, a saber,
el de oposición, el de no-existencia, el de diferencia y el de proposición
negada: la realidad y su reflejo en el espejo; el hombre y su sombra, el
concepto del doble, del actor y su personaje… La negación constituye un
mecanismo comunicativo que empleamos desde nuestro nacimiento (el llanto de los
recién nacidos manifiesta ya su disconformidad por haber dejado el seno
materno) hasta su muerte (el silencio de los cadáveres como negación de la
existencia).
Quien
lea El retablo del no se verá a sí
mismo incompleto, fragmentado, confundido. Luis Rodríguez lo llevará más allá
del sentido controlado del relato, lo situará al borde del precipicio y tal vez
lo arroje incluso al abismo interior de sus emociones, al terror de sus
intuiciones.
LUIS
RODRÍGUEZ, El retablo del no, Tropo
Editores, 2017.
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