CASABLANCA

CASABLANCA
FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

jueves, 1 de diciembre de 2022

 

VIVIR EN LOS LIBROS: LEER PARA VIVIR, VIVIR PARA LEER




         España puede estar a la cola en muchos temas, pero no en literatura, de nuestros ocho premios Nobel, seis son en esta materia,  si incluimos a Vargas Llosa, que tiene doble nacionalidad.

         La Literatura Española está llena de  grandes obras y de ilustres escritores: desde la primera jarcha a la poesía más reciente; desde los cantares de gesta a la novela actual; de Gonzalo de Berceo a Alfredo Saldaña; de Cecilia Böhl de Faber o Rosalía de Castro a Rosa Montero o Gloria Fuertes; de Cervantes, Garcilaso, Góngora, Lope o Quevedo a Javier Marías, Eduardo Mendoza, Manuel Vilas o Elvira Lindo.

         Es incuestionable, nuestra historia literaria es muy rica, son más de mil años de letras repletas de clásicos universales, pero qué convierte a una obra en un “clásico literario”, no resulta fácil la respuesta, si bien podríamos convenir que se alcanza esa calificación cuando perdura a través del tiempo y permanece en la mente y el gusto del público lector durante años o se convierte en modelo a seguir en su género abriendo nuevos caminos.

         Nacho Escuín, en el prólogo a su último ensayo, Vivir para leer (Breve guía de la Literatura Española en 101 libros), nos explica con claridad meridana la finalidad de su empeño: resumir la esencia de la Literatura Española -como anticipa el subtítulo- mediante 101 lecturas escogidas, para lo cual se impone una tan dolorosa como complicada restricción, ninguno de los autores aparecerá con más de una obra, sus criterios de elección van desde aquellas que desarrollaron un concepto o una estética tras su escritura, pasando por ser considerada singular, hasta simplemente el gusto personal.

         Escuín, poeta y doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, sabe de la dificultad de su reto y se presenta ante nosotros con humildad, “como un lector más, con su gusto, sus filias y sus fobias…”, con la única pretensión de transmitirnos esa pasión personal por los libros, ese fuego que ha animado su vida desde la infancia.

         Con frecuencia, la literatura se contempla como perteneciente al reino de lo inefable, pero está hecha por hombres y mujeres que sufren, gozan, viven y mueren en un mundo que unas veces los desprecia y otras los encumbra. La escritura no es solo el anhelo de crear, de buscar belleza, de trabajar una estética, el escritor es hijo de su tiempo y en mayor o menor medida es espejo del mundo circundante y de sí mismo. Nacho Escuín así lo interpreta y entiende la Literatura como un método para comprender la Historia, si bien, advierte, no es la Historia, y especifica que la infiere vinculada a dos conceptos tan interesantes como la identidad y la pertenencia a un contexto nacional, como una ayuda para comprender las ideas y las costumbres de sus diferentes etapas.

         En su selección es evidente que no están todos los que son, pero sí son todos los que están y de ella destacaría tres esfuerzos importantes: en primer lugar la inclusión de títulos poco conocidos, pero relevantes dentro de géneros escasamente estudiados como es el de la literatura de viajes, representada por Embajada a Tamorlan de Ruy González de Clavijo,  o poco cultivados en nuestro país como es la novela gótica, con Galería fúnebre de espectros, de Agustín Pérez Zaragoza; en segundo, la importante presencia de poetas y poemarios, equilibrando una balanza que en propuestas similares se decanta más por la novela; en tercero, es meritorio su empeño por incluir nombres de mujer en número importante, hasta la fecha escasamente representadas en este tipo de trabajos.

         Vivir para leer es un libro de libros, una especie de Mil y una noches de la historia de la literatura, un manual esencial, pero riguroso y suficiente que, en poco más de 150 páginas, resume con experta precisión la española. Su lectura es recomendable para todos los públicos, pero en especial para aquellos lectores escasos de tiempo que quieran construir sobre la columna vertebral de las lecturas propuestas su propio cuerpo lector.

Nacho Escuín, Vivir para leer (Breve guía de la Literatura Española en 101 libros), Zaragoza, Libros del Frío, 2022.

jueves, 20 de octubre de 2022

 

RADIOGRAFÍA DE UN ESCRITOR




            A vivir se aprende viviendo. ¿Perogrullada? Sin duda, pero esa obviedad encierra el secreto del, como diría Pavese, oficio de vivir, lleno de paradojas, entre otras la más importante: vivir es un acto individual que, sin embargo, se ejerce en sociedad. Oficio pues cooperativo desde nuestra misma concepción y nacimiento, el hilo de nuestra vida se entrecruza con los de otras para tejer relaciones familiares, sociales, culturales, religiosas… conformándose de esta manera el entramado que nos constituye como seres humanos. Escribir un diario es dibujar el plano de esas tramas en un papel, para que cuando pase el tiempo podamos o puedan otros tirar del hilo y conocernos mejor para encontrarnos en el laberinto de la existencia. Pero, claro, la memoria llega, como escribiera Goethe, “justo donde llega nuestro interés”.

            Manuel Rico tiene una importante trayectoria como crítico, poeta y narrador, avalada por numerosos títulos, algunos de los cuales han sido reconocidos con premios literarios de renombre, por eso, estos Diarios completos suponen una panorámica privilegiada para conocer los cambios políticos, culturales y sociales de la España de los años ochenta (1985-1991) y de la primera década de nuestro presente siglo (2000-2008) pero, sobre todo, son una reflexión personal de su autor sobre su propia formación como escritor -filias y fobias como lector; dudas y temores como narrador; contradicciones vitales y angustia existencial derivada de la necesidad de dividir un tiempo siempre escaso entre trabajo, compromiso social, dedicación a la literatura y familia- y un acercamiento íntimo a sus particulares fantasmas y obsesiones –la novela española de los años cincuenta; los vínculos entre política y escritura, etc.-

            Manuel Rico confiesa que estos Diarios surgen como necesidad de “hacer pluma”, de practicar la escritura para avanzar en su recién iniciada carrera de novelista y lo cierto es que en ellos muestra una abrumadora capacidad de relatar y combinar estilos, planos de lectura y temas: análisis de libros, viajes, amistades, particular visión de la cotidianeidad, literatura de la memoria, obsesiones y pasiones… Pero lo que comenzó siendo un ejercicio retórico de aprendizaje narrativo, pronto se convirtió en una necesidad de autoreflexión sobre el sentido y finalidad de su misma escritura. En última instancia son una explicación de sí mismo, pero expuesta literariamente a los otros, una forma de darse a conocer, de abrir su mundo interior a los demás desde el autoconocimiento personal.

            Divididos en dos etapas, en la primera nos encontramos con un escritor que empieza: metódico en sus lecturas, comprometido con su escritura y dividido entre el compromiso político y la vocación literaria; obsesionado con publicar y en determinados momentos abatido por los silencios editoriales; ansioso por escapar a Cabo de Palos, La Manga y Sanlúcar de Barrameda… En la segunda, superada la etapa formativa y de lucha por hacerse un hueco en el paisaje literario nacional, donde ya ocupa un lugar destacado por méritos propios, prosigue con la lectura sistemática de sus coetáneos y continúa con su particular lucha con las palabras para lograr un buen poema, pero vive con más distancia y calma los reveses intelectuales; describe la realidad política y social del país, se afana en la recuperación de la memoria histórica y critica sin acritud las obras de algunos de sus compañeros de fatigas literarias por su falta de compromiso; reflexiona sobre su pasado y se recrea en sus gustos y aficiones: disfrutar de la familia y amigos; gozar del contacto con la naturaleza; viajar, por ejemplo a Teruel  y Albarracín (“Teruel existe, pero está lejos. Por Teruel no se pasa (o solo de manera excepcional), a Teruel se va: hay que ir a propósito. Lo mismo que a Albarracín…”); refugiarse en la casa familiar de Gargantilla (“Hace cuatro días que se produjo el acontecimiento: la casa de Gargantilla, el sueño inacabado de mi padre, el lugar de los últimos momentos de felicidad de mi madre, es al fin nuestra.”)

            La descripción de un día se constituye de la suma de diferentes apuntes breves sobre materias diversas: una reflexión vital (“Qué difícil simultanear literatura y actividad política”); un ir y venir del presente al pasado (“Tardes de domingo en el barrio... La imagen de los viejos atentos a las retransmisiones futbolísticas avivó viejos recuerdos de la infancia: la sintonía del ‘Carrusel Deportivo’ que mi padre escuchaba algunas veces, los anuncios de coñac, de anís, de cigarrillos y puros, una cierta mítica de lo varonil y machista que, entonces, el mundo del fútbol albergaba, retornaron de pronto ocupando un espacio no desprovisto de nostalgia…”); una opinión literaria (“…leer a Delibes siempre ha sido un placer…”); una reflexión creativa (“…no existe obra de arte trascendente que no parta de las propias vivencias o que carezca de un marco temporal y territorial determinado…”).

            En la actualidad nos interesa cada vez más saber cómo trabajan los escritores, a qué problemas personales, estéticos y de publicación de originales se enfrentan y cómo los resuelven, por lo que recomendamos leer estos Diarios completos de Manuel Rico en paralelo a su obra poética y narrativa, para tener un mayor conocimiento de sus motivaciones, dudas y procesos creativos, así, de esta forma, comprenderemos mejor y en profundidad su mundo literario, asentado en lo fundamental en sus propias vivencias y experiencias; en la memoria personal (recuerdos, afectos y desafectos) y colectiva; en paisajes y ambientes, etc. En definitiva, son el testimonio del desarrollo de un escritor en contacto con su época. Todo esto nos lo ofrece con honesta sencillez de pensamiento y una prosa muy trabajada, brillante, rica y precisa que, cuando bucea en la memoria del pasado (los finales del verano en su infancia y adolescencia, las experiencias campestres, el descubrimiento de la vida rural por sus hijos, los paseos por los barrios de extrarradio de su niñez, los viajes familiares, el contacto con el primer ejemplar de cada libro publicado, etc.), deviene en un estilo de altos vuelos repleto de un hondo lirismo evocador, una suerte de narrativa autobiográfica que revela la radiografía del escritor que es Manuel Rico, su universo poético esencial, su arte-oficio de vivir siempre comprometido.

 

Manuel Rico, Diarios completos. Madrid, Punto de Vista Editores, 2022

Reseña publicada en la revista cultural Turia, núm. 144

lunes, 15 de agosto de 2022

RECEPCIÓN EN PRENSA DEL LIBRO DE "ELVIRA DE HIDALGO, DE PRIMA DONNA A MAESTRA DE MARIA CALLAS" (I)

 

PRENSA ESCRITA

Gracias a Antón Castro por su magnífica entrevista en el Heraldo de Aragón:



Gracias también a Miguel Artigas por su artículo en el Diario de Teruel:






martes, 5 de julio de 2022

 

DIARIO DE UNA PASIÓN LECTORA


 Mientras el común de los mortales cumplimos años y envejecemos, José Luis Melero cumple lecturas y rejuvenece con cada nueva entrega de esa obra en marcha que con su última publicación, titulada con milimétrica precisión, Lecturas y pasiones, suma ya cinco volúmenes de artículos literarios, tan esenciales como personales -quizá un género creado ex novo por el autor-, en los que en poco más de dos páginas da cuenta de un suceso muy notable presentado mediante una forma textual híbrida mezcla de discurso reflexivo y lenguaje literario, de erudición y divulgación, de temas graves y anecdóticos, con frecuencia salpimentados con humor o, si el asunto lo requiere, un punto de dramatismo, pero siempre sin agobiar, tratados con aparente ligereza, sin pretender ser trascendente, sin sentar cátedra, con datos contrastados y rigor científico, sin apriorismos ni dogmatismos, como si sus descubrimientos siempre hubieran estado al alcance de todos y no escondidos en libros de difícil acceso, propios de bibliófilos y de sesudos escritores, buscando en todo momento el entretenimiento del alma sensible sin caer en el chismorreo tosco y ramplón, suscitando el divertimento intelectual que espolea la curiosidad y provoca la necesidad de saber más sobre la materia tratada.      

         Melero es un maestro en el uso de la anécdota, afición que nace de su pasión por los libros y del placer de su lectura pero ¿qué es una anécdota? Es una redacción muy breve de un suceso trascendente ¿Dónde radica su utilidad? En facilitar la comprensión de la cuestión expuesta, creando una seductora tensión entre el hecho concreto y lo universal, en esto precisamente reside su atractivo y su enorme valor pedagógico: otorga a cualquier texto un carácter narrativo, propio de la historia, del cuento oral, de manera que el lector se siente atraído y disfruta con su lectura, al tiempo que se le obliga a reflexionar, pues su objetivo final no es otro que el conocido “enseñar deleitando” y en esto José Luis Melero es un verdadero experto, un educador  que reniega de la impostada seriedad del birrete y aboga por la sonrisa franca y sincera, al que tampoco le importa recurrir a la fantasía para espolear la nuestra, como ocurre en la tan sugerente como falsa existencia de esa librería-burdel de Bogota, camuflada entre “catálogos de grandes bibliotecas” y librerías reales como la de “Antonio Mateos” o la de sus “amigos de Portadores”. Y es que sus amigos asoman por todas las páginas de sus libros y los homenajea con esa placentera actitud del que cree firmemente en la amistad y tiene claras sus auténticas cualidades: “buen corazón y buena cabeza”. Así dedica sendas entradas a Víctor Juan Borroy y a Miguel Mena, recuerda a Félix Romeo y menciona a Jesús Marchamalo, Antón Castro, Víctor Fernández, y tantos otros con los que cena, viaja, busca libros, comparte aficiones… En suma, con los que vive la vida, sin olvidar, por supuesto, a su sufrida mujer, porque a la postre, lo que le importa es vivir, festejar con otros el hecho de estar vivo… Melero escribe para que lo quieran un poco y para compartir con otros la gozosa alegría de la vida, en especial la de los libros.

         Otra constante de José Luis Melero -persona y escritor- es su aragonesismo militante, su pasión por Aragón es absoluta, y en este nuevo libro se ve agudizada más si cabe en el sentido hegeliano del término: sus gentes, sus costumbres, su cultura -incluyendo la Jota, tan denostada a veces, o el Zaragoza FC, incluso en sus horas más bajas- sus tradiciones… todo le interesa, nada le es ajeno, prácticamente sus ciento doce artículos presentan de una u otra forma un vínculo con nuestra tierra, alcanzando su máxima expresión en esa serie homenaje de cuatro dedicada a García Mercadal, espejo de amor por ella en el que se mira.

         Gracia Mosteo calificó a Melero de “Sherlock Holmes de la literatura” y lo describió, a mi juicio muy acertadamente, comparándolo con un “minero literario al que solo le falta el candil y la mula, mientras va cantando de covacha en covacha con un saco colgado del hombro al que va echando los libros y las vidas que lee…”, así es como yo también lo veo, como un detective ilustrado que disfruta leyendo y contando, como un superhéroe de las letras que rescata personajes injustamente olvidados (Juan Ramón Masoliver, Antonio Maenza, Isidoro de Antillón…), muchos de ellos mujeres (Amparo Poch, la segunda mujer en licenciarse en Medicina en Zaragoza, con Premio Extraordinario de Licenciatura y matrícula de honor en todas las asignaturas de la carrera; la maestra, escritora y feminista, Carmen de Burgos, Colombine; la lexicógrafa del aragonés, Hortensia Buisán; la periodista María Dolores Serrano; la escritora pamplonesa, María Luisa Elio, mujer de Gabriel García Márquez; la bibliotecaria Juana Capdevielle; Amparo Barayón, Ana María Moix, la larga nómina de “Mujeres artistas” ausentes de las canónicas Historias del Arte…)

         Su “diletante” -entiéndase como deleitoso- rescate va más allá de una mera recuperación de nombres, obliga al lector curioso a investigar por su cuenta, a leer y a seguir documentándose sobre aquellos personajes que han sido de su interés, contribuyendo de esta forma a darles una segunda oportunidad de presencia en la historia, al tiempo que supone también una llamada de atención sobre esos olvidos que conlleva aparejada en muchos casos una reflexión sobre el éxito, sobre los inconvenientes de ser consecuente con actitudes personales, ideológicas o propuestas artísticas que se sabían de antemano que no iban a triunfar, mientras que en otras ocasiones ese recuerdo lleva implícita una denuncia de actitudes intransigentes y de marginación consciente.         

         Pero su afición por los raros, postergados e ignorados convive, en un ejemplo de igualdad de trato, con su encendida pasión por los grandes de las letras hispánicas: Baroja, Galdós, Cernuda, Machado (la desnuda narración de sus últimos días es tan dramática como esencialmente machadiana)… claro y su querencia por Lorca, quien quiera conocer el paradero de sus restos tendrá que leer el libro y las diferentes entradas que le dedica, para sacar sus propias conclusiones.    Melero lo reconoce, es un mitómano patológico, un fetichista irredento que se extasía al visitar un espacio o contemplar un objeto que alguna vez estuvo en contacto con uno de sus admirados personajes, por lo general un libro, pero puede ser cualquier otra cosa, por ejemplo, un trozo del arrumbado parqué de la casa de Aleixandre sita en “Velintonia, 3”, si bien, su fetichismo no es egoísta ni acaparador, pretende ser fecundo, generador de ideas tendentes a recuperar, perpetuar y divulgar su memoria.

         José Luis Melero sabe, como decía Cervantes, que “el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”, que la moral de un hombre, de todos los hombres, de todo un pueblo, es el reflejo de sus lecturas, y él escribe porque ha leído y viajado, porque trabaja infatigablemente para disfrutar como un niño narrando gozoso sus descubrimientos, primero como artículos en el suplemento cultural “Artes & Letras”, luego compilados en forma de libro, caso de Lecturas y pasiones (2018-2021) con las que sigue ampliando esa obra en marcha, ese diario de toda una vida de pasión lectora de bibliófilo culto que ama los libros, los colecciona, lee, estudia y comparte sin ninguna ostentación, con visión renacentista del mundo y del saber, en un intento de mejorar “saputinamente” a las gentes de su tierra.

JOSÉ LUIS MELERO, Lecturas y pasiones, Zaragoza, Xordica, 2021.

lunes, 27 de junio de 2022

RECEPCIÓN EN PRENSA DEL LIBRO "ELVIRA DE HIDALGO, DE PRIMA DONNA A MAESTRA DE MARIA CALLAS" (II)

 

RADIOS (I)

Gracias a Laura Barrachina y Martín Llade por su entrevista en el programa "El Ojo Crítico" de RNE:



 Gracias a Óscar Vegas por su entrevista en su programa de Aragón Radio, "La Cadiera:




 Gracias a Andrés Amorós por su excelente reseña del libro en el programa de Federico Jiménez Losantos, "Las mañanas de Federico":

 







viernes, 10 de junio de 2022

 

LA JOTA ARAGONESA, ESA GRAN EMBAJADORA



       Dejando a un lado la curiosidad –falsa, por no existir el sonido en ese momento histórico- de que el Salvador se llamará Jesús, su padre fuera José, perteneciera a la tribu de Judá en la región de Judea, y lo bautizara un profeta llamado Juan, en un río llamado Jordán, allá por Jerusalén, y fuera traicionado por Judas, lo cierto es que, junto a la eñe, la jota es una de las peculiaridades más españolas de nuestra fonética, no existe en otras lenguas derivadas del latín, de hecho fue la letra elegida por nuestro premio Nobel, Juan Ramón Jiménez, para su particular ortografía personal, pues opinaba que “mi jota es más hispánica que la blanducha ge”.

Bromas aparte, pasando de la escritura y su fonética a la música -en el fondo son una misma cosa-, la Jota es el canto-danza más popular de España y, junto al flamenco, con el que emparenta, el más universal, siendo la aragonesa la más conocida y bailada. El origen de su nombre no está claro, quizá proceda de la aspiración de una ese inicial, tal vez del latín “saltare”, cuyo significado es “bailar”; o del valenciano “xotare”, “botar, saltar”. Sea como fuere, lo cierto es que el ritmo de jota desde mediados del siglo XIX hasta la segunda década del XX sedujo a medio mundo, fue motivo de inspiración para algunas de las obras más destacadas de importantes compositores de la historia de la música como Glinka, Liszt, Mahler… con las que llenaron teatros de la ópera, salas de conciertos y salones nobles, hasta llegar a convertir esa manifestación folclórica en la mayor embajadora no solo de Aragón, sino de España entera.

Hasta la fecha, nadie se había ocupado de analizar ese tan importante como desconocido fenómeno, es más, la jota aragonesa estaba siendo relegada injustamente a ocupar ese espacio menor de las fiestas de un pueblo al que solo acuden para disfrutarlas abuelos con boina y abuelas con toquilla y griñón, pero aquí llega en su rescate el trabajo de la profesora, pianista y musicóloga Marta Vela, de significativo título, La jota, aragonesa y cosmopolita: de San Petersburgo a Nueva York. Realizado con rigor científico y expuesto con afán divulgativo  mediante un lenguaje sencillo, claro y preciso, demuestra mediante reseñas de periódicos, cartas, programas de conciertos, carteles, partituras, etc., que nuestra Jota fue protagonista de renombrados éxitos en los escenarios musicales más relevantes del mundo entero y está presente en multitud de composiciones, no solo populares, sino también de la música clásica, méritos más que suficientes para ser reconocida como Bien Inmaterial de la Humanidad, reivindicación por la que lleva luchando de manera infatigable la Academia de las Artes del Folclore y la Jota de Aragón y que en el próximo octubre se materializará con la presentación de su candidatura por el Gobierno de Aragón.

Como si de una aventura detectivesca se tratara, Marta Vela, nuestra filarmónica Agatha Cristie, viaja por España siguiendo a Liszt (1844 y 1845) y Glinka (1845 y 1847), dispuesta a descubrir el origen de sus obras inspiradas en temas de jota. Siguiendo sus pasos llega hasta la extraordinaria mezzo francesa de origen español, Pauline García-Viardot -hermana de la mítica soprano María Malibrán e hija del tenor y pedagogo del bel canto Manuel García-, que por esas fechas triunfaba en los más reconocidos escenarios operísticos, en especial en los teatros imperiales rusos y París, donde sin duda la escucharon. Seguramente ella conoció la melodía-enigma objeto de esta búsqueda en su periplo artístico español realizado en 1842, cuando entró en contacto con la obra del modesto compositor aragonés nacido en Alama, Florencio Lahoz, en esos momentos triunfando en Madrid con la Nueva jota aragonesa, sobre la que realizará algunos arreglos para voces femeninas y compondrá su Capriccio sobre la jota aragonesa. De ella beberán, no solo los compositores citados, sino también Mahler, Fontana, Gottschalk, Iradier, Saint-Saëns, Falla… y servirá para difundir la música folclórica española e introducirla como motivo en las creaciones de otros como Debussy, Ravel, Fauré, Satie…

La jota, aragonesa y cosmopolita es un libro para aprender pero, sobre todo, para disfrutar con su lectura y audición, sí, digo bien, audición, pues incorpora una banda sonora en forma de códigos QR que remiten a una lista de reproducción musical en las plataformas Spotify y YouTube, en las que se pueden escuchar las composiciones citadas.

Destacar también la bonita portada del libro del ilustrador Óscar Sanmartín, sobre una partitura de Florencio Lahoz, y el documentado prólogo del poeta Miguel Ángel Yusta. En definitiva, una nueva apuesta ganadora de la editorial Pregunta, cuya nómina de autoras, especialmente importante, se acrecienta con esta exhaustiva y sorprendente investigación de la infatigable y poliédrica Marta Vela.

ESTA RESEÑA FUE PUBLICADA EN EL SUPLEMENTO DEL HERALDO DE ARAGÓN, "ARTES Y LETRAS"


Marta Vela, , La jota, aragonesa y cosmopolita: de San Petersburgo a Nueva York, Zaragoza, Pregunta, 2022.

 

miércoles, 25 de mayo de 2022

RESEÑA DEL LIBRO, "ELVIRA DE HIDALGO, DE PRIMA DONNA A MAESTRA DE MARÍA CALLAS POR ANDRÉS AMORÓS

 

RESEÑA DE ANDRÉS AMORÓS PARA LA REVISTA TURIA

         


    Confieso mi ignorancia: de Elvira de Hidalgo sólo tenía la vaga noticia de que era una cantante española que había sido maestra de María Callas. No es gran disculpa suponer que coincidía yo en eso con muchos, incluso aficionados a la música. Lo digo con vergüenza, no con la tonta vanidad con  la que algunos suelen  presumir de sus carencias. Ya definió esa hispana actitud Antonio Machado: “desprecia cuanto ignora”. Sobre todo, entre nosotros, si se habla de música clásica. (Fin del prefacio).

         La lectura del reciente libro de Juan Villalba , “Elvira de Hidalgo. De prima donna a maestra de María Callas” (ed. Fórcola)  me ha hecho comprender mi error . En efecto, Elvira de Hidalgo fue maestra muy querida de María Callas; sus enseñanzas fueron decisivas para que aprendiera la disciplina belcantista y la técnica del actor, además de mejorar su imagen. A Elvira volvió a recurrir María  cuando tenía problemas en la voz o necesitaba consuelo sentimental: con su dramática biografía, no fueron pocas las ocasiones en que esto sucedió. Además de eso, Elvira fue una prima donna de nivel internacional y un personaje de singular atractivo.     

         El turolense Juan Villalba, escritor y profesor, había publicado ya estudios sobre cantantes como Juan García y como sus paisanos Amable Leal Alegría y Victoriano Redondo del Castillo. Su biografía de Elvira me parece muy completa, incluye fotos, cronología, discografía, repertorio, bibliografía; además de lo publicado, usa la información de los archivos de los principales teatros de ópera . Se divide en dos partes: la primera, la más amplia (300 páginas) sobre Elvira; la segunda, más breve (140 páginas), sobre sus relaciones con María como maestra, amiga y confidente. (Mi único reparo: limitando los datos y el número de páginas, sería más atractivo para un lector no especializado).

         Nació Elvira en  1892,  en el pueblo turolense de Valderrobres, que  está luchando por recuperar su memoria y le ha dedicado una parte de su Museo. De  familia humilde, fue precoz como cantante: a los 16 años ya debutó en el teatro de Nápoles; luego, actuó como prima donna en todos los grandes escenarios del mundo durante tres décadas, desde 1908. Muchos la consideraron la mejor Rosina ( “El barbero de Sevilla”) y aclamaron su interpretación de “Una voce poco fa”. Cantó con los más grandes: Caruso, Chaliapin, Titta Rufo, Fleta, Hipóito Lázaro, Lauri-Volpi...

 Además, fue una figura popular en Europa y América, amiga, entre otros, de Cocó Chanel, la Pawlova, Josphine Baker, Sarah Bernhardt, Raquel Meller... Era una mujer atractiva, mandona, independiente, que vivió siempre de su trabajo. Se inventó un título nobiliario, el de marquesa de Hidalgo, pero logró ser noble de verdad gracias a su primera boda, con el milanés Gean Guido Zambelli. Se casó luego, en Ostende, con el millonario Armand Bette y tuvo relaciones sentimentales con Panayis Karandino, empresario del Teatro Olympia de Atenas, y con el joven barítono Lakis Vassilakis. También la pretendieron un miembro de la familia Romanov y nada menos que el Aga Khan III: una vida de novela...

Los críticos la llamaron “El ruiseñor gentil de Iberia” y “La Victoriosa”. Compararon su voz con “la arista de un diamante”, “toda fuego”, y “el sabor del azafrán español”. En “El Debate”, hizo su crítica un joven llamado José Calvo Sotelo. En “El Heraldo de Madrid”, humorísticamente, adoptaron los tópicos baturros: “¡Rediez, qué mañica más maja!” El italiano Bruno Barilli lució su exagerada retórica: “Como el Dios creador de Miguel Ángel. con un gesto ligero que toca al primer hombre, así Rossini... le da la mirada, la voz y la sangre milagrosa a Rosina; hoy, en el estado civil, Elvira”.

Cuando su voz flaqueó, se estableció en Atenas como maestra. Allí acudió un día una joven “alta, gorda, torpe y cubierta de granos. Su modo de vestir era muy ordinario”. Pero su voz tenía “una fuerza excepcional, como un trombón” o una cascada. Elvira le enseñó a suavizarla, con menos potencia, eliminando temblores; le transmitió la disciplina belcantista y de actriz; le puso un régimen alimenticio. Logró que llegara a ser  una soprano “sfogata”, ilimitada. Se llamaba María Callas. Y la consoló en sus desventuras sentimentales.

Alrededor de estas dos figuras, aparecen en el libro de Juan Villalba una serie de anécdotas divertidísimas, sobre muchos personajes y ambientes muy singulares: Orson Welles pretendía ser hijo de Chaliapin.  Onassi tenia en su yate cuadros de Rembrandt y El Greco. En Milán, Tito Schipa denunció judicialmente a la mafia de la claque. En Brasil, la compañía de ópera de la que formaba parte Elvira ocupaba un tren entero, con el último vagón convertido en casino. Elvira enseñó a tocar las castañuelas a Lina Cavalieri, considerada “la mujer más guapa del mundo” (encarnada, en el cine, por Gina Lollobrigida). En París, en los años veinte, había cerca de 550 salas de espectáculos. Elvira vivió en Madrid, en 1923, una “apoteosis del aragonesismo”: la función de despedida de Fleta, con “La Dolores” de Bretón, dirigida por el compositor, en la que el gran tenor cantó como propina la jota de “El trust de los Tenorios”: “Te quiero, morena...”

También cuenta este libro anécdotas curiosísimas de personajes como el donjuan Hipólito Lázaro o el barítono español Andrés Perelló de Segurola, íntimo de Caruso, al que Gloria Swanson - como en “El crepúsculo de los dioses” - llevó a Hollywood...

Al final del libro, leemos con emoción, una vez más, las desgracias sentimentales de María, que se resumen en una frase: “Empecé a morir cuando conocí a este hombre (Onassis) y cuando dejé la música”. En esas fechas siguió visitando y escribiendo cartas a su antigua maestra: no sólo le enseñó a cantar, también jugó, para ella, un cierto papel maternal. Las dos compartieron el mismo ideal: el canto, ante todo.

La conclusión es muy sencilla: un trabajo muy completo y erudito sobre Elvira de Hidalgo, un personaje curiosísimo, que merece absolutamente ser rescatado del olvido.



Juan Villalba: “Elvira de Hidalgo. De prima donna a maestra de María Callas”, Madrid, ed. Fórcola, septiembre 2021, 596 págs., 32’50 euros. ISBN: 978-84-17425-90-6                                                     

lunes, 2 de mayo de 2022

 

HOMO HOMINI LUPUS


         Julio Castedo es un narrador infatigable, medio año más tarde de su excelente Rey Don Pedro, vuelve a las librerías con El Renegado, galardonada con el XXXVII Premio Jaén de Novela, pero si en aquella los hechos históricos servían para crear el marco narrativo de una introspección psicológica y hablar de la condición humana en sus múltiples aspectos, en esta son utilizados para construir un vertiginoso relato de aventuras y, en última instancia, mostrarnos cómo el hombre es el mayor depredador que ha existido y existirá jamás, no solo para la Naturaleza, sino también para el hombre mismo. Como afirmara Plauto, “Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro”. Concepto íntimamente relacionado con el epígrafe de la primera parte, el saludo maya, “In Lak’ ech. A Lak’ en”, “Yo soy otro tú. Tú eres otro yo”, es decir, el universo es una gran unidad donde todo está relacionado: los individuos, la comunidad, las plantas, animales, espíritus… nada existe sin relación con el otro, cualquier acción de uno afecta al otro, por eso, si te respeto a ti, me estoy respetando a mí, y si te agredo, me estoy agrediendo. Por desgracia, los acontecimientos son tozudos y se impone la versión popularizada por Hobbes: “Homo homini lupus”.

         En las postrimerías de 1511, una nave zozobra en el mar Caribe frente a Jamaica y las corrientes llevan a los náufragos hasta las costas de Yucatán.       El Renegado arranca con el tenso nerviosismo de una calma chicha, en la que 19 marinos luchan por sobrevivir sobre una barcaza a la deriva en el desierto del mar, el suspense hitchcockiano se resuelve cuando arriban a la costa y son apresados por una tribu maya; el ritmo se aviva y la tensión se incrementa con los sacrificios humanos hasta que se produce la huída de algunos de ellos, que correrán por salvar sus vidas sin descanso en una persecución tan agónica como implacable a lo Apocalypto, a cuya conclusión los lectores quedarán, como los personajes, empapados en sudor, barro y sangre.

         Tan solo dos de ellos sobrevivirán, el clérigo Jerónimo de Aguilar y el alférez Gonzalo Guerrero. Salvados por una tribu enemiga y convertidos en esclavos (los mayas no conformaron un imperio en sentido estricto, dominaron una vasta y variada región controlada por ciudades-estado, similar a las de la Antigua Grecia, conectadas entre sí, pero en constante rivalidad), sus vidas tomarán rumbos diferentes: el primero servirá en principio como recolector, más tarde como aguador, en las “tierras altas” y salvará su vida aceptando con resignación cristiana su destino; el segundo lo hará como tejedor y carpintero, pero será su orgulloso espíritu de indomable guerrero el que le llevará a librar de una muerte segura a un jefe tribal y conseguir de este modo su libertad, que empleará en emprender un arriesgado viaje en solitario por la selva para tratar de rescatar a su amigo. Tras enfrentarse a un jaguar -como Hugh Glass con el oso en El Renacido-, comprenderá la necesidad de que sus recuerdos cicatricen tanto como sus heridas y que es uno con esa naturaleza, esta experiencia iniciática, unida al paulatino conocimiento de las costumbres y las formas de vida de su tribu -como Kevin Cosner en Bailando con lobos- le llevarán a ser no solo uno más de ellos, sino un líder importante que, llegado un momento, deberá optar por defender sus antiguos valores o los nuevos de su situación actual.

         Siete años más tarde, en la segunda parte de la novela, en 1519, la paz en la que vive Gonzalo y su clan, se verá alterada con la llegada de la expedición de Hernán Cortés, misión de evangélica conquista que algunos -o muchos- convirtieron en un anticipo de la búsqueda de El Dorado protagonizada por el loco Lope de Aguirre, una peligrosa aventura en la que la irracionalidad humana, la ambición de poder y la codicia se imponen y devienen en violencia extrema brevemente esbozada en los enfrentamientos narrados en el “Epílogo”, fechado en 1536, que se emparenta con ese viaje de exploración a las raíces de lo humano de El corazón de las tinieblas.

         El Renegado es una magnífica novela de aventuras, con personajes atractivos bien construidos, extraordinarias descripciones, tanto de la belleza de los paisajes, como de la crudeza de los combates, heridas y mutilaciones –en estas últimas se nota en su precisión la experiencia médica del autor- y, sobre todo, una prosa fluida y un ritmo vivo, intenso, que te atrapa y te obliga a continuar leyendo hasta el final. Sin duda la disfrutarán.


ESTA RESEÑA SE PUBLICÓ EN EL SUPLEMENTO "ARTES & LETRAS" DEL HERALDO DE ARAGÓN



JULIO CASTEDO, El Renegado, Almuzara, 2021.

viernes, 8 de abril de 2022

 

DISTÓPICO MUNDO PRESENTE

 

           


En Fahrenheit 451, Ray Bradbury pretendía explicar qué es el hombre, qué necesita para vivir o cómo se comporta ante el poder o ante las demás personas. En esta novela se describe cómo un régimen totalitario utiliza los medios de comunicación para difundir su mensaje y doblegar a la sociedad suministrándole placeres inmediatos y proponiéndole métodos de entretenimiento constantes con los que evadirse y no pensar en nada, de esta manera, conseguía arrebatar a los ciudadanos todas aquellas cosas imprescindibles para constituirse como seres libres: cultura,  libros, ideales… Este mundo distópico de Bradbury es el que César Antonio Molina plantea ya como realidad en su última obra, de irónico título, ¡Qué bello será vivir sin cultura!, un ensayo en el que mezcla con mano maestra, prosa límpida e ingente saber, memorias personales, relatos, reflexión filosófica, teoría literaria  y cientos de lecturas de todo tipo, para demostrar fehacientemente que ya vivimos en nuestras propias carnes, o debería decir mejor mentes, la “tiranía del algoritmo” (en el sentido de que sus parámetros están regidos por criterios economicistas y antihumanistas), de manera que “ni siquiera los totalitarismos más salvajes del siglo XX, como el nazismo o el estalinismo, pudieron colonizar al ser humano libre, y ahora puede ocurrir.”

            ¿Caminamos mansamente hacia una sociedad de vigilancia masiva en la que se manipula la información para tener a la gente controlada, para convertirnos en meros consumidores anulando nuestra capacidad de pensar, de decidir por nosotros mismos, cercenando nuestra libertad como ciudadanos tal y como se refleja en 1984? Orwell imaginó un mundo posrevolucionario donde todo lo que existía antes de la revolución fundacional de 1984 (los valores humanistas, las formas de relacionarse, el debate público, la libertad de expresión, la cultura…) fue abolido y olvidado, de alguna manera, esto es lo que se denuncia en este ensayo: vivimos en una realidad que hasta hace tan solo unos años era imaginada por los escritores y pensadores como distopía, si bien, filósofos como  Adorno y Horkheimer ya nos anticiparon los males de la cultura de masas, en la que el genio creador y los verdaderos humanistas serían sustituidos por “especialistas”. Del “homo sapiens” hemos pasado al “pantalicus”: un ser humano controlado por la tecnología. De hecho, podríamos afirmar que vivimos en una sociedad como la descrita por los hermanos Wachowski en Matrix, en la cual los humanos no saben si lo que viven es real o un sueño, las máquinas -el “Genio Maligno” de Descartes- están creando una realidad virtual malvada que se confunde con la auténtica.

            Los capítulos, enunciados a modo de irónicas letanías o mantras, evidencian la presencia ya en nuestras vidas de muchos de los temores anticipados por Huxley en Un mundo feliz: que nos den tanta información que nos veamos reducidos a la pasividad y al egotismo; que la verdad se oculte, se tergiverse o, lo que es peor, se ahogue en un mar de irrelevancia; que la cultura sea cautiva y se trivialice, preocupada por los sensoramas, las orgías latrías, la pelota centrífuga, etc., o, simplemente, desaparezca por completo bajo los efectos del “soma” virtual, internet, ese “libro de arena” utilizado por la mayoría única y exclusivamente para buscar información, olvidando lo esencial, que la auténtica sabiduría se adquiere con “silencio, atención, reflexión, interpretación, memoria, etc.”

            Pero que nadie interprete que está en contra de la tecnología (“muy necesaria para el desarrollo del mundo y de la que participo”) ni contra el desarrollo humano, su crítica se dirige hacia el totalitarismo tecnológico que nos imponen las grandes multinacionales que vigilan nuestras vidas para anularnos como personas y convertirnos en meros consumidores. A diferencia de la distopía de Orwell, en la que se domina a la gente infligiéndole dolor, César Antonio Molina, como Huxley, plantea que en nuestra salvaje sociedad capitalista, el control se basa en el placer y la evasión, pues “este nuevo y renovado totalitarismo es más inteligente, controla ya todos nuestros sistemas de comunicación, amenaza los de relación y la forma de relacionarnos los unos con los otros”. Y para conseguir este fin, se debe acabar con la “lectura profunda”, la “escritura creadora y el libro”, volvemos a Bradbury: “Al leer los hombres empiezan a ser diferentes, cuando deben ser iguales, lo que es el objetivo del Gobierno, que vela por que los ciudadanos sean felices para que así no cuestionen sus acciones y rindan en su trabajo”, de esta forma, convertido el mundo globalizado en un desierto cultural, “sin editores, sin editoriales, sin librerías, sin críticos ni ensayistas, sin criterios estéticos”, se consumará la ya iniciada “revolución democrática sobre la tiranía del genio” y se hará realidad la siguiente cita de Woody Allen en la que resume de forma sarcástica las 1.300 páginas de la más universal novela de Tolstoi: “He hecho un curso de lectura rápida y he leído Guerra y paz en veinte minutos. Habla de Rusia. “

            La distopía es ya presente, pero como en la excelente y navideña película de Capra -homenajeada en el título-, nunca es tarde, ni todo está perdido, existe una segunda oportunidad y Dios, que en el caso de César Antonio Molina, citando a Eco, “es una biblioteca”, nos aporta la solución que él mismo avanza en el subtítulo de su ensayo, ahora ya sin ironía, sino como afirmación contundente: La cultura como antídoto frente a los peligros de la idiotización. Todavía estamos a tiempo de aplicarla: como Guy Montag, el personaje de Bradbury, debemos ser conscientes de hacia dónde estamos caminando y rectificar para salvarnos como seres pensantes y libres, como Neo en Matrix, debemos elegir entre “la pastilla roja o azul” pero ¡ojo! Sartre ya nos lo advirtió: “Si no elijo, también elijo”.

            Resulta paradójico descubrir el doloroso contraste entre la muchedumbre de esclavos griegos ilustrados y el analfabetismo obligatorio de civilizaciones posteriores, incluida la nuestra, donde el analfabeto funcional comienza a ser predominante.

            Qué bello será vivir sin cultura es una apasionada declaración de amor a las bibliotecas, a los libros físicos, a la lectura, a la literatura, a la filosofía, al arte, el viaje como conocimiento… Propugna la vuelta a las Humanidades, a la Cultura, en suma, a la esencia de los seres humanos, que en acertada definición de Emilio Lledó, “somos palabra, comunicación, lenguaje escrito y hablado”, por consiguiente, un animal que lee y piensa. Y solo recuperando esta esencia, dejaremos de ser “esclavos digitales” y podremos volver a vivir en libertad.- 

RESEÑA PUBLICADA EN LA REVISTA CULTURAL TURIA


César Antonio Molina, ¡Qué bello será vivir sin cultura!, Barcelona, Ediciones Destino, 2021.

viernes, 1 de abril de 2022

 

VINDICACIÓN DE BENJAMÍN JARNÉS







         Benjamín Jarnés, en su río fiel es una biografía atípica del especialista jarnesiano, Domínguez Lasierra, quien ha dedicado varias publicaciones al escritor de Codo, en su mayor parte de contenido bibliográfico, así pues estamos ante una continuación lógica de una “obra en marcha” que recorre a lo largo de sus 470 páginas la trayectoria vital del que es sin ningún género de dudas el novelista más importante de cuantos se iniciaron en la aventura de una “nueva novela” dentro de la denominada “generación de 1927”.

         Lo “atípico” de esta biografía editada por Erial Ediciones lo explica el propio autor en el exordio del libro titulado “Deuda”: “Jarnés ha escrito este libro –‘estas notas, este pequeño ensayo biográfico, esta vida que se pretende contar’-, del que soy amanuense. Pero también lo han escrito ellos, mis maestros jarnesianos”, y entre estos cita a Emilia de Zuleta, María Pilar Martínez Latre, Ildefonso-Manuel Gil, Ricardo Gullón, Francisco Ayala, Rafael Conte, Víctor Fuentes y Domingo Ródenas de Moya, cuyas citas se engarzan en el diálogo directo que mantienen Domínguez Lasierra y Jarnés, salpicado de referencias autobiográficas extraídas de sus propias obras ordenadas cronológica y temáticamente que sirven de hilo conductor a esta conversación coral poliédrica, dinámica y fresca sobre su experiencia existencial, personalidad, pensamiento y obra de extraordinaria originalidad en la que se conjuga con habilidad el rigor científico y la divulgación, la agilidad expositiva y la profundidad de análisis, evitando de esta forma fatigar al lector con el farragoso aparato crítico propio del género, al tiempo que se atribuye de esta ingeniosa manera los hallazgos y afirmaciones a cada uno de los estudiosos jarnesianos.

         Muy apreciado en su momento, colaborador destacado de publicaciones como Revista de Occidente y La Gaceta Literaria, entre otras; narrador imitado por los jóvenes, considerado casi un “guía generacional” por los escritores noveles que comenzaban a foguearse a principios de los años treinta, el corte abrupto de la Guerra Civil supuso para él no solo la distancia del exilio sino también el inicio de un progresivo olvido que culmina casi en desprecio absoluto de su obra acusándola de “deshumanizada”, cuando los otrora rendidos admiradores, caso de Max Aub, definían su narrativa como “cagarrita literaria”, si bien una década antes le pedía reverencialmente su bendición para el manuscrito de su extenso relato, Luis Álvarez Petreña, con las siguientes entusiastas palabras: “Tengo un interés extraordinario porque tú, novelista de verdad, me digas si esto es una novela. Una novela de nuestro tiempo y nuestra generación”. Las causas de ese radical cambio -una cumplida venganza-, nos las detalla Domínguez Lasierra en el capítulo significativamente titulado: “Max Aub: el origen de una inquina”.

         El propio Jarnés explicaba las causas de su posterior caída en desgracia junto con la de su generación por su “carácter de risueña y audaz rebeldía”, por haber querido “elevar el nivel del arte, por los arduos caminos de la inteligencia, por los delgados caminos de la sensibilidad…”, por todo ello se les acusaba de los “delitos de frivolidad, de inutilidad…” Su culpa fue pues la de mantener su independencia de pensamiento (no ser sectario ni tener una marcada afiliación política, aunque defendió la República y se tuvo que exiliar) y sus formulaciones estéticas, basadas en la sensualidad y el vitalismo de un mundo creativo en constante erupción vinculado a las corrientes de la literatura contemporánea más renovadoras.

         La lenta recuperación de su memoria, su paulatina incorporación a la historia de la literatura hispana vendría de la mano de sus amigos Gullón e Ildefonso, y de los espaldarazos de Fuentes, Zuleta, Martínez Latre y, fundamentalmente, del Congreso del Centenario de 1988, organizado por la Institución Fernando el Católico. Pero vayamos por partes: Lasierra nos habla de su paso por el seminario y su sólida formación humanística; de su carrera militar por razones de supervivencia, siempre en conflicto con su imperiosa necesidad de tiempo para consagrarse a la literatura; de su búsqueda de identidad y del nacimiento de su vocación; de su soledad inicial tras su llegada a Madrid y primeros contactos con el mundillo literario; de su lenta y progresiva notoriedad hasta llegar a ejercer un verdadero magisterio; del influjo de Stendhal en su obra; de su concepción lírico-intelectual de la novela, fragmentaria y construida esencialmente sobre sensaciones y motivos; de su evolución narrativa desde un máximo de preocupación por el estilo de sus primeras novelas hasta focalizar su atención en la estructura de las últimas, así como de la importancia de lo autobiográfico en casi todas ellas; de su amor por Aragón; de sus relaciones con los poetas del 27; de sus amores prohibidos; de ese 1929, año de la cúspide de su prestigio e inicio de su paulatino declive; de su exilio y enfermedad; de su regreso a España y muerte en 1949.

         Domínguez Lasierra cierra esta biografía de referencia, híbrido entre creación y ensayo, un “género intermedio” entre la tesis doctoral y la obra de arte literaria, con unos útiles anexos, que incluyen  un original “Colofón sobre un informe”, homenaje a Gregoria, el Amor en la vida de Jarnés, quien continúa su metaliteraria conversación con Domínguez Lasierra, biografiado y biógrafo frente a frente, juzgando su propia biografía: valorándola, catalogándola, analizándola y anticipando qué cuestiones quedan en el tintero pendientes de estudio para completarla satisfactoriamente; una entrevista publicada en 2013 en el Heraldo al autor; una reseña de la edición de la última aportación de Jarnes al cine, Cita de Ensueños (Figuras del Cinema), realizada por Jose María Conget y una detallada biocronología que se extiende más allá del año de su muerte, marcando los hitos más relevantes de la recuperación de su memoria y obra.

         Este Benjamín Jarnés, en su río fiel es lectura imprescindible para todo aquel que quiera tener una verdadera Aproximación a la biografía del prosista mayor de la generación del 27, y supone también un paso más en la reivindicación de un escritor atemporal, que aún hoy no goza del lugar que merece en nuestra literatura.

 

JUAN DOMÍNGUEZ LASIERRA, Benjamín Jarnés, en su río fiel. Aproximación a la biografía del prosista mayor de la generación del 27, Zaragoza, Erial Ediciones, 2021.

        

        

 

jueves, 10 de febrero de 2022

 FRANCISCO CALÉS, MÚSICA UNIVERSAL CON RAÍCES ESPAÑOLAS



         El pasado año, con el apoyo económico del Gobierno de Aragón (Departamento de Educación, Cultura y Deporte) y la colaboración de la SGAE, se editaba un CD en el que se rescataba del olvido más absoluto la figura del compositor zaragozano Francisco Calés (1886-1957), poniendo a nuestra disposición sus dos sinfonías grabadas por el maestro y musicólogo José Luis Temes –Premio Nacional de Música– con la Orquesta de Córdoba y el excelente trabajo técnico de Javier Monteverde.

         Más de cien años han tenido que pasar para que llegaran hasta nosotros las excepcionales composiciones del aragonés, perteneciente a la llamada “Generación de Maestros de Manuel de Falla y Joaquín Turina”, formado en Madrid bajo el magisterio, entre otros, de Tomás Bretón y Emilio Serrano. Se inició muy joven en la composición musical, pero ante la imposibilidad de vivir de ello, en 1913 ingresó en el Cuerpo de Directores de Música del Ejército, para el que compuso, entre otras obras, la famosa marcha militar legionaria, Tercios Heroicos. Hacia 1931 abandonó la milicia para dedicarse por entero a la enseñanza, de manera que a partir de 1942 fue profesor de solfeo del Real Conservatorio de Madrid.

         Sus primeras composiciones fueron Rosignola, La fiesta de las rosas, Impresiones sinfónicas, el Scherzo en sol menor (estrenado en 1908 bajo la dirección de Bretón) y el Poema Helénico sobre Dafnis y Cloe. Además de las sinfonías objeto de esta reseña, dentro de su actividad compositiva destacan también su Misa solemne en Do menor, interpretada en la catedral de Madrid en 1913, y sus óperas, El miserere de las montañas (1913), Las sombras del bosque (1914), con la que obtuvo el Premio de Roma otorgado por la Real Academia de Bellas Artes, y La del pañuelo blanco, ópera en un acto premiada en el concurso del Estado del año 1924.

         Las dos obras aquí presentadas son composiciones de juventud, la Sinfonía I es de 1912, con la que ganó el concurso del Círculo de Bellas Artes de Madrid y se estrenó en 1915, en el Teatro Price de Madrid, obteniendo un éxito importante. No así la Segunda, de 1916, que tuvo que esperar hasta el año 2010 para ser interpretada por primera vez por la Orquesta Sinfónica de Castilla-León bajo la dirección de José Luis Temes.

         La Sinfonía I es un ejercicio de estilo tardo romántico en el que el compositor, dominado por el ímpetu juvenil de quien quiere mostrar todo su saber, con un primer y un último tiempo de largas dimensiones, manifiesta múltiples influencias que van desde la exaltación romántica de esa colosal apertura con violines del primero, “Allegro appasionato”, pasando por Brahms y Strauss –evidente en el segundo, “Adagio Molto”–, hasta llegar a Mahler en su final, “Allegro giusto”.

         La Sinfonía II, mucho más personal y moderna, evidencia un Calés sin complejos que, seguro de su técnica, indaga –de forma tan misteriosa como increíble para un compositor español de su época–, en los caminos de la modernidad y las vanguardias, introduciendo y mezclando de forma prodigiosa resonancias de jazz, hasta el punto de que parece anticiparse en algunos momentos a la música de George Gershwin presente en las películas de Hollywood, que alcanza su apoteosis en un final brillante propio de las grandes bandas sonoras del mejor cine de los años cuarenta y cincuenta, pero sin olvidar los guiños al pasado hispanoárabe, ese estereotipo musical que podíamos denominar “Alhambrista”.

         Ambas sinfonías muestran a un compositor con facilidad para la orquestación, melodista refinado con buen gusto y poderoso en la exposición de los temas, que en modo alguno renuncia a sus orígenes hispanos, de manera que podríamos afirmar que pretende hacer música universal sin renunciar en absoluto a sus raíces.

         El trabajo de José Luis Temes –a quien debemos gran parte del análisis musicológico aquí presentado– al frente de la Orquesta de Córdoba es de enorme calidad, define con precisión los detalles e identifica y señala los planos sonoros de unas obras muy interesantes, que no merecían el castigo del ostracismo en el que se hallaban, y que estamos seguros se incorporarán con este extraordinario trabajo al repertorio de las orquestas nacionales, y esperemos que también de las internacionales.



martes, 1 de febrero de 2022

PRESENTACIONES DEL LIBRO, "ELVIRA DE HIDALGO, DE PRIMA DONNA A MAESTRA DE MARIA CALLAS"

 

TERUEL


La presentación en Teruel fue todo un éxito. Gracias a todos los amigos que tuvieron la amabilidad de acompañarnos, al Instituto de Estudios Turolenses y a su director, Nacho Escuín. También, como siempre, gracias al Museo de Teruel por ceder su coqueta sala. Agradezco, cómo no, al público presente y a las improvisadas fotógrafas, Elena Salvador y Chelo García: