CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

lunes, 29 de enero de 2024

PRESENTACIÓN DE LA OBRA TEATRAL "CHAGAS" DE JUAN VILLALBA (I)




Gracias al Casino de Teruel: a su presidente, Mariano Jiménez, a Jorge Moradell y a Covadonga Galeote, por ceder un espacio tan agradable y difundir la presentación. 






Gracias a la Cooperativa de Amigos de los Libros (Terueligráfica): a Fito, Jorge  y su equipo por confiar en esta obra.




Gracias a Elena Romeu por sus ilustraciones.




Gracias a la Federación Aragonesa de Teatro amateur (FATEA) por premiar la obra en la II  Certamen de guiones teatrales.



Gracias a Marian Pueo, Salomé Abril, Ana Rosa y Luis Arturo por su colaboración desinteresada en la lectura dramatizada de un fragmento.


Gracias a Gonzalo Montón por sus fotografías.











lunes, 1 de enero de 2024

 

LITERATURA, ALZHÉIMER 

CINTAS DE VIDEO




         El paso del tiempo y la evolución tecnológica han llevado a muchos oficios a su desaparición: aldabonero, telefonista, campanero… propietario de videoclub. El fruticultor, escritor y fotógrafo calandino, José Antonio Gargallo, ha publicado hace ya algún tiempo, Todos los viernes del mundo, su segunda novela, en la que combina y homenajea sus grandes pasiones: el cine, la literatura y la fotografía. Su escritura es una especie de epílogo narrativo de un proyecto fotográfico realizado entre 2015 y 2018 sobre la decadencia y el cierre del último videoclub de la provincia de Teruel al fallecer Rodolfo, su dueño, enfermo de Alzhéimer, el mismo año de la conclusión del reportaje.

         En Todos los viernes del mundo, el videoclub, un espacio real visitado en su condición de “cinéfago” por José Antonio Gargallo durante años para nutrirse de películas, se convierte en simbólico, en una metáfora de la devastación causada por el paso del tiempo y la pérdida de la memoria, tanto individual, la del empresario con respecto a su vida, como colectiva, la de la sociedad por todo aquello que deja de tener utilidad.

         Gargallo mezcla de manera extraordinaria hechos reales con inventados para conformar una especie de autoficción con la que juega a confundir al lector al dotar su novela con dos finales: el primero, en el capítulo doce, es el de la novela propiamente dicha, narrada en primera persona en forma de cuaderno de notas o falso diario, comienza un “Lunes” con un “Si cierro los ojos puedo ver el Alzhéimer”, y terminar circularmente de manera magistral ciento sesenta páginas más tarde con el encuentro del autor y su protagonista con motivo del comienzo del reportaje citado, “Memoria del último videoclub”, quien la concluye con su particular sentido del humor diciendo: “Voy a ser una metáfora social. Tendré que peinarme”, y contestar a la pregunta, “¿Cuánto hace que te pasa esto de la enfermedad?”, con un irónico: “Por dios, es lo primero que olvidé.” El segundo final se produce tras un nuevo capítulo a modo de colofón, “Soy el 989”  —remite al número de socio en el videoclub del autor—, una especie de marco narrativo metaliterario en el que se nos explica mediante el recurso cervantino del manuscrito encontrado —siete cuadernos con forma de diarios— el origen de la novela, al que se añaden unas “Aclaraciones” finales con visos de realidad sobre diferentes aspectos de la historia, para seguir enredando al lector en su maraña literaria y hacerle creer que todo lo narrado es verdad.

         La prosa de José Antonio es ágil y fluye con alegría dotando al relato de un ritmo ágil y chispeante, como su humor, mezcla del  argentino —Rodolfo es de esa nacionalidad—, reflexivo y, en ocasiones, trágico y amargo, con el más autóctono y personal somarda aragonés del escritor, salpimentado con toques y situaciones surrealistas desternillantes como las que vive el protagonista cubierto con su verdugo de luchador mexicano o la de la droga escondida en las cajas de las cintas de video.

         Todos los viernes del mundo es una historia de amistad y, sin duda, un homenaje al cine: el de Rodolfo, de quien se incluye un listado de películas favoritas; y el del autor, donde no podía faltar la referencia al de su paisano Buñuel pero, sobre todo y en última instancia, es un homenaje al mismo Rodolfo, no tanto como metáfora literaria o personaje de ficción, sino como persona real, una persona o todas las personas que eligen elegir, la libertad, por encima de todo. Seguro disfrutarán con su lectura.

José Antonio Gargallo, Todos los viernes del mundo, Zaragoza, MilMadres, 2022.

Esta reseña se publico en el suplemento cultural, Artes & Letras del Heraldo de Aragón



martes, 19 de diciembre de 2023

GENTE QUE ESCRIBE EN TERUEL (I)


CICLO DE "POESÍA Y MÁS"


 
Este sábado pasado, 16 de diciembre, comenzó a andar con buen pie el ciclo organizado por la PLATAFORMA DE POETAS POR TERUEL (para contactos en plataformadepoetasporteruel@gmail.com), del que dio puntual noticia Miguel Ángel Artigas en el Diario de Teruel, tanto anticipando el acto:

Como después: 


Fue un auténtico lujo poder asistir al encuentro y disfrutar de la variedad y calidad poética de todos los participantes. 
Aquí dejo la foto grupal que describo desde la visión del espectador de abajo hacia arriba y de derecha a izquierda:

FOTO: GONZALO MUÑOZ


Poeta invitado, abajo sentado: LAMBERTO ALPUENTE (de su estilo dicen que "es poco convencional, crudo y abigarrado", pero en el fondo es también tierno y maternal, quizá, en ocasiones, un tanto críptico).
En la línea superior: HELENA NAVARRO (un descubrimiento que ya se ha descubierto); JESÚS CUESTA (un bardo a la antigua usanza por todos conocido, hermano en las ficciones, compañero en las tertulias y amigo en la vida); ISABEL MARTÍNEZ (ritmo vivo y sorpresa final, siempre con su punto teatral); TIFFANI GARZO CAMÓN (TIF nos dejó sin palabras, pero dará mucho que hablar). 
Segunda línea: NACHO ESCUÍN (activista cultural, casi un terrorista de la cultura; un poeta que se reinventa cada mañana sin dejar de ser él mismo); MARISOL JULVE (apasionada de la poesía con compromiso poético y social); CRISTINA GIMÉNEZ (la presidenta de la Plataforma; poeta sensitiva, de sentimientos, romántica, melancólica y apasionada hasta emocionarse al punto de la lágrima declamando); FABIÁN NAVARRETE (un viejo rockero muy joven que vive y escribe canciones y poesía en la carretera, como Miguel Ríos).
De pie: MARIO HINOJOSA (de sus poeMarios salen niños y pájaros Tocororos); ROSA BÁGUENA (casi escondida en la foto y en la vida, tiene el don de la rima y de la copla, versolari aragonesa de la jota, acumula premios y no lo dice, y habrá más); MIRIAM GRIMALT (le gusta jugar con las palabras, tímida y sencilla, con el tiempo irá a más, crecerá porque ya ha crecido en la escritura y la vive como el amor, con pasión de tímida); ALICE QUINN (otra tímida, eterna adolescente, que vive entre la psicología y la poesía, en su escritura tal vez sean lo mismo, lo suyo quizá sea psicosía o poegía. Me alegra reencontrarla en forma); ASUN PERRUCA (viene de Calamocha a sumarse al proyecto porque escribir es vivir, reencontrarse con la vida, y  ella le devuelve  a la vida con su poesía todo lo hermoso que le da cada día).
En difícil posición, porque no es poeta, JUAN VILLALBA (no supe muy bien por qué, si por la catalítica situada en mi trasero o por la enfermedad contagiosa de mis compañeros, en mi cuerpo comenzó a aflorar un cierto acné juvenil, una picazón poética muy, muy peligrosa. Tendré que vacunarme si sigo con ellos).

En enero tendrá lugar un nuevo encuentro. Se avisará puntualmente. Os dejo con algunas fotos.

LAMBERTO ALPUENTE

FABIÁN NAVARRETE

JESÚS CUESTA

ALICE QUINN


ASUN PERRUCA

TIF

MIRIAM GRIMALT





martes, 12 de diciembre de 2023

 

HISTORIAS PARA NO DORMIR




         Tras una pandemia y con una guerra en la frontera de Europa, qué mejor que comprar un libro de Instrucciones para el fin del mundo. Con este sugerente y comercial título hace su presentación oficial el escritor turolense José Baldó. Coeditado por el Instituto de Estudios Turolenses y Prames, presenta trece relatos de misterio, suspense y terror fantástico aderezados en ocasiones con ciertas dosis de amor y humor.

         La portada, una puerta entreabierta generadora de un pasillo de luz, nos invita a seguirlo y a traspasar ese umbral para introducirnos en otra dimensión: la de sus narraciones. Recuerda la cabecera de la mítica serie televisiva, Historias para no dormir, en la que el inolvidable Chicho Ibáñez Serrador adaptaba obras literarias de terror, misterio, ciencia ficción o suspense de autores cuyo influjo se encuentra también en los relatos de Baldó.

         La obra se estructura en cuatro partes y sus respectivas historias mantienen una relación temática anticipada en el título genérico que las agrupa: “Al borde del abismo”, “Juego de niños”, “(Des)amores” y “Apocalipsis ¡Ya!” De igual forma, entre los bloques se crea una cohesión interna mediante sutiles guiños narrativos que vincula sus contenidos y dota a todo el conjunto de unidad y coherencia.

         El poeta Mario Hinojosa le dedica unas líricas palabras a modo de prólogo, “Continuidad de los parques”, en las que comenta entre otras cosas la nutrida intertextualidad presente en los relatos de Baldó. Si hablamos de escritores cita a Cortázar, Stephen King, Cheveer, Carver, Lemaitre, Chéjov, McCarthy, Ellroy y Bécquer, pero podrían ser muchos más: Poe, Lovecraft, Matheson… Y si lo hacemos de cineastas la lista sería también interminable, al citado Ibáñez Serrador, se unirían Hitchcock, Kubrick, Carpenter… Como afirmara Todorov: "No existe enunciado que esté desprovisto de dimensión intertextual”; es decir, toda creación se construye como mosaico de citas –conscientes e inconscientes-, refundiciones e inversiones y es el resultado de la absorción y transformación de otros textos. Desde este punto de vista, Baldó se convierte en una esponja que amalgama en su escritura toda una serie de mensajes adquiridos desde temprana edad en su formación intelectual como omnívoro lector, voraz telespectador y cinéfilo empedernido.

         Esa anticipada influencia cortazariana expuesta por Mario, se observa ya en el primer relato, “El escritor”, un homenaje a la literatura pulp en el que la ficción y la realidad se entrelazan en una historia circular creando un efecto de cajas chinas con final abierto susceptible de múltiples lecturas.

         En el segundo, “El sonido de las almas”, encontramos otra de las constantes de la escritura de Baldó relacionada con sus personales aficiones-pasiones: la música. Reconoce en nota el homenaje a las leyendas de Bécquer -“Maese Pérez el Organista”, “El Miserere”, etc.-, así como también en los nombres de sus protagonistas se perciben ecos de los de La Regenta -Julián Mesía, Froilán de Pas y Ana Atienza-, con los que teje una historia de amor pasional y música infernal.

         “Alma condenada” es un microrrelato muy bien resuelto que fue merecedor del primer premio del concurso “Mirambel Negro”. Por su parte, “Los mandamientos”, el último de este primer apartado, es una cruda historia de maltrato y educación perversa de un niño que sirve de antesala a los cuentos de la siguiente sección protagonizados todos por diabólicos muchachos. Si el primero, “Los vikingos”, es muy duro, el que cierra la serie, “El secreto”, lo es en extremo. Ningún lector saldrá indemne tras su lectura. Pero, como decía Chicho, ¿Quién puede matar a un niño?

         Para rebajar un tanto la tensión, el tercer bloque, “(Des)amores”, encabezado por la significativa cita del Cantar de los cantares, “El amor es fuerte como la muerte”, presenta otros tres relatos de afectos y amistades preadolescentes con finales menos descarnados, si bien con un poso de tristeza y cierto regusto amargo.

         Decía Paul Eluard que “hay otros mundos, pero están en este”, como demuestran las tres últimas narraciones. En la primera, una magnífica bajada a los abismos de una mente enferma, con un tan divertido como irónico título, “Feo, fuerte y formal”, con el que homenajea a John Wayne y Loquillo. Recordemos que el actor se casó con tres mujeres hispanas y dejó como epitafio esas tres palabras a su juicio definitorias de su personalidad, aprovechadas a su vez por Loquillo para dar nombre a uno de sus discos más importantes.

La de Baldó es una prosa cinematográfica en el sentido más literal: parece haber sido escrita pensando en la pantalla, sus personajes se comportan como si actuaran ante una cámara. Baldó es, sobre todo, un gran creador de imágenes. La joven aterrada que corre por los campos de maíz huyendo de una abominable criatura requiere un travelling; una mujer y un gato caminando en la oscuridad de la noche por un pueblo pide un plano secuencia; el hombre que lleva el auricular del teléfono a la oreja para escuchar lo inesperado sugiere un primerísimo primer plano…

La prosa cinematográfica sólo funciona con los escritores que son buenos describiendo y creando atmósferas. Esta es la virtud de la escritura de Baldó, no se recrea en pesados retoricismos filológicos ni tiene retorcidas pretensiones intelectuales, lo suyo es ir al grano: dibujar un ambiente adecuado para contar una historia -en la mayoría de los casos para no dormir- con un giro sorprendente en su final. Instrucciones para el fin del mundo anticipa un narrador con casta. Al tiempo.

 

José Baldó, Instrucciones para el fin del mundo, Zaragoza, Prames-Instituto de Estudios Turolenses, 2022. 

domingo, 3 de diciembre de 2023

 

DE LA A A LA Z: 

MARÍA MOLINER NOVELADA




         De María Moliner se han escrito tres biografías, una ópera, una obra de teatro y un magnífico documental pero, hasta la fecha, nadie había novelado sobre su vida y trayectoria profesional, anómala e injusta circunstancia que corrige el montalbino Luis Miguel Benedicto con Significada: todas las palabras de María Moliner, una novela sencilla y bien armada. La documentación histórica no pesa, aunque la acción se ambienta con rigor, en especial en los momentos más importantes y críticos de su biografía como son la República, la Guerra Civil y la posguerra.

         Luis Miguel no se esconde tras un pseudónimo, más bien transforma su nombre para firmar la novela como Miguel AZuara, simbólica composición formada por su segundo nombre y destacando de manera significativa con mayúsculas las dos primeras letras de su apellido materno (a quien homenajea de esta forma y por extensión a todas las mujeres) en el que curiosa y casualmente se presentan juntas la A y la Z, primera y última letra de nuestro alfabeto, para de esta forma anticipar en la sobria y alegórica portada, cuyos colores, blanco y negro, remiten con claridad meridiana a los del diccionario de María Moliner, no obstante, sobre la marmórea albura dominante (también podría ser la losa de una tumba un tanto resquebrajada por grietas que la recorren), aparece dibujado un no menos curioso y simbólico bichillo del polvo, conocido como pececillo de plata —lepisma saccharina—, que en un momento de la narración va a tener también su protagonismo.

         La vida de María Moliner fluye ágil ante los ojos del lector mediante diálogos vivos y verosímiles escritos con un lenguaje, como se nos dice en un momento dado, “cercano y sencillo”. Como también es creíble esa argamasa ficcional en forma de reflexiones, pensamientos y vida cotidiana que sirve para amalgamar los hechos reales, terminar de componer la personalidad de la protagonista y dotarla de auténticos sentimientos y emociones, de verdadera humanidad.

         Como nos anticipa el segundo apellido del autor, la novela se estructura siguiendo el orden alfabético, empieza en la A con la definición de la palabra “alumbrar”, pero no se cierra en la Z —letra en la que sí concluye la vida de la protagonista—, sino en la B, con la definición de “baturra”, un capítulo metaliterario en el que se revela y explica el marco narrativo, concluyendo de esta ingeniosa manera una obra que está pensada hasta sus últimos detalles.

         Azuara repasa con detenimiento los quince años que María dedicó a definir ochenta mil palabras, titánica tarea que, como reza la contraportada, “… apenas le trajeron algo de notoriedad. Fueron pues su candidatura, y sobre todo el rechazo de la Real Academia Española, a la que tuvo el coraje de corregir, lo que le dieron renombre. Y sería el epitafio de un Premio Nobel de Literatura lo que le traería el prestigio en todo el mundo de las letras”. Así es, García Márquez describió su obra como “una proeza sin precedentes”, el “diccionario más completo, más útil, más acucioso y divertido de la lengua castellana”, “dos veces más largo que el de la Real Academia de la Lengua, y —a mi juicio— más de dos veces mejor”.

         La novela es una reivindicación de la insigne lexicógrafa y, como hemos anticipado, del papel de las mujeres en la transmisión de la cultura pero, en última instancia, es también un homenaje a los maestros y maestras rurales que hicieron de bibliotecarios en la República y, por ende, implícitamente supone un reconocimiento a la labor que las bibliotecas desempeñaron y desempeñan en su difusión.

Reseña publicada en el suplemento cultural "Artes & Letras" del Heraldo de Aragón




 

Miguel Azuara, Significada: todas las palabras de María Moliner, Universo de Letras, 2023.

miércoles, 29 de noviembre de 2023

 

SOBRE EL ARTE DE TEJER FICCIÓN Y VIDA


 


La escritora turolense Angélica Morales, actriz y dramaturga de largo recorrido y consolidada poeta avalada por numerosos premios, juega ya en la Primera División de los novelistas españoles con la publicación en la editorial Destino de su estupenda La casa de los hilos rotos. Llegar a este privilegiado parnaso español no ha sido fruto del azar, sino de un intenso trabajo, como demuestra la presencia en los cajones de su escritorio, durmiendo el sueño de los justos, de las novelas finalistas del Premio Planeta 2017 y del Premio Azorín 2018, así como también en los estantes de algunas bibliotecas de media docena de títulos publicados por pequeños sellos editoriales independientes de ámbito autonómico.

Con los escasos hilos de la biografía de una mujer olvidada, Otti Berger (Vörösmart, Hungría, 1898- Auschwitz, 1944), y el gran contexto de la Bauhaus de fondo, Angélica Morales teje un relato multicolor en la que pasión, arte, teatro, poesía y locura convergen para crear una auténtica realidad llena de vida.

Entre 1919 y 1933, la Bauhaus fue un movimiento de renovación artística, tanto en el diseño y la pintura, como en la arquitectura; dotó de valor artístico la funcionalidad de los objetos y planteó nuevos métodos pedagógicos, admitiendo la presencia y el protagonismo de las mujeres en el arte, si bien con la perspectiva del tiempo descubrimos que esa revolución fue más aparente que real.

Berger se formó en esta escuela como artista textil y llegó a ser profesora durante un corto periodo de tiempo, pues fue sustituida por no ser aria. Montó su propio estudio en Berlín hasta que en 1936 debió cerrarlo ante el acoso del régimen nazi a los judíos. Tras ser la primera mujer en patentar sus diseños, se la invitó a participar junto a su marido en la New Bauhaus de Chicago, pero regresó a su pueblo natal para cuidar de su madre enferma, fatal decisión que supuso su deportación junto a toda su familia al campo de concentración de Auschwitz. Su final ya se lo pueden imaginar.

La novela alterna dos planos temporales y dos ritmos narrativos: el pasado con una cadencia pausada, de plano secuencia, donde confluyen las vidas de Otti Berger y la de ficción de Mercè Ribó, su apasionada y soñadora compañera, amiga y confidente, hija de un importante empresario textil catalán, y el presente, más trepidante, en el que accedemos a la biografía de Mercè por medio de su bisnieta, Penélope, una joven pintora que mantiene una tensa relación con su madre. Será ella quien descubra, junto a los diarios de su bisabuela, la existencia de dolorosos secretos familiares.

La ambientación histórica es excelente y embasta la narración con rigor y credibilidad: la Gran Guerra y sus consecuencias, los felices veinte, la Guerra Civil española (Bolsa de Bielsa), la Segunda Guerra Mundial, los campos de concentración y, por supuesto, la Bauhaus con su representantes más destacados: Klint, Kandinsky… Sin olvidar a todas las mujeres que estuvieron allí y quedaron relegadas a un segundo plano: la diseñadora y primera mujer profesora de la escuela, Gunta Stölzl, la fotógrafa, Gertrude Arndt, etc.

El contexto histórico transpira en la novela sin lastrarla, no pesa ni abruma al lector. Lo verdaderamente importante son las pasiones humanas, por encima de todo está la relación emocional de Angélica con sus protagonistas, los hilos vitales y sentimentales que las unen a través del tiempo, como ese emblemático pañuelo familiar que pasa de mano en mano y destaca en la cabeza de la joven de la portada del libro. Ese pañuelo se nos dirá “es toda su historia. Es el amor, el arte, el miedo, la represión, la lucha, la libertad, el holocausto, el perdón, el acercamiento. Todo está ahí, entre esos hilos que se enredan en su cuello y besan su piel.”

Hay mucho de historia, cierto, pero, sobre todo, prima el análisis psicológico de los personajes principales, todas mujeres, salvo uno, Antoni, el poeta loco, sobre el que gravitan los secretos y las claves de la trama.

Desde su mismo título, en La casa de los hilos rotos los símbolos son una constante, la condición de poeta de Angélica Morales marca su narrativa con la pátina de lo lírico -para quien el mundo es un poema, la metáfora es mucho más que un ornamento literario-, así como también su actividad teatral se refleja en la fluidez y excelencia de los diálogos. En última instancia, toda la novela es una alegoría en la que el hilo se convierte en vínculo con la familia y la vida; la práctica del arte de tejer no solo redunda en un aprendizaje técnico ni supone únicamente un placer creativo, sino que implica también la transmisión intergeneracional de una forma de hacer, de ver el mundo, de traspaso de saberes ancestrales. Probablemente de esta forma se difundiera ese leitmotiv que acompaña a Otti a lo largo de su existencia, esa leyenda húngaro-croata de su localidad de nacimiento, Vörösmart (en la actualidad Zmajevac), de Marta la Roja. Angélica lo sabe bien, las mujeres durante sus tertulias tejían y enseñaban a tejer a las generaciones posteriores, al tiempo que les transmitían el patrimonio oral del pasado, esas historias, unas veces personales o familiares, otras universales, son las semillas que con el tiempo terminarán germinando en el interior de las mentes sensibles y prenderán la llama de la imaginación creativa. Ese material propio extraído del pasado, mediante una particular simbiosis autora-personajes, lo transfundirá a sus protagonistas para darles vida y dotarlos de auténtica verdad.

Sobre estos cimientos simbólicos y de la mano de Ottis Berger, la autora confecciona una red e impronta mental en los lectores que les llevará a comprender la importancia de este arte para organizar el mundo exterior e interior a través del lenguaje, conformando un andamiaje lingüístico y de sentido que viene a impregnar nuestra cotidianidad y forma de comunicarnos tal y como la conocemos. En el fondo, escribir sólo es una función especializada de nuestra capacidad textil.

La casa de los hilos rotos es una novela emocionante y conmovedora de amor y amistad, de búsqueda de caminos creativos y lenguajes artísticos, pero, por encima de todo es una historia de superación personal -mujer judía, sorda, comunista y extranjera-, de lucha y tenacidad por hacer realidad los sueños.

¿Veremos La casa de los hilos rotos llevada a la gran pantalla o convertida en serie de televisión? Podría ser, tiene todos los elementos necesarios para ser un éxito. Pero de lo que sí estamos seguros es de que Angélica Morales, no tardando mucho, conseguirá un premio literario de Champions. Al tiempo.

Angélica Morales, La casa de los hilos rotos, Barcelona, Destino, 2023.