CASABLANCA

CASABLANCA
FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

viernes, 28 de marzo de 2014

ELOY FERNÁNDEZ CLEMENTE: DIEZ INSTANTÁNEAS (IX)

Tirar con bala


            Me ha resultado tremendamente original y acertada la comparación que realiza el profesor Carlos Forcadell sobre su compañero de trabajo y amigo con la figura de Braulio Foz (1791-1865), un ilustre “bajoaragonés de Fórnoles que fue catedrático y decano en nuestra Universidad, un primer historiador general de Aragón (Eloy habría sido el último), fundador de periódicos (El Eco de Aragón, 1838), escritor de miles de artículos sobre muy diversos temas, político liberal progresista siempre desavenido con sus propios partidos y gobiernos, ocasional candidato electoral por Teruel (1841), y que, en tiempos de transición política, siempre reivindicó con pasión la escala territorial aragonesa así para actuar en presente como para narrar en pasado […]”
            Si la trayectoria vital y profesional de Eloy guarda evidentes paralelismos con la de Braulio Foz, su personalidad responde de alguna manera a la de su mítico personaje de origen popular, Pedro Saputo, pues con él comparte su ansia de saber, su vitalidad y humanismo; como él conjuga talento y corazón puestos al servicio de la sociedad. Es, pues, un hombre de bien, un verdadero sabio que no espera premios ni favores, sí ingratitudes y reveses, siempre íntegro y al servicio de la comunidad, sus críticas y consejos persiguen fines utilitarios –mejorar al hombre-, es decir, su ética es, sobre todo, social. Como dice Foz en su novela: “… sólo puede ser verdadera y constantemente libre, el hombre justo y animoso, el hombre de bien y sereno, el hombre de conciencia clara y pura que nada teme, sobre todo si se contenta con su suerte, y no le trae inquieto y desvelado la ambición, la codicia u otra pasión lanzada a sus viciosos términos.”
En este sentido, voy a reproducir dos simpáticas anécdotas presentes en las Memorias de Eloy, que tienen como protagonista a Manuel Fraga, de alguna forma el responsable último de muchas de sus tribulaciones -primero de aquel expediente consecuencia de la ya comentada polémica carta a Le Monde; después, de los numerosos problemas sufridos como director de Andalán derivados de su célebre Ley de Prensa-, y que en cierto modo dan cuenta de su bonhomía y  fino sentido del humor. La primera tuvo lugar un año después de su encarcelamiento, durante su estancia vacacional en el pueblo gallego de su mujer, Cariño, cuando un vecino y amigo, aprovechando la presencia del entonces vicepresidente segundo del Gobierno, se lo presentó dando lugar a la siguiente conversación:
“-Don Manuel, no sé si se conocen con Eloy Fernández…
-Hombre, ¿qué tal va Andalán?
-Pues… vamos tirando –dije desconcertado por esa buena memoria, aunque la cabecera hubiera ganado justa fama combativa.
-Ya sé, ya sé: con bala –dijo divertidísimo de ponerme en aquel trance, y con gesto amistoso, sin embargo. En ese momento se acercó al grupo mi hija Elena, de seis años, sudorosa tras corretear por el campo, pidiendo agua. Fraga, ni corto ni perezoso, pidió un vaso de agua a una señora cercana, se lo dio a nuestra hija, y ahí quedó todo. ¡Hasta unos días después, en que Luis me hizo llegar de parte de Fraga una fotografía que recogía la escena!”
       La segunda, no menos divertida, ocurrió algunos meses más tarde, se produce en una conversación con el líder socialista catalán, Joan Reventós, durante una comida de coordinación para formar la Federación de Partidos Socialistas:
“-¿Sabéis, supongo, que tenemos muy buenos contactos con Fraga?
            Yo me quedé mudo un momento, totalmente descolocado, pensando con gran susto en lo raro que resultaba que se llevaran bien con el político gallego; menos mal que por una vez no metí la pata y me limité al ilativo:
-Ah, ¿sí?... –No sé si se percató, o pensó que era despiste mío, en todo caso añadió:
-Sí, los del Cinca son gente estupenda. Como la mayoría son de militancia cristiana progresista, han entablado buenas amistades con muchos de los nuestros.”
Resulta evidente que en estas menciones no hay rencor, sí mucho sentido del humor. Su actitud es la de un miles christianus capaz de perdonar. Como dijera el propio Foz de su personaje, “recibió algunas ofensas, y no vengó ninguna, dándole siempre venganza a su tiempo los mismos que le ofendieron, porque su virtud y la estimación pública, y sobre todo su generosidad confundían muy pronto a sus enemigos.”

Menos original resulta decir que Eloy es costista, de hecho, tampoco es exagerado ver en él, como hace su paisano y amigo, Ángel Alcalá, ”la continuación personificada de Costa […]” Resulta lógico que quien ha dedicado tantas horas y esfuerzos al estudio de su obra y persona (le dedicó su tesis de licenciatura y ha publicado hasta la fecha un total de siete libros, una veintena de artículos, varios prólogos, introducciones, etc.) acabe de alguna manera secuestrado por el personaje y asuma sus postulados básicos cifrados en su lema por excelencia, “despensa y escuela”, transformado por Eloy en “escuela y prensa”, pues, a nuestro juicio, por encima de la economía, en él prima sobre todo y ante todo la investigación, la docencia y la divulgación cultural, sin importarle el medio: aula, libro, prensa, radio, televisión, cine, Internet.

viernes, 21 de marzo de 2014

ELOY FERNÁNDEZ CLEMENTE. DIEZ INSTANTÁNEAS (VIII)



“Fervor en crisis permanente”


            Desde su infancia, Eloy confiesa su fascinación por lo religioso: ejerció de monaguillo en sus veranos de Alloza, una de sus asignaturas preferidas era la Historia Sagrada y declara haber tenido un cierto deseo de alcanzar la santidad y sentirse atraído por la “parafernalia sacerdotal: los hábitos, las formas de hablar y gesticular, a pesar de lo estereotipadas y con frecuencia amaneradas, la liturgia en trance de cambio, la consideración social y reverencia que acompañaban por lo general al sacerdote.” De hecho, perteneció durante bastantes años a la Juventud Estudiante Católica, realizando los correspondientes Cursillos de Cristiandad, en Alcañiz, en Los Pueyos, en Milagro (Navarra), etc.; trabajó, como hemos visto, desde 1960 hasta 1964 para dos medios de clara orientación cristiana: Radio Popular y la revista El Pilar, donde entre otras muchas colaboraciones destacan sus artículos sobre el Concilio Vaticano II o los relativos a las encíclicas Mater et Magistra y Pacem in Terris, o sus entrevistas a toda la jerarquía eclesiástica. A pesar de todo, vivía la religión en perpetuo conflicto interior, de forma un tanto atormentada, quizá por eso, y no sin cierta ayuda de su padre, se resistió a ser escolapio, para frustración de su madre, a quien le hubiera gustado que fuera sacerdote. Con la perspectiva de los años, reconoce que tomar esa decisión hubiera sido “un completo desastre”.
            La crisis estudiantil vivida en  primera persona en 1965 supuso una evolución ideológica, hasta ese momento de signo democristiano de izquierdas, para primero asentarse en el socialcristianismo y poco después en el socialismo, sin importarle las siglas.
            Durante sus años en Teruel, mantuvo su vinculación con la cara más progresista de la Iglesia católica, pero sus dudas se acrecentaron y con ellas un paulatino pero inexorable alejamiento, que al instalarse definitivamente en Zaragoza, derivaría en un inevitable y completo agnosticismo.

            Como hemos anticipado, Eloy volverá sobre esta faceta de su vida en la última entrega de sus memorias, demostrando de esta manera la importancia de la religión en su vida. A ellas remito.

viernes, 14 de marzo de 2014

ELOY FERNÁNDEZ CLEMENTE: DIEZ INSTANTÁNEAS (VII)


“Prefiero equivocarme con mis amigos que acertar solo”.
Desde niño, Eloy manifestó una clara afición por fundar revistas de tipo misceláneo, una de las primeras la tituló La Antorcha, publicación manuscrita de la que apenas escribió dos números, donde, por cierto, se incluye una crítica de cine a la película Mesas separadas, de Delbert Mann. Continuó con la revista El Grado, publicación  también manuscrita, en este caso de los alumnos de sexto del Grupo Escolar San Braulio en Zaragoza y la ya citada San Pablo. De igual forma, han sido frecuentes sus colaboraciones en todo tipo de periódicos: El Pilar, Magisterio Español, Cuadernos para el Diálogo, Lucha -luego Diario de Teruel-, Diario del alto Aragón, El Día de Aragón, El Siete de Aragón, Qriterio, Cierzo, Economía Aragonesa, Heraldo de Aragón, El Periódico de Aragón,  etc. Incluida Turia, que hoy le rinde este pequeño homenaje, para la que ha escrito varios artículos. Pero su gran proyecto, su gran aventura será, por supuesto, Andalán, esa gran escuela de periodistas –y de políticos- aragoneses.
En 1969 la idea de una revista cultural, aragonesista y de izquierdas estaba ya madura en las cabezas de Eloy y de Labordeta. Poco a poco fueron consiguiendo apoyos: Javier Delgado, Juan Antonio Hormigón, Guillermo Fatás… Pero el ambiente de Teruel era irrespirable y un proyecto de semejante calado difícilmente podía llegar a buen puerto; las trabas burocráticas rozaban lo kafkiano y el funcionario del Gobierno Civil una y otra vez les devolvía la documentación entregada para el registro de la revista sin haber alcanzado su propósito. Ante el estupor y las preguntas de los frustrados editores, invariablemente les respondía: “¡Ah! Ustedes sabrán dónde tienen que rectificar”, en una clara estrategia de acabar con su paciencia y pretensiones.
La denuncia de un fascista adscribiéndolos a una célula pro china fue la gota que colmó el vaso. Labordeta le propuso trabajar en su Colegio y Eloy y su familia se trasladaron a Zaragoza. La capital les ofrecía más expectativas en todos los ámbitos y mayores posibilidades de colaboración y participación. Allí compaginó sus clases en el Santo Tomás de Aquino, regentado por los Labordeta, con clases de Didáctica en la escuela Normal y prácticas de Historia Contemporánea en la facultad de Filosofía y Letras. Algunos años más tarde, tras ser Profesor Titular de Historia Económica, en 1992, obtendrá la Cátedra de Historia e Instituciones Económicas en la Facultad de Económicas y Empresariales de la Universidad de Zaragoza.
Volviendo al nacimiento de la revista, el empujón definitivo lo propició el gobernador civil Rafael Orbe Cano. Así, el mismo día que nacía Leticia Ortiz, 15 de septiembre de 1972,  veía la luz en Aínsa el primer número de Andalán (su nombre procede de la expresión aragonesa Cavar al Andalán: “plantar árboles al andalán, todos seguidos, uno detrás de otro, en fila o en hilera en vez de hacer un agujero en cada árbol”). Sus fundadores –quince hombres y una mujer- no podían sospechar que aquel periódico de 16 páginas con una tirada de 3.000 ejemplares y 180 suscriptores, se iba a convertir en “una de las más apasionantes aventuras culturales y políticas en la época contemporánea aragonesa y aun española”, con más de 5.000 suscriptores y 16.000 ejemplares de tirada en sus mejores momentos.
Su apuesta por la cultura fue decidida y se recuperaron escritores, políticos, artistas y hechos históricos decisivos en la historia de Aragón. No fueron menos importantes las actitudes críticas sobre la realidad, expresando con ellas su vocación de izquierdas. Sus artículos de política internacional o de crítica del capitalismo crearon escuela. Citar la extensa nómina de los colaboradores desborda la capacidad espacial de este trabajo (se puede consultar digitalizada en la página de la Biblioteca Virtual de Aragón), pero sí diremos que en sus páginas se encuentran las firmas de los más importantes intelectuales de nuestra tierra en los distintos campos del saber. Javier Delgado, para subrayar sus diferentes perfiles intelectuales, los definió como “francotiradores” que disparaban una vez por quincena. De alguna forma, se puede decir que la revista funcionó como cauce de expresión generacional.  Eloy fue su director en su primera etapa, hasta 1977, y aún volvería a retomar la dirección en los últimos años, de 1982 hasta 1987.  En el año 2010 se creó la web, ANDALÁN
En sus inicios, la revista sufrió numerosos avatares: secuestros (en 1974 se retiró el número dedicado al derrocamiento de Allende, igual suerte corrió el dossier sobre la batalla de Teruel o el cartel donde aparecía el gobernador civil de Huesca con casco prusiano, etc.), expedientes, declaraciones en el juzgado, presiones policíacas, problemas económicos, etc. De hecho, en junio de 1975, Eloy ingresó una semana en la cárcel de Torrero, después de pasar dos noches en comisaría, más por su trabajo como director de Andalán, que por los hechos acontecidos realmente, que el rememora de la siguiente manera: “Me había mandado llamar el Jefe Superior de Policía para echarme en cara que afirmásemos en Andalán que ni Labordeta ni yo conseguíamos pasaporte hacía tiempo, lo que era muy cierto. Me dijo que eso era mentira, tirándome sobre la mesa, para ‘demostrarlo’, uno para uno o dos meses y con muchas restricciones de países. Le dije que eso no era un verdadero pasaporte y que si lo que querían era que me fuera de España, no lo quería, devolviéndoselo y marchándome entre sus gritos de malhumor. Pocos días después, me llamó una noche avanzada un primo hermano, José María Clemente, y me pidió si les podía llevar a Huesca a él y a dos chicas, a quienes perseguía la policía. Temiéndome que hicieran alguna barbaridad, pues estaban excitadísimos, les llevé hasta la plaza de la catedral, sin apenas hablar una palabra, y les dejé allí. Ni siquiera les pregunté quienes eran, por qué les perseguían. Supuse que eran de las Juventudes Comunistas, y parece que así era, como constaté mucho después”. Parece que la detención de estos jóvenes, permitió la de Eloy en represalia. Como curiosidad señalaremos que entre las personalidades que intervinieron para pedir su puesta en libertad, y fueron muchas, destacó la del arzobispo Cantero Cuadrado, quien le ofreció su mediación, pero no la aceptó, tan sólo le pidió que llamara a sus padres para tranquilizarlos.

Eloy con su mujer, Marisa, y los amigos que habían ido a esperarle a la salida de la cárcel


Ese mismo año, poco antes de la muerte de Franco, se publicaba en la mítica colección “Estudios de Historia Contemporánea”, dirigida por Manuel Tuñón de Lara para la editorial Siglo XXI, su Aragón Contemporáneo (1833-1936), un libro que supone un antes y un después en la historiografía aragonesa. Desde principios de la década, Eloy junto con otros jóvenes profesores españoles acudían durante el verano a los Coloquios que tenían lugar en la ciudad francesa de Pau, bajo el magisterio de Tuñón de Lara y su propuesta de hacer una nueva Historia de España que conectase con las nuevas corrientes europeas de renovación historiográfica. Donde otros habían visto defectos, Eloy supo ver las virtudes del primero maestro y más tarde entrañable amigo: “Reunía Manuel Tuñón de Lara una constelación de valores insólitos para el mundo académico español, que en buena parte le repudió, calificándole de autodidacta en el peor sentido, de divulgador fácil, de demasiado ideologizado, de ‘periodista de la Historia. Si les damos la vuelta a todos estos dicterios, encontraremos muchas de sus virtudes: documentado pero ameno, apasionado pero crítico y, sobre todo, estimulante de toda iniciativa, con sus ristras de interrogantes abiertos ante cada problema, impulsor de nuevos caminos e interpretación, haciendo esfuerzos por recibir a todos, contestar a todos, apoyar cualquier trabajo por humilde que fuera”.
El proyecto de Andalán, como también otros muchos de carácter colectivo, no sólo de periodismo crítico, sino fundamentalmente de divulgación científica, caso de Aragón nuestra tierra (1977), o de la magnífica Los Aragoneses (1977), germen de las posteriores, Gran Enciclopedia Aragonesa (1980), Enciclopedia Temática de Aragón (1988) e Historia de Aragón (2008),  o los cincuenta volúmenes de la Biblioteca Aragonesa de Cultura, la revista Cuadernos Aragoneses de Economía (1976-), y tantas otras obras colectivas, evidencian de forma clara sus excelentes cualidades como director y coordinador de empresas editoriales y periodísticas. Sin embargo, cuando se le ha preguntado por esa capacidad suya de liderar y dirigir grupos, tan solo se reconoce como un hombre dialogante. De hecho, es ya todo un tópico citar como muestra de su talante conciliador su proverbial frase “prefiero equivocarme con mis amigos que acertar solo”.  Sin duda, este es su secreto, quizá una enseñanza interiorizada en las estivales reuniones de Pau y aprendida de su maestro Tuñón de Lara: valorar profunda y sinceramente la amistad y el trabajo en equipo.


viernes, 7 de marzo de 2014

ELOY FERNÁNDEZ CLEMENTE: DIEZ INSTANTANEAS (VI)


“El aire olía a brasas francesas”



            Al poco de su llegada a Teruel, en noviembre de 1966, fue nombrado presidente del Sindicato Nacional de Enseñanza en la provincia. Eran tiempos complicados, en especial en una ciudad pequeña perfectamente controlada por el régimen con sus omnímodos gobernadores civiles, caso del ya citado Federico Trillo o de aquel otro, tan irascible y tronante, Ulpiano González,  “que llegó a echar una bronca al empleado del Servicio Meteorológico de Calamocha, por dar temperaturas tan bajas.”, en la que, incluso, se atentaba contra la intimidad de las personas, como le llegó a confesar el jefe de Correos, Tomás Santacruz, el día que se jubiló, diciéndole “Eloy, ahora puedo decirte que durante estos cinco últimos años ha venido con mucha frecuencia un policía, pedía tu correspondencia y la de Labordeta, se metía en un despacho y al rato nos la devolvía, ya puedes imaginar”.
En este ambiente asfixiante, realizó su labor lo mejor que supo, pudo y le dejaron, de hecho, llegó a organizar unas I Jornadas pedagógicas en 1969, algunas de cuyas conclusiones finales reproduzco por lo que tienen de germen de muchos de los logros educativos posteriores en nuestra provincia: “[…] planificar las enseñanzas básicas según la infraestructura del país y favorecer la proximidad familiar; conceder pleno ejercicio universitario al nuevo Magisterio; libertad y gratuidad total en todo centro de enseñanza, sea público o privado; creación en Teruel de un Instituto de Idiomas […]” Y quizá lo más polémico y renovador, en la medular de todas las reformas y contrarreformas educativas, todavía en la actualidad no resuelto, la sempiterna polémica de la religión como materia educativa: “Se considera inadecuado el actual planteamiento de la enseñanza de la Religión en el bachillerato superior, y se sugiere la posibilidad de que, sin dejarse en absoluto la formación religiosa, se hiciera de otro modo que por asignaturas sujetas a examen y calificación”. Como se puede comprobar, sigue lloviendo sobre mojado.
Un año antes, en mayo de 1968 y con la que estaba cayendo en Francia, Eloy encabezó como presidente del Sindicato de Enseñanza una instancia y un “Informe sobre el posible establecimiento de estudios universitarios en la ciudad de Teruel” al presidente de la Diputación, junto con otros miembros del claustro de profesores del Instituto. Exponían que dada la masificación de los estudios superiores y la ausencia de estos en Teruel, se ofrecían a organizar e impartir las enseñanzas de los cursos comunes de Filosofía y Letras, adscritos a la Universidad de Zaragoza. Todo ello bajo el patronazgo de la Diputación. Al final, todo quedó en nada, como señala, “estábamos en 1968 y el aire olía a brasas francesas…”. Brasas que en este caso, pocos años más tarde, en 1972, reavivarían prendiendo el fuego del Colegio Universitario de Teruel, convertido en 1994 en Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, antesala del actual campus universitario turolense.



sábado, 1 de marzo de 2014

ELOY FERNÁNDEZ CLEMENTE: DIEZ INSTANTANEAS (V)

La generación paulina.

El primitivo Grupo de Teruel. De izquierda a derecha: Joaquín Carbonell,

 Fernando Sarrais, José Antonio Labordeta, Mari Carmen Magallón
 y Federico Jiménez Losantos. | Archivo Privado
Foto tomada de LIBERTAD DIGITAL

En 1966 se casó con Mª Luisa Santiago, compañera de estudios y la mujer de su vida, con la que ha tenido tres hijas. Recién licenciado en Pedagogía y con problemas importantes para concluir sus estudios en la Escuela de Periodismo debidos a una carta escrita junto con José Oneto –vinculado por entonces a France Presse y una década más tarde director de Diario 16-, publicada en el diario Le Monde, en la que manifestaban su disconformidad con la expulsión de los profesores universitarios Aranguren, Tierno y García Calvo, entre otros sancionados, se trasladó a Teruel con su mujer, donde residió durante cinco años, dando clases en diversos centros educativos (La Salle, Las Viñas y el Instituto Ibáñez Martín), al tiempo que terminaba por libre la inconclusa carrera de Periodismo, comenzaba su actividad investigadora (redactó su ya citada tesis), escribía sus primeras obras (Nipho y la educación, 1968; Educación y revolución en Joaquín Costa, 1969[1]) y ejercía una intensa labor como agitador cultural de la ciudad desde el periódico local Lucha[2], Radio Zaragoza, Radio Teruel, Cuadernos para el diálogo (escribió varios artículos de viajes sobre la provincia de Teruel), el propio Instituto y, sobre todo,  desde el Colegio Menor “San Pablo”[3], donde fundó la revista colegial, ejerció de psicopedagogo, fue mantenedor de las fiestas, conferenciante, etc. Compañeros suyos en estas tareas fueron los por entonces también profesores del Instituto, José Antonio Labordeta, José Sanchís Sinisterra, Agustín Sanmiguel, Jesús Oliver, etc., con los que dejó una huella cultural indeleble en la capital turolense.
Con Labordeta trabó una “amistad inconmovible”, fraternal, de mutua admiración y respeto. En el extenso y emotivo capítulo que le dedica en su segunda entrega de memorias, dice que “soñamos juntos Andalán” y lo reconoce como líder indiscutible de la publicación. Lo recuerda como compañero de fatigas periodísticas y políticas -con él y otros catorce amigos fundaron el Partido Socialista de Aragón (PSA)-, como cantautor, poeta y gran comunicador, pero, sobre todo, como ejemplo de amistad y de conducta: “Su trayectoria, su obra, su mensaje, van a permanecer sin duda, alertando y estimulando en tiempos de crisis y depresión, no solo económica sino también democrática, social, de valores.”
Por su parte, Labordeta sostenía que Eloy “era el inventor de todo”, el inventor de Aragón, incluso, del mismo Labordeta, pues fue él quien le  provocó para componer una canción dedicada “a nuestra tierra que fuera una especie de himno sin ser un himno”. Ese fue el origen del “polvo, niebla, viento y sol”. 
Muchos fueron los discípulos que tuvo en este tiempo, nombres importantes en sus diferentes profesiones, todos ellos, como en los que vendrán posteriormente en el ejercicio de su magisterio en Zaragoza, con una constante, una especie de marca de la casa muy especial: su concepción humanística, global del saber: Manuel Pizarro y su hermano, el malogrado Amador Pizarro, Carlos Casas, José Luis Simón, Serafín Aldecoa, Chuse María Cebrián, Eliseo Moreno, Rafael Navarro, Federico Trillo, hijo del a la sazón gobernador civil de idéntico nombre, al que le puso un 6 –sirva esta apostilla para aviso de navegantes wertianos- y como graciosamente recuerda, “conmigo no cupieron interpretaciones, que las hubo, de que suspender a un hijo del gobernador era de rojos…” Algún tiempo después, asentado ya Eloy en Zaragoza, aquel fue ascendido a gobernador  de esta ciudad y nos comenta que “le faltó tiempo para afirmar que lucharía contra los dos mayores enemigos del régimen, que eran ‘Andalán y los jesuitas del Centro Pignatelli’” Al poco lo citaba su secretaria y Eloy, en un arranque de valor, le contestó que él solo lo podía recibir los martes de una a dos en su despacho de la Facultad.
Así pues, sus alumnos fueron legión, pero hay uno muy especial, inclasificable: Federico Jiménez Losantos, “preguntón, siempre sonriente y provocador”, del que cuenta la simpática anécdota siguiente: “[…] al ver la foto de su padre –alcalde de Orihuela del Tremedal- con Franco, que ponía su mano sobre la cabeza del pequeño, yo le decía, para su indignación: ‘Federico, por eso no has crecido, Franco era como Atila, donde ponía la mano ya no crecía nada’.”




[1] Con motivo de esta publicación, el diario Lucha, 10 de julio de 1969, le dedicó una extensa entrevista. Durante esta época también publicó varios artículos dedicados a figuras aragonesas destacadas de la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX, como Andrés Piquer o Tadeo Calomarde, publicados en la revista Teruel, del Instituto de Estudios Turolenses, de cuyo Consejo científico llegaría a formar parte años más tarde.
[2] Por ejemplo la serie de 11 artículos de opinión sobre la Carta Encíclica del Papa Pablo VI, “Comentarios a la Populorum Progressio ; las cinco entregas de “La juventud es siempre noticia”, la rareza del poema “El asesinato de Martin Lutero King: elegía de urgencia”; el artículo premiado por los almacenes Gay de Zaragoza, “Aragón, Sender y los exilios. Un premio y otras peripecias de un escritor universal”, etc.
[3] Quien más y mejor ha estudiado su presencia en Teruel y su vinculación con este centro educativo es el profesor Francisco Martín, en esta misma revista publicó toda una serie de documentados artículos al respecto, “Teruel en los años sesenta: la generación del Colegio Menor San Pablo. Un soplo de libertad en pleno franquismo”, Turia, núms. 71-72, 73-74, 75, 76. También sus  integrantes han escrito recuerdos de esta época: José Antonio Labordeta, “Memoria de Andalán”, prólogo al ïndice de Andalán, Zaragoza, Microfilmaciones Zaragoza, 1991 o en “Primaveras tardas”, Aragón Rutas, 26 (2003); Eloy Fernández lo hace en sus Memorias, pero también en diferentes colaboraciones, como por ejemplo en “El Colegio Menor San Pablo”, Diario de Teruel (21-IX-1995) o “El Colegio Menor San Pablo”, en Miscelánea conmemorativa del 150 aniversario del IES “Ibáñez Martín” de Teruel, Teruel, MEC, IES “Ibáñez Martín”, 1996, p. 83. ; Federico Jiménez Losantos en el prólogo a Tierra sin mar (Zaragoza, Xórdica, 2002), de José Antonio Labordeta; Joaquín Carbonell, “Teruel: la generación del San Pablo”, Andalán, 51-51 (15-X-1974), p. 4 o en “Memoria iconoclasta de un colegio histórico” Periódico de Aragón, “Especial Fiestas del Ángel”, 1990: Javier Lacruz, “Notas sobre la generación paulina”, Rolde, 97-98 (Julio-Diciembre, 2001), p. 74.