CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

sábado, 13 de diciembre de 2014

LA GLORIETA AYER Y HOY. REPORTAJE FOTOGRÁFICO (I)

La Glorieta actual se construyó en el siglo XIX  tras demolerse los restos de la Ciudadela. Su primer nombre fue el de GALÁN Y CASTILLO.




La Glorieta con los edificios que la rodeaban antes de la Guerra Civil. A la izquierda el antiguo convento de Santo Domingo; en el centro, el edificio de mayor altura es el Banco Hispano Americano; a la derecha la Delegación de Obras Públicas.





Durante la Guerra Civil quedó en este estado ruinoso, como el resto de la ciudad.





GRAN PARTE DE LAS FOTOGRAFÍAS AQUÍ EXPUESTAS HAN SIDO TOMADAS DEL ECO DE TERUEL (COLABORADOR ADOLFO AINSA). OTRAS PROCEDEN DEL ARCHIVO LÓPEZ SEGURA DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS TUROLENSES.

lunes, 1 de diciembre de 2014

RESEÑA DE "DÍAS DE NEVADA", DE BERNARDO ATXAGA

LO INEFABLE


        Reseña publicada en la revista TURIA Nº 112
    En 2007, Bernardo Atxaga recibió una invitación para trasladarse con su familia a Reno, en Nevada, durante un curso completo. Fruto de esa experiencia como escritor invitado en el “Lejano Oeste”, lo que empezó siendo una idea de escribir un poemario, derivó en la escritura de Días de Nevada, un híbrido de complicada adscripción genérica que comienza como un diario que muta constantemente en cuento de cuentos, ensayo, biografía, novela –de campus, de viajes, del oeste,  etc.-. En suma, se trata de una obra abierta y fragmentaria, con visos de infinitud, concebida con absoluta libertad que es extraordinariamente compleja en su simplicidad: apuntes, recortes de diarios, sueños, historias de canciones, recetas, correos electrónicos; evocaciones, sensaciones, recuerdos… Un narrador polifónico trabajando en plena libertad de elección de tonos, géneros, estilo y estructura –en el orden, en ese mutuo rememorarse o suscitarse de los diferentes materiales está la clave: “-Decidme, caballos. ¿Alrededor de qué eje giramos? ¿Qué es lo que da un orden, una unidad, a nuestra vida?”-. Momentos, personajes, paisajes, etc., perpetuados y atrapados en el tiempo con palabras; la vida detenida por efecto del peso de la escritura y transformada en Literatura, en esa gran literatura, lírica y evocadora, de densidad proustiana (en ocasiones con divertida alusión irónica: “Yo no tuve presentimientos durante la cena, pero los pimientos rojos caramelizados me revolvieron la cabeza –no el estómago, como a muchos- y me he pasado dos semanas escribiendo acerca de los recuerdos que despertaron en mí…), capaz de hacernos vivir más despacio, de revivir en nuestra memoria imágenes y sensaciones que creíamos definitivamente olvidadas.
         La experiencia americana de Atxaga provoca constantemente recuerdos de su infancia y juventud en el País Vasco; los hechos y las experiencias del presente en el Lejano Oeste lo retrotraen a su ya lejana infancia, la infancia de todos aquellos que ya hemos sobrepasado la frontera del medio siglo: la serie El Virginiano o la de Bonanza, con su “Ponderosa”, ese microcosmos del rancho de los Cartwright;  las películas de John Wayne o The Misfits, esas Vidas rebeldes de los no menos rebeldes John Huston, Clark Gable, Marilyn Monroe y Montgomery Clift; la música del legendario Elvis; los mitos de evolución inversa de la bestia con sentimientos  -King-kong- y del hombre que deviene en bestia -Paulino Uzcudum-. El presente y el pasado, lo onírico y la realidad, lo próximo y lo lejano, EE.UU y el País Vasco, se alternan en perfecta solución de continuidad, se promueven y se mezclan formando un todo armónico y sugerente.
         El silencio, el miedo, la soledad, la enfermedad y, sobre todo, la muerte, son los verdaderos protagonistas de Días de Nevada, pero concebidos no como productos librescos o meramente literarios, sino como emociones reales. Como contrapunto, el humor y la ironía juegan su papel paliativo y desdramatizador. Atxaga construye su artefacto narrativo desde el dolor de la pérdida –del padre, de la madre, de los seres queridos-; el libro tiene algo de inefable, un halo de misterio, en el que la muerte, agazapada en cada vuelta de página, nos llega a través de sensaciones y angustias que su fuerza provoca en el narrador y en los personajes.
         Atxaga es un verdadero maestro en crear mundos simbólicos y metafóricos, sentidos a través de las reacciones de los protagonistas, como sombras de una realidad sólo tangible fuera del mundo sensible. Dias de Nevada tiene mucho de freudiano, de mundo inconsciente, simbólico y surrealista. De ahí esa constante presencia de sueños, imágenes oníricas o de animales con valor simbólico, metáforas del miedo, del peligro acechante, de la angustia, de la libertad, del misterio de lo inefable: el mapache, la Viuda Negra, el oso, la serpiente de cascabel, los caballos, etc.
         Días de Nevada es un libro de alta literatura, concebido con plena libertad creativa a base de profundas y agudas observaciones de lo cotidiano y expuesto con  maestría en un estilo sencillo y fluido que nos lleva a afirmar sin temer a equivocarnos que Bernardo Atxaga es un poeta en prosa matizado de filósofo con un gran sentido del humor empeñado en capturar y detener el tiempo con su literatura y expresar con ella lo inefable.