DE DIOSES, DROGAS Y VISIONES
En
Las visiones la poesía, la
psicología, la filosofía y por qué no, también el misticismo, se dan
mágicamente la mano para constituir una críptica obra en la que las palabras
nos trasladan a los más misteriosos lugares de la psique y de la condición
humana. Paz Soldán sigue en su proyecto literario la estela que allá por los
años sesenta inaugurara Michael Moorcock al romper con la ciencia ficción
clásica -futurista, de viajes interespaciales, alienígenas, etc.- y exigir al
género un mayor experimentalismo literario y más elementos narrativos centrados
en la psicología del personaje, creando de esta forma la corriente denominada New Wave.
Así
es, para Paz Soldán la ciencia ficción es lo de menos o, en todo caso es una
mera excusa, un pretexto para abrirnos a dimensiones ocultas del alma humana,
es una alegoría de la realidad, un género que se presta a la perfección para la
reflexión metafísica y estudiar la relación del individuo con el universo: Iris y la secuela cuentística que nos
ocupa, Las visiones, son un punto de
partida táctico para construir personajes con profundidad psicológica y
destacar su espiritualidad, su relación de vulnerabilidad con el entorno, sus
conflictos morales, etc.; es decir, nos cuenta historias ambientadas en un
futuro lejano que tratan problemas sociales y existenciales de cualquier época:
el colonialismo, la corrupción política, económica y judicial, la esclavitud,
la rebelión, la locura, el mesianismo, los desastres de la guerra y, sobre
todo, el uso de drogas para alcanzar la trascendencia y sobrevivir sin
esperanza en esa tierra hostil que es Iris: los humanos, para sobrellevar su
existencia en ese mundo desolado, recurrirán a las drogas (el Jün, una planta
sagrada con propiedades lisérgicas; los Swits; el MDVP-2 o Miel; Spikes
plateados; Cristales de Alba y, en especial, “el dragón, una droga líquida y
muy rápida que se te come viva”, etc.) y/o la religión, ambas son las dos caras
de una misma moneda, las válvulas de escape o los medios a su disposición para
conseguir la trascendencia.
Así
pues, las narraciones que componen Las visiones
ocurren en este territorio futuro que es
Iris, verdadero personaje omnipresente en todas ellas: se trata de una región
tóxica, con ciudades, minas, selvas, etc.; un lugar hermético y hostil, en el
que impera un sistema corrupto donde el poder, la religión y el comercio son
una misma cosa, con sus propias normas, su lógica particular y su delirio (dioses,
drogas, visiones), todo un espacio tenebroso de vislumbre, penumbra y distopia,
de ambiente sórdido y asfixiante, de energías sobrenaturales y de fuerzas
misteriosas. Sobre este territorio imaginado por Paz Soldán gravita de algún
modo la Zona de
la película de culto de Tarkovski, Stalker.
De igual forma, su dios demoníaco Xlött remite en cierta medida a esa mítica
criatura sobrehumana que solo se comunica mediante el dolor y la muerte que es
el Alcaudón –Shrike- de Los Cantos de Hyperion, de Dan Simmons.
Paz Soldán no oculta sus influencias, es más, las confiesa abiertamente al
final de la obra reconociendo que muchos de sus cuentos son remakes de otros de Guimarães Rosa, James Tiptree, Theodore
Sturgeon, etc. Pero por encima de todos ellos, interiorizado hasta la médula,
está Jorge Luis Borges y sus Ficciones.
Paz
Soldán experimenta con un lenguaje personal, quizá con pretensiones de
universalidad, que evidentemente no es spanglish,
pero se le asemeja, en el que inventa neologismos, especialmente para
designar animales, plantas, máquinas, etc., y una sintaxis un tanto peculiar
que logra conferir a las historias un ritmo propio y las dota de un particular halo de misterio.
Podemos
asegurar que Las visiones no dejará
indiferente a nadie: gustará o no, pero
habrá merecido la pena. Edmundo Paz Soldán se está consolidando como una de las
voces imprescindibles de la narrativa hispanoamericana actual. Debemos conocerlo.
EDMUNDO PAZ SOLDÁN, Las visiones, Madrid, Páginas de Espuma, 2016.
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