CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

miércoles, 29 de noviembre de 2023

 

SOBRE EL ARTE DE TEJER FICCIÓN Y VIDA


 


La escritora turolense Angélica Morales, actriz y dramaturga de largo recorrido y consolidada poeta avalada por numerosos premios, juega ya en la Primera División de los novelistas españoles con la publicación en la editorial Destino de su estupenda La casa de los hilos rotos. Llegar a este privilegiado parnaso español no ha sido fruto del azar, sino de un intenso trabajo, como demuestra la presencia en los cajones de su escritorio, durmiendo el sueño de los justos, de las novelas finalistas del Premio Planeta 2017 y del Premio Azorín 2018, así como también en los estantes de algunas bibliotecas de media docena de títulos publicados por pequeños sellos editoriales independientes de ámbito autonómico.

Con los escasos hilos de la biografía de una mujer olvidada, Otti Berger (Vörösmart, Hungría, 1898- Auschwitz, 1944), y el gran contexto de la Bauhaus de fondo, Angélica Morales teje un relato multicolor en la que pasión, arte, teatro, poesía y locura convergen para crear una auténtica realidad llena de vida.

Entre 1919 y 1933, la Bauhaus fue un movimiento de renovación artística, tanto en el diseño y la pintura, como en la arquitectura; dotó de valor artístico la funcionalidad de los objetos y planteó nuevos métodos pedagógicos, admitiendo la presencia y el protagonismo de las mujeres en el arte, si bien con la perspectiva del tiempo descubrimos que esa revolución fue más aparente que real.

Berger se formó en esta escuela como artista textil y llegó a ser profesora durante un corto periodo de tiempo, pues fue sustituida por no ser aria. Montó su propio estudio en Berlín hasta que en 1936 debió cerrarlo ante el acoso del régimen nazi a los judíos. Tras ser la primera mujer en patentar sus diseños, se la invitó a participar junto a su marido en la New Bauhaus de Chicago, pero regresó a su pueblo natal para cuidar de su madre enferma, fatal decisión que supuso su deportación junto a toda su familia al campo de concentración de Auschwitz. Su final ya se lo pueden imaginar.

La novela alterna dos planos temporales y dos ritmos narrativos: el pasado con una cadencia pausada, de plano secuencia, donde confluyen las vidas de Otti Berger y la de ficción de Mercè Ribó, su apasionada y soñadora compañera, amiga y confidente, hija de un importante empresario textil catalán, y el presente, más trepidante, en el que accedemos a la biografía de Mercè por medio de su bisnieta, Penélope, una joven pintora que mantiene una tensa relación con su madre. Será ella quien descubra, junto a los diarios de su bisabuela, la existencia de dolorosos secretos familiares.

La ambientación histórica es excelente y embasta la narración con rigor y credibilidad: la Gran Guerra y sus consecuencias, los felices veinte, la Guerra Civil española (Bolsa de Bielsa), la Segunda Guerra Mundial, los campos de concentración y, por supuesto, la Bauhaus con su representantes más destacados: Klint, Kandinsky… Sin olvidar a todas las mujeres que estuvieron allí y quedaron relegadas a un segundo plano: la diseñadora y primera mujer profesora de la escuela, Gunta Stölzl, la fotógrafa, Gertrude Arndt, etc.

El contexto histórico transpira en la novela sin lastrarla, no pesa ni abruma al lector. Lo verdaderamente importante son las pasiones humanas, por encima de todo está la relación emocional de Angélica con sus protagonistas, los hilos vitales y sentimentales que las unen a través del tiempo, como ese emblemático pañuelo familiar que pasa de mano en mano y destaca en la cabeza de la joven de la portada del libro. Ese pañuelo se nos dirá “es toda su historia. Es el amor, el arte, el miedo, la represión, la lucha, la libertad, el holocausto, el perdón, el acercamiento. Todo está ahí, entre esos hilos que se enredan en su cuello y besan su piel.”

Hay mucho de historia, cierto, pero, sobre todo, prima el análisis psicológico de los personajes principales, todas mujeres, salvo uno, Antoni, el poeta loco, sobre el que gravitan los secretos y las claves de la trama.

Desde su mismo título, en La casa de los hilos rotos los símbolos son una constante, la condición de poeta de Angélica Morales marca su narrativa con la pátina de lo lírico -para quien el mundo es un poema, la metáfora es mucho más que un ornamento literario-, así como también su actividad teatral se refleja en la fluidez y excelencia de los diálogos. En última instancia, toda la novela es una alegoría en la que el hilo se convierte en vínculo con la familia y la vida; la práctica del arte de tejer no solo redunda en un aprendizaje técnico ni supone únicamente un placer creativo, sino que implica también la transmisión intergeneracional de una forma de hacer, de ver el mundo, de traspaso de saberes ancestrales. Probablemente de esta forma se difundiera ese leitmotiv que acompaña a Otti a lo largo de su existencia, esa leyenda húngaro-croata de su localidad de nacimiento, Vörösmart (en la actualidad Zmajevac), de Marta la Roja. Angélica lo sabe bien, las mujeres durante sus tertulias tejían y enseñaban a tejer a las generaciones posteriores, al tiempo que les transmitían el patrimonio oral del pasado, esas historias, unas veces personales o familiares, otras universales, son las semillas que con el tiempo terminarán germinando en el interior de las mentes sensibles y prenderán la llama de la imaginación creativa. Ese material propio extraído del pasado, mediante una particular simbiosis autora-personajes, lo transfundirá a sus protagonistas para darles vida y dotarlos de auténtica verdad.

Sobre estos cimientos simbólicos y de la mano de Ottis Berger, la autora confecciona una red e impronta mental en los lectores que les llevará a comprender la importancia de este arte para organizar el mundo exterior e interior a través del lenguaje, conformando un andamiaje lingüístico y de sentido que viene a impregnar nuestra cotidianidad y forma de comunicarnos tal y como la conocemos. En el fondo, escribir sólo es una función especializada de nuestra capacidad textil.

La casa de los hilos rotos es una novela emocionante y conmovedora de amor y amistad, de búsqueda de caminos creativos y lenguajes artísticos, pero, por encima de todo es una historia de superación personal -mujer judía, sorda, comunista y extranjera-, de lucha y tenacidad por hacer realidad los sueños.

¿Veremos La casa de los hilos rotos llevada a la gran pantalla o convertida en serie de televisión? Podría ser, tiene todos los elementos necesarios para ser un éxito. Pero de lo que sí estamos seguros es de que Angélica Morales, no tardando mucho, conseguirá un premio literario de Champions. Al tiempo.

Angélica Morales, La casa de los hilos rotos, Barcelona, Destino, 2023.

martes, 21 de noviembre de 2023

 

DE UNOS LOCOS CAÓTICOS COMO MAENZA


        


El Instituto de Estudios Turolenses y la editorial Prames han publicado en coedición la primera novela del poeta turolense Mario Hinojosa. Tras seis poemarios, Hinojosa da el salto a la narrativa con Fractal, una historia compleja de amores y desamores, sexo y cine que se desarrolla a lo largo de cuatro décadas en diferentes lugares (Valencia, Madrid, Zaragoza, Barcelona…), pero de manera especial en la provincia de Teruel (Orihuela, Oliete, Calanda, Sierra de Albarracín…) y la propia capital (el cementerio, el parque de los Fueros, el viaducto, el kiosko de San León, el bar La Cabaña, la Colchonería Maenza, la Cueva de las tres Puertas…). La ciudad no es un decorado donde transcurre la acción, es un útero materno en cuyo líquido amniótico conviven y se forman los personajes para la vida, es una protagonista más de la novela que busca ser definida y aprehendida por ellos: “Mirábamos a nuestro alrededor, con el asombro de la primera vez, como salía de entre la niebla nuestra ciudad, ese acorazado moldeado con la arcilla primigenia, la de los enigmáticos alarifes mudéjares […] La que a veces se despereza y levanta su trompa de paquidermo perezoso para tragarse los litros del río Turia en un ritual de ave fénix trasnochado, la que conserva las balas de una guerra en lo más profundo de sus montañas, dentro de una tierra que de vez en cuando las escupe […] La de la cerámica que proyecta el sol desde sus torres para iluminar el mar tenebroso de los crespúsculos, la de un toro convertido en metáfora de la belleza imperturbable de lo mínimo, la que desde un puñado de escombros calibra el asombro y la agonía a casi mil metros de altura…” Como se puede observar, el intenso lirismo de la prosa de Hinojosa es la característica esencial de su estilo narrativo, por momentos esencialmente poético.

         La bonita y significativa portada del libro anticipa su estructura “fractal” que le da título: sobre un fondo rojo intenso (no olvidemos el simbolismo de este color: fuego, amor, drama, calor, fuerza, emoción, pasión, sangre, lujuria, violencia, ira, agresión, etc.) y mediante la repetición de una figura hexagonal se teje un árbol (¿de la vida? La repetición de átomos, moléculas, células, genes, neuronas… construyen todo lo existente: cristales de nieve, conchas, manchas de animales, etc.), que presenta mediante este simbólico dibujo las celdillas de las experiencias vitales de los personajes cuya suma conforma la colmena existencial colectiva de todos ellos.

         De igual forma, la estructura es una especie de rompecabezas, tiene algo de la Rayuela de Cortázar o de Manhattan Transfer de Dos Passos, con cuatro momentos vertebradores: finales de los años setenta (cuando muere Maenza en el año 1979); 1998, el momento más salvaje de los protagonistas en plena juventud; la más reposada etapa de la primera década del siglo XXI, el 2009; y el presente de la acción inicial ocurrido en 2019 y su inmediato pasado del año anterior. Su lectura lineal según la disposición de los capítulos es exigente, podríamos decir que caótica, como caótica era la escritura, el cine y la personalidad de ese protagonista ausente, Maenza, pero omnipresente en la novela. Mario no hace concesiones al lector y gira constantemente la ruleta del juego narrativo del tiempo, lugar y acción, mezclando presente y pasado, realidad, sueños y deseos. Otra forma de encarar la lectura sería la cronológica, del pasado al presente, pero quizá la más recomendable para componer el caleidoscopio del argumento sea la propia de la narración fílmica, comenzar por el presente del 2019 y volver al pasado para ir componiendo sucesos y relaciones.

         La trama se inicia en 2019 con el intento de asesinato de uno de los personajes centrales, Tíber, en el cine Maravillas de la capital turolense cuando está viendo la película de Chaplin El gran dictador. Ingresado en el hospital y durante el tiempo de su recuperación, Tiber se convierte en una especie de Sherezade para su compañero de habitación, el desahuciado Ginés, y para su médico, el doctor Roures. Poco a poco vamos sabiendo de sus amores y van desfilando los protagonistas principales: Eyre -su amante, que ha perdido un hijo suyo- y directora de un corto de corte maenciano, que pretenden rodar en sus años juveniles; Eros, el guionista; Messina y Tíber, actores,  y otros más secundarios como Javi, Ana y Toni. Todos ellos eran jóvenes a finales de los noventa, auténticos “perros rabiosos”, con muchos sueños por cumplir y mucho por experimentar, pero el tiempo con la lima de sus dientes menudos, implacable, irá carcomiendo sus ilusiones: no serán directores de cine, ni escritores, ni actrices… Poco a poco se convertirán –o tal vez ya lo eran desde su infancia- en seres neuróticos al borde del abismo, consecuencia de sus infancias traumáticas.

         Podríamos decir que se trata de una novela introspectiva, psicológica, con personajes impulsivos, “desenfrenados, rebeldes y apasionados”, como lo fue ese ubicuo espíritu maenciano en forma de recuerdos de los jóvenes y cuya personalidad transgresora y caótica gravita sobre todas sus acciones inspirándolas y dando forma a la misma novela que protagonizan. A los humanos en general y a los protagonistas de esta novela en particular nos gusta abrazar el caos, nos atraen los iluminados, los adelantados a su tiempo, y Maenza lo fue, y mucho más al nacer en la ciudad más atrasada de España en una de sus épocas más oscuras.   

         Dos temas importantes son el sexo y la violencia doméstica, ese fractal que se inicia en la infancia y en numerosas ocasiones se sigue repitiendo con el discurrir de los años conformando ese horror oculto en el día a día de muchas personas que de maltratados pasan a ser maltratadores.

         La novela cuenta con una interesante banda sonora y en sus páginas suenan temas de Dire Straits, Escorbuto, Metálica, Javier Álvarez, Vetusta Morla, Carolina Durante, etc., recogidos en una lista de música de Spotify, enriqueciendo la lectura con su audición, que contribuye a ambientar situaciones y definir personalidades.

         ¿Qué es en definita Fractal? Desde luego es un homenaje a la ciudad de Teruel y a multitud de personajes que nacieron y vivieron en ella: Ildefonso Manuel Gil, José Antonio Labordeta, Joaquín Carbonell… pero, sobre todo, Antonio Maenza: “La ciudad donde Ildefonso Manuel Gil esperó a ser fusilado en las tripas de un seminario, donde José Antonio Labordeta le dio clases a mi madre, la de José Antonio Maenza bajando por la calle del Tozal, abriendo sus alas tristes con aquella gabardina negra, como un albatros siempre adolescente […] Esta es nuestra ciudad…” Es también una historia, una tesis y un juego, tres formas diferentes de mirar la vida y de leer esta novela. Es la representación del inexcusable hilo del tiempo que teje el transcurrir de la existencia y las relaciones humanas, fragmentadas en recuerdos particulares cuya suma quizá pueda acercarse mínimamente siquiera a la realidad sucedida en un momento y un lugar. Es una representación de la complejidad del mundo y de la existencia que como la misma inteligencia artificial tan vigente en la actualidad podemos captar por oposiciones binarias: femenino versus masculino; razón vs locura; orden vs caos; éxito vs fracaso; forma vs contenido. En última instancia, Fractal es una búsqueda del sentido de la existencia metaforizada por el autor en la búsqueda del sentido estético/narrativo de su propia novela; es decir, Fractal es una exigente indagación sobre el proceso creativo, sobre el paso del tiempo, los amores perdidos, la amistad, los sueños rotos, la locura, el fracaso y, cómo no, la muerte y su reverso: la vida.

 

Mario Hinojosa, Fractal, Zaragoza, Prames-Instituto Estudios Turolenses, 2023.