BANDOLEROS
TUROLENSES
A mi amigo José Antonio Tolosa, grande y desmañado, aficionado a las jotas, los toros y enorme jugador de pelota mano, junto con su hermano Rafa -mítica pareja en nuestra ciudad de un deporte ya casi en extinción- le ha dado hoy por hablarme de bandoleros turolenses en ese local que regenta con su familia, La Fonda el Tozal, posada del siglo XVI, cuyas cuadras hoy se han convertido en el bar con más sabor de Teruel. Con el barullo de la taberna de fondo, no alcanzo a entenderlo muy bien, pero sí lo suficiente para retener un nombre: Gabriel Marcuello “Páxara”. Tirando de él en internet, nos encontramos con la página http://historias152.rssing.com/chan-6390288/all_p4.html, en la que podemos leer la historia que José Antonio me refería:
En 1821 destacó Gabriel Marcuello “Páxara”, quien asaltó el Palacio de los Escuderos de Mélida, torturó y quemó viva a la dueña, doña Josefa Lapuerta. Tres de los asaltantes fueron capturados y su líder condenado a la horca y a descuartizamiento. Su cuerpo estuvo colgando tres horas, bajaron el cadáver e hicieron cuatro cuartos: la cabeza la metieron en una jaula y la expusieron en Mélida, la pierna izquierda se clavó en un poste junto a la Ermita del Yugo, mientras la otra pierna y los brazos se colgaron en Caparroso, en Muruarte de Reta y en Pitillas. Los nombres de sus secuaces que siguieron parecido destino eran: Clemente Salas “el manco de Blesa”, Vicente Serrano “Chandarme de Plou”, Baltasar de Gracia “el pusilador de Montalbán”, José Urtiles “el ruin” y Pedro Royo “el Rayado”, quien antes de morir fusilado gritó al pelotón: ‘¿Hace mucho tiempo que debo la vida al rey, y ahora se la pago?
Curiosa historia en la que encontramos a varios bandoleros de nuestra provincia que alcanzaron la fama por sus hechos delictivos y criminales, pero lo más curioso es que el cabecilla, Gabriel Marcuello, se perpetuó en el inconsciente colectivo español como ejemplo de ladrón convertido en el protagonista del dicho: “Más ladrón que Marcuello (Mélida). Hay que tentarse la ropa con él.”, recogido por el escritor y paremiólogo navarro, José María Iribarren, en sus “Refranes y adagios-cantares y jotas-dichos y frases proverbiales”.
Por su parte, el estudioso y responsable de la última edición del popular libro de Iribarren, El porqué de los dichos, Ricardo Ollaquindia, en su artículo, “En el país de las frases felices”, explica por extenso la citada entrada, "Más ladrón que Marcuello", de la siguiente manera:
Se decía en recuerdo de un robo cometido en dos casas de Mélida, el 3 de enero de 1821, por una cuadrilla de bandidos mandada por un tal Marcuello.
Gabriel Marcuello (a) Páxara, natural de Alacón, corregimiento de Alcañiz, era un hombre grueso, moreno, de más de 40 años, con la cabeza abultada, picada de viruela y con patillas largas. Al frente de su partida había cometido robos, fechorías y muertes en las tierras del Bajo Aragón y Guadalajara, y tenía pendientes seis causas criminales cuando planeó el robo de Mélida.
Enterado de que en Mélida había una casa muy rica, la de los Munárriz, partió de su guarida de Alacón con once malhechores el 30 de diciembre de 1820. Después de atravesar el Ebro y cruzar las Bardenas Reales, cayeron en Mélida a las once de la noche del 3 de enero. Dispararon contra los vecinos que se asomaban a las ventanas. Robaron en casa de los Munárriz y en la de Francisco Bafios. A una anciana obligó Marcuello a decirle dónde tenía guardado el dinero, sometiéndola a tormento, poniéndola al fuego, de cuyas resultas murió a los pocos días. Llevándose oro, plata, caballerías y provisiones, huyeron por la Bardena en dirección a Aragón.
Marcuello fue detenido por las milicias de Utebo a los dos días. Condenado por la Real Corte de Navarra a horca y descuartizamiento, fue ejecuta da la sentencia el 12 de febrero de 1825. La cabeza de Marcuello, metida en una jaula, fue colocada sobre un poste en un camino, a la salida de Mélida. Allí permaneció durante mucho tiempo, siendo el espanto de las gentes sencillas que aseguraban que a la cabeza le seguía creciendo el pelo.
Los horrores de las fechorías y del castigo de Marcuello dieron pie a que corriera de boca en boca el dicho popular.
Fantástica historia que hemos querido recoger y agradecemos a José Antonio, quien también me habló del “moro Joaquín”, nacido en Perales de Alfambra, otro asesino, que en este caso, tras vivir una vida de aventuras digna de una película, se redimió mediante una acción heroica, pero eso ya es otra historia que dejaremos para una futura entrada.
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