CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

miércoles, 21 de agosto de 2013

PEDRO SAPUTO, HÉROE: FORTITUDO Y SAPIENCIA

   
Como consecuencia lógica de su nacimiento sobrenatural, el ser engendrado es superior al resto de los mortales; el autor así lo confiesa: "Si hubiera sido como yo o como tú, y perdona mi franqueza, nada de esto se escribiría, porque nada hubiera sucedido"
   Pedro Saputo posee una serie de cualidades que lo convierten en un ser superior, en un prototipo de héroe. Ya de bebé demuestra tener una intuición especial para distinguir entre el bien y el mal, entre personas buenas y malas. A los pocos años adquiere una fuerza extraordinaria, explicada como resultado del ejercicio continuado de sus músculos, pero eso sí, sus logros son infinitamente superiores a los de cualquier ser normal. De igual forma, como si de un nuevo Ificlo se tratara, era "tan ligero y sereno, que con la mayor facilidad se subía a los tejados y salía y se ponía derecho en el alero", hasta el punto de que "no estampaba la huella en el polvo del camino, como si fuese por el aire o volase con su pensamiento..."
   Desde su más tierna infancia demuestra una capacidad de observación y una inteligencia fuera de lo común, con ella forja un sistema personal de autoeducación, aprende y se perfecciona en oficios con rapidez sorprendente, resuelve problemas, adquiere nombre y fortuna, etc., en poco tiempo. Destaca y consigue fama y dinero por su perfección en áreas tan difíciles como la pintura y la música.
   Los heroicos caracteres, fortitudo y sapientia, frecuentes en la literatura ya desde Virgilio, y que pasan al Renacimiento adoptando la forma de tratados sobre ideales cortesanos -Castiglione-, se conjugan en la figura de Pedro Saputo; ideales que, en gran medida, cumple gracias a su educación de hombre de letras.

miércoles, 14 de agosto de 2013

PEDRO SAPUTO, PERSONAJE FOLKLÓRICO.

Pedro Saputo es un personaje popular fuertemente enraizado en el folklore altoaragonés del que se sabe muy poco con anterioridad a nuestra novela.
La primera noticia que conocemos sobre su figura la encontramos en un artículo de Federico Balaguer, "Una mención de Pedro Saputo en 1621", publicado en el Heraldo de Aragón (14-VII-74):

"Una noticia inédita, correspondiente al año 1621, parece probar que Pedro Saputo no era considerado tradicionalmente como un paradigma de sabiduría natural. Efectivamente, en este año, el Consejo oscense había acordado vender la leña procedente de uno de sus montes comunales, el carrascal de Pebredo, precisamente el mismo que cita Foz en su novela al referir la primera salida de Pedro Saputo. El acuerdo fue muy discutido, distinguiendose por lo acerbo de sus críticas el canónigo Juan de Molino, maestrescuela de la Universidad. Durante la procesión del mes de septiembre a Santa María de Salas, el doctor Molino no tuvo reparo en condenar la venta 'haciendo tanta mofa d'ella como si hubiera hecho algún notable yerro' y exasperado por la defensa que del Concejo hicieron ciudadanos que iban también en procesión, atacó la decisión de ayudar a la fundación de un colegio de bernardos y 'con palabras de terrible desacato le fue condenando todo, diciendo entre otras cosas que no se hiciera en Chibluco ni lo hiciera Perico de los Palotes ni Pedro Saputo, con palabras tan descompuestas y descomedidas que no son para referirse'" 

Dentro de esta línea, en la que Pedro Saputo no es precisamente un modelo de sabiduría, se encuentra la mención del Maestro Correas en su Vocabulario de refranes y frases proverbiales (1627): "El sabio de Almudévar. Pedro Zaputo. Dicho por ironía de un necio".
Por su parte, Jerónimo Borao en su Diccionario de voces aragonesas (1908), también recoge una referencia a nuestro personaje: "... viejo como las bragas de fr. Pedro, sabido como el chiste de Saputo...". Modismos reunidos en una poesía manuscrita por Lezaun y que se nos presenta en nota:"Las comedias que aquí se representan/ se hicieron en el año del diluvio:/ más viejas que las bragas de fray Pedro, más/ sabidas que el chiste de Saputo."
Pedro Saputo alcanzó tal grado de popularidad, que los naturales de la villa de Almudévar son conocidos como "saputos", derivación clara del nombre de nuestro héroe. A este respecto, en la novela de Ramón J. Sender, El oso malayo, se lee: "... los de Belmonte son latosos y los de Alquézar malas cabezas. Llaman saputos a los de Almudévar..."
Nos hallamos pues ante ese tipo de personaje dual, que se mueve entre la sabiduría y la ignorancia.Stith Thompon ya señalaba que es frecuente la tendencia popular a formar ciclos en cuanto las aventuras humorísticas se apropian de algún carácter, de forma que el mismo héroe puede ser celebrado por sus astucias, como por su total estupidez.
Seguramente, nuestro personaje fue sumando a lo largo de la tradición toda una serie de elementos heterogéneos que llegan a hacer de él un ser alternante: tonto-listo, listo-tonto. Fue el propio Foz quien dignificó la popular figura, transformando la simplicidad del primitivo Pedro Saputo en completa y total sabiduría. La forma cómo lo hace, sus mecanismos literarios para trascender lo folklórico, para elevar su figura y conformar un nuevo Saputo lo dejaremos para la próxima entrega: Pedro Saputo, héroe.

PEDRO SAPUTO, HÉROE MÍTICO: NACIMIENTO SOBRENATURAL

   

Foz toma a su protagonista del acervo popular y lo sitúa en un paisaje real y próximo al lector. Desde el comienzo de la obra va introduciendo una serie de elementos míticos que transforman tanto al protagonista como a su entorno, situando la acción bajo unas coordenadas temporales difusas, de manera que logra dar al relato una grandeza y una proyección simbólica que la materia en sí no tiene.
   Braulio Foz construye un arquetipo al que también, en numerosos casos, aplica narraciones arquetípicas, y con toda serie de elementos, folklore, mito y paisaje, logra una novela estructurada con pretensiones realistas, pero que es algo más; quizá sea ese realismo mágico con el que algunos estudiosos la han emparentado (Sergio Beser). Revitaliza al personaje devolviéndolo al folklore con energías renovadas, continuando el mecanismo acumulativo antes citado fuera ya de la obra, generando nuevas anécdotas e historias en las que él será, ya no tanto el zafio Pedro Saputo, sino el sabio, de esta manera el pueblo lo engrandecerá hasta convertirlo en un claro exponente de sabiduría, en un auténtico héroe mítico.
   Pedro Saputo es un héroe a medio camino entre el héroe clásico y el moderno, y el viaje se constituye en motivo central sobre el que se estructura la aventura del protagonista.
   Como todo héroe clásico, su nacimiento se localiza con precisión: "En la villa de Almudévar, tres leguas de la famosa ciudad de Huesca, en la carretera de Zaragoza, nació Pedro Saputo". Esta realidad externa concreta pronto comienza a difuminarse y a dar paso a la creación  mítica, acto seguido añade que nació de una virgen o doncella"; es decir, estamos ante la figura tipo de la virgen madre. Pedro Saputo nace sin padre conocido y en ningún momento se menciona la intervención física de hombre alguno, sólo se nos dice que "cuando menos se cataban en el lugar amaneció de seis meses...", y las preguntas de la gente sobre quién era el padre siempre recibían la misma respuesta: "por ahora mío y de Dios". Estamos ante una segunda figura-tipo, la del niño divino.
   Este nacimiento, socialmente irregular, no debe hacernos pensar en una posible filiación picaresca del héroe, todo lo contrario, con él se tenderá a un mayor encumbramiento de las gracias y méritos de la madre y de su hijo.
   Evidentemente Pedro Saputo tiene padre, y siguiendo los postulados de Lord Raglan para la conformación del héroe, "his father is a king", bueno, no tanto como un rey, es un caballero importante de Aragón.
   El nacimiento está rodeado de un halo de maravilla y misterio, logrados mediante la profecía de la gitana, profecía que no se olvida y que termina cumpliéndose. Momento a partir del cual se sucederán todas las desgracias: desaparece Pedro Saputo, muere Morfina, Juanita y también los padres; es el fin de la novela, la profecía se ha cumplido.

   Foz comienza a crear su épica, su universo mítico propio, esboza un nacimiento sobrenatural para su héroe y desde ese momento su presencia trastocará una realidad externa inmediata que confiere veracidad a lo narrado, la difuminará construyendo una realidad mágica y mítica: "Pusiéronle por nombre Pedro, y no se habló en mucos días de otra cosa en el lugar".

sábado, 10 de agosto de 2013

LA VIDA DE PEDRO SAPUTO Y EL FOLCLORE


   Con esta entrega iniciamos toda una serie dedicada a la novela, Vida de Pedro Saputo", del turolense de Fórnoles, Braulio Foz, centrada en analizar sus relaciones con el folklore y el tratamiento que el autor da a ese material popular.
   Aquí tan sólo vamos a presentar una breve semblanza de Braulio Foz (1791-1865), un ilustre “bajoaragonés de Fórnoles que llegó a ser catedrático y decano de la Universidad de Zaragoza y al que se le puede considerar como un primer historiador general de Aragón. Fundó varios periódicos, en especial El Eco de Aragón, (1838). del que en casi se puede considerar que en sus comienzos fue su único redactor, escritor de miles de artículos sobre muy diversos temas, político liberal progresista siempre desavenido con sus propios partidos y gobiernos, ocasional candidato electoral por Teruel (1841), y que, en tiempos de transición política, siempre reivindicó con pasión la escala territorial aragonesa.
   La vida de Pedro de Saputo se construye sobre hábiles y complicados desarrollos de toda una serie de géneros y modalidades: la novela cervantina, la picaresca, el relato folclórico; es decir, asienta sus cimientos en las letras de los siglos XVI y XVII, pero a pesar de todo, no logra escapar a las influencias de su tiempo y pretende ser también una amplificación del cuadro de costumbres.

            El libro primero se estructura sobre unos elementos propios del folktale y la personalidad del protagonista, Pedro Saputo personaje folclórico, se dignifica o mejor aún, se mitifica, por medio del uso de una serie de componentes básicos en la caracterización del héroe épico. De esta forma, y ya desde los primeros compases de la novela, Braulio Foz perfila a su personaje como educador de una sociedad atrasada. Dentro de este libro destaca la crítica a los sistemas pedagógicos vigentes.

            Con el libro segundo se introduce el patrón de la novela de viajes y aventuras. En esta parte se observa en la forma de novelar un cierto dominio del género picaresco: la motivación intelectual inicial que le lleva a viajar es sustituida por el miedo a la justicia. Los motivos narrativos en este libro tienen una filiación más literaria que popular. La lectura socio-económica de la secuencia “El labrador y sus hijos frente a Pedro Saputo” nos remite al problema del vino en Aragón, tema reiterativo en la novela y que siempre preocupó a Braulio Foz. Igual ocurre con la crítica de las vocaciones forzadas presente en “Pedro Saputo en el convento” y en otros capítulos de la obra.

            El libro tercero es una sucesión de cuentos tradicionales: “La balsa de la culada”, “La Justicia de Almudévar”, “La comisión de los tres higos”, “Del pleito al sol”. Sin duda es el que más elementos folclóricos contiene. Se compone de una serie de cuentos-chistes que ponen en evidencia la cerrazón de los paisanos de Pedro Saputo, quien se consolida en este libro como educador y maestro que lucha por el progreso y el bienestar de su tierra.
            En esta serie encadenada de cuentecillos se produce una fusión de criterios entre los del autor y el personaje de ficción, el ideario del primero es defendido por su personaje. Pedro Saputo se convierte de esta manera en una figura literaria ideologizada por el pensamiento de su creador.

            El libro cuarto se articula sobre tres puntales básicos: anagnórisis del padre, búsqueda de esposa y desaparición final. Es el más novelesco de todos y el que menos deudas tiene para con el folclore.
            Braulio Foz toma del folclore a su personaje y lo revitaliza devolviéndolo al mundo tradicional con una personalidad distinta, me atrevería a decir que opuesta a la inicial. El programa educativo propio de un ilustrado liberal fluye al exterior por medio de la figura de Pedro Saputo, su vida es un nuevo manual de elegancia moral -no creo sea demasiado atrevimiento enmarcarlo dentro de esa corriente literaria que tiene en El Cortesano de Castiglione su máximo exponente- Con ella se pretende formar a un perfecto hombre de estudio de conducta social inmejorable: aplicado y asombroso discípulo en primer lugar, maestro perfecto en seguida, y finalmente, perfecto ciudadano comprometido con su tierra.
            Desde una formación humanística, Braulio Foz construye una novela entretenida con la que pretende instruir, crear modelos de conducta. Su voluntad didáctica, suficientemente demostrada por el profesor Calvo Carilla, se decanta por un liberalismo que le obliga a proponer respuestas inmediatas a problemas reales de su tierra y de su época. Foz, en su obra dedicada a la Literatura Griega (Zaragoza, Roque Gallifa, 1849, p. 74), nos condensa en unas breves líneas su teoría literaria, en la que se demuestra de modo perfecto lo expuesto:
En cada época se ha dado por sentado generalmente que la función de la literatura seria consiste en producir ejemplos de verdades superiores, impartidas por una prosa expiatoria. La función social real de la literatura, en esta visión, consiste en persuadir a las emociones para que se alineen con la razón, y actúen así sobre el corazón, que acaso no signifique tanto la bomba del pecho como el cerebro primario.

            Este utilitarismo por el que clama Braulio Foz patentiza ese liberalismo progresista que dominó a nuestro autor a lo largo de toda su vida. Fue un soñador con espíritu de reforma.
            Su formación humanista explica la afición que demuestra hacia el elemento folclórico y popular. Sin embargo, respecto de este sustrato folclórico, debemos establecer que no es tan abundante ni tan nítido como algunos estudiosos de la novela sugieren. La materia literaria se impone en todo momento a la popular. Por otra parte, su distribución en la novela es muy desigual, localizándose su mayor parte en el tercer libro.


            Los cuentos folclóricos, chascarrillos, refranes, frases hechas, que asimila a su estilo, le sirven para envolver el didactismo de la novela. Son toques de sencillez juguetona con los que atrae y encanta al lector, para de esta forma, entre gracias y veras, exponer el fondo doctrinal que le mueve a escribir la novela, en un intento de ser comprendido y atendido por el pueblo.

jueves, 8 de agosto de 2013

ESCRITO CON LUNA BLANCA

Retomo una reseña de hace ya algunos años (2001) que publiqué  en la revista TURIA Nº 57.

ROMANCE DE VALENTÍA
El periodista turolense Juan Carlos Soriano fue finalista de la XXXI edición del Premio de Novela Corta “Ciudad de Barbastro” con su obra Escrito con luna blanca y el jurado, presidido por Luis Alberto de Cuenca, recomendó su publicación.
Como el entorno de Tres Serols -esas mágicas y maravillosas montañas cuyo origen la tradición oral sitúa en una bella leyenda y que dan nombre a la colección de la editorial Prames en la que vio la luz Escrito con luna blanca-, la novela de Juan Carlos Soriano es también mítica, bella y atrayente. Con un estilo lírico y grandes dosis de humor (el autor lo define como “realismo escatolírico”), en tono irónico y juguetón, se conjugan desespero y sandez, hilaridad y consternación, risa amarga y velada ternura, realismo y magia, esperpento y tremendismo, todo para presentar un panorama grotesco de la España profunda de posguerra, una España rural, cerrada y hostil, poblada de silencios hirientes, de titiriteros en las calles y radios en los hogares, anuncios de Gerosol y Tintes Iberia, la voz de la Piquer suministrando sonoros arquetipos de conducta a miles de españoles y Jeromín como libro de cabecera de los yuppies de seminrario.
El eterno retorno de la luna a sus formas iniciales, su periodicidad sin fin, hace de la luna el astro por excelencia de los ritmos de la vida y sugiere también su curso: nacimiento, plenitud, decrecimiento y desaparición. Pedro Aranda, el protagonista de Escrito con luna blanca, debe ajustar cuentas con su pasado: regresa a su pueblo natal, La Hoyalda (en realidad el nombre lo toma de una antigua masada, en la actualidad deshabitada, situada entre Royuela, pueblo turolense del autor, y Torres de Albarracín), para recibir el homenaje de sus paisanos por su brillante carrera política (con tan sólo treinta y ocho años es ya subsecretario); durante el viaje irá recordando las distintas fases de su vida y su falta de coraje para encararla en los momentos decisivos, en especial cuando, por no arruinar su incipiente carrera política, no impidió la ejecución de Rosendo (más conocido por sus compañeros de clase como Casimiro, “porque era tuerto”), un amigo de la infancia, acusado falsamente de asesinar a una joven retrasada mental del lugar.
El viaje físico, su recorrido desde Madrid hasta Teruel, tiene su correlato mental en un viaje interior en busca de un verdadero ser: “Pedro Aranda se buscaba a sí mismo. Unas horas antes pretendía renunciar al homenaje. La política le había cambiado mucho en poco tiempo. Finalmente aceptó, porque confiaba en que al pisar de nuevo las calles, las eras y la plaza de la Hoyalda, se toparía de frente con aquél que dejó de ser”. Así es, Pedro Aranda echa un pulso con su memoria y lucha con los fantasmas del pasado; de esta forma, ante los ojos del lector desfila toda una galería de personajes alucinados, chiflados, desequilibrados y enloquecidos por las circunstancias en que viven. Pero aunque el autor se divierta y nos divierta con doña Adelina, la romántica maestra que hacía (comía) margaritas de papel, con don Manolito, el alcalde aficionado a la zarzuela que sabía desdoblarse en tenor y soprano, con Mosén Jacinto, rudo y susceptible cura rural, con don Vicente, el médico del pueblo que pretendía llegar a ser un nuevo Ramón y Cajal, con el herrero, ese padre putativo del subsecretario que forjaba “mulatas de hierro dulce”, con la Dolores, una “Carmen Miranda de borraja y cebollino”, con Esteban, un libre pensador que hablaba con su perra de materialismo dialéctico o con la Esperancica, la tonta del pueblo que se moría poco a poco hasta que la mataron, etc., Juan Carlos Soriano nunca escamotea el drama terrible que aflige a estos grotescos personajes, y es que, en el fondo, es un sentimental.
Pedro Aranda simboliza la debilidad, la cobardía del espíritu humano, la ausencia de auténtico ser, la incongruencia entre lo que se dice del hombre y lo que éste es en realidad; ese perpetuo conflicto en el que todos vivimos y que él, particularmente, encara insuflándose dosis musicales de coraje todos los jueves, a las tres y veinte de la tarde, escuchando en la radio la canción de la Piquer, Romance de valentía, pues como el maletilla de la copla “le echa valor al triunfo y a la muerte en completa soledad”.
En definitiva, Escrito con luna blanca es la historia de una derrota, la de un hombre que reniega-renuncia de su memoria y es vencido por su pasado: “De repente había perdido todas las ganas de enfrentarse a su pasado. Tenía treinta y ocho años, se encontraba solo y sin retorno… Aquel viaje fue para Pedro Aranda su camino de perfección. Nunca volvería a La Hoyalda”.
En la noche del pasado de Pedro Aranda, la luna es la conciencia que nace de lo que pudo haber sido y no fue por falta de valor, su única luz, Isabel, “la niña que se hizo adulta en su recuerdo”, ese amor idealizado de la infancia,  “porque basaba su felicidad en unos proyectos de futuro que, al no materializarse, quedaban desterrados a una especie de limbo en el que se sumergía Pedro cada vez que la vida le plantaba zancadillas”.
Juan Ramón Jiménez escribió: “Si no existiera la luna, no sé qué sería de los soñadores, pues de tal modo entra el rayo de luna en el alma triste, que, aunque la apena más, la inunda de consuelo: un consuelo lleno de lágrimas, como la luna”. Escrito con luna blanca es melancolía, tristeza, ensueño y esperpento. Esencia de literatura.