CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

viernes, 25 de abril de 2014

LEILA GUERRIERO: "UNA HISTORIA SENCILLA"

MALAMBO O LA ÉPICA DE LA SUPERVIVENCIA






            “Esta es la historia de un hombre que participó en una competencia de baile”, así comienza Una historia sencilla, un reportaje periodístico novelado de la escritora argentina Leila Guerriero. Y no es más ni menos que eso: un festival, un baile, un hombre; un hombre común y corriente, con una familia común y corriente, con una pobreza común y corriente; unos valores, una pasión, un sueño, la lucha diaria y una nación; una periodista que mira, sin censuras ni apriorismos, pero con respeto y admiración, con un objetivo macro en la distancia íntima; un estilo sencillo, casi austero, de tan esencial, completamente universal.
            No es fácil que “menos” sea “más”, mucho “más”, pero en este caso lo que comienza siendo un reportaje sobre el Festival Nacional de Malambo de Laborde, en la Argentina profunda, y el baile tradicional de los gauchos argentinos, el malambo, consistente en un zapateado in crescendo, mezcla de destreza y resistencia, pronto muta hacia la crónica novelada de la lucha del malambista Rodolfo González Alcántara por alcanzar tan preciado galardón. En esos momentos de la narración, el malambo ya no es tan sólo un baile, es más, mucho más: es una forma de ver y entender la vida.  Como el ritmo del mismo zapateado, la historia aumenta en intensidad y es más, mucho más: la “historia sencilla” se transforma en “historia difícil”, en la “historia de un hombre común”, en la historia de todo un pueblo, en nuestra propia historia. Poco a poco, hacia su recta final, la novela es más, mucho más: es pura épica; la épica del Hombre que lucha por sobrevivir con dignidad, que se esfuerza por alcanzar una meta aferrado a unos valores y principios; es la epopeya de un pueblo, de todos aquellos pueblos que se mantienen fieles a sus tradiciones y firmes sobre el escenario de la vida mirando hacia el futuro con decisión.
            Una historia sencilla es una obra tierna y emocionante, arranca como un reportaje que se transforma en crónica que, poco a poco, deriva hacia la novela hasta alcanzar en determinados momentos un intenso lirismo épico, en especial cuando el danzante siente que el malambo le crece dentro y él crece con el malambo, transformándose completamente: “El primer movimiento de las piernas hizo que el cribo se agitara como una criatura blanda mecida bajo el agua. Después, durante cuatro minutos cincuenta y dos segundos, hizo crujir la noche bajo su puño. El era el campo, era la tierra seca, era el horizonte tenso de la pampa, era el olor de los caballos, era el zumbido de la soledad, era la furia, era la enfermedad  y era la guerra, era lo contrario de la paz. Era el cuchillo y era el tajo. Era el caníbal. Era una condena. Al terminar golpeó la madera con la fuerza de un monstruo y se quedó allí, mirando a través de las capas del aire hojaldrado de la noche, cubierto de estrellas, todo fulgor. Y, sonriendo de costado –como un príncipe, como un rufián o como un diablo-, se tocó el ala del sombrero. Y se fue.”
            Este libro podría haber tenido más de mil páginas, pero no supera las ciento cincuenta en un ejercicio de depuración absoluta, de decantación hacia lo esencial, es “más” con “menos”; se elimina todo lo innecesario y se deja única y exclusivamente lo indispensable, conformando un artefacto narrativo de tan extrema como compleja sencillez, que aviva la experiencia literaria, en la que todo lo importante está fuera y es completado por el lector, que es quien da sentido verdadero al texto al interiorizar la historia, identificarse con el personaje y reconocerse en él.
            En definitiva, Una historia sencilla es una crónica novelada que habla de la dignidad en lo cotidiano, de la lucha por la supervivencia. A través de Rodolfo González Alcántara, Leila Guerriero nos habla de la templanza, de la tenacidad y  de la paciencia de un hombre; de la austeridad, el coraje, la altivez, la sinceridad y la franqueza de un gaucho, valores que se repiten a lo largo del texto como un mantra, generando un ritmo, un ritmo de zapateado, un ritmo épico y poético. Pero Una historia sencilla es más, mucho más, y Leila nos habla también del apego a la tradición y del amor a la patria. Nos enseña que en la rutina también puede haber filosofía. Y, sobre todo, intenta hacernos ver que los grandes logros, las más duras batallas, sólo se ganan con una única arma: la confianza en uno mismo y el esfuerzo diario mantenido en el tiempo. Al fin y al cabo, “somos del mismo material del que se tejen los sueños”: la esperanza.



LEILA GUERRIERO, Una historia sencilla, Barcelona, Anagrama, 2013.

viernes, 18 de abril de 2014

JAVIER EXPÓSITO LORENZO: "MÁS ALTO QUE EL AIRE. BREVIARIO PARA EL ALMA"

LUZ, VIDA Y AMOR
Reseña publicada en la revista TURIA 109-110



            Ya lo dice Juan Manuel de Prada en el Prólogo de Más alto que el aire: “es una rareza literaria”. No le falta razón, lo es, y mucho. No es habitual encontrar por los pagos literarios hispánicos un libro como el que Javier Expósito Lorenzo nos entrega y subtitula significativamente Breviario para el alma, una obra de carácter espiritual, contemplativa y transcendental, casi mística, pero también carnal, en cuanto que trata del hombre y es para los hombres, que propone al lector un profundo ejercicio de meditación sobre la naturaleza humana y nos invita a vivir la experiencia interior de la búsqueda de la Verdad, a liberar esa energía omnipresente y eterna que es nuestra alma y a escapar de todas las limitaciones que constituyen nuestro ego, basado en las experiencias limitadas del limitado mundo material y del engaño de los sentidos.
            Decía Luis Vives que “saber mirar es saber amar”, y en cierto modoesto  es lo que nos propone Javier Expósito: mirar lo que nos rodea y gozarlo en el momento presente; el pasado ya no es y el futuro es una trampa, es el generador de miedos, es la irrealidad. El miedo es tan sólo una cara de la moneda de la vida, cuyo reverso es el amor. La clave para renacer cada día que despertamos es “saber mirar”. Cada despertar es una resurrección, un regalo que se nos concede y que debemos abrir con la ilusión de un niño en la mañana de Reyes, hay que mirar cada jornada con los ojos de ese niño y esforzarnos en ver siempre el lado positivo de las personas y de las cosas, como formando parte de un todo, de un plan superior, donde mi historia es tan solo una tesela en el mosaico de la Historia de las historias de todos. De mí, de mi mirada depende que mi día sume a mi vida y a las vidas de los que forman conmigo esta red de lazos invisibles que es la Humanidad: mi familia, mis amigos, mis vecinos, mis compañeros de trabajo… En suma, todos aquellos con quienes me cruzo cada jornada y forman la arborescente naturaleza de la vida.
            El libro se divide en tres partes: Luz, Vida y Amor. El primero bucea en nuestro interior para buscar esa “luz” que todos llevamos dentro y nos propone liberar a ese niño asfixiado por la máscara de las apariencias sociales. El segundo, Vida, nos invita a mirar al exterior bajo la óptica de la nueva luz, a contemplar lo cotidiano con los ojos sorprendidos del nuevo niño alumbrado que ya somos, a participar de la simbiosis perfecta del hombre y la naturaleza, a recomponer nuestro ser fragmentado e integrarnos en el todo, pues al fin y al cabo, como hermosamente dice Javier Expósito, “¿qué somos nosotros, sino agua cosida en nubes de carne?”. El tercero es la sublimación de todo lo anterior, el Amor es “el estado que convierte a tu vida en una obra de luz”.
            Como se puede suponer, en la límpida propuesta de Javier caben las religiones, pero, ojo, no es una obra estrictamente religiosa, si bien es cierto que presenta una decantación importante de textos sagrados (de la Biblia especialmente), ascéticos (la escuela española encabezada por Fray Luis de León), místicos (el Bhágavad-guitá y los imprescindibles San Juan y Santa Teresa), y sapienciales, pero también bebe de los trascendentalistas (Emerson, Thoreau, Whitman, etc.) y de los grandes humanistas aforísticos ( Gibrán, Ceronetti, etc.) Todos están, pero no se notan, asumidos, bien digeridos, conformando una obra que podría encuadrarse bajo el marbete de lo que en la actualidad ha dado en llamarse “la literatura de la luz”.
            Las páginas de Más alto que el aire se han de leer sin prejuicios, sin apriorismos ni imposiciones, por necesidad personal de buscar respuestas, de hallar la Verdad. No es ni mucho menos un libro para leer de una sentada, es un libro de mesita de noche, para disfrutar en momentos puntuales, cuando se produzca su llamada, cuando se tenga necesidad de su lectura, cuando se disponga de tiempo para saborear su prosa poética diamantina, sus imágenes, su belleza profunda, para sentirla más que descifrarla intelectualmente.
            Libro ético, inspirado en el amor, en el que idea y forma son lo mismo, tan difícil y complejo o tan sencillo y luminoso como entienda el ánimo y la indagación del lector, que nos descubre que para el conocimiento  y la purificación del alma humana es más útil la intuición del poeta que la filosofía del sabio o la metodología del científico.

JAVIER EXPÓSITO LORENZO, Más alto que el aire. Breviario para el alma, Madrid, Los libros del olivo, 2013.
           


            

viernes, 11 de abril de 2014

ELOY FERNÁNDEZ CLEMENTE: DIEZ INSTANTÁNEAS (XI)

El viejo profesor: a modo de conclusión



Eloy Fernández Clemente siempre ha tenido ese aspecto venerable de “viejo profesor”, de gentleman inglés. Como evoca Luis Alegre, reproduciendo una anécdota que le contara su propio protagonista: “Embutido en una gabardina, parapetado detrás de unas gafitas redondas, con una cartera en una mano y un paraguas en la otra, su aspecto no ofrecía dudas acerca de qué clase de tipo se trataba. Iba caminando por la calle. Hasta sus pies llegó un balón seguido por un niño que lo reclamaba. Eloy Fernández Clemente, 17 años, recién graduado en Magisterio, empujó la pelota con el paraguas y se la devolvió. El niño, recogió el esférico y le dirigió una frase inolvidable: ‘Muchas gracias, señor’”. Este es, sin duda, nuestro hombre: un señor de la cultura (I Premio a las Letras aragonesas, 1987; Académico correspondiente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, 2000); un apasionado de la libertad, la difusión cultural (iniciador de las jornadas sobre el Estado actual de los estudios sobre Aragón; presidente de la fundación Gaspar Torrente para la investigación y desarrollo del aragonesismo, etc.), su tierra (Hijo Adoptivo de la Ciudad de Zaragoza, 1997; Cruz de San Jorge de la Diputación Provincial de Teruel, 1998; Hijo Predilecto de Andorra, 2010), sus gentes, su historia y sus paisajes, un apasionado del saber; un referente vivo de la cultura aragonesa, un maestro de maestros, a quien, Alegre dixit, “[…] como a Zurita, se le seguirá celebrando dentro de 500 años.” Que así sea.

sábado, 5 de abril de 2014

ELOY FERNÁNDEZ CLEMENTE: DIEZ INSTANTÁNEAS (X)

“Tirarle de la oreja a Jorge”
           
De izquierda a derecha Benedetto Lorenzo de Blanzas, Clemente Alonso Crespo, Eloy Fernández Clemente, José Antonio Labordeta, Luciano Gracia y Manuel Labordeta, en Cuarte de Huerva.
Como Andrés Hurtado en El árbol de la ciencia, Eloy ha pasado la noche de los lunes desde hace más de diez años, salvo en el verano, “tirándole de la oreja a Jorge”, expresión que, como pueden imaginar, no responde a ninguna perversión sádica ni supone ningún maltrato de nadie, sino que como graciosamente explica Carmelo Romero en “Ante el espejo del juego” -su original aportación al citado libro coordinado por Pedro Rújula-, significa robar carta “por una de sus esquinas, por una de sus ‘orejas’”, manipulación de naipe que interpreta como propia de “quien confía encontrar, más que buena, espléndida carta”. A su juicio, Eloy es el prototipo de jugador de guiñote ávido por jugar, henchido de fe en su suerte: “Sus ojos –unos ojos inquietos, vivaces, pícaros- delatan, a poco observador que se sea, si esa fe se ha visto o no satisfecha. En cualquiera de ambos casos no es óbice para que su siguiente robada, su siguiente ‘tirada de oreja a Jorge’, revista la misma premura, avidez y fe.” En el otro extremo, señala, se encontraría el jugador parsimonioso, por ejemplo el catedrático de arte Gonzalo Borrás, gran amigo de Eloy y asiduo también de la cita de los lunes, quien apila cuidadosa y despaciosamente las cartas, luego valora su juego descubriendo una tras otra, tan solo viendo su parte superior, después, con la misma parsimonia, las despliega ante sus ojos, para, tras ordenarlas por palos y triunfos, comenzar a jugar.

            El divertido artículo del profesor Romero disecciona lúdicamente la personalidad de su amigo y compañero de timba por su actitud en la mesa del juego y nos presenta a un Eloy distendido alejado de su actividad intelectual y profesional, disfrutando del descanso del guerrero, en la saludable terapia mental de “darle al naipe” de “tirarle de la oreja a Jorge”.