El viejo
profesor: a modo de conclusión
Eloy Fernández Clemente siempre ha tenido
ese aspecto venerable de “viejo profesor”, de gentleman inglés. Como evoca Luis Alegre, reproduciendo una
anécdota que le contara su propio protagonista: “Embutido en una gabardina,
parapetado detrás de unas gafitas redondas, con una cartera en una mano y un
paraguas en la otra, su aspecto no ofrecía dudas acerca de qué clase de tipo se
trataba. Iba caminando por la calle. Hasta sus pies llegó un balón seguido por
un niño que lo reclamaba. Eloy Fernández Clemente, 17 años, recién graduado en
Magisterio, empujó la pelota con el paraguas y se la devolvió. El niño, recogió
el esférico y le dirigió una frase inolvidable: ‘Muchas gracias, señor’”. Este
es, sin duda, nuestro hombre: un señor de la cultura (I Premio a las Letras
aragonesas, 1987; Académico correspondiente de la Real Academia de Ciencias
Morales y Políticas, 2000); un apasionado de la libertad, la difusión cultural
(iniciador de las jornadas sobre el Estado
actual de los estudios sobre Aragón; presidente de la fundación Gaspar
Torrente para la investigación y desarrollo del aragonesismo, etc.), su tierra
(Hijo Adoptivo de la Ciudad
de Zaragoza, 1997; Cruz de San Jorge de la Diputación Provincial
de Teruel, 1998; Hijo Predilecto de Andorra, 2010), sus gentes, su historia y sus
paisajes, un apasionado del saber; un referente vivo de la cultura aragonesa,
un maestro de maestros, a quien, Alegre dixit,
“[…] como a Zurita, se le seguirá celebrando dentro de 500 años.” Que así sea.
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