CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

miércoles, 20 de marzo de 2024

 

ARDOR GUERRERO Y NOVIOS DE LA MUERTE



            La guerra ha sido fiel compañera del hombre desde la prehistoria hasta nuestros días. De hecho, puede ser considerada incluso un arte más, como así lo testimonia el título de ese clásico de la literatura universal debido al estratega militar chino Sun Tzu. No ha habido período en la historia de la humanidad que se haya visto libre de luchas encarnizadas y enfrentamientos entre tribus, pueblos o civilizaciones, basta con mirar nuestro mundo actual para corroborar esa afirmación. El escritor Fernando Castillo, especialista en historia cultural y militar, en su último ensayo, Fervor del acero. Cuatro testimonios de la Guerra de Europa 1914/1939, parte de esta premisa para rastrear su presencia en la literatura bélica, más concretamente en el subgénero testimonial, a medio camino entre el relato y las memorias, de aquellos escritores guerreros que describen en sus obras sus sentimientos –su ardor guerrero-, sus relaciones de amistad en la milicia, la idea del enemigo y de los civiles, su manera de concebir la lucha y, en especial, su idea de la muerte.

            El primer capítulo, “Fervor del Acero y nostalgia de trinchera”, funciona como una introducción panorámica de la evolución de la guerra a lo largo de la historia. Con portentosa capacidad de síntesis nos resume su modo de entenderla en sus diferentes periodos: los modelos de guerra total, sin regulación explícita, bárbara y cruel, de la Antigüedad, cuyos ejemplos más acabados fueron los de Asiria y Roma. La Edad Media se ajustó a las normas de la Caballería regidas por normas eclesiásticas y el código del honor nobiliario. En el siglo XVIII fue aristocrática, monárquica e ilustrada, mientras que la del siglo XIX lo será plebeya, popular y romántica. A partir de 1870 la guerra deja de ser una aventura novelesca y regulada para convertirse en “un acontecimiento científico”. La Primera Guerra Mundial supone ya el tránsito de la guerra tradicional y limitada a otra imperante a lo largo del siglo XX, deshumanizada, industrial y técnica, basada en la potencia de artillería de enorme carga aniquilante, pero será a partir del conflicto báltico, que tuvo lugar entre 1918 y 1919 cuando la guerra abandone definitivamente cualquier tipo de regulación caballeresca, así como cualquier consideración hacia el enemigo, y prime única y exclusivamente su total destrucción sin importar los medios. Desde ese momento, “el fervor del acero, el deseo de acción y aventura, el combate por una ideología, por la revolución o la contrarrevolución, desemboca en lo que no tardaron en considerarse como crímenes contra la humanidad…” Sus más claros exponentes son por todos conocidos: la barbarie del genocidio judío y el exterminio armenio, por citar los ejemplos más extremos, pero son decenas los que podrían citarse.

            “Nadie en el Tercio sabía, quién era aquel Legionario, tan audaz y temerario…”. Estos son los primeros versos del “Novio de la muerte”, una canción guerrera que durante décadas ha representado a uno de los cuerpos de élite del ejército español, la Legión, cuya letra resume en cierto modo, como también lo hace el Himno de Infantería, (“Ardor Guerrero vibre en nuestras voces. / Y de amor patrio henchido el corazón. /  Entonemos el Himno Sacrosanto. / Del deber, de la Patria y del Honor. / ¡Honor! / De los que amor y vida te consagran…”) las características de los autores a los que Fernando Castillo recurre para explicar de manera original mediante el análisis de algunas de sus obras la nueva realidad bélica surgida desde 1914 y las constantes ideológicas de todos ellos para apreciar de manera positiva las guerras en las que participaron: valoran el heroísmo, la entrega, la aventura, la cohesión del grupo y la camaradería de trinchera (como dice García Serrano en La fiel infantería: “Lo mejor de la guerra —para siempre— seríamos nosotros”) , junto con una obediencia más carismática que ideológica, al tiempo que desprecian al enemigo y reniegan de la retaguardia, a la que tachan de cobarde, insolidaria y traidora –la conocida como “puñalada por la espalda-, descargando en ella la responsabilidad de la derrota. Se adaptan mal a la nueva situación de paz y comparten un sentimiento de soledad, junto con cierta nostalgia del compañerismo vivido en el fragor de la batalla. 

            Las obras analizadas recogen experiencias guerreras de sus autores en conflictos desarrollados, como se anticipa en el título, entre 1914 y 1939. En la Gran Guerra participaron Ernst Jünger y Benito Mussolini. Del primero trabaja sus obras más reveladoras al respecto como son Tempestades de acero, El Bosquecillo 125 y El teniente Sturm y del segundo, por ser escasamente conocida en España, su Diario de guerra. El tercer autor es Ernst von Salomon y su obra, Los proscritos, donde describe su participación en los combates internos de Alemania y en los Países Bálticos luchando contra los bolcheviques y los nacionalistas letones. El último es el falangista español Rafael García Serrano y su original novela de corte autobiográfico, La fiel infantería, a juicio de Fernando Catillo, “una intensa y original narración de su experiencia cuya calidad literaria es quizás la más destacada de todos los textos que componen este Fervor de acero”.

            En Jünger todavía se encuentran ecos del guerrero medieval, “solitario y entregado a la función encomendada a su estamento”, de hecho llevaba en el bolsillo de su uniforme una edición de Orlando furioso. Alejado todavía del soldado-número, anónimo y tecnificado, se debate en la contradicción que se establece entre esa actitud elitista y cierta admiración por las nuevas armas bélicas de gran poder destructivo. Fue precisamente esa actitud, todavía respetuosa con el código caballeresco en la guerra, la que le mantuvo al margen del genocidio judío y de los criminales nazis.

            La ruptura con el Partido Socialista hizo que Mussolini abandonara la dirección de Avanti! y pasara a publicar Il Popolo de Italia, desde donde lanzó una virulenta campaña en la cual llamaba a la intervención al lado de los aliados. Concebía esa contienda como una guerra imperialista e injusta, a su juicio había que declarar traidor a cualquier socialista que se opusiera al esfuerzo bélico liberador. Es en ese sentido en el que orienta sus esfuerzos de agitador belicista y su participación en la guerra. En mayo de 1915, el gobierno italiano llamaba a la movilización general al tiempo que declaraba la guerra a Austria, Alemania, Turquía y Bulgaria. La abundante información que Fernando Castillo aporta sobre el frente del Isonzo, uno de los más desconocidos por la bibliografía de la Primera Guerra Mundial, es apabullante y resulta especialmente clarificadora sobre las pérdidas humanas que supuso para Italia su intervención.

            Von Salomon pertenece a esa generación “perdida” de entre guerras que no participó en la primera por ser demasiado joven y en la segunda por ser demasiado viejo y tuvieron que dar salida a su “ardor guerrero” en los sangrientos conflictos internos alemanes que se produjeron en 1919, una guerra civil urbana y radical en la que no había lugar para la rendición ni para la clemencia, más cruel que la de las trincheras, en la que no se hacían prisioneros. Más tarde participó en el no menos despiadado, complejo e irregular conflicto báltico: guerra civil rusa entre blancos y bolcheviques, entre letones y estonios, entre revolución y contrarrevolución; una coctelera en la que se mezclaba el nacionalismo pangermano, mezcla de colonialismo y antisemitismo, y el uso de las nuevas armas aparecidas al finalizar la Gran Guerra. Su experiencia bélica la recoge en su obra Los proscritos, dividida en tres apartados correspondientes a cada una de las etapas de su vida; es decir, se trata de una novela clave para entender el período que va de 1918 a 1923, tanto en Alemania como en Europa.

            Rafael García Serrano, definido como un “cruzado castizo”, comparte con Jünger ciertos ideales caballerescos y hubiera preferido combatir en una guerra menos tecnificada. En cierto modo su fascismo puede ser catalogado como de “sacristía, de colegio religioso, es decir, mera y vieja contrarrevolución reaccionaria pasada por el filtro del fascismo mussoliniano”. El análisis de su obra, La fiel infantería, le sirve para introducirnos en la Guerra Civil Española y estudiar la evolución de la Falange hasta su apropiación por el franquismo.

            En Fervor del acero, Fernando Castillo presenta y relaciona un material sin duda novedoso. Con efectiva y objetiva erudición, nos ofrece excelentes retratos ideológicos de los cuatro escritores soldados elegidos para su estudio, al tiempo que analiza con precisión histórica y literaria sus obras más significativas.


Fernando Castillo, Fervor del acero. Cuatro testimonios de la Guerra de Europa, 1914/1939, Sevilla, Renacimiento, 2023.