La
generación paulina.
El primitivo Grupo de Teruel. De izquierda a derecha: Joaquín Carbonell,
Fernando Sarrais, José Antonio Labordeta, Mari Carmen Magallón
y Federico Jiménez Losantos. | Archivo Privado
Foto tomada de LIBERTAD DIGITAL
|
En 1966 se casó con Mª
Luisa Santiago, compañera de estudios y la mujer de su vida, con la que ha
tenido tres hijas. Recién licenciado en Pedagogía y con problemas importantes
para concluir sus estudios en la
Escuela de Periodismo debidos a una carta escrita junto con
José Oneto –vinculado por entonces a France Presse y una década más tarde
director de Diario 16-, publicada en
el diario Le Monde, en la que
manifestaban su disconformidad con la expulsión de los profesores universitarios
Aranguren, Tierno y García Calvo, entre otros sancionados, se trasladó a Teruel
con su mujer, donde residió durante cinco años, dando clases en diversos
centros educativos (La Salle ,
Las Viñas y el Instituto Ibáñez Martín), al tiempo que terminaba por libre la inconclusa
carrera de Periodismo, comenzaba su actividad investigadora (redactó su ya
citada tesis), escribía sus primeras obras (Nipho
y la educación, 1968; Educación y
revolución en Joaquín Costa, 1969[1]) y
ejercía una intensa labor como agitador cultural de la ciudad desde el
periódico local Lucha[2],
Radio Zaragoza, Radio Teruel, Cuadernos
para el diálogo (escribió varios artículos de viajes sobre la provincia de Teruel),
el propio Instituto y, sobre todo, desde
el Colegio Menor “San Pablo”[3], donde
fundó la revista colegial, ejerció de psicopedagogo, fue mantenedor de las
fiestas, conferenciante, etc. Compañeros suyos en estas tareas fueron los por
entonces también profesores del Instituto, José Antonio Labordeta, José Sanchís
Sinisterra, Agustín Sanmiguel, Jesús Oliver, etc., con los que dejó una huella
cultural indeleble en la capital turolense.
Con Labordeta trabó una “amistad
inconmovible”, fraternal, de mutua admiración y respeto. En el extenso y
emotivo capítulo que le dedica en su segunda entrega de memorias, dice que
“soñamos juntos Andalán” y lo
reconoce como líder indiscutible de la publicación. Lo recuerda como compañero
de fatigas periodísticas y políticas -con él y otros catorce amigos fundaron el
Partido Socialista de Aragón (PSA)-, como cantautor, poeta y gran comunicador,
pero, sobre todo, como ejemplo de amistad y de conducta: “Su trayectoria, su
obra, su mensaje, van a permanecer sin duda, alertando y estimulando en tiempos
de crisis y depresión, no solo económica sino también democrática, social, de
valores.”
Por su parte, Labordeta sostenía que Eloy
“era el inventor de todo”, el inventor de Aragón, incluso, del mismo Labordeta,
pues fue él quien le provocó para
componer una canción dedicada “a nuestra tierra que fuera una especie de himno
sin ser un himno”. Ese fue el origen del “polvo, niebla, viento y sol”.
Muchos fueron los discípulos que tuvo en
este tiempo, nombres importantes en sus diferentes profesiones, todos ellos,
como en los que vendrán posteriormente en el ejercicio de su magisterio en
Zaragoza, con una constante, una especie de marca de la casa muy especial: su
concepción humanística, global del saber: Manuel Pizarro y su hermano, el
malogrado Amador Pizarro, Carlos Casas, José Luis Simón, Serafín Aldecoa, Chuse
María Cebrián, Eliseo Moreno, Rafael Navarro, Federico Trillo, hijo del a la
sazón gobernador civil de idéntico nombre, al que le puso un 6 –sirva esta
apostilla para aviso de navegantes wertianos- y como graciosamente recuerda,
“conmigo no cupieron interpretaciones, que las hubo, de que suspender a un hijo
del gobernador era de rojos…” Algún tiempo después, asentado ya Eloy en
Zaragoza, aquel fue ascendido a gobernador de esta ciudad y nos comenta que “le faltó
tiempo para afirmar que lucharía contra los dos mayores enemigos del régimen,
que eran ‘Andalán y los jesuitas del
Centro Pignatelli’” Al poco lo citaba su secretaria y Eloy, en un arranque de
valor, le contestó que él solo lo podía recibir los martes de una a dos en su
despacho de la Facultad.
Así pues, sus alumnos fueron legión, pero
hay uno muy especial, inclasificable: Federico Jiménez Losantos, “preguntón,
siempre sonriente y provocador”, del que cuenta la simpática anécdota siguiente:
“[…] al ver la foto de su padre –alcalde de Orihuela del Tremedal- con Franco,
que ponía su mano sobre la cabeza del pequeño, yo le decía, para su
indignación: ‘Federico, por eso no has crecido, Franco era como Atila, donde
ponía la mano ya no crecía nada’.”
[1] Con
motivo de esta publicación, el diario Lucha,
10 de julio de 1969, le dedicó una extensa entrevista. Durante esta época
también publicó varios artículos dedicados a
figuras aragonesas destacadas de la segunda mitad del siglo XVIII y principios
del XIX, como Andrés Piquer o Tadeo Calomarde, publicados en la revista Teruel, del Instituto de Estudios
Turolenses, de cuyo Consejo científico llegaría a formar parte años más tarde.
[2] Por ejemplo la serie de 11 artículos de opinión sobre la Carta Encíclica del Papa Pablo
VI, “Comentarios a la Populorum Progressio ” ; las cinco entregas de “La juventud
es siempre noticia”, la rareza del poema “El asesinato de Martin Lutero King:
elegía de urgencia”; el artículo premiado por los almacenes Gay de Zaragoza,
“Aragón, Sender y los exilios. Un premio y otras peripecias de un escritor
universal”, etc.
[3] Quien
más y mejor ha estudiado su presencia en Teruel y su vinculación con este
centro educativo es el profesor Francisco Martín, en esta misma revista publicó
toda una serie de documentados artículos al respecto, “Teruel en los años
sesenta: la generación del Colegio Menor San Pablo. Un soplo de libertad en
pleno franquismo”, Turia, núms.
71-72, 73-74, 75, 76. También sus
integrantes han escrito recuerdos de esta época: José Antonio Labordeta,
“Memoria de Andalán”, prólogo al ïndice de Andalán, Zaragoza, Microfilmaciones Zaragoza, 1991 o en “Primaveras
tardas”, Aragón Rutas, 26 (2003);
Eloy Fernández lo hace en sus Memorias,
pero también en diferentes colaboraciones, como por ejemplo en “El Colegio
Menor San Pablo”, Diario de Teruel
(21-IX-1995) o “El Colegio Menor San Pablo”, en Miscelánea conmemorativa del 150 aniversario del IES “Ibáñez Martín” de
Teruel, Teruel, MEC, IES “Ibáñez Martín”, 1996, p. 83. ; Federico Jiménez
Losantos en el prólogo a Tierra sin mar
(Zaragoza, Xórdica, 2002), de José Antonio Labordeta; Joaquín Carbonell,
“Teruel: la generación del San Pablo”, Andalán,
51-51 (15-X-1974), p. 4 o en “Memoria iconoclasta de un colegio histórico” Periódico de Aragón, “Especial Fiestas
del Ángel”, 1990: Javier Lacruz, “Notas sobre la generación paulina”, Rolde, 97-98 (Julio-Diciembre, 2001), p.
74.
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