“El aire olía a brasas francesas”
Al poco de su llegada a Teruel, en noviembre de 1966, fue nombrado
presidente del Sindicato Nacional de Enseñanza en la provincia. Eran tiempos
complicados, en especial en una ciudad pequeña perfectamente controlada por el
régimen con sus omnímodos gobernadores civiles, caso del ya citado Federico
Trillo o de aquel otro, tan irascible y tronante, Ulpiano González, “que llegó a echar una bronca al empleado del
Servicio Meteorológico de Calamocha, por dar temperaturas tan bajas.”, en la
que, incluso, se atentaba contra la intimidad de las personas, como le llegó a
confesar el jefe de Correos, Tomás Santacruz, el día que se jubiló, diciéndole
“Eloy, ahora puedo decirte que durante estos cinco últimos años ha venido con
mucha frecuencia un policía, pedía tu correspondencia y la de Labordeta, se
metía en un despacho y al rato nos la devolvía, ya puedes imaginar”.
En este ambiente asfixiante, realizó su
labor lo mejor que supo, pudo y le dejaron, de hecho, llegó a organizar unas I
Jornadas pedagógicas en 1969, algunas de cuyas conclusiones finales reproduzco
por lo que tienen de germen de muchos de los logros educativos posteriores en
nuestra provincia: “[…] planificar las enseñanzas básicas según la
infraestructura del país y favorecer la proximidad familiar; conceder pleno
ejercicio universitario al nuevo Magisterio; libertad y gratuidad total en todo
centro de enseñanza, sea público o privado; creación en Teruel de un Instituto
de Idiomas […]” Y quizá lo más polémico y renovador, en la medular de todas las
reformas y contrarreformas educativas, todavía en la actualidad no resuelto, la
sempiterna polémica de la religión como materia educativa: “Se considera
inadecuado el actual planteamiento de la enseñanza de la Religión en el
bachillerato superior, y se sugiere la posibilidad de que, sin dejarse en
absoluto la formación religiosa, se hiciera de otro modo que por asignaturas
sujetas a examen y calificación”. Como se puede comprobar, sigue lloviendo
sobre mojado.
Un año antes, en mayo de 1968 y con la
que estaba cayendo en Francia, Eloy encabezó como presidente del Sindicato de
Enseñanza una instancia y un “Informe sobre el posible establecimiento de
estudios universitarios en la ciudad de Teruel” al presidente de la Diputación , junto con
otros miembros del claustro de profesores del Instituto. Exponían que dada la
masificación de los estudios superiores y la ausencia de estos en Teruel, se
ofrecían a organizar e impartir las enseñanzas de los cursos comunes de
Filosofía y Letras, adscritos a la Universidad de Zaragoza. Todo ello bajo el patronazgo
de la Diputación. Al
final, todo quedó en nada, como señala, “estábamos en 1968 y el aire olía a
brasas francesas…”. Brasas que en
este caso, pocos años más tarde, en 1972, reavivarían prendiendo el fuego del
Colegio Universitario de Teruel, convertido en 1994 en Facultad de Humanidades
y Ciencias Sociales, antesala del actual campus universitario turolense.
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