CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

viernes, 22 de abril de 2016

GONZALO M. BORRAS GUALIS: UNA VIDA DE COMPROMISO CON EL ARTE Y CON SU TIERRA (X)

A MODO DE CONCLUSIÓN.

         El diamantino Gonzalo Borrás siempre será profesor, investigador y difusor de la cultura aragonesa. De su trayectoria personal y profesional aquí esbozada, destacaríamos fundamentalmente dos características esenciales: responsabilidad y compromiso social. Su ámbito de trabajo ha sido el público más que el político propiamente dicho, un escenario secundario o complementario de su faceta anterior, fuente en numerosas ocasiones de desengaños y decepciones, mientras que el espacio público –fundación de periódicos, publicaciones de libros, dirección de instituciones, de empresas culturales varias, docencia, investigación, conferencias, etc.- le ha comportado más satisfacción personal y reconocimiento colectivo.
         Su personalidad es en esencia la de un intelectual apasionado por la libertad y la difusión cultural, absolutamente convencido de que la unión hace la fuerza, máxime cuando los recursos escasean; la de un estudioso inteligente y memorioso convencido de las posibilidades de futuro de su tierra, es pues aragonesista además de aragonés, capaz con su trabajo y pasión por el territorio de entusiasmar a sus paisanos y de devolverles la confianza en sí mismos; la de un hombre amigo de sus amigos, con un humor inteligente, dotado de cierta retranca y fina ironía, con toques somardas, como procede, cuyas máxima frustración tal vez haya sido la de no haber podido crear el Instituto de Cultura Aragonesa, como le hubiera gustado y por el que luchó con denuedo sin éxito. No pudo ser, pero todavía estamos a tiempo.


sábado, 16 de abril de 2016

GONZALO M. BORRAS GUALIS: UNA VIDA DE COMPROMISO CON EL ARTE Y CON SU TIERRA (VIII)

Vocación de servicio público. Su faceta política.

   Tras lo que se interpretó, seguramente de forma equivocada, como un fracaso, al salir elegido sólo Emilio Gastón, el partido se disolvió, pero antes se les encomendó a los dos amigos, Eloy y Gonzalo, la difícil e ingrata tarea de negociar el pase de la militancia del PSA al PCE o al PSOE en las mejores condiciones posibles con el fin de salvar los restos del naufragio.
         Fruto de estas negociaciones, se integraron en el PCE como independientes en su candidatura al Ayuntamiento de Zaragoza en los comicios municipales de 1979, dando lugar a un amargo episodio que Eloy tituló en sus Memorias como “El timo de los independientes”[1]  y que al fin y a la postre iba a suponer la dimisión de Gonzalo Borrás como teniente de alcalde de cultura, tras encabezar una candidatura que contra todo pronóstico (quizá no contra el suyo propio), consiguió cuatro concejales, al ver cómo el partido comunista vetaba a Eloy Fernández Clemente, quinto de la lista, que debía entrar en el consistorio diez meses más tarde al dimitir el número dos para dedicarse a labores sindicales, pero se le forzó a renunciar en favor  de otro candidato afiliado al partido. Esta triste experiencia le llevó a dejar la política activa, para simplemente apoyar a la Chunta Aragonesista como elector.





[1] Los años de Andalán. Memorias (1972-1987), Zaragoza, Rode de Estudios Aragoneses, 2013, pp. 535-540.

jueves, 7 de abril de 2016

GONZALO M. BORRAS GUALIS: UNA VIDA DE COMPROMISO CON EL ARTE Y CON SU TIERRA (VII)

Vocación de servicio público. Su faceta política.
      
   Gonzalo Borrás no ha entendido su dedicación a la docencia y a la investigación como algo excluyente del mundo y de la vida, no es pues el típico caso de intelectual aislado en su “torre de marfil”, ajeno a lo humano, todo lo contrario, la política es una cara más de su vocación y profesión, si bien debemos matizar que ha sido más un “hombre público” que un político al uso; es decir, su vocación de servicio le llevó primero al público compromiso y presencia activa en grupos y colectivos, como el que constituyó el ya citado Andalán, la Comisión Aragonesa pro Alternativa Democrática (1972), y la Acción Socialista Aragonesa (1974), para, en su momento, y de manera ocasional, militar políticamente en el PSA, bajo cuyas siglas participó en las elecciones generales de 1977 y más tarde, en las municipales de 1979, como independiente en las listas del PCA-PCE.
         Esa misma actitud y una evolución similar se ha dado en los que podemos considerar sus compañeros de viaje: el profesor Eloy Fernández Clemente y José Antonio Labordeta, cuyos caminos se puede decir han corrido paralelos. De hecho, esta circunstancia la resumía con clarividencia absoluta el propio Gonzalo de la siguiente manera: “Resulta muy difícil para quienes hemos vivido bajo el franquismo, la transición democrática y la actual democracia mantener a nuestro lado, en una trayectoria política tan dilatada y compleja, compañeros permanentes de viaje. Es, al menos, poco frecuente, ya que cada nueva situación política exige de cada uno de nosotros una respuesta política diferente. Y aquellos que coincidimos en un punto de partida común, que fue la lucha contra el tardofranquismo, hemos ido derivando por muy diversos derroteros a lo largo de la transición democrática y de la actual democracia. No es habitual, máxime cuando las estaciones del mismo han sido el Partido Socialista de Aragón (PSA), el Partido Comunista de Aragón (PCA-PCE) y la Chunta Aragonesista (CHA). Uno ha ido perdiendo a lo largo del camino compañeros de viaje y, al doblar el último recodo, no deja de sorprenderse de seguir todavía en compañía de José Antonio Labordeta y de Eloy Fernández Clemente […]”
         En su participación en el libro colectivo coordinado por Javier Aguirre Santos, José Antonio Labordeta, creación, compromiso, memoria[1], cuenta con enorme ironía y gracejo en su particular homenaje al amigo titulado “El compromiso político de José Antonio Labordeta”, cómo entró en las listas del PSA en las elecciones de junio de 1977, partido creado en febrero del año anterior por Emilio Gastón, en el que militó en la distancia durante su etapa en la Universidad Autónoma de Barcelona, donde recibió una llamada del partido comunicándole que lo incorporaban a las listas como número tres por Teruel, tras Rufino Foz y Orencio Andrés, a la que contestó de manera airada: “¡Cómo se os ocurre semejante despropósito! ¡Poned a Labordeta, que es mucho más conocido!”. “Ya va por Zaragoza”, le contestaron. “Pues que sea Eloy”, replicó, pero también su amigo iba por Zaragoza. No tuvo más remedio que aceptar: “…decidí, para ahorrar gastos, ya que todo lo hice a mis expensas,  instalarme en Castelserás, lugar de residencia de mis abuelos paternos, desde donde me desplazaba diariamente a los pueblos del Bajo Aragón […] practicaba de este modo el socialismo autogestionario que propugnábamos en el proyecto político, ya que todo me lo hacía yo […]” Añade también alguna sabrosa anécdota como la vivida en Calanda, en cuya plaza de toros dio un mitin al que asistieron “mal contadas unas sesenta personas, y ello con el tirón electoral de Labordeta […] Al terminar y ya marchándose la gente José Antonio y yo nos acercamos a saludar a dos abuelos que ya no cumplían los noventa, gayata en mano, que nos aclararon: ‘No se preocupen ustedes por que haya venido tan poca gente. Existe mucho miedo todavía. Pero aquí van a tener ustedes muchos votos. Aquí muchos vamos a votar PSOE’. Les dimos las gracias cariacontecidos y se fueron los dos abuelos muy erguidos hacia la noche calandina.”





[1]Zaragoza, Rolde de Estudios Aragoneses, 2008. 

viernes, 1 de abril de 2016

RESEÑA DE "LOS JUGADORES" DE CARLOS FORTEA

PARÍS, LA GRAN PARTIDA



         1919, París es un enorme tablero de juego, un gran Monopoly en el que las potencias mundiales se afanan por ganar la paz y repartirse el mundo, pero también es un excitante Cluedo de cruzados intereses, donde se conspira y cualquiera puede ser un asesino. Esta es la sugestiva propuesta del profesor, escritor y traductor, Carlos Fortea, con su original novela Los jugadores.
        
La conclusión de la primera Guerra Mundial supone un antes y un después definitivo en el devenir del mundo, una ruptura radical con el pasado que supone la desaparición de los grandes imperios alemán, austrohúngaro y ruso, la irrupción de los Estados Unidos como primera potencia mundial y el advenimiento del fascismo y del comunismo como alternativas a la incipiente democracia liberal con la llegada al poder de los grandes dictadores del siglo XX: Stalin, Hitler y Mussolini. Es evidente, tras la Conferencia de Paz de París ya nada será igual, la ciudad es el tablero donde se juega la partida, la apuesta es el mundo y sus habitantes.
         El tiempo demostró que sus acuerdos no supusieron, ni mucho menos, una solución, la ambición desmedida de los vencedores y su afán de venganza asfixiaron las economías de los perdedores hasta el punto de que la miseria y la humillación a las que los sometieron cerraron en falso una herida que volvería a abrirse de manera definitiva un par de décadas más tarde.
         Los jugadores es una novela coral, sin un protagonista claro: los personajes históricos reales (el Presidente Wilson, Lloyd George, Winston Churchill, Clemenceu, el economista Keynes, etc.), se mezclan con maestría con otros de ficción, algunos son españoles, como la periodista Laura Sastre, apodada “Carta Blanca”, el especulador Jaime Alcoriza, y su amante, Marina Galván, o un misterioso reportero, Gabriel Cortázar, que en realidad es un agente español encubierto; otros son austrohungaros, como el coronel von Klettemberg, o rusos, blancos y rojos. Todos, unos y otros, buscan algo: noticias para abrirse paso en un mundo profesional competitivo y difícil, más si cabe si se trata de una mujer; contratos especulativos y negocios fáciles; amor o un sentido a su existencia; información privilegiada para sus respectivos países; ayuda para restaurar el poder zarista o infiltrarse en la Conferencia de Paz, etc. Pero el mundo está cambiando y nada es fácil ni como parece, todos están metidos de lleno en esa gran partida, y los participantes, históricos y ficticios, conviven y se cruzan en sus movimientos. A partir de una serie de asesinatos, el comisario Retier (quizá el único personaje que intenta poner orden dentro del caos) iniciará una investigación que unirá de alguna manera los destinos de todos ellos y evidenciará los conflictos de intereses presentes en el nuevo estatus internacional que va a surgir a partir de la Conferencia de Paz.
         Todos ellos son los “jugadores” de la partida política, económica y sentimental que se juega en los andenes, cafés, teatros y hoteles de París. Carlos Fortea con un lenguaje sencillo y elegante, dosificando con eficacia la información histórica, mediante las técnicas cinematográficas del montaje en paralelo y del plano contraplano, con unos diálogos tan fluidos como agudos, presenta de forma ágil y dinámica a sus personajes, históricos y de ficción, alternando con ellos los conflictos objetivos y humanos, internacionales y nacionales, colectivos e individuales, político-económicos y sentimentales, etc. En estos últimos, como no podía ser de otra manera, las mujeres juegan un importante papel y se convierten en las verdaderas protagonistas.
         En puridad, Los jugadores no es una novela histórica, es una novela negra construida sobre un sólido entramado histórico magníficamente armado que otorga a la narración veracidad y realismo, en la que se mezcla a partes iguales enseñanza y entretenimiento, pero en última instancia la novela supone también una crítica a esa realidad tan española de especular y amasar ingentes fortunas que, como pompas de jabón, se desvanecen en el aire en un instante sin dejar rastro, son las conocidas en la actualidad como burbujas. Tras ellas tan solo dolor y miseria ¿Les suena?
Reseña publicada en TURIA Nº 116-117


CARLOS FORTEA, Los jugadores, Madrid, Nocturna Ediciones, 2015.