Tirar con
bala
Me
ha resultado tremendamente original y acertada la comparación que realiza el
profesor Carlos Forcadell sobre su compañero de trabajo y amigo con la figura
de Braulio Foz (1791-1865), un ilustre “bajoaragonés de Fórnoles que fue
catedrático y decano en nuestra Universidad, un primer historiador general de
Aragón (Eloy habría sido el último), fundador de periódicos (El Eco de Aragón, 1838), escritor de
miles de artículos sobre muy diversos temas, político liberal progresista
siempre desavenido con sus propios partidos y gobiernos, ocasional candidato
electoral por Teruel (1841), y que, en tiempos de transición política, siempre
reivindicó con pasión la escala territorial aragonesa así para actuar en
presente como para narrar en pasado […]”
Si
la trayectoria vital y profesional de Eloy guarda evidentes paralelismos con la
de Braulio Foz, su personalidad responde de alguna manera a la de su mítico
personaje de origen popular, Pedro Saputo, pues con él comparte su ansia de
saber, su vitalidad y humanismo; como él conjuga talento y corazón puestos al
servicio de la sociedad. Es, pues, un hombre de bien, un verdadero sabio que no
espera premios ni favores, sí ingratitudes y reveses, siempre íntegro y al
servicio de la comunidad, sus críticas y consejos persiguen fines utilitarios
–mejorar al hombre-, es decir, su ética es, sobre todo, social. Como dice Foz
en su novela: “… sólo puede ser verdadera y constantemente libre, el hombre
justo y animoso, el hombre de bien y sereno, el hombre de conciencia clara y
pura que nada teme, sobre todo si se contenta con su suerte, y no le trae
inquieto y desvelado la ambición, la codicia u otra pasión lanzada a sus
viciosos términos.”
En este sentido, voy a reproducir dos
simpáticas anécdotas presentes en las Memorias
de Eloy, que tienen como protagonista a Manuel Fraga, de alguna forma el responsable
último de muchas de sus tribulaciones -primero de aquel expediente consecuencia
de la ya comentada polémica carta a Le
Monde; después, de los numerosos problemas sufridos como director de Andalán derivados de su célebre Ley de
Prensa-, y que en cierto modo dan cuenta de su bonhomía y fino sentido del humor. La primera tuvo lugar
un año después de su encarcelamiento, durante su estancia vacacional en el
pueblo gallego de su mujer, Cariño, cuando un vecino y amigo, aprovechando la
presencia del entonces vicepresidente segundo del Gobierno, se lo presentó
dando lugar a la siguiente conversación:
“-Don Manuel, no sé si se conocen con Eloy Fernández…
-Hombre, ¿qué tal va Andalán?
-Pues… vamos tirando –dije desconcertado por esa
buena memoria, aunque la cabecera hubiera ganado justa fama combativa.
-Ya sé, ya sé: con bala –dijo divertidísimo de
ponerme en aquel trance, y con gesto amistoso, sin embargo. En ese momento se
acercó al grupo mi hija Elena, de seis años, sudorosa tras corretear por el
campo, pidiendo agua. Fraga, ni corto ni perezoso, pidió un vaso de agua a una
señora cercana, se lo dio a nuestra hija, y ahí quedó todo. ¡Hasta unos días
después, en que Luis me hizo llegar de parte de Fraga una fotografía que
recogía la escena!”
La
segunda, no menos divertida, ocurrió algunos meses más tarde, se produce en una
conversación con el líder socialista catalán, Joan Reventós, durante una comida
de coordinación para formar la
Federación de Partidos Socialistas:
“-¿Sabéis, supongo, que tenemos muy
buenos contactos con Fraga?
Yo
me quedé mudo un momento, totalmente descolocado, pensando con gran susto en lo
raro que resultaba que se llevaran bien con el político gallego; menos mal que
por una vez no metí la pata y me limité al ilativo:
-Ah, ¿sí?... –No sé si se percató, o
pensó que era despiste mío, en todo caso añadió:
-Sí, los del Cinca son gente estupenda.
Como la mayoría son de militancia cristiana progresista, han entablado buenas
amistades con muchos de los nuestros.”
Resulta evidente que en estas menciones
no hay rencor, sí mucho sentido del humor. Su actitud es la de un miles christianus capaz de perdonar.
Como dijera el propio Foz de su personaje, “recibió algunas ofensas, y no vengó
ninguna, dándole siempre venganza a su tiempo los mismos que le ofendieron,
porque su virtud y la estimación pública, y sobre todo su generosidad
confundían muy pronto a sus enemigos.”
Menos original resulta decir que Eloy es
costista, de hecho, tampoco es exagerado ver en él, como hace su paisano y
amigo, Ángel Alcalá, ”la continuación personificada de Costa […]” Resulta
lógico que quien ha dedicado tantas horas y esfuerzos al estudio de su obra y
persona (le dedicó su tesis de licenciatura y ha publicado hasta la fecha un
total de siete libros, una veintena de artículos, varios prólogos,
introducciones, etc.) acabe de alguna manera secuestrado por el personaje y
asuma sus postulados básicos cifrados en su lema por excelencia, “despensa y
escuela”, transformado por Eloy en “escuela y prensa”, pues, a nuestro juicio,
por encima de la economía, en él prima sobre todo y ante todo la investigación,
la docencia y la divulgación cultural, sin importarle el medio: aula, libro,
prensa, radio, televisión, cine, Internet.
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