CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

viernes, 18 de diciembre de 2015

RESEÑA DE "NO DIGAS QUE ME CONOCES", DE SERGI DORIA

LLUCIÀ, MAESTRO DE LA IMPOSTURA


    El profesor y escritor Sergi Doria presenta su primera novela, No digas que me conoces, título que exhorta a callar la identidad del protagonista, pero ya se sabe, basta que te prohíban algo o te confiesen un secreto, para de forma inmediata hacerlo o te falte tiempo para divulgarlo a los cuatro vientos. Así somos, es la condición humana. Por eso comenzaremos esta reseña revelando la identidad del protagonista, Antoni Llucià, un maestro de la falsificación, la estafa, la impostura, el timo y el engaño.      
  Sergi Doria conoció las andanzas de Llucià cuando preparaba su tesis doctoral de Ciencias de la Comunicación, repasando la prensa gráfica española de los años veinte descubrió a un personaje fascinante: casado hasta en siete ocasiones de manera fraudulenta salvo en una, hablaba cinco idiomas, vestía con elegancia y viajaba por el mundo estafando bancos. Timador de casta inigualable, fue calificado por The New York Times como “el maestro de los falsificadores” y llegó, incluso, a suplantar al mismísimo Alfonso XIII, dejando tras de sí una larga estela de deudas a nombre del monarca.
   Si alguna vez ha sido cierta la sospecha de que la realidad supera a la ficción, nunca con mayor intensidad que en este caso, de alguna manera,  Llucià es el antecedente del mítico estafador norteamericano de los años sesenta, Frank Abagnale Jr., protagonista de la magnífica película de Spielberg, Atrápame si puedes, título que, como el de nuestra novela, interpela al lector para introducirlo en la acción de su trama y conocer desde dentro su asombrosa personalidad, pues quién no ha soñado alguna vez con poseer una inteligencia rápida y certera, una belleza descarada y seductora unida a una elegancia natural, una avasalladora ambición por ganar dinero y fama y llevar una vida de lujo, una generosidad adornada con unos leves toques de gentil cinismo, una pasión por vivir al límite. En suma,  a quién no le gustaría ser una especie de 007 de la estafa y llegar hasta donde el común de los mortales sólo nos atrevemos a fantasear. Ahora bien, en la novela se nos dice que el caso de Llucià fue diagnosticado psiquiátricamente como “idiotismo moral”, “un defecto ingénito del desarrollo de las facultades afectivas y, particularmente, de los sentimientos altruistas…”, pero el lector avisado pronto descubrirá que Llucià sí manifiesta afectividad y es capaz de empatizar, no sólo con el narrador de la novela y biógrafo, sino también con el arquitecto Gaudí o con la que considera su verdadera esposa. 

De hecho, como ocurre con Abagnale, explica su conducta delictiva como una suerte de justicia personal que lleva a cabo para vengar a su padre, arruinado por una quiebra financiera provocada por un banquero sin escrúpulos. Se trata pues de un ajuste de cuentas que el lector actual comprende a la perfección y entiende  como justo, viendo en el teórico delincuente a una especie de Robin Hood del siglo XX.
    Más allá de lo anecdótico y de los continuos guiños cinéfilos, su estructura y el ritmo vertiginoso de su prosa remiten con claridad al cine: No digas que me conoces comienza con el atropello de un innominado personaje por un tranvía el lunes 7 de junio de 1926. Tres días más tarde muere en el hospital de la Santa Cruz, tras recibir la misteriosa visita de un hombre elegantemente vestido que nos descubrirá la identidad del fallecido, se trata de Antonio Gaudí. Tras esta presentación, un flash back nos retrotrae a 1918 en la cárcel de Avilés, donde un hombre conocido como Antonio Villamil o Tomás Portolés materializa una fuga colectiva. Un año más tarde es detenido de nuevo y conoce en la Modelo de Barcelona a Ángel Lajusticia, reportero de la publicación anarcosindicalista Tierra y libertad, al que propone contarle su vida como estafador por todo el mundo para que escriba su biografía. De esta forma, se inicia la relación de amistad y admiración mutua que da lugar a la novela.
  Este increíble relato de imposturas se desarrolla en una Barcelona que más que un decorado es su verdadera protagonista: Ángel Lajusticia recorre sus calles y con él visitamos sus diferentes ambientes, desde los de la alta burguesía (conoceremos al inefable empresario y político catalán Joan Pich y Pon, creador de las hilarantes piquiponadas), hasta las tabernas de la clase obrera, plagadas de anarquistas y pistoleros a sueldo; con sus ojos veremos el auge de los negocios durante la guerra europea y el enriquecimiento de la burguesía catalana; con él viviremos las luchas obreras con la patronal, la posterior crisis económica, que unida a la corrupción política, dará como resultado un clima de inseguridad social que derivará en la llegada de la dictadura de Primo de Rivera. Se nota que Sergi Doria es un experto en la materia, sus libros de reportajes sobre la historia de los barrios de Barcelona y la vida cotidiana en la década de los veinte le han servido para conseguir una ambientación excelente que es mucho más que un mero telón de fondo.
  En definitiva, No digas que me conoces es el retrato de un adorable sinvergüenza, de un alegre y genial estafador que se burla, a la vez con inocencia y descaro, de una sociedad cuyas leyes permiten la estafa de los poderosos, de la gran banca -¿les suena?-, perpetrando de alguna manera lo que, sin serlo, todos terminamos entendiendo como un acto de justicia, proponiéndonos de esta forma una reflexión divertida, pero no por ello menos profunda, sobre la relatividad de lo moral.
   Esta reseña se publico en la revista TURIA

Sergi Doria, No digas que me conoces, Barcelona, Plaza-Janés, 2015.

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