PRESENTACIÓN
Estas entradas se han publicado en forma de artículo en la revista cultural Turia nº 108
No es tarea fácil
resumir en unas pocas entradas la ciclópea obra del profesor Eloy Fernández
Clemente y su intensa vida. Una vida
que él mismo está radiografiando con mirada de historiador
-¿autohistoriografía?- en sus libros de memorias (hasta la fecha ha publicado, El recuerdo que somos. Memorias (1942-1972)
y Los años de Andalán. Memorias
(1972-1987)), en las que aprovecha su peripecia vital como hilo conductor
para analizar la evolución de la sociedad española y aragonesa desde el
franquismo hasta finales de los ochenta, a falta de una tercera entrega, en la
que anticipa tratará lo relativo a su actitud ante el hecho religioso, a Teruel
y sus gentes, a sus viajes por Europa y las Américas, a Portugal, a Joaquín
Costa, al aragonesismo en sus múltiples facetas.
Las Memorias de Eloy –como dijo su
entrañable amigo José Antonio Labordeta: “su gran personalidad en el campo de la Cultura hace que todos
hablemos de Eloy, sin más”- construyen el gran mosaico de la Historia con las teselas
de las historias menudas de mucha gente (familiares, vecinos, compañeros,
alumnos, amigos, etc.); de esta forma, la tiránica rigidez de aquella, da paso
a un proceso de recuperación del pasado en forma de recuerdos y relaciones
personales, pero que tienen igual o mayor valor documental, en la medida en
que presentan perspectivas múltiples y variadas, a las que el lector puede
sumarse en función de su conocimiento de los hechos y de las personas citadas.
Son una crónica generacional, sin duda, un gran fresco social, político,
literario, cinematográfico, etc., pero también sentimental y personal de
cincuenta intensos años de vida.
Eloy recurre a su
correspondencia, diarios, libros, artículos, folletos, etc., y nos muestra sus
esperanzas y frustraciones, sus errores y aciertos, sus firmezas y flaquezas,
sus dificultades y sacrificios; su lucha
tenaz, su tozudez aragonesa, su rasmia, su compromiso personal y también
generacional por conseguir un mundo más justo, igualitario y libre, un estado
de bienestar que en el tiempo presente observa cómo se desmorona de forma
precipitada “en esta hora de crisis económica, y sobre todo social, moral,
política, a la que cuando escribo no se ve siquiera una salida, hundida España
por la ambición y malas prácticas bancarias y políticas, las corrupciones, los
grandes robos de guante blanco, las enormes mentiras y, sobre todo, la
desvergonzada vuelta de tuerca hacia fórmulas escasamente democráticas y cruelmente
egoístas por parte de quienes gobiernan el Estado y el Capital”.
Son varias las obras
que se ocupan de su biografía y su trayectoria profesional: el magnífico libro,
coordinado por el profesor Pedro Rújula, Eloy
Fernández Clemente. El tiempo y la historia (Zaragoza, Ayuntamiento de
Andorra y Centros de Estudios Locales, 2010), en el que un grupo de
profesionales y expertos de la historia, el periodismo, la economía y la
cultura; paisanos, compañeros de profesión, discípulos, etc., en definitiva,
amigos todos, plantean una mirada poliédrica de su figura y presentan su
particular visión de cada una de las diferentes facetas de actividad –y son
muchas- de las que se ha ocupado este estajanovista de la cultura. O el más
ligero, pero con una muy buena apoyatura gráfica, Eloy Fernández Clemente, Aragón de todas formas (“Cuadernos
comarcanos nº 4” ,
Zaragoza, CELAN, 2010), donde Josefina
Lerma y Javier Alquézar trazan una sintética biografía, salpimentada con tan
breves como significativos textos del polígrafo. En otras, sin ser el
protagonista, caso de Querido Labordeta
(Barcelona, Ediciones B, 2012), de Joaquín Carbonell, se convierte en un
secundario de lujo. De todos ellos, en mayor o menor medida, es deudor este
trabajo, por lo que recomendamos al amable lector interesado por su
irresistible personalidad acuda a su lectura.
Nuestra pretensión
-¿atrevimiento?- en estas entradas (diez, que serán once, o tal vez más) ha sido la de utilizar anécdotas de diferentes
etapas de su vida, tomadas de sus Memorias,
para construir con ellas una semblanza desenfadada –en modo alguno frívola-, y mostrar
algunos aspectos quizá menos conocidos de su forma de ser (cristiano en
perpetuo conflicto, ávido jugador de guiñote, apasionado cinéfilo rayano en la
mitomanía, coleccionista de amigos increíbles, etc.) y de su trayectoria vital
y profesional (locutor de radio todoterreno, actor improvisado, sindicalista,
etc.) ocultos bajo la inmensa sombra de aquellos otros más estudiados
(profesor, periodista, investigador, activista cultural, hombre público, etc.),
a los que aludiremos, pero de una forma más secundaria.
Como regalo, para abrir boca, el profesor me -nos- regala la siguiente anécdota que vivió recientemente en las calles de Teruel: "yendo por el Torico, Pizarro, que se para con todo el mundo, me presentó al obispo, que me dijo había sido alumno mío en Económicas. Yo, somarda, le hice una pregunta que hago en esos casos: ¿Y no me guardas rencor? Sonriendo dijo que no, en absoluto, y que se alegraba de verme. Ya ves, Don Camilo y Peppone" Magnífica, Eloy en estado puro.
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