CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

lunes, 17 de julio de 2017

DE GENIOS Y GENIALIDADES AMANTISTAS (V): MUJERES EN UN MUNDO DE HOMBRES




Mujeres en un mundo de hombres.






Si en la literatura en general la presencia de mujeres constituye casi una excepción, en el tema amantista en particular todavía más, habrá que esperar hasta el siglo XX para que aparezcan los primeros nombres, tanto en la poesía, caso de Raquel Lozano, como en propuestas narrativas como las de María Gloria Ornat o María Dolores Serrano. En el siglo XXI cabría citar la novela de Mapi Hernándo y, en especial, la reciente de Magdalena Lasala, El beso que no te di, una excelente recreación histórica perfectamente ambientada en el Teruel medieval. 








Sin embargo, el caso más curioso de presencia femenina se da en la música, concretamente en el tratamiento operístico del tema, donde encontramos una tan excepcional como extraña paridad en un ámbito artístico tan especializado. Efectivamente, no fue la de Bretón la única ópera que se escribió sobre los trágicos amores, unos años antes, en diciembre de 1865, se estrenó en el Teatro Principal de Valencia el drama lírico escrito en italiano por Rosario Zapater, una culta, políglota y olvidada escritora, que firmó casi toda su obra con seudónimo masculino, y música del compositor vasco Avelino Aguirre, Gli Amanti di Teruel, basada también, como la de Bretón, en la pieza teatral de Hartzenbusch, pero con la singularidad de que incorporó un coro a la manera de la tragedia clásica, que habla y reflexiona con los personajes.

martes, 11 de julio de 2017

DE GENIOS Y GENIDALIDADES AMANTISTAS (IV)






La confabulación masónica.

La defensa que realizara Bretón de una ópera nacional autóctona y original de altos vuelos, alejada de los tópicos de siempre, cuyos máximos representantes eran, entre otros, Barbieri o Arrieta, más apegados a la realidad española y al género chico que ellos habían creado, implicó su enemistad y críticas adversas, hasta el punto de que su primera gran ópera, Gli Amanti di Teruel, que supuso una ruptura total -musical, escénica, técnica y de producción- con lo que se venía haciendo hasta ese momento, durmió el sueño de los justos en el cajón del Teatro Real durante más de cinco años, y eso, como el propio Bretón decía apesadumbrado, de que contaba con el apoyo explícito del mismo Alfonso XII. De hecho, la negativa de la empresa, apoyada en las maquinaciones de Arrieta y Barbieri, generó una gran polémica, que si bien retrasó el estreno, colocó la cuestión de la ópera nacional en el centro de los debates de la regeneración de la cultura española.

Por fin, se representó el 12 de febrero de 1889 en Madrid, con una entusiasta acogida de público y constituyó todo un hito para la música española. El éxito sin paliativos conseguido en el Gran Teatro del Liceo en el mes de mayo, conllevó una exitosa gira por los principales escenarios nacionales –Sevilla, Valladolid, Granada, Valencia, etc.- e internacionales -Viena, Praga, varias ciudades de Alemania, Buenos Aires, etc.- El propio Galdós, para quien Bretón era un “wagneriano”, llegó a considerarla lo mejor que hasta ese momento se había escrito por músicos españoles en “el género lírico serio”. A pesar de todo, sus recalcitrantes enemigos acusaron al compositor de masón y atribuyeron su éxito a una confabulación masónica.
Subo el preludio de la ópera. Una verdadera maravilla. Disfrutadlo.

 

sábado, 1 de julio de 2017

DE GENIOS Y GENIDALIDADES AMANTISTAS(III): NI EL APUNTADOR




Ni el apuntador.

Tampoco es especialmente conocido que el prolífico estajanovista de las letras decimonónicas españolas, Manuel Fernández y González, capaz de escribir o de dictar varias novelas a la vez (se sabe que utilizaba “negros”, caso, por ejemplo, del joven Blasco Ibáñez), considerado en su momento como el Dumas español y hoy en el más absoluto de los olvidos, con más de doscientos títulos y un total de cuatrocientos volúmenes en su haber, a lo largo de 16 años y por entregas, escribió la novela Los Amantes de Teruel. Tradición de la Edad Media (1860-1876), publicada en 1891 en dos tomos, que comprenden tres libros, 125 capítulos y un total de más de mil ochocientas páginas de lances amorosos, aventuras, viajes, extravíos y reencuentros, mujeres vestidas de hombre, truculentas muertes, etc., cuyo objetivo final no fue otro que el de buscar efectos, causar sorpresas, hacer desfilar ante el lector alucinado sucesos y personajes extraordinarios. 



Se trata, en definitiva, de una novela río folletinesca, en la que prima una fantasía desordenada y fecunda, la pasión por narrar, en especial lo inverosímil, baste en este sentido con explicar que, en su sangriento final, Isabel mata a Diego al apuñalarle por tres veces en el pecho y que cuando ella, arrepentida de su acto, se encuentra en el suelo tratando de socorrerle, entra en la alcoba su marido, Rodrigo de Azagra quien, cegado por los celos y sin darse cuenta de lo sucedido, le da muerte, momento en el que llega otro personaje, don Esguerrando, que acaba a su vez con don Rodrigo.