SOBRE
EL ARTE DE TEJER FICCIÓN Y VIDA
La escritora turolense Angélica Morales,
actriz y dramaturga de largo recorrido y consolidada poeta avalada por
numerosos premios, juega ya en la Primera División de los novelistas españoles
con la publicación en la editorial Destino de su estupenda La casa de los hilos rotos. Llegar a este privilegiado parnaso
español no ha sido fruto del azar, sino de un intenso trabajo, como demuestra la
presencia en los cajones de su escritorio, durmiendo el sueño de los justos, de
las novelas finalistas del Premio Planeta 2017 y del Premio Azorín 2018, así
como también en los estantes de algunas bibliotecas de media docena de títulos
publicados por pequeños sellos editoriales independientes de ámbito autonómico.
Con los escasos hilos de la biografía de
una mujer olvidada, Otti Berger (Vörösmart, Hungría, 1898- Auschwitz, 1944), y
el gran contexto de la Bauhaus de fondo, Angélica Morales teje un relato multicolor
en la que pasión, arte, teatro, poesía y locura convergen para crear una auténtica
realidad llena de vida.
Entre 1919 y 1933, la Bauhaus fue un
movimiento de renovación artística, tanto en el diseño y la pintura, como en la
arquitectura; dotó de valor artístico la funcionalidad de los objetos y planteó
nuevos métodos pedagógicos, admitiendo la presencia y el protagonismo de las
mujeres en el arte, si bien con la perspectiva del tiempo descubrimos que esa
revolución fue más aparente que real.
Berger se formó en esta escuela como
artista textil y llegó a ser profesora durante un corto periodo de tiempo, pues
fue sustituida por no ser aria. Montó su propio estudio en Berlín hasta que en
1936 debió cerrarlo ante el acoso del régimen nazi a los judíos. Tras ser la
primera mujer en patentar sus diseños, se la invitó a participar junto a su
marido en la New Bauhaus de Chicago, pero regresó a su pueblo natal para cuidar
de su madre enferma, fatal decisión que supuso su deportación junto a toda su
familia al campo de concentración de Auschwitz. Su final ya se lo pueden
imaginar.
La novela alterna dos planos temporales y
dos ritmos narrativos: el pasado con una cadencia pausada, de plano secuencia, donde
confluyen las vidas de Otti Berger y la de ficción de Mercè Ribó, su apasionada
y soñadora compañera, amiga y confidente, hija de un importante empresario
textil catalán, y el presente, más trepidante, en el que accedemos a la biografía
de Mercè por medio de su bisnieta, Penélope, una joven pintora que mantiene una
tensa relación con su madre. Será ella quien descubra, junto a los diarios de
su bisabuela, la existencia de dolorosos secretos familiares.
La ambientación histórica es excelente y
embasta la narración con rigor y credibilidad: la Gran Guerra y sus
consecuencias, los felices veinte, la Guerra Civil española (Bolsa de Bielsa),
la Segunda Guerra Mundial, los campos de concentración y, por supuesto, la
Bauhaus con su representantes más destacados: Klint, Kandinsky… Sin olvidar a
todas las mujeres que estuvieron allí y quedaron relegadas a un segundo plano: la
diseñadora y primera mujer profesora de la escuela, Gunta Stölzl, la fotógrafa,
Gertrude Arndt, etc.
El contexto histórico transpira en la
novela sin lastrarla, no pesa ni abruma al lector. Lo verdaderamente importante
son las pasiones humanas, por encima de todo está la relación emocional de
Angélica con sus protagonistas, los hilos vitales y sentimentales que las unen
a través del tiempo, como ese emblemático pañuelo familiar que pasa de mano en
mano y destaca en la cabeza de la joven de la portada del libro. Ese pañuelo —se nos dirá— “es toda su
historia. Es el amor, el arte, el miedo, la represión, la lucha, la libertad,
el holocausto, el perdón, el acercamiento. Todo está ahí, entre esos hilos que
se enredan en su cuello y besan su piel.”
Hay mucho de historia, cierto, pero, sobre
todo, prima el análisis psicológico de los personajes principales, todas mujeres,
salvo uno, Antoni, el poeta loco, sobre el que gravitan los secretos y las
claves de la trama.
Desde su mismo título, en La casa de los hilos rotos los símbolos
son una constante, la condición de poeta de Angélica Morales marca su narrativa
con la pátina de lo lírico -para quien el mundo es un poema, la metáfora es
mucho más que un ornamento literario-, así como también su actividad teatral se
refleja en la fluidez y excelencia de los diálogos. En última instancia, toda
la novela es una alegoría en la que el hilo se convierte en vínculo con la
familia y la vida; la práctica del arte de tejer no solo redunda en un
aprendizaje técnico ni supone únicamente un placer creativo, sino que implica
también la transmisión intergeneracional de una forma de hacer, de ver el
mundo, de traspaso de saberes ancestrales. Probablemente de esta forma se difundiera
ese leitmotiv que acompaña a Otti a lo largo de su existencia, esa leyenda húngaro-croata
de su localidad de nacimiento, Vörösmart (en la actualidad Zmajevac), de Marta
la Roja. Angélica lo sabe bien, las mujeres durante sus tertulias tejían y
enseñaban a tejer a las generaciones posteriores, al tiempo que les transmitían
el patrimonio oral del pasado, esas historias, unas veces personales o
familiares, otras universales, son las semillas que con el tiempo terminarán
germinando en el interior de las mentes sensibles y prenderán la llama de la
imaginación creativa. Ese material propio extraído del pasado, mediante una
particular simbiosis autora-personajes, lo transfundirá a sus protagonistas para
darles vida y dotarlos de auténtica verdad.
Sobre estos cimientos simbólicos y de la
mano de Ottis Berger, la autora confecciona una red e impronta mental en los
lectores que les llevará a comprender la importancia de este arte para organizar
el mundo exterior e interior a través del lenguaje, conformando un andamiaje
lingüístico y de sentido que viene a impregnar nuestra cotidianidad y forma de
comunicarnos tal y como la conocemos. En el fondo, escribir sólo es una función
especializada de nuestra capacidad textil.
La
casa de los hilos rotos es una novela
emocionante y conmovedora de amor y amistad, de búsqueda de caminos creativos y
lenguajes artísticos, pero, por encima de todo es una historia de superación
personal -mujer judía, sorda, comunista y extranjera-, de lucha y tenacidad por
hacer realidad los sueños.
¿Veremos La casa de los hilos rotos llevada a la gran pantalla o convertida
en serie de televisión? Podría ser, tiene todos los elementos necesarios para
ser un éxito. Pero de lo que sí estamos seguros es de que Angélica Morales, no
tardando mucho, conseguirá un premio literario de Champions. Al tiempo.
Angélica Morales, La casa de los hilos rotos, Barcelona, Destino, 2023.
No hay comentarios:
Publicar un comentario