CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

lunes, 4 de noviembre de 2019

ANTONIO CANO Y EL PRIMER CINE CLUB TUROLENSE (III)





Breve biografía de un enamorado de Teruel 


Antonio Cano siguió la tradición familiar y opositó, junto con otro de sus hermanos, al cuerpo de funcionarios de Hacienda, que al final logró superar, después de haber trabajado durante algunos meses como auxiliar administrativo para la Diputación Provincial, lo que le llevó a tener que abandonar su amado Teruel, ciudad a la que dedicó multitud de artículos y en donde ambientaría la mayoría de sus novelas. 

Desarrolló una intensa labor como activista cultural dentro de la asociación Acción Cultural de Teruel, en la que se integró el Cine Club, y con la que colaboró en sus numerosas actividades como exposiciones y muestras colectivas, es el caso de la de artistas turolenses de diciembre de 1931, donde estuvo representado con dos dibujos, “Desnudo a la orilla del mar” y “La tentación de la campesina”, junto con otras obras de pintores de la provincia como Alejandro Cañada, Miguel Delgado, Ángel Novella, Bayo Marín o Salvador Gisbert, entre otros. 

Durante la Guerra Civil formó parte del bando sublevado y entró en Teruel en febrero de 1938, cuando la ciudad volvió a manos del ejército franquista. Fruto de esta experiencia es su conmovedora y excelente Elegía a Túrbula

Antonio Cano fue un colaborador habitual de diferentes periódicos, tanto locales como regionales y, esporádicamente también nacionales. Escribía sobre todo tipo de asuntos, entre otros -como veremos en capítulo aparte- sobre cine, pero si hubiéramos de sacar determinadas constantes de esa selva de artículos, de los que, como se puede entender por las necesidades espaciales del presente trabajo, no podemos ocuparnos en su totalidad, destacaríamos su gusto por los temas turolenses, tanto de sus tradiciones –la historia de los Amantes en especial-, como de los espacios patrimoniales de la ciudad más emblemáticos –Portal de la Andaquilla, Plaza del Mercado, los Arcos, etc.- o más modernos –el viaducto, por ejemplo-, así como su estética de corte vanguardista con gran capacidad para construir originales metáforas e imágenes visionarias y rotundas que, mezcladas con buenas dosis de humor, conforman la mayor parte de las veces greguerías ramonianas de mérito: “[…] los ojos de la ciudad son los Arcos. Este coloso monumento, que es el ventanal por el que diariamente el sol se asoma a la ciudad; este gigantesco reptil petrificado, que llega de lejos con el agua sobre sus espaldas […] Ojos de la ciudad amante…”; “[…] la costumbre es un vicio en cuanto toma asiento […] Las altas campanas de las múltiples torres –chimeneas de fábricas de fe- doblaban perezosas llegado el mediodía…” “Viaducto, arco iris de cemento”, etc. 

Al concluir la guerra, suponemos que por razones profesionales, se trasladó a Bilbao, donde publicó sus últimas obras y residió hasta su muerte prematura en 1944.

Artículo completo en la web CINE MARAVILLAS





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