“Prefiero
equivocarme con mis amigos que acertar solo”.
Desde niño, Eloy manifestó una clara afición
por fundar revistas de tipo misceláneo, una de las primeras la tituló La
Antorcha ,
publicación manuscrita de la que apenas escribió dos números, donde, por
cierto, se incluye una crítica de cine a la película Mesas separadas, de Delbert Mann. Continuó con la revista El Grado, publicación también manuscrita, en este caso de los
alumnos de sexto del Grupo Escolar San Braulio en Zaragoza y la ya citada San Pablo. De igual forma, han sido
frecuentes sus colaboraciones en todo tipo de periódicos: El Pilar, Magisterio Español, Cuadernos para el Diálogo, Lucha -luego
Diario de Teruel-, Diario del alto Aragón, El Día de Aragón, El Siete de Aragón,
Qriterio, Cierzo, Economía Aragonesa, Heraldo de Aragón, El Periódico de Aragón, etc.
Incluida Turia, que hoy le rinde este
pequeño homenaje, para la que ha escrito varios artículos. Pero su gran
proyecto, su gran aventura será, por supuesto, Andalán, esa gran escuela de periodistas –y de políticos-
aragoneses.
En 1969 la idea de una revista cultural,
aragonesista y de izquierdas estaba ya madura en las cabezas de Eloy y de
Labordeta. Poco a poco fueron consiguiendo apoyos: Javier Delgado, Juan Antonio
Hormigón, Guillermo Fatás… Pero el ambiente de Teruel era irrespirable y un
proyecto de semejante calado difícilmente podía llegar a buen puerto; las
trabas burocráticas rozaban lo kafkiano y el funcionario del Gobierno Civil una
y otra vez les devolvía la documentación entregada para el registro de la
revista sin haber alcanzado su propósito. Ante el estupor y las preguntas de
los frustrados editores, invariablemente les respondía: “¡Ah! Ustedes sabrán
dónde tienen que rectificar”, en una clara estrategia de acabar con su
paciencia y pretensiones.
La denuncia de un fascista
adscribiéndolos a una célula pro china fue la gota que colmó el vaso. Labordeta
le propuso trabajar en su Colegio y Eloy y su familia se trasladaron a
Zaragoza. La capital les ofrecía más expectativas en todos los ámbitos y
mayores posibilidades de colaboración y participación. Allí compaginó sus
clases en el Santo Tomás de Aquino, regentado por los Labordeta, con clases de
Didáctica en la escuela Normal y prácticas de Historia Contemporánea en la
facultad de Filosofía y Letras. Algunos años más tarde, tras ser Profesor
Titular de Historia Económica, en 1992, obtendrá la Cátedra de Historia e
Instituciones Económicas en la
Facultad de Económicas y Empresariales de la Universidad de
Zaragoza.
Volviendo al nacimiento de la revista, el
empujón definitivo lo propició el gobernador civil Rafael Orbe Cano. Así, el
mismo día que nacía Leticia Ortiz, 15 de septiembre de 1972, veía la luz en Aínsa el primer número de Andalán (su nombre procede de la
expresión aragonesa Cavar al Andalán:
“plantar árboles al andalán, todos seguidos, uno detrás de otro, en fila o en
hilera en vez de hacer un agujero en cada árbol”). Sus fundadores –quince hombres y una mujer- no podían sospechar
que aquel periódico de 16 páginas con una tirada de 3.000 ejemplares y 180
suscriptores, se iba a convertir en “una de las más apasionantes aventuras
culturales y políticas en la época contemporánea aragonesa y aun española”, con
más de 5.000 suscriptores y 16.000 ejemplares de tirada en sus mejores momentos.
Su apuesta por la cultura fue decidida y
se recuperaron escritores, políticos, artistas y hechos históricos decisivos en
la historia de Aragón. No fueron menos importantes las actitudes críticas sobre
la realidad, expresando con ellas su vocación de izquierdas. Sus artículos de
política internacional o de crítica del capitalismo crearon escuela. Citar la
extensa nómina de los colaboradores desborda la capacidad espacial de este
trabajo (se puede consultar digitalizada en la página de la Biblioteca Virtual
de Aragón), pero sí diremos que en sus páginas se encuentran las firmas de los
más importantes intelectuales de nuestra tierra en los distintos campos del
saber. Javier Delgado, para subrayar sus diferentes perfiles intelectuales, los
definió como “francotiradores” que disparaban una vez por quincena. De alguna
forma, se puede decir que la revista funcionó como cauce de expresión generacional.
Eloy fue su director en su primera
etapa, hasta 1977, y aún volvería a retomar la dirección en los últimos años,
de 1982 hasta 1987. En el año 2010 se
creó la web, ANDALÁN
En sus inicios, la revista sufrió
numerosos avatares: secuestros (en 1974 se retiró el número dedicado al
derrocamiento de Allende, igual suerte corrió el dossier sobre la batalla de
Teruel o el cartel donde aparecía el gobernador civil de Huesca con casco
prusiano, etc.), expedientes, declaraciones en el juzgado, presiones
policíacas, problemas económicos, etc. De hecho, en junio de 1975, Eloy ingresó
una semana en la cárcel de Torrero, después de pasar dos noches en comisaría,
más por su trabajo como director de Andalán,
que por los hechos acontecidos realmente, que el rememora de la siguiente
manera: “Me había mandado llamar el Jefe Superior de Policía para echarme en
cara que afirmásemos en Andalán que
ni Labordeta ni yo conseguíamos pasaporte hacía tiempo, lo que era muy cierto.
Me dijo que eso era mentira, tirándome sobre la mesa, para ‘demostrarlo’, uno
para uno o dos meses y con muchas restricciones de países. Le dije que eso no
era un verdadero pasaporte y que si lo que querían era que me fuera de España,
no lo quería, devolviéndoselo y marchándome entre sus gritos de malhumor. Pocos
días después, me llamó una noche avanzada un primo hermano, José María
Clemente, y me pidió si les podía llevar a Huesca a él y a dos chicas, a
quienes perseguía la policía. Temiéndome que hicieran alguna barbaridad, pues
estaban excitadísimos, les llevé hasta la plaza de la catedral, sin apenas
hablar una palabra, y les dejé allí. Ni siquiera les pregunté quienes eran, por
qué les perseguían. Supuse que eran de las Juventudes Comunistas, y parece que
así era, como constaté mucho después”. Parece que la detención de estos
jóvenes, permitió la de Eloy en represalia. Como curiosidad señalaremos que
entre las personalidades que intervinieron para pedir su puesta en libertad, y
fueron muchas, destacó la del arzobispo Cantero Cuadrado, quien le ofreció su
mediación, pero no la aceptó, tan sólo le pidió que llamara a sus padres para
tranquilizarlos.
Eloy con su mujer, Marisa, y los amigos que habían ido a esperarle a la salida de la cárcel |
Ese mismo año, poco antes de la muerte de
Franco, se publicaba en la mítica colección “Estudios de Historia
Contemporánea”, dirigida por Manuel Tuñón de Lara para la editorial Siglo XXI,
su Aragón Contemporáneo (1833-1936),
un libro que supone un antes y un después en la historiografía aragonesa. Desde
principios de la década, Eloy junto con otros jóvenes profesores españoles
acudían durante el verano a los Coloquios que tenían lugar en la ciudad
francesa de Pau, bajo el magisterio de Tuñón de Lara y su propuesta de hacer
una nueva Historia de España que conectase con las nuevas corrientes europeas
de renovación historiográfica. Donde otros habían visto defectos, Eloy supo ver
las virtudes del primero maestro y más tarde entrañable amigo: “Reunía Manuel
Tuñón de Lara una constelación de valores insólitos para el mundo académico
español, que en buena parte le repudió, calificándole de autodidacta en el peor
sentido, de divulgador fácil, de demasiado ideologizado, de ‘periodista de la Historia. Si les damos la
vuelta a todos estos dicterios, encontraremos muchas de sus virtudes:
documentado pero ameno, apasionado pero crítico y, sobre todo, estimulante de toda
iniciativa, con sus ristras de interrogantes abiertos ante cada problema,
impulsor de nuevos caminos e interpretación, haciendo esfuerzos por recibir a
todos, contestar a todos, apoyar cualquier trabajo por humilde que fuera”.
El proyecto de Andalán, como también otros muchos de carácter colectivo, no sólo
de periodismo crítico, sino fundamentalmente de divulgación científica, caso de
Aragón nuestra tierra (1977), o de la
magnífica Los Aragoneses (1977),
germen de las posteriores, Gran
Enciclopedia Aragonesa (1980), Enciclopedia
Temática de Aragón (1988) e Historia
de Aragón (2008), o los cincuenta
volúmenes de la Biblioteca Aragonesa de Cultura, la revista Cuadernos Aragoneses de Economía (1976-),
y tantas otras obras colectivas, evidencian de forma clara sus excelentes
cualidades como director y coordinador de empresas editoriales y periodísticas.
Sin embargo, cuando se le ha preguntado por esa capacidad suya de liderar y
dirigir grupos, tan solo se reconoce como un hombre dialogante. De hecho, es ya
todo un tópico citar como muestra de su talante conciliador su proverbial frase
“prefiero equivocarme con mis amigos que acertar solo”. Sin duda, este es su secreto, quizá una
enseñanza interiorizada en las estivales reuniones de Pau y aprendida de su maestro
Tuñón de Lara: valorar profunda y sinceramente la amistad y el trabajo en
equipo.
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