CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

jueves, 26 de julio de 2012

GUERRA CIVIL EN SARRIÓN. APUNTES CON VÍDEO.


Aquí os dejo un corto rodado en la sierra de Javalambre, concretamente en las trincheras de Sarrión, que rodamos con la finalidad de darlas a conocer bajo el patrocinio del Ayuntamiento de esta localidad. El equipo técnico fue completamente turolense (director, Diego Hernández; fotografía, Pimpi López y montaje, Julio Royo), el guión lo escribimos Gonzalo Montón, Fernando Muñoz -ambos profesores del IES "Segundo de Chomón"- y yo mismo, asesorados por el especialista en nuestra contienda, Valentín Solano. El protagonista individual es el actor turolense Fernando Maícas, acompañado de recreacionistas venidos de toda España, incluso alguno del extranjero. La locución corrió a cargo de las voces turolenses, Ángel Torres -gran fotógrafo- y Jesús Cuesta -estupendo actor-, tan sólo la música, de Luis Delgado, escapa al paisanaje, sin embargo, es disculpable, pues es un gran músico que quiere a nuestra tierra, como ha demostrado en numerosas ocasiones. Una jornada inolvidable. Creo que quedó más que digno. En fin, espero que os guste y os animéis a hacer algo por vuestra cuenta. 






viernes, 20 de julio de 2012

PABLO ANDRÉS ESCAPA: "GRAN CIRCO MUNDIAL"

(Reseña publicada en la revista cultural Turia, nº 103, junio-octubre, 2012)
Gran Circo Mundial (Ediciones del Viento) es una novela corta -una nouvelle- de lectura exigente. Su autor, Pablo Andrés Escapa, trabaja la lengua con meticulosidad de orfebre y presenta al lector un estilo narrativo propio en el que conviven y alternan paradójicamente y como por ensalmo un cierto minimalismo y el gusto por un lenguaje retórico, abarrocado, cimentado en el uso de numerosas y variadas figuras estilísticas (enumeraciones impresionistas, aliteraciones, metáforas, sinestesias, metonimias, simbolismos, etc.) y un humor teñido de sutil ironía.
La historia es sencilla: un pequeño circo llega a un pueblo perdido de la geografía española asentado en la seguridad de sus rutinas, en las certezas de su diario acontecer; un pueblo venido a menos como tantos otros en el que nunca pasa nada. El circo anuncia “grandes actuaciones” y despierta falsas esperanzas en los lugareños, su presencia se percibe como una amenaza que puede poner en peligro la estabilidad de su cerrado universo y la semana de espera hasta la función la viven entre el temor de los adultos a las novedades y la fascinación infantil por lo desconocido. La expectación deviene en decepción con el espectáculo, registrado en la memoria colectiva del pueblo como “todo cuento”, patética realidad de un circo pequeño “alimentado de su enorme mentira”. Pero no para todos, no para Melo, el hijo de “la Coja de Lázaro”, un muchacho curioso y ávido de vivir nuevas experiencias, que protagonizará durante esos días una aventura iniciática sentimental con Nina, la francesita adolescente de la troupe, con quien descubrirá el sentido-sentimiento trágico de la vida.
Como hemos dicho, el simbolismo y la ironía son dos constantes de la novela, así, en su mismo arranque, encontramos que el episodio desencadenante de los hechos, el ridículo accidente de Marie Chinfoutte anunciando el circo, anticipa con claridad  meridiana la intención de la obra, que en palabras del propio autor no es otra que la de presentar “una parábola sobre la incomunicación en torno a dos entidades enfrentadas”: el universo fantástico del circo, representado por un desvencijado camión que va a quedar atorado en la Travesía de Galdafarro -su nombre antiguo era el de pasaje de las Angustias-, en realidad un angosto callejón cuya estrechez física preconiza ya desde ese momento la cerrazón mental de los habitantes de Santolices, como la decrepitud de la Casa de la Argolla, abandonada báscula municipal de tiempos mejores, dañada en el incidente, se erige en símbolo de la decadencia y abandono del pueblo.
Otra constante de la novela es la de visualizar los espacios y la acción narrada mediante técnicas cinematográficas, las imágenes que emplea el autor no sólo sirven para describir, sino también para narrar. Un claro ejemplo lo encontramos en la descripción del bar de Alcides (Andrés Escapa comparte la afición, tan del gusto de Luis Mateo Díez, al que homenajea en el episodio del viajante, por la creatividad onomástica, por el nombre del santoral inverosímil; sin ir más lejos, el alcalde se llama Sindo Barjas), que vemos reflejado en el espejo del fondo del bar. También son especialmente significativas en este sentido las ocularizaciones y auricularizaciones presentes en la narración, pero no nos detendremos en ellas, baste con citar la importancia en la obra del campo semántico del verbo mirar para percatarse. No querría abandonar esta cuestión relativa al cine, sin citar ese inteligente guiño al séptimo arte presente en esta, vamos a llamarla, secuencia de gran valor paródico estructurada en acciones paralelas que van alternando lo que ocurre en el bar de Alcides y en una película del oeste en la televisión, la legendaria Pasión de los fuertes, en la que el alcalde -un rural Wyatt Earp- y su hermano, se comportan como los personajes del film del mítico Ford.
Con estudiada gradación narrativa, la realidad casi esperpéntica de la llegada del circo, se va transformando y tiñendo de un hondo lirismo -los gestos, las miradas y los silencios se convierten en recursos de extraordinaria expresividad en el marco de una narración visual extraordinariamente poética-, que alcanza su momento culminante en el número central de la en principio decepcionante función, la representación teatral funambulista –especular juego barroco- protagonizada por Nina, su padre y Marcel, cuando por unos breves instantes, todo el pueblo –también el lector- se ve atrapado por la magia del circo y vive las fabulosas emociones del mayor espectáculo del mundo, la fantasía y la tragedia del Gran Circo Mundial: la crisálida narrativa inicial eclosiona en la maravillosa mariposa de una hermosísimo cuento de amor, para hacer realidad la letra de la legendaria canción My Darling Clementine. Absolutamente genial es el montaje de acciones paralelas entre Nina en la maroma, el torbellino de viento y las moscas revoloteando entorno a la bombilla del bar de Alcides.
La trivialidad de la historia alcanza pues en su final una dimensión metafórica, mítica y simbólica (ya nos lo anticipaba el narrador al comenzar su trabajo: “Pero esta crónica no es un acta notarial; su compromiso está con una verdad más alta, hecha de tiempo detenido y de palabras escogidas para durar”), todo ha sido perfectamente urdido por el autor para sujetar con mano férrea la peripecia a la caracterización de los personajes y de un espacio que se transformará ante el lector capaz de verlo con los ojos de la fascinación inocente de un niño asomándose al misterio y al dolor de la vida: Santolices ya no es un pueblo perdido de la España profunda, es un estado del alma -la del autor, evidentemente, pero también de la nuestra-, es ese pueblo de nuestra infancia-adolescencia que habita en nuestra memoria donde nos iniciamos a la vida.
Andrés Escapa transforma la realidad mediante la fabulación, la fantasía y una impecable escritura. El tratamiento mítico del lenguaje funciona como motor de transformación y como instrumento de ensoñación que transfigura a los personajes alejándolos de toda vulgaridad. Al fin y al cabo, el lenguaje es el territorio esencial y mayor de todo buen escritor. El estilo de un narrador es su mirada y la de Pablo Andrés Escapa sabe ver lo extraordinario en lo cotidiano para contarlo de forma sublime.

lunes, 16 de julio de 2012

AGUSTÍN SÁNCHEZ VIDAL: "LA ESPECIE SIMBÓLICA"

(Reseña publicada en la revista cultural Turia, nº 103, junio-octubre, 2012)

Ya lo dijimos al reseñar en estas mismas páginas sus tres novelas anteriores: Agustín Sánchez Vidal es un humanista de nuestro tiempo, un escritor cuya actitud intelectual y creadora es interdisciplinar, integradora de todo tipo de saberes. Su trayectoria vital y profesional se construye sobre una compleja red de intereses y asociaciones de conocimientos en los más variados campos del saber: la música (tradujo a Los Beatles, Los Rolling Stones o Simon & Garfunkel); la poesía (se doctoró con una tesis sobre Miguel Hernández y ha trabajado en profundidad a Lorca); el cine (es uno de los mayores especialistas en la obra de Buñuel, ha estudiado  y recuperado a multitud de cineastas aragoneses como Chomón, los Jimeno, Forqué, Saura, Borau, Florián Rey, etc., ha escrito guiones llevados a la gran pantalla, caso de Buñuel y la mesa del rey Salomón, y un manual de divulgación, Historia del cine, riguroso y ameno); la pintura (Salvador Dalí); suyos son Buñuel, Lorca y Dalí: el enigma sin finSol y sombra, ensayos esenciales para aproximarse a la cultura española del siglo XX, o su colección de artículos periodísticos, El rabo por desollar. Suyas son también por el momento las premiadas novelas a las que aludíamos, La llave maestra, Nudo de sangre y Esclava de nadie.
            Su último trabajo, La especie simbólica, es un nuevo ensayo compuesto por tres conferencias que en el año 2010 impartió dentro del ciclo Perspectivas transversales, organizadas por la Catedra Jorge Oteiza de la Universidad Pública de Navarra. Con su facilidad para sintetizar y hacer de lo complejo algo aparentemente sencillo, Agustín Sánchez Vidal nos regala un librito de escasamente cien páginas, absolutamente delicioso, en el que nos expone las razones de fondo que impulsan al hombre a contar ficciones y a escucharlas, configurando esa naturaleza absolutamente humana que nos distingue como especie: nuestra capacidad simbólica.
            Los símbolos constituyen un entramado complejo y coherente, se entretejen entre ellos confeccionando una urdimbre que nos permite crear mundos alternativos, donde unos símbolos existen en el contexto de otros. Agustín Sánchez Vidal actúa de forma idéntica y su ensayo no es en modo alguno la suma independiente de tres conferencias, sino que conforma un todo coherente en el que además de explicar la tesis principal expuesta, se constituye en una obra esencial para entender su propia actividad como novelista, pues en sus páginas encontramos las claves de su creatividad.
            La primera parte lleva por título ‘Las tramas que nos constituyen’ y versa sobre la “revolución de las cuerdas” -asunto central de su novela histórica, de amor y aventuras, homenaje a la cultura andina, Nudo de sangre- y el “escape de foliot”, embrión del reloj, que a juicio del pensador alemán Ernst Junger es la base de la moderna civilización occidental, invención, a su juicio, más importante que la imprenta, la brújula, la pólvora, la máquina de vapor o el descubrimiento de América. Sánchez Vidal reflexiona sobre el tríptico tectón-textil-texto; sobre el paso de los textiles a los códigos de barras; sobre la ilación entre cuentas y cuentos o viceversa; sobre las redes neuronales -investigadas por Cajal y Golgi-, la web y al entramado de las narraciones.
            En la segunda parte, “La escritura de dios” -título de un cuento de Borges- busca en el lenguaje anterior a Babel un código universal capaz de originar el Universo –su código fuente-; es decir, signos que están en la base de todo lo creado y encerrar sus claves, una especie de genoma universal, tentativa a la que se han acercado en nuestros días –desde modelos computacionales- los científicos que trabajan sobre la teoría unificada de la información. Estas reflexiones son de algún modo la base de su novela La llave maestra, vinculada a los laberintos, la Torre de Babel y el lenguaje del Cosmos..
            Por último, en “Símbolos y mitos”, el autor aborda el papel que desempeñan en nuestras vidas el pensamiento simbólico y los mitos, desde los relatos homéricos hasta las comerciales películas de Hollywood, cuyas historias derivan en mayor o menor medida de esa materia prima de la que se alimentan no sólo las diferentes artes, sino también las distintas filosofías y religiones. Somos pues la especie simbólica y nuestras sociedades se asientan sobre mitos y símbolos que no solo siguen vivos entre nosotros, sino que quizá sean también la única manera de perpetuarnos.
            En La especie simbólica, Agustín Sánchez Vidal expone su pensamiento con la claridad y sencillez del gran comunicador que es, al tiempo que transversalmente descubre las claves creativas de sus novelas.


miércoles, 11 de julio de 2012

ALFONSO ZAPATER. EL ETERNO APRENDIZ (XVII). CONCLUSIÓN.

A modo de conclusión
            Zapater fue torero, bailó la jota en el Principal, tocaba la guitarra, escribió más de cuarenta libros, algunos enciclopédicos, tuvo varios hijos, disfrutó de la vida y de la amistad de grandes, grandísimas personalidades –Sender, Cela, Laín Entralgo, Imperio Argentina, etc.- Desde luego como él ya van quedando pocos, perteneció a otra época, a la de los escritores de raza, a la de aquellos periodistas todoterrenos, eficaces en su trabajo y caóticos en sus biografías, capaces de escribir sobre cualquier cosa en cualquier momento y de cultivar todos los géneros sin distinción, acostumbrados a la ácida magia de volver a casa, como diría otro maestro de la profesión, José Luis Alvite, “con las llaves de otra puerta y pillar dormido al reloj despertador”. Como exigían las normas no escritas de esa época que ya no existe, Alfonso Zapater estuvo arriba y abajo, jamás en medio, en la azotea y en el sótano, y todo ello sin darle importancia ni a una cosa ni a la otra, observando la vida pasar tras los cristales de un bar o disfrutándola en sus calles, en los pueblos de Aragón y con sus gentes, a los que tanto amó, apurando el momento como si cada instante fuera el último que le tocara vivir, viviendo como el eterno aprendiz que siempre fue.

sábado, 7 de julio de 2012

ALFONSO ZAPATER. EL ETERNO APRENDIZ (XVI). ARAGÓN.

Aragón en el corazón
            Junto a su producción poética, teatral, novelística y biográfica, su obra comprende también una serie de libros de crónicas y reportajes periodísticos que se inician con Venezuela, paso a paso (Zaragoza, Tipo-Línea, 1971), fruto de un largo viaje por aquellas tierras hermanas, y que se centra fundamentalmente en Aragón: sus gentes, su paisaje, su riqueza cultural y patrimonial, etc. Andar, ver y contar es la máxima de Zapater, en el decidido empeño de recuperar las señas de identidad de nuestra Comunidad. En unión de su esposa Pilar y de la Taguara recorren hasta el último rincón de su tierra. Alfonso no pierde el tiempo y aprovecha para empaparse de todo, de su paisaje y de su historia, sus gentes y problemas.  Así en 1975 escribe Aragón, ruta de la sed (Zaragoza, Institución “Fernando el Católico”), con prólogo de Ramón J. Sender; Esta tierra nuestra (Zaragoza, Librería General, 1981-1986, VI tomos) y Aragón pueblo a pueblo (Zaragoza, Aguaviva, 1986, X volúmenes), introducida por Camilo José Cela, obra enciclopédica, en doce volúmenes, que acoge todos los núcleos de población aragonesa en plásticas semblanzas, casi como sonetos de una obra poética monumental, y que compendia la experiencia del autor a lo largo de muchos años de visitar todos y cada uno de los pueblos de nuestra geografía.
            En este capítulo deberíamos mencionar también los múltiples guiones que escribió para la elaboración de videos sobre recorridos por tierras aragonesas (De la montaña a la ribera, Del Jiloca al Ebro, etc.), con producción de Pilar Burillo y dirección de Rajko Rutar.
            Con Aragón como motivo central del libro encontramos también su obra de explícito título, Aragón 1900 (Madrid, Silex, 2002), en el que Zapater presenta una semblanza de los hechos más relevantes acaecidos en nuestra comunidad –en especial en Zaragoza- a finales del siglo XIX y primer tercio del s. XX: situación política, resumen de las ideas de Costa, la situación agrícola, el urbanismo, los regadíos, la exposición Hispano-Francesa de 1908, los periódicos y revistas, el ferrocarril del Canfranc, una sucinta presentación de aragoneses ilustres, el mundo del espectáculo, del deporte, la sublevación de Jaca, etc.
            Digno de mención es también en este apartado su estudio titulado Don Quijote en Aragón en el que a analiza pormenorizadamente la obra, desde las menciones iniciales de Aragón en la primera parte, hasta llegar a la segunda, y más concretamente en la tercera salida del famoso hidalgo, cuando nuestro territorio cobra capital importancia, especialmente los treinta y un capítulos  (del XXIX al LX) que dedica fundamentalmente a la provincia de Zaragoza

martes, 3 de julio de 2012

ALFONSO ZAPATER. EL ETERNO APRENDIZ (XV). BIÓGRAFO.

Biógrafo
            Una de las facetas más desconocidas de Alfonso Zapater es quizá la de biógrafo (en este trabajo ya hemos mencionado las dedicadas al matador Braulio Lausín, al jotero José Iranzo y la de Joaquín Costa), si bien hay que significar que se trata de un estudioso un tanto sui géneris, poco paciente para reunir toda la información relativa al biografiado y poder así abarcarlo en su totalidad; es decir, más que un investigador al uso que trata de acotar una personalidad desde todos los puntos de vista posibles, él aborda la misma desde aquellos aspectos que le son más próximos y accesibles, por eso sus biografías no se pueden considerar totales y ni mucho menos definitivas –no sé si se ha escrito alguna-, pero, sin embargo, todas son simpáticas, más anecdóticas que profundas, más humanas que rigurosas, pues están hechas desde la amistad con el personaje o con aquellos que lo conocieron y lo trataron en su vida diaria o, incluso, en la intimidad, ya que las biografías de Zapater son más bien un conjunto de entrevistas, de conversaciones ordenadas que dan una idea parcial de la vida de una persona más que de una personalidad relevante.
            Un claro ejemplo de todo lo anterior lo encontramos en la biografía que le dedicó al Rey, Juan Carlos, hombre (Zaragoza, IberCaja, 1990), un trabajo que ilustra la vida  de nuestro monarca durante su estancia en Zaragoza como cadete de la Academia General Militar. Sus páginas nos descubren a don Juan Carlos como una persona “sencilla, abierta y afable” en su trato con los compañeros de promoción y con el personal de la Academia. El peluquero del centro de enseñanza del Ejército de Tierra rememora sus frecuentes visitas a la barbería: “’Aféitame’, me decía, y yo le contestaba. Pero ¿cómo le voy a afeitar, Alteza, si no tiene barba?” En este sentido, Camilo José Cela, que escribió el prólogo del libro sobre un ejemplar de un ABC, al no tener a mano un papel en blanco, resalta que “Don Juan Carlos fue un hombre: cabal, templado y como Dios manda, con el pulso latiéndole en su sitio y la mirada abierta al mundo…”, incluso en la presentación del mismo, que oficio como maestro de ceremonias, dijo que “antes y después de Rey fue un hombre que jamás volvió la espalda al tiempo que le tocó vivir y al papel que le correspondió representar.” Así pues, la obra es un conjunto de entrevistas a personas que tuvieron la oportunidad de convivir con él: la limpiadora de su habitación, el conductor del tranvía que enlazaba el centro de Zaragoza con la Academia, etc. Se trata inevitablemente de una biografía impresionista y subjetiva, si se quiere, pero no por ello menos apasionante e interesante, necesaria y reveladora de la honda personalidad de Don Juan Carlos.
            Otra biografía importante es la que dedica al pintor de su pueblo, Juan José Gárate. Recuerdos y vivencias, a quien el abuelo de Zapater, el “Tuerto Catachán”, conoció bien, Zapater tan sólo en sus últimos días, pero con eso y la colaboración de sus familiares y paisanos que lo trataron en la cotidianeidad en Albalate, reconstruye su vida de forma amena y repasa su producción artística.
            Un compendio de micro biografías es su trabajo en cuatro volúmenes, Líderes de Aragón siglo XX (Zaragoza, 2000), una especie de who is who de nuestra Comunidad.
            En este apartado de su producción también cabe mencionar el guión escrito para televisión a finales de los años ochenta dedicado al famoso pianista aragonés, Luis Galve: Tres cuartos de siglo al piano, interpretado entre otros por Mariano Anos y  Pilar Delgado. Así como el trabajo sobre el escritor aragonés, Ildefonso Manuel Gil, El poeta que vio nacer un pueblo.