Divinas
Palabras (1986-1997)
Escrita por encargo del
Ministerio de Cultura casi al tiempo que se aprobaba la reconversión del Teatro
Real, comenzó su composición en 1988. Casi diez años después se producía el
estreno, un hito para la historia de la música española del siglo XX, tan
escasa de óperas.
Basada en la obra homónima
de Valle-Inclán, con libreto del escritor Francisco Nieva, dirección de Ros
Marbá y con Plácido Domingo encabezando un reparto excepcional, Antón García
Abril compuso tres horas de música densa, sin relajo, sustancial, con dos
papeles de gran extensión y vuelo cantable, otros cuatro muy importantes y
hasta una docena más de cierta relevancia… Más el coro-pueblo, un personaje
fundamental también en esta ópera, de ahí la enorme masa coral que requirió su
puesta en escena.
Una creación de esa
magnitud supone la sublimación de todo músico, la composición de una ópera,
como espectáculo total, implica trabajar todas las técnicas: el manejo de la
orquesta sinfónica, el desarrollo de las partes corales, las solistas, dúos,
tríos, cuartetos, la escenografía, el espacio acústico visual… Y en el caso de Divinas Palabras más si cabe, pues se
trata de una obra, en opinión del director Eugene Kohn, “muy compleja, no por
la tesitura, sino por la especial concepción de la melodía que posee el autor.
La obra es muy romántica en realidad, muy melódica, a pesar de esas armonías
complicadas, plenas de muchas notas, lo que las hace difíciles de escuchar, de
identificar en una primera lectura”.
En definitiva, Divinas palabras es una obra de madurez,
un resumen de la trayectoria como compositor de Antón García Abril, a la que el
mismo Plácido calificó de “inconmensurable”.
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