AGUSTÍN ALEGRE FOTO DE MIKI BARRERA |
Vuelve a
mi pregunta y recuerda a Salvador Gisbert (hijo) -profesor de dibujo en la Escuela de Arte y Oficios-,
a don Ángel Novella –a la sazón director de la citada Escuela-, al canónigo don
Emilio Rabanaque, quien le compró su primer cuadro.
Colgado
en la pared de entrada a su estudio descubro una copia del conocido Autorretrato de Velázquez y aprovecho
para preguntarle por sus pintores preferidos. “Velázquez es divino”, dice, pero
de entre los españoles muestra su preferencia por Goya: “Yo soy muy triste
pintando. A mi me inspiran mucho las pinturas negras de Goya –hay quien lo ha
calificado del “Goya del siglo XX”-. Siempre cierro la visita al Prado con su
visión. Te contaré una anécdota protagonizada por mi hija Nuria: viviendo en
Madrid, la llevé de niña al Museo del Prado. Fuimos a ver las pinturas negras
de Goya y la dejé sentada frente a ellas. Al poco la oí llorar y le pregunté la
razón de su llanto: ‘¿Los mayores se comen a los niños?’, me inquirió desolada.
Se refería al Saturno de Goya. ‘No hija, por supuesto que no’, la
tranquilicé. A la visita siguiente la llevé ante otro Saturno, el de Rubens. ‘Este ya no me da miedo’, me dijo”. Otros
pintores que cita junto al genial aragonés son Solana, Zuloaga y Sorolla. De
los extranjeros le apasiona Rembrandt, en especial su cuadro titulado La novia judía.
Vuelvo
a ser malo y le pregunto por los artistas turolenses. Me habla de su amigo y
compañero de estudios artísticos en la Academia de San Carlos de Valencia, Paco Pérez
Monleón, del escultor José Gonzalvo y del que fuera también escultor y amigo, Isaac
Rodríguez, de Jabaloyas, “un artista con unas condiciones increíbles”,
sentencia rotundo.
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