
El artista visual, diseñador gráfico y activista
cultural, Paco Rallo, es el autor del proyecto y el editor de Rocío Erótico, una obra coral en la que
participan sesenta y cuatro creadores,
entre escritores y artistas visuales de ambos sexos, en paridad casi absoluta, con
mezcla de edades, tendencias artísticas y procedencias geográficas, todos ellos
invitados a participar en una cita a ciegas creativa, con la única premisa de
que su aportación, visual o narrativa, girara en torno al tema del erotismo y
con unas mínimas condiciones técnicas: para los escritores la extensión máxima del
microrelato no debía superar los 1200 caracteres, y para los autores de los dibujos el formato debía
ser cuadrado de 21 x 21 cm.,
con la previsión de que su posterior reproducción sería a una tinta. El
resultado es un erótico cadáver exquisito
en forma de libro de factura excelente y cuidada edición digno de figurar en
las colecciones de los erotómanos más exigentes. A la calidad de la extensa
nómina de artistas invitados, se suman los dos magníficos trabajos
introductorios de los especialistas en sus respectivas materias como son el
escritor Javier Barreiro y el crítico de arte Juan Ignacio Bernués.
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PACO RALLO EN LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO EN TERUEL |
La
idea es brillante, el erotismo y el
microcuento –prosas poéticas, poesías en prosas, tanto monta-, casan tan bien
como el tabaco y el alcohol, pues de alguna manera, el erotismo es al sexo lo
que el microcuento a la narrativa: esencia e intensidad. La narrativa breve -el
microcuento, microrrelato, minicuento, minificción, nanocuento o como se les
quiera llamar- guarda una semejanza natural con el placer, o mejor dicho, con
el clímax del placer, pues quizá el microcuento tenga algo de orgasmo
intelectual, de fogonazo iluminador, de eyaculación creativa, en la que se combinan
la esencial velocidad con la intensidad, en su caso lingüística y de densidad
semántica.
Pero,
¿qué entendemos por erotismo? Me gusta mucho la definición de Octavio Paz
citada por José Ignacio Bernués en su introducción: el erotismo es “la poesía
de la sexualidad”. Por mi parte, y siguiendo con Octavio Paz, añadiría que
“erotismo es sexo y pasión, no en bruto, sino trasfigurados por la imaginación:
rito y teatro.” Es decir, el erotismo no hace referencia unívoca al mundo de
las cosas, al referente, sino a la realidad de la ficción que él mismo crea, a
la irrealidad por tanto: el erotismo no denota, evoca; el erotismo no imita,
crea; el erotismo pone en funcionamiento mecanismos de re-presentación, de
re-creación de la realidad y está situado en el plano de la ficción, sobre
todo, en el del sueño, o deberíamos
decir mejor del ensueño, en ese sentido sadiano-buñueliano que libera la
imaginación de todo pecado. Así, de esta forma, en el erotismo el lenguaje pasa
de designar a expresar, a sugerir, a evocar experiencias sexuales o
relacionadas con el sexo plenas de sentido, sentimiento y emoción. En román
paladino, lo que quiero decir es que un texto es erótico en la medida que
alcanza una importante calidad literaria, considerada solo a partir de la
escritura, al margen de todo prejuicio moral, político o religioso y no insulta
ni agrede al lector considerándolo como un ser carente de imaginación. En suma, el erotismo es un
arte pleno de imaginación, delicadeza, esfuerzo y creatividad al servicio de
algo tan natural como el sexo
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Valerie Campos. Pijamada, 2013. Lápiz grafito sobre papel. |
Esta es la óptica con la que debemos encarar Rocío
erótico, que se abre con un relato
provocador,verdaderamente duro,
crítico y sin concesiones, “Primicomulgante”,
una auténtica patada en sus partes a la Iglesia. Después los textos se
remansan y como en cualquier antología, no todos tienen la misma calidad, pero
el nivel medio es más que aceptable y, de hecho, hay un nutrido grupo de ellos
a mi juicio memorables, que ofrecen los rasgos que caracterizan al conjunto.
Pondré como ejemplo algunos, sin intención de infravalorar al resto. En “Entre las piernas”, Elena Santolaya,
juega a engañar al lector y a sorprenderlo con un inesperado giro final; en
“Las puertas del Paraíso”, Paco Rallo sugiere mediante un lirismo contenido una
fantasía erótica elidida y aludida en su final; en “Galería de la Academia”, Luisa Liberio,
siguiendo con las alusiones artísticas, si antes con Paco eran “las puertas
doradas del paraíso de Giberti”, ahora, la autora convierte al David de Miguel
Ángel en el “amante más hermoso de todos los tiempos”, y no le falta razón; en
“Trazarte”, Iguázel Elhombre, escribe una poesía en prosa de hondo calado;
suficientemente explícito resulta el título del relato de Milagros Angelini,
“Instrucciones de uso” , que no requiere más comentario si hablamos de sexo y
desde el punto de vista de una mujer; en “La criatura”, Raúl Herrero reescribe
el clásico de Mary Shelley desde la visión atormentada del propio monstruo
necesitado de compañera y el deseo sexual del propio creador por su criatura;
por su parte, Ángel Petisme, rinde un humorístico y rítmico homenaje a Nabokov
con su particular “Lolita”, en este caso
prostituta de una lupanar monegrino asada de caló; en “Retrato”, Francisco Julio Donoso rememora con meticulosidad tan literaria como reconocible una
primera vez descrita con precisión naturalista; en “Despedidas” Rafael Notivol
narra una historia sarcástica de amor y desamor, de sexo, pasión y abandonos.
Repito
que no quiero ser injusto con los numerosos cuentos que no he mencionado,
obligado por las restricciones de tiempo que me impone mi papel de presentador,
basten los brevemente comentados para
mostrar no sólo la solidez del conjunto sino la diversidad de los tonos y temas: desde el realismo con denuncia social
del citado “Primicomulgante” o la impregnación fantástica y onírica, pasando
por la ironía y el humor o la destreza metaliteraria y el gusto por el
experimento, hasta llegar a textos de hondo lirismo bien dosificado; hay
cuentos fetichistas, homosexuales, obsesivos, etc. Son también numerosos los
cuentos que suponen de una u otra forma un homenaje a escritores consagrados,
como el ya citado de Petisme a Nabokov, el de Miguel Ortiz al poeta
Apollinaire, el de Milagros Angelini a Marguerite Duras o el de Charo de la Varga a Monterroso.
Pero
que no se engañe el lector, de estos cuentos decimos que se leen en pocos
minutos, y es cierto, parece el género ideal para ese lector moderno al que,
piadosamente, le atribuimos una sola carencia: la de tiempo. Así pensamos y
seguramente estamos en lo cierto, pero digo, que no se engañe nadie, todos
sabemos que esos minutos exigen mucho, y que no todo el mundo está dispuesto a
un esfuerzo de concentración tan intenso y tan breve. Si el escritor de cuentos
es un corredor de velocidad, el lector está obligado a correr tanto como él y
en muchos casos a realizar series de varias relecturas para desentrañar el
fondo del relato.
En
definitiva, este libro es un erótico cadáver
exquisito en forma de libro de factura excelente y cuidada edición digno de
figurar en las colecciones de los erotómanos más exigentes, solo su portada
vale un Potosí.