CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

sábado, 9 de marzo de 2019

TUSITALA: AGUSTÍN SÁNCHEZ VIDAL O EL CONTADOR DE HISTORIAS (VII)



De Sol y sombra (1982-1990) a El siglo de la Luz 
(1994-1997). 




Planeta le publicó en 1990 un delicioso ensayo, Sol y sombra, personalísimo y desenfadado recorrido por saberes al margen del canon oficial, en paralelo a los grandes acontecimientos históricos, es la intrahistoria, la cotidianeidad de los españoles a partir de los años sesenta hasta el comienzo de la transición, con la que recupera nuestro pasado más inmediato para explicar nuestro presente, partiendo de temas corrientes y cotidianos, como el azúcar, el grano de pimienta, el tabaco, el Anís del Mono, el futbolín, el Biscúter, el bikini, la fregona, la Formica, el Kleenex, etc., hilado todo con fina y sutil ironía y un gran sentido del humor. 

Sánchez Vidal trasciende el mero trabajo documental para explorar los universos simbólicos, las tramas sociales, las conexiones entre lo que sucede y cómo luego determinadas cuestiones terminan formando parte del imaginario colectivo de un pueblo. 

Animado por este mismo objetivo, inició su monumental estudio dedicado al cine en Zaragoza. En 1996 presentó la primera parte de El Siglo de la Luz (Aproximaciones a una cartelera), un repaso del influjo del séptimo arte en la capital aragonesa entre 1896 y 1946. La segunda apareció en 1997 bajo el epígrafe De ‘Gilda’ a ‘La Red’, en la que continuó con el trabajo desde 1947 hasta 1996. En primera instancia, como labor previa, la investigación fijó la cartelera de la ciudad de Zaragoza, objetivo importante, pero en modo alguno final, se trataba más bien de un estudio sociológico del cine -por el que tanto abogó Borau como Académico de la lengua-, en el que Sánchez Vidal “surfea” por la cartelera para explicar el acto social de “ir al cine” y su impacto en la vida cotidiana de una ciudad concreta, hasta el punto, por ejemplo, de que la película con la que se cerró la temporada de 1946, Casablanca, dejó su impronta en el nombre de un barrio, hasta entonces llamado Casa Blanca, que pasó a escribirse todo junto como en el título del film, pero las pretensiones van más allá y trascienden lo meramente local para terminar hablando de las complejas relaciones del cine con el siglo XX en España y en nuestro idioma, cuya presencia se puede rastrear en palabras como marabunta, rebeca o chirucas. Se trata pues de un documentado estudio, broche de oro con el que cierra la investigación abierta con Los Jimeno y los orígenes del cine en Zaragoza (1994), que en su conjunto se constituye como modelo y obra de referencia para construir la historia social del cine en nuestro país.

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