Antón con Ildefonso, Ángel Guinda,
Rosendo Tello y Manuel Vilas
Himno
de Aragón (1989)
A finales de 1987, la Mesa de las Cortes Regionales
de Aragón propuso encargarle la composición del himno oficial. Tras una serie
de rocambolescos avatares, se decidió designar a cuatro escritores
representativos de diferentes generaciones y de otros tantos territorios
aragoneses –Ildefonso Manuel Gil, Ángel Guinda, Rosendo Tello y Manuel Vilas-,
para que, en escasas pero maratonianas jornadas entorno a un piano en la ciudad
de Daroca, escribieran su texto: treinta y tres versos dispuestos en dos
estrofas de entrada, un estribillo y una estrofa de transición.
Su estreno tuvo lugar el 22 de abril
de 1989, en el Palacio de la
Aljafería de Zaragoza, a cargo del Coro Fleta de Zaragoza
(dirigido por Emilio Reina), la Coral
Oscense (dirigida por Conrado Beltrán), la Coral Polifónica Turolense
(dirigida por Jesús María Muneta) y la Orquesta Sinfónica
de Madrid, todos, a su vez, dirigidos por el propio García Abril.
Aragón cuenta pues con un Himno,
heroico y solemne, de gran calidad,
tanto en lo musical como en lo poético, pero que, sin embargo, no ha calado en
la ciudadanía, no se ha convertido en emblemático de la población aragonesa,
quizá el problema radique en la falta de consenso político y en la nula
difusión del mismo.
En
1983 fue nombrado hijo predilecto de Teruel y en 1985, su amigo, el padre Jesús
María Muneta, a la sazón Director del Instituto Musical Turolense, hombre
fundamental en el devenir de la música de la ciudad en las últimas décadas,
estrenó en su honor la obra significativamente titulada, Abriliana. Homenaje al maestro Antón García Abril, para orquesta.
Llevado de la gratitud
ante esas continuas muestras de cariño de los turolenses, el maestro aprovechó
el encargo del Ministerio de Cultura, con motivo del año Europeo de la Música, para componer su Concierto mudéjar, espléndido homenaje
al estilo arquitectónico turolense por excelencia; una creación en la que
desarrolla su vena melódica en tres tiempos que, según sus propias palabras, “fluyen
de manera expresiva para crear un mundo de equivalencias entre el mudéjar
arquitectónico y el sonoro”, pues como aquel, la composición se realiza con una
extraordinaria economía de medios: una guitarra y una orquesta de cuerda;
música sincera, grata y asequible a cualquier oído, compuesta para perdurar en
el tiempo, clásica ya a pesar de su modernidad, presente en todos los selectos
repertorios de los grandes solistas mundiales.
Se estrenó oficialmente el
1 de octubre de 1986 en la catedral de Teruel bajo su dirección y la
interpretación de Ernesto Bitetti y la Orquesta de Cámara I Solisti Aquilani. Ese mismo
año, el mudéjar turolense fue reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Los actos de homenaje de
su ciudad se han sucedido puntualmente casi todos los años; las asociaciones
más importantes lo han reconocido con sus distinciones más preciadas, así, en
1988, fue nombrado “Turolense del Año” por el Centro de Iniciativas Turísticas.
Casi al mismo tiempo, en el V Abrazo Andalucía Aragón, la Casa de Andalucía en Teruel,
le otorgó el título de “Aragonés del Año”.
También por esas fechas, a
petición de la Delegación
de Teruel de Manos Unidas, compuso para dicha organización su sintonía. De
igual forma, en 1993, el Gobierno de Aragón, con motivo de la celebración del
día de San Jorge, le concedió la medalla al Mérito Cultural. Por su parte, el
Ministerio de Cultura reconocía su trayectoria profesional y su obra
otorgándole el Premio Nacional de Música. La Universidad de Verano
de Teruel lo homenajeaba dedicándole un curso de “análisis estético e
interpretativo de sus obras para piano y canto y piano”, quizá único en el
panorama universitario español, al tratarse de un músico vivo.
Como venimos destacando,
Antón García Abril no dejó de componer obras alusivas a su tierra, así, en
1999, estrenó Tres polifonías turolenses,
basadas en el Dance de Jorcas, y en
el 2002, con motivo de su lectura del pregón de la Semana Santa, regaló a la
ciudad su composición Florecicas de la
pasión, inspirada en el mundo del folclore a través de una jota aragonesa y
en los toques de tambores y cornetas, aunando de esta forma el mundo popular y
el de la Semana Santa.
RESEÑA PUBLICADA EN EL SUPLEMENTO DEL HERALDO DE ARAGÓN, "ARTES Y LETRAS"
CROMATISMO NARRATIVO
La paleta de colores de la escritora alcañizana, Rosa Blasco, es tan rica en matices en su ópera prima narrativa, El sanatorio de La Provenza, como la de Van Gogh, uno de los personajes que la pueblan: el morado de la lavanda, símbolo de lo misterioso y de lo oculto, el rojo de la pasión, el negro de la muerte o el blanco de la pureza. El cromatismo pictórico anticipa el narrativo, mestizaje de subgéneros: thriller de intriga, novela romántica, histórica, policial, y todo expuesto con un estilo limpio, de exquisita sensibilidad, inmaculado, sin estridencias, fluido y transparente, pero sin rehuir la crudeza del naturalismo cuando la ocasión lo requiere. Sobre ella sobrevuelan, ingrávidos, casi imperceptibles, los maestros del siglo XIX: Henry James, Clarín, Stendhal, Dumas, Galdós, Tolstói, etc.
Ambientada en la Provenza francesa de 1890, un joven médico forense de origen español debe esclarecer con la máxima discreción una serie de extraños casos que afectan a los pacientes de un sanatorio. Durante los tres meses que dura la investigación surge el amor, los celos, la envidia, el deseo de venganza y la amistad. Toda una cascada de emociones y sentimientos que desembocan en un final tan inesperado como sorprendente.
Si el paisaje de la Provenza trasciende la categoría de mero escenario para convertirse en personaje, no juega un papel menos importante Zaragoza y, sobre todo, Alcañiz, no en vano la autora, hace ya algunos años, publicó la Historia del Hospital de Alcañiz, fruto de su tesis doctoral.
Con esta tan compleja como aparentemente sencilla novela, en la que todo termina funcionando a la perfección, Rosa Blasco se revela como una excelente prosista y una magnífica conocedora de la naturaleza humana. Sin duda está llamada a ser todo un éxito. No se ha equivocado la ojeadora editorial de Planeta, ‘Tagus Casa del Libro’, de momento nos la presentan en formato digital, pero seguro que pronto se publicará en papel. Al tiempo.
ROSA BLASCO, El sanatorio de la Provenza, Ediciones Tagus, Formato: EPUB - SIN DRM , 2013.
En
marzo de 1982, Antón García Abril fue elegido académico de la Real de Bellas Artes de San
Fernando. En diciembre de 1983, leyó su discurso de ingreso en la Academia, cuyo título, Defensa de la melodía, anticipa y resume
a la perfección su contenido e intención: los principios esenciales de su
música, a los que siempre se ha mantenido fiel y, quizá, también, de su forma
de ser y de entender la vida.
Añadir leyenda
Su ciudad natal no quiso
permanecer ajena a este acontecimiento y durante ese año se sucedieron diferentes
homenajes. Así, en marzo, se le nombró Hijo Predilecto de la ciudad.
Agradecido, Antón, se comprometió a hacer una gran sinfonía dedicada a su
tierra, Teruel y Aragón, pero sin caer en populismos ni provincianismos vanos. Él
mismo anticipaba de la siguiente manera en el Heraldo de Aragón (14-05-1985) sus intenciones compositivas: “Hasta
ahora no se ha hecho nada en este terreno. Querría hacer con la música de mi
tierra lo que hizo Falla con la de Andalucía. Una obra que, partiendo de las
raíces, sea universal; estaría estructurada en tres movimientos,
correspondiendo cada uno de ellos a Zaragoza, Huesca y Teruel.” Es el comienzo
de un proyecto titánico, hasta la fecha inconcluso, que originariamente
denominó como Sinfonía Guadalaviar,
en el que integraba otros esbozos compositivos anteriores, inspirados en su
tierra como la Sinfonía aragonesa y la Sinfonía de “los Amantes”.
En vísperas de leer su
discurso de ingreso, a finales de noviembre, la banda de música Santa Cecilia
de Teruel, en su habitual concierto anual, lo nombró socio de Honor.
Cruz
de San Jorge. Mantenedor de las fiestas de la Vaquilla (1978)
En
abril de 1978 fue distinguido con la
Cruz de San Jorge por la Diputación Provincial
de Teruel y en las fiestas de la
Vaquilla ejerció de mantenedor con un interesante discurso (recogido
en el diario Lucha de los días 6 y 7
de julio) en el que recorrió los
hitos musicales más importantes de la provincia turolense, desde Gaspar Sanz,
pasando por la ópera de Bretón dedicada a los Amantes de Teruel, hasta acabar exponiendo
y destacando la importancia de su música popular, relacionando la enorme
variedad de cantos que se pueden encontrar en sus pueblos: gozos, albadas,
villancicos, mayos, oliveras, cantos de bodegas, el “reloj de la Pasión”, la baraja o el
arado, los Sacramentos, los Mandamientos, etc. Se detiene especialmente en el
“romance del arado” de Torres de Albarracín, que narra la Pasión de Jesús, y en los
Mayos, para finalmente concluir solicitando la reedición del libro fundamental
al respecto de Miguel Arnaudas, Cancionero de la provincia de Teruel, ofreciendo a la ciudad la posibilidad de
escribir un ciclo de canciones de concierto sobre una selección de textos
premiados en las distintas ediciones del certamen poético que con motivo de
estas fiestas se convoca, cuyo título anticipa como “Cuaderno de los Amantes”. Cerró su intervención con las
siguientes palabras tan representativas de su forma de ser y de entender la
música y el mundo: “Que el amor sea nuestra guía. Es suficiente con el amor
hacia las pequeñas cosas. Amemos nuestra tierra, nuestra tradición, nuestros
monumentos, nuestros hombres que con su trabajo diario contribuyen al
desarrollo de nuestra tierra…”
Ayer por la tarde, la ciudad de Teruel rindió un emotivo homenaje al maestro Antón García Abril. En la Escuela de Música que lleva su nombre se presentó el documental de Laura Sipán, El hombre y la música. Magnífico, sin más. Un delicado y entrañable recorrido por su obra y por su persona, que lo muestra como lo que es: un genio humilde y familiar, turolense hasta la médula. No se lo pierdan.
Cuando el maestro cumplió ochenta años, la revista cultural TURIA, Nº 107 se sumó a los múltiples homenajes
que se le estaban tributando y me encargó una semblanza vital y profesional, de la que extraigo algunas partes para presentarlas por entregas en el blog. Como se pueden imaginar, no pretendimos, ni mucho menos, abarcar la enormidad de su persona, ni analizar la vastedad de su obra. Nuestro compositor, director y
pedagogo sigue en la brecha en plena producción y son ya más de setecientas las
piezas que ha compuesto, con lo que la mera enumeración de las mismas
desbordaría ampliamente nuestras posibilidades.
En el momento de redactar aquellas páginas, se encontraba trabajando en la revisión
de La gitanilla, una creación que hizo para el ballet nacional de España
sobre las novelas ejemplares de Cervantes. Además estaba inmerso en la
composición de dos obras de piano para sus dos últimos nietos: "Siempre
les he escrito [hijos y nietos] a todos una partitura de bienvenida al
mundo".
De la intensidad y la altura del presente momento creativo de Antón
García Abril dan buena cuenta los múltiples encargos que recibe constantemente:
la gran violinista americana, Hilary
Hahn, ha paseado por un buen número de ciudades europeas y de Estados Unidos su
obra Tres suspiros, escrita a
petición propia para ella por Antón; por su parte, el quinteto de metal Spanish
Brass Luur Metalls, tras estrenar en el
año 2009 con gran éxito su primer encargo, El vuelo del viento, se apresuró a repetir experiencia el
pasado año con un nuevo estreno de turolense título, Guadalaviar, una composición largo tiempo gestada, escrita para
quinteto de metales solista y orquesta de cuerda, dos pianos y percusión.
Quien quiera aproximarse a su vida y a su producción musical deberá
consultar las obras de Fernando J. Cabañas Alamán, Antón García Abril. Sonidos en libertad (Instituto Complutense de
Ciencias Musicales. SGAE.1993); de Paula Coronas, Estética y estilo en la obra de Antón García Abril (Orquesta
Filarmónica de Málaga, 2001); de Álvaro Zaldívar, Antón García Abril. Poeta de vanguardia (Ediciones Maestro, 2003);
de Andrés Ruiz, Antón García Abril, un
inconformista. El compositor, visto y sentido, por sus intérpretes
(Fundación Autor. SGAE. 2005), así como los diferentes estudios de Esther
Sestelo dedicados a su obra. Para finalizar esta mínima bibliografía que, de
una u otra manera, gravita sobre el presente artículo, recomendamos también la
lectura del estudio de Pablo Pérez y Javier Hernández, Antón García Abril. El cine y la televisión (Diputación de
Zaragoza, 2002), dedicado a su música incidental.
El mundo compositivo de Antón García Abril es inmenso, se extiende desde
las bandas sonoras, pasando por la canción de concierto, el poema sinfónico,
las obras orquestales, para piano, guitarra, ballet, las de carácter didáctico
y pedagógico, hasta llegar a la ópera. Todo un universo creativo, tan ciclópeo
como ecléctico y polimórfico, pero al mismo tiempo unitario, de obra en marcha,
en constante construcción, fruto de una vida consagrada por entero a la música
que, como hemos anticipado, resulta imposible resumir en unas pocas páginas,
por lo que nos limitaremos a recorrer su trayectoria vital deteniéndonos
brevemente en aquellos momentos fundamentales de la misma o de su producción, en
los que Teruel, su patria chica, está presente, bien sustentando e impulsando
su trayectoria profesional, bien latiendo bajo sus composiciones: sus paisajes,
sus gentes, sus familiares, sus amigos, sus recuerdos de infancia y
adolescencia, etc., conforman un magma creativo que aflora en forma de
homenajes continuos a su tierra, pues como anticipábamos en el título, Antón
García Abril es un músico universal
turolense; un artista que no renuncia a sus raíces, al contrario, las posee
en lo emotivo, en el fondo de su espíritu creador y las proyecta hacia el mundo
convirtiéndolas en universales, demostrando una vez más la verdad de las
palabras del escritor portugués Miguel Torga de que “lo universal es lo local
sin paredes”, máxima que alienta siempre en los grandes creadores.
Las entradas que presentaré sucesivamente, surgen de seguir la pista de Antón en el periódico local turolense (antiguo Lucha, en la actualidad, Diario de Teruel) se comprueba, sin ningún género de duda, el respeto y la admiración que
ha suscitado y suscita entre sus paisanos, así como también se percibe con
claridad meridiana la justa correspondencia del compositor, hijo agradecido que
dedica a su tierra lo mejor de sí mismo: su trabajo, su música, sus
composiciones más sentidas.
Dejo aquí una entrevista realizada por Radio Aragón al maestro con motivo de la publicación del mencionado artículo. Espero que la disfruten.
RESEÑA PUBLICADA EN EL SUPLEMENTO DEL HERALDO "ARTES Y LETRAS"
Elifio
Feliz de Vargas no es un seudónimo con resonancias al realismo mágico ni el
protagonista de un culebrón mejicano, sino el autor de Jerícho Souvenír, una novela juvenil ágil y desenfadada. El
escritor turolense conoce bien el paño,
esta es su tercera incursión en el género y se le nota el oficio:
protagonista adolescente con el que fácilmente se pueden identificar los
hipotéticos lectores, trama misteriosa y
aventurera, léxico adecuado, en definitiva, presencia de variados mecanismos empáticos para
“enganchar”. Pero lo cierto es que la novela es más, mucho más.
Jerícho Souvenír es una parodia crítica
e inteligente a los best-sellers en
la que se despliega ironía, humor y mordacidad satírica a raudales. De alguna
forma, Jerícho Souvenír es una novela
sobre cómo escribir una novela, o mejor dicho, un best-seller: Ángel Espín, el padre del protagonista, profesor de
música y escritor de novelas de éxito se enfrenta a un bloqueo creativo. Su
hijo, Alberto, estudiante de instituto, recurrirá a un souvenir que su madre,
intérprete y traductora de árabe, ha traído de Jordania, como disparadero de la inspiración de
su progenitor, para que teja una peregrina historia sobre un arma de
destrucción masiva que tiene su origen en el Antiguo Testamento.
Nos
encontramos pues con una historia dentro
de otra historia, en las que la ficción y la realidad se entrecruzan y se
mezclan hasta el punto de llegar a confundirse en algún momento, si bien ambas tendrán
distintos finales, pero en los dos casos, abiertos, como en los grandes éxitos
parodiados, siempre pendientes de una posible secuela.
Jerícho Souvenír es una novela
iconoclasta y paradójica; al mismo tiempo que dibuja una sonrisa en la cara del
lector y desmitifica el género de los best-sellers,
participa de sus mismas características: humor, capítulos breves, estilo dócil
y trama típica de ritmo cinematográfico
-hay un secreto, un objeto perdido, una secta milenaria y, por supuesto, peligra
el orden mundial establecido-. El lector avisado pronto descubrirá que en lugar
de leerla la está viendo. No en vano, Elifio ha escrito guiones y su técnica se
nota en la narración: uso del flash back,
breves y precisas descripciones, simultaneidad de acciones, sorprendente punto
de giro final en la historia real, etc.
Es
esta, en suma, una novela ingeniosa, un divertimento personal, una burla de los
recetarios que aseguran el triunfo editorial, en la que se reflexiona sobre la
fabricación industrial del talento y los fraudes de los éxitos de ventas.
Elifio Feliz de Vargas, escritor de prodigiosa imaginación chestertoniana, es
consciente de que su obra puede ser un texto de transición hacia otro tipo de
literatura, pero, al mismo tiempo, fiel a sí mismo, no renuncia a su condición
de narrador de fuste y lo dota de un valor creativo más allá del estricto
ámbito educativo y adolescente, garantizando de esta forma el placer estético
de los lectores adultos.
EL PRÓXIMO DÍA 22 DE NOVIEMBRE, VIERNES, A PARTIR DE LAS 19 H., ENCUENTRO CON EL ESCRITOR CARLOS PAJUELO DE ARCOS, EN EL MUSEO PROVINCIAL. HABLAREMOS DE SU ÚLTIMA NOVELA, EL CRIMEN DE LA CALLE EL SALVADOR Y DE SU OBRA NARRATIVA, TODO ELLO COMO EXCUSA PARA CONVERSAR SOBRE LIBROS: ¡PARA QUÉ SIRVE UN LIBRO, SU ESCRITURA, SU LECTURA, ETC.? CON ESTA PRESENTACIÓN COMIENZA SU CONQUISTA LITERARIA DE EUROPA. SUERTE, VALOR Y AL TORO.
COMO ANTICIPO, AQUÍ CUELGO UNA RESEÑA QUE PUBLIQUÉ HACE UNAS FECHAS EN EL SUPLEMENTO ARTES Y LETRAS DEL HERALDO DE ARAGÓN, QUE DIRIGE EL ESCRITOR ANTÓN CASTRO, RECIENTEMENTE GALARDONADO CON EL PREMIO NACIONAL DE PERIODISMO CULTURAL POR "SU DESTACADA LABOR EN PRENSA, RADIO Y TELEVISIÓN, ESPECIALMENTE EN EL SUPLEMENTO ARTES Y LETRAS DEL DIARIO HERALDO DE ARAGÓN, ASÍ COMO EN EL PROGRAMA DE TELEVISIÓN BORRADORES"
“PELIRROJA Y PLUMA DE
CODORNIZ SOBRE FONDO NEGRO”
El
crimen de la calle El Salvador es la
sexta novela de ficción de Carlos Pajuelo de Arcos, periodista y profesor
emérito de la
Universidad CEU Cardenal Herrera de Valencia. Todas tienen
como punto de partida un hecho real y en esta en concreto, su arranque adopta
la apariencia de novela negra. Pero, ¿es realmente El crimen de la calle El
Salvador novela negra? Ni sí ni no, sino todo lo contrario.
Los ingredientes básicos los tiene: hay hecho
criminal, tenemos investigador -por partida doble y en dos tiempos diferentes: detective
en el presente e inspector en el pasado-, hay indagación racional, pero lo que
ya no está tan claro es que haya solución, desvelamiento del hecho criminal, o
tal vez sí. Veremos.
Tras un primer capítulo tan desopilante
como desmitificador del género, “La agencia y el encargo de la dama con
pamela”, en el que se nos presenta la agencia de significativo nombre,
“Investigaciones integrales. Agencia de asuntos inconclusos o asuntos sin
resolver. Carlos & Ulises”, y al detective-narrador, Carlos X, quien
reconoce abiertamente que “Carlos X soy yo mismo, el que escribe esto y que
hace a veces de relator y otras no.” Lo
cierto es que conforme avanza la narración, lo detectivesco se va diluyendo
para dar paso a un relato de corte realista trufado con ciertas dosis de
erotismo, que devendría en regeneracionista si no fuera porque el narrador –o
el autor-, ya nos ha anticipado su más
absoluto nihilismo expuesto con grandes dosis de ironía, esa semilla del humor
codornicesco que florece y se desparrama por muchas de las páginas del libro:
“Me desparramo en el pensamiento y si usted lo piensa bien a todos nos pasa
igual, en mayor o menor medida. La mayor parte del desparrame se pierde en
nada. Pura evanescencia inútil, aunque eso forma parte de la vida misma. Me
refiero a la inutilidad.” Por eso, al final, fiel a sí mismo y al nombre de la
agencia, el indolente Carlos X, tras renunciar a resolver el caso para estupor
del lector, se preguntará: “¿Abandono, fatiga, laberinto sin salida, novela que
no llega a ser negra del todo?” No, no se asusten, no la he destripado: asesino
hay y pistas para descubrirlo también, se encuentran aquí y allá, pero su
verdadero significado no se desvela hasta el final, obligándonos a volver
entonces la mirada hacia atrás para hilvanarlas.
Volvemos al principio. Si no es novela negra,
¿qué es? Carlos X o el autor -tanto monta- ya nos lo había dicho al comienzo:
“Todo es una ficción y un juego literario deliberado”, en el que el lector deberá
resolver el caso como quiera, el final está en sus manos, en esa libertad que
es inherente a su propia condición de lector. Carlos Pajuelo rompe a conciencia
las reglas del género y construye una ficción “nebulosa” de corte ramoniano que
bien pudiera ser real, en la que junto a su particular concepción del mundo y
de la existencia, mezcla cuarto y mitad de sexo, algo de violencia, su aquel de
personajes y… hasta un cura.
Yo sé quién es el asesino, pero no
hablaré si no es en presencia del autor.
LIBRO: EL
CRIMEN DE LA CALLE EL
SALVADOR
Autor: Carlos Pajuelo de Arcos,
Género: Novela negra o algo parecido.
Formato: 13x19,5 cm.
Pàgs. 192
PVP: 21,95 €.
ISBN: 978-84-940936-2-3
Anunciado
a bombo y platillo en la prensa local, el 23 de diciembre de 1955, organizado
por la asociación “amigos del Arte”, tuvo lugar en el Cine Victoria “la
presentación formal de nuestro joven y ya famoso compositor Antonio García
Abril, considerado como el máximo valor de esta hora entre la nueva generación
de músicos españoles. Dará a conocer a sus paisanos alguna de esas obras que le
han dado renombre… El artista ha querido que su música llegue al público con
todos los matices expresivos y contenido lírico, de los que la interpretación
pianística podría únicamente dar referencia.” (Lucha, 21-12-1955). El concierto fue un éxito total, el joven
compositor, al piano, se acompañó de la soprano y profesora en el Conservatorio
de Valencia, Emilia Muñoz, y del violinista, José Moret. En la primera y
segunda parte presentó composiciones propias (Tres villancicos, Marinera,
Canto a la madre, Mañanicas de Mayo, Arrojome las naranjicas,
La zagala alegre, Capricho para violín y piano y Sonata de Siena). En la tercera, interpretó obras de Rachmaninoff,
Chopin, List y Turina, cerrando con dos obras propias más, Danza aragonesa y Andaluza.
Para finalizar, regaló fuera ya de programa su Nana, primera parte de su composición titulada, Dos piezas breves.
A
esta actuación siguieron otras muchas, así, algún tiempo después y en el Teatro
Marín, se iniciaría en el campo de la dirección con la Orquesta Municipal
de Valencia para interpretar obras de Weber, Dvorak, Dukas y Rimsky-Korsakov.
En
la década de los cincuenta, inició la composición del Ballet de los Amantes de Teruel -inconcluso hasta la fecha-, en
colaboración con sus paisanos, el citado juez Belloch, y el periodista y
cineasta turolense, Clemente Pamplona, autores de la espectacular obra teatral representada
en la Plaza del
Seminario de la ciudad a principios de septiembre de 1955, con motivo del
cuarto centenario del descubrimiento de las momias de los Amantes, seguramente
con la intención de que formara parte de la misma (incluía poemas de Federico
Muelas).
En
abril de 1961, tuvo lugar una conferencia-concierto en honor a los
participantes en la IAsamblea Provincial de la Familia,
que corrió a cargo del crítico musical, Antonio Fernández Cid, la soprano Mª
Teresa Tournè y la pianista Carmen Díez Martín. El musicólogo disertó sobre el
tema “La canción contemporánea española”, a partir de Granados, pasando por
Eduardo Toldrá, Ataulfo Argenta, Montsalvatge, Jesús Leoz, Turina, Falla y
García Abril, que se encontraba entre el público y de quien se interpretaron,
quizá como estreno, sus Diez canciones
infantiles (la parte literaria correspondía al citado Federico Muelas). El
compositor fue tan aclamado que se vio obligado a subir al escenario y
acompañar él mismo al piano “Pala y pico”, una de sus canciones. Con ellas, el
compositor turolense había conseguido el accésit al Premio Nacional de Música
del año 1956, cuyo ganador fue su mentor y maestro, Ángel Mingote. Ese año la
música nacional tuvo acento aragonés: un veterano y una joven promesa; el
maestro y el alumno que cumple con su obligación de intentar superarlo.
Llevado
de su amor por Teruel y siguiendo en esa línea compositiva, en 1965 dedicó el
apunte coreográfico, Jota del Torico,
al que quizá sea el símbolo más emblemático de la ciudad.
Siguiendo los consejos del afamado
pianista Leopoldo Querol, Antón tomó la determinación de proseguir sus estudios
en Madrid. Decisión que suscitó cierta preocupación en su casa, pues no veían con
buenos ojos emprender tamaña aventura sin tener lo que en aquellos momentos se
conocía como un “valedor” en la gran ciudad, figura que al fin y a la postre
encontraría en Ángel Mingote -padre del gran humorista gráfico, turolense de
adopción, Antonio Mingote- que había vivido durante algunos años en Teruel y
que a la sazón era profesor del conservatorio madrileño.
Apoyado de nuevo económicamente por la Diputación de Teruel,
Antón García Abril dio inicio a sus estudios superiores avalado por el músico
darocense, fraguándose de inmediato entre ellos una sólida amistad sustentada
en el convencimiento del profesor en las grandes posibilidades del joven músico,
confianza recogida por escrito en su
artículo titulado “Antón García Abril, músico”, publicado en el diario local
(3-07-1955): “Mi acierto, hasta hoy, en pronósticos y augurios, me anima y
decide a esta afirmación: García Abril está dotado de tal musicalidad, que
puede llegar hasta donde los mejores lleguen […]”, para concluir solicitando a
“las más relevantes y oficiales personalidades de Teruel a que velen por él y
protejan a quien de seguro ha de rendir ciento por uno; a quien puede dar días
de gloria a su región.”
El tiempo, el buen hacer del maestro y la crítica han confirmado su pronóstico,
así, casi cincuenta años más tarde, el estudioso Álvaro Zaldívar afirmaba
respecto de García Abril: “es el compositor más robusto y solvente de la
segunda mitad del siglo XX, heredando el lugar que cupo a Manuel de Falla en la
primera mitad de ese siglo”.
Los deseos de Ángel Mingote no
cayeron en saco roto y como sucediera hasta ese momento, la Diputación Provincial
turolense siguió apoyando con puntuales ayudas económicas al en ese momento
aprendiz de composición a complementar sus estudios en los prestigiosos cursos
de verano que organizaba la Academia
Chigiana de Siena, donde asistió a cursos de composición con
Vito Frazzi, de dirección de orquesta con Paul van Kempen, de música
cinematográfica con Angelo Francesco Lavagnino y sobre el mundo del ballet con
Alexander Sajarov.
En el curso 1963-64, completó su formación en nuevas técnicas de
composición en la Academia
“Santa Cecilia” de Roma con el prestigioso maestro Gofreddo Petrassi.
Como no podía ser de otra manera, entre estas composiciones iniciales, se
encuentra el Himno de “La Vaquilla” (1950), fruto
de ese sentimiento tan turolense que es ser y sentirse “vaquillero”;
sentimiento que se mantiene vivo durante toda la vida y que rememora el maestro
siempre que se le pregunta al respecto recordando con nostalgia las fiestas de
sus años mozos, cuando con sus compañeros de colegio y otros jóvenes
trabajadores formaron la peña de significativo nombre “studtrab” (de
estudiantes y trabajadores) para vivirlas con camaradería y sana intensidad. De
esta forma, con su trabajo compositivo, el joven Antón comenzó a devolver a su
ciudad lo que recibía de ella, creando ese flujo de influencias y mutuo
reconocimiento que se mantendrá a lo largo de toda su vida (en 1991 la Federación de
Interpeñas turolense lo nombró, junto a Antonio Ubé Casinos, autor de la letra,
“peñista del año”).
Se oye un cámpanico cerca
que replica alegremente es el campanico del Ángel que está llamando a la gente.
La subasta ha comenzado Teruel empieza a vivir y en la tarde del domingo nos vamos a divertir,
Es la Vaquilla del Ángel la fiesta más popular, la que a los viejos y jóvenes hace reír y llorar.
Es la Vaquilla en Teruel famosa y tradicional, la que invita, todo el mundo: noble bravía y leal.
Teruel, viva Teruel con la Vaquilla del Ángel el Torico de su plaza y los famosos Amantes.
Teruel viva Teruel Con sus peñas vaquilleras, la música y la canciones Teruel, viva Teruel.
Vaquillero, vaquillero que desbordas alegría con la música y sus peñas el día de la vaquilla
La Vaquilla es en Teruel la fiesta tradicional que a los jóvenes y viejo, hace gozar y soñar.
Es la vaquilla del Ángel la fiesta más popular, la que a los viejos y jóvenes hace reír y llorar.
Es la vaquilla en Teruel famosa y tradicional, la que invita a todo el mundo: noble bravía y leal.
Teruel, viva Teruel con la Vaquilla del Ángel el Torico de su plaza y los famosos Amantes.
Teruel viva Teruel Con sus peñas vaquilleras, la música y la canciones Teruel, viva Teruel.
Primeras composiciones: Canto a la madre (1946) y Angelines (1947)
ANTÓN EN LOS AÑOS TREINTA
En 1947, becado
por la Diputación Provincial,
se trasladó a Valencia para ampliar sus conocimientos musicales bajo el
magisterio de Consuelo Lapiedra. Tras un año de duro trabajo, se examinó como
libre de tres cursos de solfeo y de cuatro de piano, su hazaña la recogía el
periódico local turolense Lucha (2-7-1948) de la siguiente elogiosa manera: “Con notas sobresalientes
aprobó en un solo curso, en el Conservatorio de Valencia, los tres de solfeo y
cuatro de piano, el niño Antón García Abril. Los profesores le dedicaron
grandes elogios por su aplicación y grandes condiciones para la música”. La
ciudad lo adoptaba así como su particular niño prodigio. No la defraudaría.
ANTÓN EN LOS AÑOS CUARENTA
Ya en estos años iniciales de
formación, Antón comenzó a componer y, según recoge Cabañas (Antón García Abril. Sonidos en libertad, Madrid, Instituto Complutense de Ciencias Musicales. SGAE.,1993) sus primeros trabajos
serían su Canto a la madre (1946) y Angelines (1947), dedicada también a ella,
partituras hoy en día perdidas, pero vivas aún en la memoria y las manos del
compositor.
Esta entrada es parte de un trabajo más extenso publicado íntegramente en la revista TURIA Nº 107, con motivo del ochenta cumpleaños del maestro, en el que tratamos de dibujar la trayectoria personal y profesional de este turolense universal entregado a la música, siempre desde la óptica de su vinculación con Teruel y sus gentes, tratando de descubrir en su universalidad la presencia de sus raíces.
Antón es el niño que hay detrás del bombo
La banda de música (1943)
Antón García Abril nació en Teruel
el 19 de mayo de 1933. Su padre, pintor industrial, tenía vocación de músico y
cuando los menesteres de su trabajo se lo permitían, tocaba el saxofón en la
banda de la ciudad. Será en ella donde a los diez años descubra el encanto de
la música y nazca su vocación. Antón García Abril reconoce su importancia
siempre que se le pregunta: “Allí nació mi amor por la música y, desde entonces
tengo un respeto extraordinario por las bandas, que son un vehículo de cultura
popular […] En aquel medio descubrí el misterio de la música como lenguaje […]”
“[…] y es que la banda, con esa gran tradición que tiene en España, ha
producido muchas aficiones musicales, entre ellas la mía. Lo digo por los que
piensan que tienen una importancia secundaria. Están equivocados. Como elemento
de cultura popular tiene la misma importancia que una orquesta sinfónica.”
Por su parte, la banda de Teruel lo
reconoció como “Socio de Honor” (2003) y
como “Director Honorario”, dándole también su nombre a la Escuela de Música de la
ciudad (2011).
El artículo siguiente fue publicado en el Boletín del Centro de Estudios Bajoaragoneses (Monográfico sobre antropología del Bajo Aragón), Alcañiz, 1992.