CASABLANCA

CASABLANCA
FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

miércoles, 29 de junio de 2011

ANDRÉS MARÍN Y ESTEVAN (1843-1896): LA VOZ QUE TRIUNFÓ EN EL FRÍO (I)

INFANCIA EN TERUEL. EL MITO DEL ENCUENTRO CASUAL QUE LLEVA AL TRIUNFO.
            Andrés Marín nació en Teruel el 4 de febrero de 1843. Hijo de un zapatero, pronto se sintió atraído por la música y un tío suyo, que trabajaba en la catedral, lo incorporó a los ocho años como infantillo a su coro, donde comenzó su formación musical estudiando solfeo y canto bajo el magisterio del organista y posterior maestro de capilla Vicente Comas.
            Al cambiar su voz tuvo que dejar la catedral y se trasladó a Valencia con el propósito de continuar con sus estudios musicales. Allí trabajó como afinador de guitarras en una tienda. Como luego veremos, en esta ciudad fue descubierto por el empresario del Teatro de la Zarzuela, Francisco Salas, quien le dio su primera oportunidad, la cual, si bien no fue lo que se dice un éxito, le sirvió al joven aprendiz de tenor para comprender que si quería triunfar en el difícil mundo del canto tenía que residir en Madrid y proseguir con sus estudios.
            Al morir su padre se instaló en la capital de España, donde volvió a trabajar como afinador de guitarras en una casa situada en la calle Curtidores (hay quien apunta que lo hizo como fámulo de un dentista). Sea como fuere, la leyenda establece que estando Marín cantando una ronda callejera con unos amigos en el Puente de Vallecas, acertó a pasar por el lugar el famoso compositor y a la sazón profesor del Real Conservatorio, Hilarión Eslava (unos años más tarde, en 1865, sería nombrado director del mismo), quien, maravillado por la tonalidad, colorido y potencia de su voz, le animó a visitarlo en su domicilio para proseguir con sus estudios musicales.
            Dejando a un lado el tópico y difuso campo del mítico encuentro fortuito de la joven promesa canora con el maestro musical consagrado, por otra parte tan frecuente en las biografías de los grandes cantantes líricos, las difusas noticias de prensa que hemos podido espigar sobre estos comienzos nos presentan a un joven Marín que cantaba en funerales, bodas y ceremonias religiosas -disciplina para la que había sido educado-, intervenía en recitales privados para hombres importantes de la ciudad (políticos, comerciantes, etc.) y colaboraba de forma esporádica con éxito irregular en compañías de zarzuela que viajaban por la geografía nacional, todo ello con la finalidad de contribuir con estos ingresos extra a aliviar la que imaginamos no muy boyante economía familiar y poder pagar así las clases privadas que le permitieran alcanzar un nivel suficiente como para superar con éxito la exigente prueba de ingreso del Real Conservatorio de Música y Declamación. Ya como alumno, continuó con estas actuaciones que le reportaban cierta bonanza económica y un reconocimiento profesional creciente.

           

lunes, 27 de junio de 2011

SILVINO ZAFÓN, "EL NIÑO DE LA ESTRELLA". EL MAQUIS Y EL EXILIO.

   Al concluir la guerra es encarcelado en Mosqueruela primero y después en Torrero en Zaragoza. Al salir de la cárcel, el nuevo orden establecido no reconoce su alternativa, por lo que tuvo que regresar a la vida de novillero.  Reaparece el 8 de junio de 1939 en la plaza de las Arenas de Barcelona, pero su tiempo parece haber pasado, el público y los empresarios le dan la espalda, es el precio por haber perdido la guerra. Como no podía ser de otra manera, de eso se trataba, su carrera entró en declive y se vio obligado a abandonarla.
   Pronto se le implicaría con el maquis, acusándole de enlace en el grupo de José Ramia Ciprés, Petrol, de la Agrupación Guerrillera de Levante, conociéndosele como El Torero. El 30 de junio de 1945 fue detenido y encarcelado tres meses en Teruel. De nuevo, al salir, intentó fugazmente volver a los ruedos: toreó en Valencia con otro nombre; y una última novillada en Linares, bajo la lluvia de una tarde triste como su destino. Todo fue inútil, debía cambiar de aires, marcharse, ya nunca sería el torero que pudo ser. Se exilió en Francia, donde organizó y siguió participando en novilladas y festivales taurinos, actuando, incluso, en ocasiones de subalterno.
   Murió un 14 de marzo de 1963, un desgraciado accidente de motocicleta en las cercanías de Orange acabó con la vida de un torero sin suerte y de un hombre consecuente con sus ideas. Fue enterrado en la ciudad de Arlés.

Más información en DE HUIDOS Y MAQUIS
Programa de Miguel Mena: A vivir Aragón. Para escuchar la entrevista sobre El Niño de la Estrella pincha A VIVIR ARAGÓN

viernes, 24 de junio de 2011

SILVINO ZAFÓN, "EL NIÑO DE LA ESTRELLA". TORERO DE LA "96 BRIGADA MIXTA DEL FRENTE POPULAR"


Miembros de la Brigada Taurina



En abril de 1936 El Niño de la Estrella entró a formar parte como vocal de la junta directiva de la Asociación de Matadores de Toros y Novillos, que presidía Marcial Lalanda. La primavera en Madrid estaba llena de tensiones y el mundo del toro no era ajeno a los problemas: para el día del Patrón estaba anunciado Marcial Lalanda, Armillita, Manolo Bienvenida y Ortega. El pleito denominado de los mexicanos complicó  la corrida, pues Marcial exigió las cartas de trabajo a los toreros aztecas. Sólo un subalterno la tenía y los toreros españoles se negaron a torear. El 19 de mayo la entidad convocó una huelga y algunos diestros llegaron a ser detenidos y encarcelados. Así,  los diestros Fuentes Bejarano y  Antonio García Bustamante, Maravilla, el matador de novillos El Niño de la Estrella y el picador Melones pasaron una noche retenidos en la Dirección General de Seguridad. E incluso los matadores Valencia II y Corrochano estuvieron algunos días en la Cárcel Modelo por negarse a torear.
   Un año más tarde, el 16 de mayo de 1937, en Barcelona, tomó la alternativa de manos de Pedro Basauri Pedrucho,  que le cedió una res de Pellón. En los tendidos estaba Ernesto Hemingway. Después de este debut, sólo participó en dos corridas más, también en la ciudad condal, la última el 12 de septiembre.
   Poco después, se incorporó a la 96 Brigada Mixta del Ejército Popular, que estaba formada en su mayor parte por matadores de novillos y subalternos, en su mayoría de segunda fila, los primeros, y de tercera, los segundos, muchos de ellos pertenecientes al Sindicato de Toreros, en la que figuraron  junto con nuestro protagonista, Luis Prados, Litri II, con grado de comandante; Juan Mazquiarán Beovide Fortuna Chico, que llegó a comandante, su hermano Raimundo; el capitán Guillermo Martín Bueno, novillero; el capitán Manuel Vilches del Rió Parrita, novillero y banderillero; Luis Mera Sánchez, banderillero; Rafael Barberá, banderillero; Saturio Torón, matador; el teniente Enrique Torres Herrero, matador. Esta brigada pertenecía a la 39 División del Ejército republicano y permaneció en el frente de Teruel entre junio de 1937 y abril de 1939, defendiendo unas cotas cercanas a El Castellar.
   En diciembre de 1936 la unidad fue enviada al frente de Teruel. El día 25 participó  en un ataque que se lanzó desde Valdecebro. Su jefe, Paco Galán resultó herido, siendo sustituido por el comandante de infantería Francisco Alba Rebollido. Propiamente dicha la brigada se formó en junio de 1937. Parece ser que  fue en la primavera de 1938 cuando escribió las páginas más sangrientas y heroicas de su estancia en el frente. La Brigada de los Toreros sufrió numerosas bajas en el frente, tan sólo se libraron de la muerte unos pocos, por ello recibió el Distintivo del Valor.
   Una vez concluida la guerra, Zafón trató de volver a los ruedos pero no le reconocieron como  válida la alternativa tomada en plena guerra y tuvo que regresar al escalafón de matadores de novillos.  Su carrera irá dilluyéndose paulatinamente, toreando cada vez menos. Su participación activa en el Ejército Popular, su clara significación como torero republicano jugaban en su contra. Muchos amigos le dieron la espalda y su reintegración a la vida social se hizo cada vez más difícil.
    



Bibliografía:
La información esencial de este trabajo se ha extraído del libro de Javier Pérez Gómez, La Brigada de los Toreros. Historia de la 96 Brigada Mixta del Ejército Popular, Madrid, Almena, 2005.

martes, 21 de junio de 2011

SILVINO ZAFÓN, "NIÑO DE LA ESTRELLA". TORERO DE MOSQUERUELA.

   Niño de la Estrella tiene en su honor una plaza de toros, la de Villafranca (Castellón), que se construyó siendo él todavía un novillero; un pasodoble del gran compositor Jaime Teixidor Dalmau (autor del popular Amparito Roca) lleva también su nombre, como también lo llevan varias peñas taurinas e, incluso, en su momento, la etiqueta de un anís muy conocido en Aragón y Levante. Sin embargo, en la actualidad, salvo para algunos entendidos, ya casi nadie lo recuerda. A este respecto, es digno de mención para quien quiera aproximarse a su vida el documentado libro de Rafael Monferrer, Silvino Zafón. Niño de la Estrella (1908-1963), Ayuntamiento de Villafranca, 2010, del que tuve conocimiento por mi alumno de Mosqueruela, Cristián Guillén, al que debo la referencia de esta figura turolense digna de mención y recuerdo. Me perdonaran los taurinos, pero aunque la fama la alcanzó en el mundo de los toros, a mí particularmente me interesa más como persona, como hombre cuya incipiente carrera como matador fue truncada por la guerra incivil española y las dificultades que en su posguerra encontró para retomar su profesión, sus avatares en el maquis y su exilio francés del que ya nunca regresó. Resumo pues sucintamente la cronología de su vida, para pasar a centrarme en la visión de un hombre, un torero, consecuente con sus ideales y su pensamiento. Y es que más cornadas da el hambre.
   Silvino Zafón, “Niño de la Estrella”, nació el 12 de septiembre 1908 en La Estrella, aldea ya prácticamente deshabitada de Mosqueruela (Teruel). A los 12 años se trasladó a Barcelona donde aprendió la profesión de panadero y entró en contacto con el mundo del toro.Toreó como novillero en Vinaroz en 1928. Durante 1929 recorrió diferentes plazas del Midi francés y algunas otras españolas (Olot, Tortosa, Figueras y Zaragoza). Debutó en Madrid el 28 de junio de 1930, alternando con Eliseo Capilla. Su carrera como novillero va ascendiendo en actuaciones y consigue torear en las principales plazas españolas: en 1931 contabiliza 17 novilladas y el 18 de octubre de ese mismo año hace su presentación con picadores en la de Barcelona; en 1932 sumará 22 novilladas; en 1933, su mejor año, 44; en 1934, desciende a 24 debido a una grave cornada recibida en Valencia;





Valencia, 5 de marzo de 1934
   En 1935 es ya el tercero en el escalafón y torea 40 funciones. En 1936 forma parte de la junta directiva de su Asociación presidida por Marcial Lalanda, teniendo junto a los demás un fuerte protagonismo en el “pleito con los toreros mexicanos” del que hablaremos en la siguiente entrega. El 19 de mayo convocaron una huelga y algunos diestros fueron detenidos en la Dirección General de Seguridad, entre ellos estaba Silvino. Toma la alternativa el 16 de mayo de 1937 en la Monumental de Barcelona, ya metidos en plena guerra civil, de manos de Pedro Basauri Pedrucho, con ganado de Pellón y alternando de testigo Jaime Noaín. Toreó dos corridas más en Barcelona y pasó a incorporarse a la 96 Brigada Mixta del Frente Popular entrando en combate en el frente de Teruel, donde al parecer tuvo el grado de comisario político (esto sin confirmar).

BIBLIOGRAFÍA
Rafael Monferrer, Silvino Zafón. Niño de la Estrella (1908-1963), Ayuntamiento de Villafranca, 2010. (Las fotos de la etiqueta de anís y de Silvino convaleciente en Valencia han sido tomadas de este libro)
Para completar la información vease también el siguiente enlace:
http://rafaelcondill.blogspot.com/2010/05/el-famoso-nino-de-la-estrella.html

sábado, 18 de junio de 2011

BUÑUEL EN ANÉCDOTAS (VIII): LOS AMERICANOS SON HOMBRES DE PALABRA.

   No puedo resistirme a contar la conocida anécdota de Buñuel relativa a la consecución de su Óscar por su película El discreto encanto de la burguesía. Cuando fue nominado, al ser preguntado por si pensaba ganar la codiciada estatuilla, contestó que sí, pues ya había pagado los veinticinco mil dólares que le había pedido la Academia por ella. Tras el consiguiente escándalo y el  más que justificable enfado de su productor, con el Óscar ya en el bolsillo para Francia, con contumancia y socarronería aragonesa, remató la broma comentando a todo aquel que le preguntaba por el premio: "Los americanos tienen sus defectos, pero son hombres de palabra".

miércoles, 15 de junio de 2011

BUÑUEL EN ANÉCDOTAS (VII): TODA LA VERDAD SOBRE "EL LEÓN DE CALANDA"

Luis Buñuel ingresa en la madrileña Residencia de Estudiantes a los diecisiete años con el propósito de estudiar para ingeniero agrónomo, sin embargo, terminará licenciándose en Filosofía y Letras, en su rama de Historia en el año 24, porque era la que se pedía a los lectores de Español en las Universidades Extranjeras y la intención de Buñuel fue siempre la de salir al exterior y ampliar sus horizontes.  En la Residencia coincidió con Dalí, Lorca y Pepín Bello, tres genios absolutos que fueron sus mejores amigos de esta época. Comenzó una efímera etapa literaria vinculada al movimiento ultraísta y, sobre todo, a la literatura vanguardista de Ramón Gómez de la Serna.
En la Residencia, Buñuel practicó todo tipo de deportes, en especial el boxeo. Entorno a su actividad pugilística  se forjó toda una leyenda, la del “León de Calanda”, que vamos a intentar desvelar.
Que Buñuel practicó el boxeo con asiduidad es un hecho que se constata desde su adolescencia en el recuerdo de sus amigos entrevistados por Max Aub: "Cuando tenía doce o trece años y aprendía a boxear allí, en Calanda, tenía en el patio de la casa de la calle de San Roque, tenía un saco de arena, y allí el tío daba cada puñetazo que, claro, toda la gente del pueblo acudía allí, a la puerta, a ver aquello..."
También encontramos testimonios de su afición a practicar el boxeo en la Residencia de Estudiantes. De esta forma lo recuerda  su compañero Joaquín Peinado: "...pues Buñuel ocupaba una habitación muy buena, de las mejores, en lo alto del hotel, que tenía cinco o seis pisos, y tenía una terraza en la que colocó un balón para practicar el puching-ball, un balón así, con correas, y todas las mañanas, con el torso desnudo, él hacía allí su sesión de boxeo o de puching-ball, lo cual, claro, producía una gran impresión entre nosotros, los menos amigos o los que cultivábamos menos la cultura física".
Julio Jordana, otro compañero de la residencia, nos aclara algunos aspectos más:

“Luis consiguió un puching-ball, bastante caro en esa época, que era necesario colgar de un fuerte poste sujeto con pernos y tornillos. Aprovechando la noche hizo un agujero para el poste, que rellenó con cemento, en un pequeño parque próximo a la Residencia y que era propiedad del canal de Isabel II. Cuando a la mañana siguiente el guarda lo vio, anunció su intención de denunciarlos. Le persuadimos diciendo que cómo iba a explicar tal descuido y que ello podría poner en riesgo su puesto. El poste siguió en su lugar durante bastante tiempo.
Luis estaba boxeando, descalzo como era su costumbre, contra un estudiante de arquitectura muy alto, llamado Herrera Sánchez. Arbitraba yo. Cuando Luis estaba a punto de ganar, un compañero llamado Casanova le tiró un cubo de agua encima, momento que Herrera aprovechó para sacudirle un fenomenal mamporro. Mientras Luis estaba en el suelo, Casanova salió corriendo hacia la Residencia y se refugió en su cuarto del segundo piso, atrincherándose con muebles. Luis, al ver que no podía entrar por la puerta, salió fuera, escaló descalzo la fachada por su esquina, entró por un balcón y después de sacudirle le tiró varias cosas al patio [...]”

El propio Buñuel en su autobiografía recuerda su afición a los deportes:
            “Fue también en la Residencia donde cobre afición a los deportes. Cada mañana, con calzón corto y descalzo, incluso con el suelo cubierto de escarcha, corría por un campo de entrenamiento de la Caballería de la Guardia Civil. Fundé el equipo de atletismo del colegio, que tomó parte en varios torneos universitarios, y hasta practiqué el boxeo amateur. En total, no disputé más que dos combates. Uno lo gané por incomparecencia del contrincante y el otro lo perdí por puntos en cinco asaltos, por falta de combatividad. En realidad, yo no pensaba más que en protegerme la cara. Cualquier ejercicio me parecía bueno. Hasta escalé la fachada de la Residencia. Durante toda mi vida –o poco menos- he conservado la musculatura que adquirí entonces, especialmente dura en el abdomen. Hasta llegué a hacer una especie de número de circo. Me tumbaba en el suelo y mis amigos me saltaban sobre el vientre. Otra de mis especialidades: echar pulsos. Hasta una edad muy avanzada, he disputado innumerables torneos, en mesas de bar y de restaurante [...]”

José Bello recuerda otro de los episodios de Buñuel boxeador, cuando decidió presentarse a los campeonatos de Castilla, hacia 1922 o 1923, y que Agustín Sánchez Vidal resume de la siguiente manera:
“Su entrenamiento era más bien sumario, y con gran sigilo pidió a Pepín que fuera su manager. Y allá se dirigieron los dos al campo de la Gimnástica, donde improvisados boxeadores se zurraban de lo lindo. Todo se hacía con medios muy precarios, en un rincón del campo de deportes. Pero dio la desafortunada casualidad de que uno de los contendientes mató a golpes a otro en el combate que precedía al de Luis (cosa que sólo supo Bello y que ocultó cuidadosamente a su amigo).
El combate, a ocho asaltos, resultó soso y desangelado. Buñuel era netamente superior, pero su oponente, un tal Hernández Coronado, ganó por puntos. No obstante, el jurado, dada la superioridad de Buñuel, propuso que siguiera el combate. La respuesta de Luis revistió su característica extremosidad: “De acuerdo, pero con la condición de que sea a doce asaltos.” Ante lo cual, se declaró campeón por puntos a su rival.
Y ésa fue casi toda su aventura pugilística, luego un tanto agrandada por la leyenda (el León de Calanda, etc.). José Bello recuerda a Buñuel como muy cobardón, encogido ante la violencia, a pesar de lo que pudiera parecer: “Su violencia era más bien mental, imaginativa, no de facto. “

Por su parte, Max Aub nos presenta el testimonio de Rafael Martínez Nadal, hermano de uno de los contrincantes de Luis Buñuel, quien recuerda los hechos de la siguiente manera:
Cuando Buñuel era boxeador y tomó parte en el campeonato de España de boxeo, quedó, si no recuerdo mal, semifinalista, boxeando con mi hermano mayor en Madrid.
-Ganó tu hermano.
-Sí, lo dejó “K.O.”. Y recuerdo su comentario: “Este Buñuel es fuerte, pero no sabe una palabra de boxeo.” Me acuerdo que boxeó también con Coronado, César Palomino y con otro boxeador, todos ellos señoritos.
-¿Dónde?
-En Madrid.
-Pero ¿dónde?
-Me parece que fue en la Gimnástica Española, en el campo de la Gimnástica, al aire libre.
-¿En que peso?
-Me parece que en peso medio. Yo asistía al campeonato a ver boxear a mi hermano, que tenía seis años más que yo. Era una amalgama curiosa la del público del boxeo, hacia mil novecientos veinticinco. De un lado, aristócratas, “gente bien” que  “cultivaba” el delicado arte de la self defense. Eran entonces el mayor número. Luego empezaba a interesarse la “plebe”, el pueblo más bajo. Como siempre en España, eran dos públicos –como el de los toros y el del fútbol. Que se entendían muy bien. A ese conglomerado se añadió de pronto, fugazmente, claro, el de la Residencia, que trajo Buñuel. Mi hermano quiso que fuera Federico. Casi lo consiguió. Luego, Federico se felicitaba por no haber ido.

El propio contrincante resume los hechos en la siguiente carta que recoge Max Aub en su trabajo:


“Y ahora voy a informarte sobre el encuentro pugilístico Buñuel-Nadal. ¡¡De julio 1921!! Me ha hecho reír el trasnochado amor propio del gran Buñuel. Al final de los cuatro rounds, el juez, no los jueces (el árbitro lo fue Piña), decidió por un round más. ¿Por qué iba a prevalecer la supuesta petición mía de un solo round y no la de los diez rounds de Buñuel? En los combates de amateurs (y en muchos profesionales) no se llega a tal límite. Ni él ni yo intervinimos en el señalamiento de prórroga alguna. La decisión fue del árbitro, y él dispuso fuese de un round más. Todo eso me hace sonreír. No sé si tú recordarás la verdad sobre aquel campeonato organizado por el periódico –que fue de corta duración- La Jornada. En el mes de junio llevaba un mes sin entrenamiento, pues a últimos de mayo, Gus Rhoder, sobrino de Jack Jonson, creo que estaba por San Sebastián. Con él solía boxear diariamente en la Gimnástica Española. En julio, los amigos del gimnasio se empeñaron en que representase a la Real Sociedad. El día anterior al encuentro sufrí en la mano derecha lesión en los ligamentos del pulgar. Nuestro hermano Adolfo me recomendó no asistiese, pero a pesar de no contar con los golpes decisivos de tal mano, me aventuré confiando en los “jabs” de la izquierda, y sólo con la izquierda gané a Buñuel, tocándole solamente con la derecha –y en ello veía las estrellas- para los efectos de acumular puntos. Y la final contra Cobos, estudiante según me dijeron de medicina, más fuerte que Buñuel –pero más bajo-, le gané en las mismas condiciones. Admiro a Buñuel por su genio cinematográfico y creo que nos reiríamos mucho si nos volviéramos a ver –yo casi no le conocía- recordando la juventud deportiva, y hasta podríamos hacer un round, ¡ahora sólo uno!, para volver a empatar. Tenemos la misma edad, más o menos, y como sigo haciendo mi gimnasia sueca, estimo que con otro anciano como yo –y ambos de buen humor- podría hacer ¡todavía! Decente papel. “

            Como se puede apreciar la leyenda del “León de Calanda” se difumina en las brumas del recuerdo, lo que sí parece cierto es que Buñuel era un tanto bruto y que le gustaba salir con Lorca y Dalí, mucho más débiles que él físicamente, para ejercer de protector y liarse a mamporros con el primero que se propasase con cualquiera de sus amigos. Así en esta línea de actuación se puede situar el siguiente testimonio de María Teresa León (esposa de Alberti, a la sazón amiga de todos ellos):
"Luego se fue formando un grupo de amigos a quienes les gustaba mucho ir a Toledo: los Cofrades de la Orden de Toledo. Un día callejeamos por todo Toledo, dando vueltas y gritos. Estaba Buñuel y estaba Manolo Ángeles Ortiz y algunos amigos más. Y, de repente, pasamos al lado de un grupo de muchachos de la Academia de Infantería y se les ocurrió decir una de esas cosas que dicen los hombres, que se llaman "flores", pero que también pueden llamarse "ordinarieces". Y entonces dijeron no sé qué. Manolo Angeles Ortiz, Buñuel y todos se pusieron como lobos: empezaron a dar gritos y casi a pegarse con los estudiantes, y un lío espantoso. Yo estaba muy asustada de haber provocado sin querer todo aquel conflicto cívico-militar. Y al fin tuvimos que irnos volando porque nos gritó una vecina desde un balcón: "Corran, corran. Váyanse pronto. Que viene toda la Academia de Infantería contra ustedes" Huimos por patios y callejas. Nos abrían pasillos privados, patios y callecillas pequeñas, nos pasaban por entre medio de las casas... Y así, salvados por la fraternidad cívica de la gente de Toledo, llegamos al Puente y nos libramos de los cadetes.
-Tú no te acuerdas de que Buñuel era campeón de boxeo.
-Por eso, creo que por eso empezó todo, porque quiso demostrarnos que era campeón de boxeo boxeando con los cadetes."

domingo, 12 de junio de 2011

BUÑUEL EN ANÉCDOTAS (VI): ¡EL PUTO ÁRBOL DE NAVIDAD

Cuentan que en cierta ocasión, Buñuel asistió junto con otros emigrados españoles en el Hollywood de los años 30 -Tono, Neville, etc.- a una de las famosas fiestas de Charles Chaplin en las que corría, a pesar de la Ley Seca, el alcohol en abundacia, y que irritado por la declamación grandilocuente y patriotera de unos versos de Marquina ensalzando a los soldados de Flandes, desató su ira y la de Eduardo Ugarte y a cuatro manos y otros tantos pies intentaron destruir sin demasiado éxito el árbol de Navidad, símbolo putrefacto y burgués que adornaba la sala, pues a decir del propio Buñuel, "desgraciadamente, es muy difícil partir un árbol de Navidad. Nos desollábamos las manos sin resultado. Entonces cogimos los regalos y los tiramos al suelo, para pisotearlos..." Parece ser que en la siguiente fiesta, la de Fin de Año, y antes de pasar a la mesa, Chaplin le hizo la siguiente proposición directamente: "-Puesto que le gusta romper árboles, hágalo ahora Buñuel, y así ya no tenemos que volver a pensar en ello". como se puede suponer, nuestro paisano no le hizo el menor caso, la espoleta del acto subversivo había sido desactivada por las palabras de Chaplin, quien, por cierto, nunca fue santo de su devoción (parece ser que Chaplin se resistió a comprar en una ocasión diferentes gags que Buñuel le ofreció).
 

jueves, 9 de junio de 2011

BUÑUEL EN ANÉCDOTAS (V): ÁGUILAS EN EL VÁTER


Fotograma de El Fantasma de la libertad
   La atracción de Buñuel por lo escatológico, tanto en su acepción teológica como en la que ahora nos interesa, la relativa al estudio de los excrementos, es una constante de su filmografía, pensemos en El ángel exterminador, donde se defeca en un hermoso jarrón chino, en Simón del desierto, donde los excrementos del protagonista adornan su columna como si fueran los restos de la cera consumida de una vela, o en El fantasma de la libertad, película en la que se expone la defecación en público como contraste de la comida, que se realiza en la más absoluta privacidad. A este respecto, resulta divertida la observación-explicación que le hace Buñuel a su amigo el novelista Max Aub cuando le dice: "... recuerdas esa película en la que varios personajes entran en el retrete y uno levanta la tapa de la taza grande donde hacen sus necesidades, y ve a través de ella un águila volando allá abajo y unas hojas secas revoloteando... pues eso pasa en los retretes de Cuenca que están en las hoces. Allí, cuando levantan las tapas, río abajo pasan águilas y palomas... Porque hay unos abismos de cien metros, o más, no sé". Comentario que evidencia que el surrealismo tiene mucho también  de realismo mágico, de absurdo y grandes dosis de humor.

martes, 7 de junio de 2011

AGUSTÍN SÁNCHEZ VIDAL: LA LLAVE MAESTRA

   ¿Dr. Livingstone, supongo? Esta es la frase que dijo el despiadado periodista y aventurero Henry M Stanley al explorador Henry M. Stanley Dr. David Livingstone cuando se lo encontró, en mitad de la selva africana, donde había ido a buscarlo. En la complaciente y monocorde sociedad actual, la aventura y el espíritu inquieto del explorador parecen haber desaparecido para siempre de nuestras vidas; sin embargo, son legión los espectadores y lectores que disfrutan del género y lo demandan, tanto en el cine como en la literatura.
   No cabe duda, la narración entendida como la memoria de lo heroico sigue contando, y sigue contando en estos tiempos tan prosaicos porque nos recuerda la posibilidad del heroismo y ese recuerdo es la posibilidad misma. En nuestros días, nos convertimos en héroes porque nos lo cuentan o, mejor aún, porque lo vemos en el cine y, sobre todo, en la televisión. Conrad entendía la novela como algo con virtud suficiente para obligar a cualquier hombre a olvidar lo cotidiano y adentrarse en un mundo nuevo fabricado con palabras: "Lo único que persigo con la ayuda de la palabra escrita consiste en haceros oír, haceros sentir y, sobre todo, haceros ver. Y si alguna vez llegase a ello, en ello encontraríais -según vuestros merecimientos- estímulo, risa, terror, consuelo, encanto, todo lo que os causa placer y quizá, por añadidura, incluso esa revelación de la verdad que tan obstinadamente os olvidáis de reclamar". Agustín Sánchez Vidal sabe todo eso y mucho más, por eso en su primera incursión en la novela, La llave maestra, apuesta por la aventura, en la que se mezcla de forma admirable el rigor documental con la intriga y el thriller, pero La llave maestra es mucho más.
   De entrada es un homenaje a la literatura general y a la del siglo XVI en particular. Es, como parece anticipar el nombre de la editorial, una suma de letras (también de conocimientos) donde confluyen, junto a la novela de aventuras, de intriga, histórica y científica, la novela bizantina, la morisca, la de viajes (con la Odisea como paradigma, la acción transcurre en Toledo, Estambul, Washinton, El Escorial, Yuste, etc.), la de espías, etc. Pero también es un homenaje al cine de aventuras y fantástico con claros guiños a ciclos tan importantes como el de Indiana Jones, La guerra de las galaxias, o incluso, aunque sea de modo inconsciente, a la tan estupenda como injustamente olvidada película de Neville, La torre de los siete jorobados, en la que podemos encontrar, como ocurre en Antigua, trasunto en la narración de Toledo, toda una ciudad sunbterránea recorrida de trampas ocultas. Es más, Agustín Sánchez Vidal plantea al lector el reto intelectual -de alguna manera podíamos decir que en este sentido la novela es interactiva- de descubrir la procedencia literaria o real de determinados pasajes o personajes mediante claves de dificultad variable dispuestas a lo largo del relato. Así nos remite a obras como  La Celestina, el Viaje de Turquía, el Manuscrito encontrado en Zaragoza o la picaresca, entre otras, junto con personajes camuflados como Raimundo Lulio o Cervantes.
   Estructuralmente la novela se desdobla en dos planos temporales, uno en la época de Felipe II y otro en la actualidad, estableciéndose entre ambos una evidente relación que responde al especular juego de reflejar en los protagonistas del presente las vivencias y sentimientos de sus antepasados, creando de esta forma una estructura que como señala el propio autor está inspirada en la doble hélice del ADN, uno de los muchos temas de fondo de la novela, el cual, a su vez, como en ese cuento de cuentos que son Las mil y una noches -también presente en la novela- nos remite a otro tema importante en el relato, el de la Torre de Babel, estructura helicoidal, heredada de los zigurats, que sugiere en nuestras mentes ideas de evolución y cambio, de intento de comunicar al microcosmos con el macrocosmos, e historia bíblica de castigo divino que nos llevaría al tema principal de la La llave maestra: la existencia de una lengua única que se perdió con la construcción de la Torre, una lengua que "una vez sabida permite conocer las cosas a primera vista. Pues se ven desde dentro, en su misma sustancia, tal como las conoce y las creó Dios, y no en sus accidentes externos"; es decir, el sofware del universo, su particular sistema operativo. Agustín Sánchez Vidal, como buen humanista, manifiesta esa actitud admirativa e interrogativa ante todo lo que supone el ser humano (el lenguaje, las religiones, etc.) y el misterio del universo, manteniendo siempre ese equilibrio entre el pasado y el presente, entendiendo siempre aquél como explicación o antecedente de éste.
   La llave maestra nace con vocación de best seller, pero se diferencia de la mayoría de estas obras por su estilo literario, muy cuidado, en especial la parte del relato que transcurre en el siglo XVI, donde siguiendo con las subtramas paralelas mencionadas resuenan ecos de la prosa de don Juan Manuel, de Cervantes, etc., con excepcionales descripciones, rigurosas y magníficamente documentadas, mediante las cuales, como le hubiera gustado al mejor Stevenson, vivimos las sensaicones de un bullicioso mercado de mediados de siglo XVI, la huida desesperada por las infectas cloacas de El Escorial o la inquietante visita a las dependencias de la Agencia de Seguridad Nacional Americana, no en vano el parto de la novela lo gestó durante más de diez años.
   La llave maestra es un rompecabezas de enormes dimensiones, un auténtico tour de force en el que Agustín Sánchez Vidal funde con extrema habilidad historia y ciencia, literatura y teorías de la información, consiguiendo el horaciano objetivo de enseñar deleitando, al tiempo que obliga al lector a pensar.

domingo, 5 de junio de 2011

BUÑUEL EN ANÉCDOTAS (IV): MAENZA, ESE "INSENSATO".

En el tan magnífico como divertido libro de Max Aub, Conversaciones con Buñuel, el cineasta le comenta a su amigo: "[...] Hace dos o tres años vinieron a verme unos muchachos de la Universidad de Zaragoza. Tres chicos y dos muchachas y un insensato que se paró frente a la puerta de mi casa. Me extrañó ver ahí al alcalde, al cabo de la Guardia Civil. Y el insensato gritando: '¡Mao nos va a enviar armas! ¡Y se va armar la gorda! ¡Y el camarada Buñuel está con nosotros!' Lo agarraron, claro. El alcalde protestaba: 'El señor Buñuel es una persona muy respetada aquí [...]" Ese "insensato" no era otro que el malogrado cineasta vanguardiasta turolense, Antonio Maenza, que en la Semana Santa de 1968 viajó a Calanda con la intención de entrevistarse con Buñuel. En una carta a un amigo (recogida en el exhaustivo estudio que le dedican Javier Hernández y Pablo Pérez, Maenza filmado en el camp de batalla, escrita desde el calabozo de Alcañiz explicaba así el incidente: "[...] 4 señores de Calanda -ni el alcalde, ni el teniente de la Guardia Civil lo han hecho- han presentado denuncia en contra mía. La han verificado por vía judicial y estoy detenido en el depósito de Alcañiz después de haber dado declaración y haber pasado la noche del lunes en la comisaría de Teruel [...] Todo parte de la tozudez enfermiza de esos señores con los cuales tuve tan animada conversación, mostrándose, tanto el alcalde como el teniente en contra de tal acusación. Se me acusa, y no le demos más vueltas, de afirmar que Buñuel iba contra Franco y que se recibirían armas de Mao y Checoslovaquia".
Quien desee saber más sobre este singular personaje puede leer este artículo ANTONIO MAENZA: UN ARTISTA POR DESCUBRIR
Imprescindible como siempre ANTÓN CASTRO
También es interesante ANTONIO MAENZA
En el futuro nos ocuparemos más por extenso de este malogrado director turolense al que conocimos personalmente y cuya muerte sigue siendo un misterio por resolver de nuestra ciudad. de momento concluimos con varios breves fragmentos de su película (o deberíamos decir mejor no película) Hortensia, con una jovencísima Enma Cohen, que él consiguió desnudar para la gran pantalla.


sábado, 4 de junio de 2011

BUÑUEL EN ANÉCDOTAS (II): EL CALLEJÓN DE LA MIERDA O LA CALLE D. LUIS BUÑUEL.

Con motivo de una de las visitas de Buñuel a España, el Ayuntamiento de Calanda quisó dedicarle una calle a su cineasta. Buñuel le contaba esta pretensión a su gran amigo Max Aub de la siguiente graciosa manera: "Entonces era cuando querían poner a una calle mi nombre -ya te lo he contado-, pero cuarenta vecinos se negaron a firmar. Y el gobernador de Teruel le escribió al alcalde: "Nada de calle por ahora. Además, el señor Buñuel es mexicano". Y resulta que ahora sí le han puesto "Calle de don Luis Buñuel" a un callejón que está al lado de la iglesia, cerca de la casa, al que llamábamos "Callejón de la mierda" porque siempre había tres o cuatro mojones allí en medio. Es curioso cómo llama la atención aunque no quieras, te atrae la mirada. ahora, las cosas han cambiado mucho. en calles más principales no es raro que te veas la cagada de un borracho, o en un callejón a un guardia civil meando y cerrándose la bragueta. ¡El "Callejón de la mierda" convertido en la "Calle de don Luis Buñuel"! Y, claro, como me lo ha puesto el Ayuntamiento falangista, cuando cambien las cosas me fusilarán".


Quien tenga interés y unas gafas 3D podrá ver en el siguiente enlace un conjunto de fotografías estereoscópicas realizadas por el padre de Luis Buñuel en Calanda, Zaragoza y Barcelona, hacia el año 1900.
Se necistan gafas 3D rojo/cyan.

FOTOS 3D DE LEONARDO BUÑUEL REALIZADAS HACIA 1900. POR JAVIER ESPADA.