Cuando uno lee las memorias de Eloy,
descubre pronto su gran pasión cinéfila, su amistad y admiración por todos los
grandes hombres de la fotografía y el cine de nuestra comunidad, con los que ha
colaborado siempre que se lo han propuesto: los Sánchez Millán, Manuel Rotellar
-cuya memoria, dice, “aún espera un estudio a fondo”-, José Luis Borau, Antonio
Artero, Alfredo Castellón, Saura, Sánchez Vidal, Luis Alegre, y tantos y tantos
otros.
Ya desde la infancia abundan las
referencias al cine, primero como espectador, después como estudioso en sus diferentes
aspectos: participante en diversos cinefórum (en el del Colegio Mayor San
Francisco Javier, donde estuvo interno durante su estancia en Madrid, colaboró
intensamente con su creador, el entonces estudiante de ingeniería, luego
licenciado en Químicas y actualmente histriónico, polémico y reconocido crítico
cinematográfico, Carlos Pumares. De igual forma, en el Centro de Estudios
Sociales del Valle de los Caídos, trabó una buena amistad con el estudioso del
cine y realizador Fernando Méndez Leite).
Fue también conferenciante, crítico en
Radio Popular o en los periódicos El
Pilar y Lucha (para este llegó a
entrevistar al director de cine francés Marcel Blistène, quien le habló de
todos los grandes actores y actrices que habían trabajado con él, en especial
de Brigitte Bardot, de quien dijo “da a Francia más divisas que la Renault ” o que “da
maravillosos resultados en películas dobladas, ya que une en ellas su cuerpo a
una voz de persona inteligente”) e, incluso, actor ocasional y cineasta amateur.
Eloy es, sobre todo, un mitómano
irredento, como señala Antón Castro: “amaba a Jaqueline Bisset, a Claudia
Cardinale, a Gina Lollobrigida o a Gene Tierney con pasmosa naturalidad y tenía
la costumbre de ir al cine a enamorarse.” Quizá por eso, como agradecimiento a
su paciente tutelaje en Andalán y
tributo a su magisterio y amistad, su
discípulo, compañero y amigo, Luis Alegre, lo llevó a esperar a Charo López a
la estación del Portillo en una de sus visitas a la capital maña. De alguna
manera, Eloy fue uno de los impulsores, junto con su antiguo alumno, del ciclo
“Yo confieso”, que desde su creación hacia finales de los noventa, tiene lugar
en la Facultad
de Económicas y Empresariales, hoy con
el nombre de “La buena estrella”, por el que han pasado un sinfín de
directores, productores, actores y actrices de nuestro cine.
Corría el año 1962 y José María Forqué grababa
algunas escenas de Accidente 703 en Zaragoza, con un elenco actoral de lujo (José Luis López Vázquez, Julia
Gutierrez Caba, Lola Herrera, Manuel Alexandre, Manolo Gómez Bur, Jesús Puente
y Nuria Torray, entre otros muchos), una película de tesis en la línea de la
aclamada Muerte de un ciclista, de
Bardem, en la que diversos personajes pasan de largo ante un trágico accidente
de circulación protagonizando otras tantas historias. Allí acudió nuestro joven
periodista de Radio Popular para realizar un reportaje en profundidad del
rodaje: entrevista con Forqué; impresiones de los componentes del equipo
técnico y actores, crítica de la película y… una pequeña participación como
figurante en la que aparece vestido con una gabardina cruzando los porches de
Independencia.
No fue esta la única ocasión en la que
colaboró como actor. En 1969, durante
su estancia en Teruel, Labordeta le presentó al singular director vanguardista
Antonio Maenza, quien le pidió que participara en una película que estaba
rodando en Zaragoza, El lobby contra el
cordero. Allí Eloy, aunque parezca increíble, hacía el papel de un policía
represor que golpeaba al propio Maenza, sentado en una silla de ruedas, ¡con el
mamotreto de su propia tesis doctoral! (La
ilustración aragonesa). ¡Qué gran acierto y cuántas lecturas simbólicas!
Volviendo a 1962, ese mismo curso
académico Eloy ejerció como maestro interino en el Grupo Escolar San Braulio,
en el zaragozano barrio del Picarral. Allí, adelantándose a los tiempos, empleó
el cine como herramienta educativa y como lenguaje que debe ser estudiado:
técnica cinematográfica, recursos, trucos, montaje, personajes, etc. Al final,
como colofón, realizaron con escasos medios una película, Apenas me quedan recuerdos, cuyo guión elaboró él mismo a partir de
algunas páginas de Recuerdos de niñez y
mocedad, de Unamuno, en la que un hombre de unos cincuenta años –papel que
interpretó él mismo- regresa a su escuela después de mucho tiempo y comienza a
recordar su pasado.
De nuevo en Teruel, en septiembre de
1968, tuvo lugar el I Certamen Nacional de Cine Amateur “Luis Buñuel”, al que
Eloy presentó el citado cortometraje Recuerdos,
con el que consiguió el premio a la mejor fotografía en blanco y negro, y los
que había rodado ese mismo verano en Galicia con la productora familiar “O
Moucho”, formada por Jaime Santiago, Antonio Salgueiro y él mismo, con la que
rodaron los cortometrajes, Os cimeteiros
galegos, A Feira y A Meiga, en la que, como anticipa el
título, trataba el tema de las brujas y donde participó también como actor
interpretando a un cura exorcista.
Poco después, en 1970, un paisano,
Antonio Obón, le pidió que lo acompañase como asesor a un concurso cultural de
TVE en el que llegaron a la final, que no ganaron, según cuenta, por
marrullerías de los organizadores.
Para la delegación de TVE en nuestra
comunidad, en 1988, realizó, rodó y montó, un guión sobre “Los medios de
comunicación en Aragón”. Dos años más tarde, intervino en el mediometraje, Aben Gali, de Félix Zapatero, rodada en
Daroca, sobre la expulsión de los moriscos.
De igual forma, Eloy Fernández Clemente ha
colaborado en documentales como los dedicados a El Pastor de Andorra, a Labordeta, a Manuel Rotellar, etc. También
fue asesor en cuestiones de producción en la colección de videos Historia de Aragón, premiada con medalla
de plata de Arte y Cultura en el Festival de Vídeo de Nueva York.
Quizá su colaboración
más curiosa para televisión sea la realizada en 2004 para Channel Dos de Londres, sobre el aristócrata italiano Enzo
Ferrajoli, autor de un robo que Eloy puso negro sobre blanco en Andalán ( núms. 435-436, 1985, pp.
40-45), titulado, “La desaparición de los incunables de La Seo ”. Un apasionante relato de investigación, casi policíaco, digno de
la mejor Agatha Christe, de los hechos acaecidos desde la desaparición de los
primeros libros en la inmediata posguerra, pasando por la detención del delincuente,
hasta llegar al fallo de la sentencia condenatoria en 1964. Para disfrutar o
llorar con la historia, tantas veces repetida, del expolio de bienes culturales
aragoneses.
En este campo, Eloy
tiene una espina clavada, la anticipa en sus memorias ya publicadas, para
tratarla más por extenso en la última entrega: el fallido intento de rodar una
película sobre Cabrera y la guerra carlista en el Maestrazgo, cuyo director iba
a ser el calamochino José Antonio Vizárraga y el protagonista José Antonio
Labordeta.
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