CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

martes, 3 de julio de 2012

ALFONSO ZAPATER. EL ETERNO APRENDIZ (XV). BIÓGRAFO.

Biógrafo
            Una de las facetas más desconocidas de Alfonso Zapater es quizá la de biógrafo (en este trabajo ya hemos mencionado las dedicadas al matador Braulio Lausín, al jotero José Iranzo y la de Joaquín Costa), si bien hay que significar que se trata de un estudioso un tanto sui géneris, poco paciente para reunir toda la información relativa al biografiado y poder así abarcarlo en su totalidad; es decir, más que un investigador al uso que trata de acotar una personalidad desde todos los puntos de vista posibles, él aborda la misma desde aquellos aspectos que le son más próximos y accesibles, por eso sus biografías no se pueden considerar totales y ni mucho menos definitivas –no sé si se ha escrito alguna-, pero, sin embargo, todas son simpáticas, más anecdóticas que profundas, más humanas que rigurosas, pues están hechas desde la amistad con el personaje o con aquellos que lo conocieron y lo trataron en su vida diaria o, incluso, en la intimidad, ya que las biografías de Zapater son más bien un conjunto de entrevistas, de conversaciones ordenadas que dan una idea parcial de la vida de una persona más que de una personalidad relevante.
            Un claro ejemplo de todo lo anterior lo encontramos en la biografía que le dedicó al Rey, Juan Carlos, hombre (Zaragoza, IberCaja, 1990), un trabajo que ilustra la vida  de nuestro monarca durante su estancia en Zaragoza como cadete de la Academia General Militar. Sus páginas nos descubren a don Juan Carlos como una persona “sencilla, abierta y afable” en su trato con los compañeros de promoción y con el personal de la Academia. El peluquero del centro de enseñanza del Ejército de Tierra rememora sus frecuentes visitas a la barbería: “’Aféitame’, me decía, y yo le contestaba. Pero ¿cómo le voy a afeitar, Alteza, si no tiene barba?” En este sentido, Camilo José Cela, que escribió el prólogo del libro sobre un ejemplar de un ABC, al no tener a mano un papel en blanco, resalta que “Don Juan Carlos fue un hombre: cabal, templado y como Dios manda, con el pulso latiéndole en su sitio y la mirada abierta al mundo…”, incluso en la presentación del mismo, que oficio como maestro de ceremonias, dijo que “antes y después de Rey fue un hombre que jamás volvió la espalda al tiempo que le tocó vivir y al papel que le correspondió representar.” Así pues, la obra es un conjunto de entrevistas a personas que tuvieron la oportunidad de convivir con él: la limpiadora de su habitación, el conductor del tranvía que enlazaba el centro de Zaragoza con la Academia, etc. Se trata inevitablemente de una biografía impresionista y subjetiva, si se quiere, pero no por ello menos apasionante e interesante, necesaria y reveladora de la honda personalidad de Don Juan Carlos.
            Otra biografía importante es la que dedica al pintor de su pueblo, Juan José Gárate. Recuerdos y vivencias, a quien el abuelo de Zapater, el “Tuerto Catachán”, conoció bien, Zapater tan sólo en sus últimos días, pero con eso y la colaboración de sus familiares y paisanos que lo trataron en la cotidianeidad en Albalate, reconstruye su vida de forma amena y repasa su producción artística.
            Un compendio de micro biografías es su trabajo en cuatro volúmenes, Líderes de Aragón siglo XX (Zaragoza, 2000), una especie de who is who de nuestra Comunidad.
            En este apartado de su producción también cabe mencionar el guión escrito para televisión a finales de los años ochenta dedicado al famoso pianista aragonés, Luis Galve: Tres cuartos de siglo al piano, interpretado entre otros por Mariano Anos y  Pilar Delgado. Así como el trabajo sobre el escritor aragonés, Ildefonso Manuel Gil, El poeta que vio nacer un pueblo.

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