CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

lunes, 23 de diciembre de 2024

 

MITOS OPERÍSTICOS


  

    Dicen que la música y el verbo nacieron juntos y que compartieron el Paraíso hasta que la palabra cometió el pecado original de la mentira. Entonces la música, incapaz de soportar el engaño, se alejó de su hermana. Con el tiempo, a principios del siglo XVII, la Ópera, con mayor o menor fortuna, trató de reconciliar ambas artes y la mitología clásica desempeñó un papel esencial en esa intermediación: en 1607, Claudio Monteverdi, con libreto de Alessandro Striggio hijo, sorprendió a la corte de Mantua con su Orfeo, el mito del cantor divino que con su voz, acompañada de los sones de su lira, descendió a los infiernos para rescatar a su amada Eurídice de la muerte. Esta alegoría del poder del arte fue el tema perfecto para el renacimiento de la tragedia clásica de la mano de la música y crear un género nuevo, la Ópera.

         Los mitos han desarrollado un papel esencial en la evolución del pensamiento del ser humano, siempre ajustados a las necesidades morales y de reflexión de las distintas civilizaciones, incorporando un trasfondo poético necesario para el día a día. Pero por encima de su carácter moralizante, un mito es un reflejo privilegiado de las inquietudes, los conflictos y las necesidades del individuo, sin fecha de caducidad. Jacobo Cortines sabe todo esto y lo expone y desarrolla por extenso con pasión, claridad y sencillez, no exenta de profundidad y rigor, en Los acordes de Orfeo. Ensayo sobre mitos operísticos, una colección de artículos independientes escritos para diferentes medios que dialogan entre sí conformando un entramado unitario que, sin llegar a ser una historia de la ópera, puede funcionar como tal al establecer un recorrido luminoso por las fuentes literarias —Cortines es filólogo, reconocido poeta y traductor de Petrarca— que han inspirado las principales obras del repertorio clásico, de Ovidio a Da Ponte, pasando por Busenello, y ofrecer sesudos análisis de los principales hitos operísticos desde los orígenes, entre el Renacimiento y el Barroco, con Monteverdi, para seguir por Mozart, Beethoven, Rossini, Donizetti, Verdi, Bizet y Puccini, hasta llegar a las óperas de Alban Berg y Stravinsky, bien entrado el siglo XX, y una “coda final” dedicada a El retablo de maese Pedro de Manuel de Falla.       

         En el primer apartado, titulado como la obra en su conjunto, “Los acordes de Orfeo”, se agrupan toda una serie de trabajos que estudian las “relaciones entre literatura y música”, ese difícil y, a veces, inestable equilibrio entre el libreto y la partitura. Lo cierto es que un buen texto nunca redimió a una mala partitura, pero cuántas obras maestras de la lírica resultan dramáticamente inconsistentes. Comienza estudiando el Orfeo monteverdiano, un mito pagano que terminará consolidándose como “alegoría cristiana”. Habrá que esperar a mediados del siglo XVII, con La coronación de Poppea del mismo Monteverdi, para que aparezca en las tramas la Historia, convirtiendo a Gian Francesco Busenello en el que puede ser considerado primer escritor de argumentos operísticos originales, sobre cuya libertad creativa gravita el influjo creador de Lope de Vega. Verdaderamente lúcido es el artículo “Italia y España: el vínculo de la ópera”, con el que se cierra este capítulo y en el que Jacobo Cortines analiza las complejas relaciones históricas, políticas y culturales entre ambos países, centrándose en la presencia musical italiana en España y en el influjo literario español de sus composiciones.

         Como “Interludio” introduce un documentado estudio, “La invención de Sevilla” —no en vano el autor es miembro de su Real Academia de las Artes— en el que demuestra cómo la capital hispalense se constituye en la ciudad por excelencia para la Ópera. Su carácter cosmopolita, exotismo y el continuo trasiego de mercancías en el comercio de Indias sirvieron de catalizadores literarios al Siglo de Oro y para el imaginario colectivo de las letras románticas Sevilla se convirtió en el lugar ideal  donde desarrollar sus historias. Son legión los grandes músicos que se sumaron a esta elección y le dieron protagonismo en sus composiciones: Mozart, Beethoven, Rossini, Donizetti, Verdi, Bizet, Prokófiev o Gerhard, entre otros muchos.

         Tras este brillante engarce, llegamos a un momento culminante: la relación entre Mozart y su libretista por excelencia, Lorenzo da Ponte, de quien resume su libresca biografía siguiendo sus tardías y no siempre fiables Memorias, para estudiar con detalle su obra y ese momento de inflexión con el que comienza la ópera moderna tras el estreno de Las bodas de Fígaro. Es la primera de las tres grandes creaciones fruto de la colaboración músico-poeta. Le seguiría el Don Juan y una última composición fruto del excelso binomio artístico como es Così fan tutte.

         La siguiente parada no podía ser otra que Beethoven, el auténtico heredero del genio salzburgués “al que potencia y proyecta”  hacia el futuro. La música del Don Juan está presente en la producción beethoveniana, pero el diseño de los personajes de su única ópera, Fidelio, supondrá una réplica idealista a los de Mozart.

         Rossini y sus óperas son estación obligada: Tancredo, El barbero de Sevilla y La Cenicienta son esos “Pecados veniales” inevitables para todo melómano. Pero más allá de su obra y precocidad musical, está su personalidad y misterioso abandono de la composición a una edad muy temprana. A este respecto resulta esclarecedor, incluso para los no especialistas, su excelente entrada, “La elección del silencio”, un Rossini al desnudo que incursiona en la personalidad del compositor y en su particular relación con la música alemana de Haydn, Mozart, Weber, Mendelssohn, Beethoven y Bach.

         El excepcional compositor de Pesaro abre la puerta a otro de los grandes del bel canto: Donizetti y sus óperas fundamentales: El elixir de amor, Lucia di Lammermoor, Don Pascuale, la “trilogía Tudor” y, por supuesto, La hija del Regimiento.

         Excelente resulta su comparación de la Carmen de Mérimée, mujer diabólica, prostituta y asesina, con la más humanizada de Bizet, atrapada entre el amor de dos hombres. 

         El libro se cierra con un capítulo dedicado a las “Trágicas heroínas”, donde presenta una clarividente comparación entre los dramas inspiradores de las óperas puccinianas Tosca y Butterfly con la Lulú de Alban Berg.

         En una magnífica edición, como siempre, la editorial Fórcola vuelve a regalarnos una nueva obra de referencia ineludible para todos aquellos amantes de la Ópera, con prólogo de José Luis Téllez, que hará las delicias no solo de los melómanos, sino también de todos aquellos que gustan de la literatura en general y del teatro en particular.


Jacobo Cortines,  Los acordes de Orfeo. Ensayo sobre mitos operísticos, Madrid, Fórcola, 2024.

 

 

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