Fotograma de El Fantasma de la libertad |
La atracción de Buñuel por lo escatológico, tanto en su acepción teológica como en la que ahora nos interesa, la relativa al estudio de los excrementos, es una constante de su filmografía, pensemos en El ángel exterminador, donde se defeca en un hermoso jarrón chino, en Simón del desierto, donde los excrementos del protagonista adornan su columna como si fueran los restos de la cera consumida de una vela, o en El fantasma de la libertad, película en la que se expone la defecación en público como contraste de la comida, que se realiza en la más absoluta privacidad. A este respecto, resulta divertida la observación-explicación que le hace Buñuel a su amigo el novelista Max Aub cuando le dice: "... recuerdas esa película en la que varios personajes entran en el retrete y uno levanta la tapa de la taza grande donde hacen sus necesidades, y ve a través de ella un águila volando allá abajo y unas hojas secas revoloteando... pues eso pasa en los retretes de Cuenca que están en las hoces. Allí, cuando levantan las tapas, río abajo pasan águilas y palomas... Porque hay unos abismos de cien metros, o más, no sé". Comentario que evidencia que el surrealismo tiene mucho también de realismo mágico, de absurdo y grandes dosis de humor.
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