IN MEMORIAM
Su amigo y profesor en el San Pablo, Eloy Fernández Clemente, lo recuerda en sus memorias como un niño de culo inquieto, que no le dejaba dormir la siesta al recorrer el pueblo con su recacholino que echaba chispas al rozar los duros cantos por las aceras, “creando horrísonos ruidos que reventaban todas las calmas”, y lo describe acertadamente en sus memorias como un adolescente con “un aire a medias triste a medias pillo”.
Nunca cambió, ni en lo físico ni en lo mental. Aquel muchacho que comenzó tocando la armónica subido a unos sacos de trigo para el baile dominical de sus vecinos, en Alloza, que luego ya más mayorcito, con 14, tocaba la batería y se rodó como vocalista en la Orquesta Bahía, muy popular en los años sesenta en la Comarca de Andorra, interpretaba, según sus propias palabras, “de manera muy digna títulos como Il mondo, Venecia sin ti, Capri s’est fini”. No quiso estudiar y se convirtió en un pícaro de playa (afirmaba con orgullo haber tocado las tetas a más de mil mujeres): botones de hotel, barman… para volver adolescente crecido, ya casi joven, al Teruel gris de mediados de los sesenta y formar parte de esa mítica "generación paulina" (este proyecto de documental se le ha quedado en el tintero) y, de la mano de su profesor y amigo, José Antonio Labordeta, hacerse cantautor, que según su propia definición, clara muestra de su humor somarda, no es sino “un cantamañanas. Alguien que como no sabe cantar correctamente se compone sus propias canciones…”, pero lo cierto es que un cantautor como él puede llegar a crear maravillas poéticas de una hondura emotiva tan grande como “Me gustaría darte el mar” o “Canción del olivo”, o himnos-homenaje a una tierra como “Soy de Teruel”, composiciones absolutas que aúnan los ingredientes esenciales de la alta creatividad: cultura, razón y sentimiento.
Cierto, Carbonell, fue cantautor, un poeta en realidad, pero hizo muchas cosas más para sobrevivir y vivir: televisión, entrevistas gráficas, fue también incisivo crítico televisivo, novelista, actor… Su amigo, Jorge Valdano, ese intelectual del balón, rara avis en el mundo del fútbol, dijo de él que era alguien que “quiere volver a ser campesino en la ciudad; aldeano en la metrópoli, imaginar cada día la sorpresa, afinar la percepción, descubrirlo, asimilarlo todo y hacer lo que su mente inquieta decida.” No erró el tiro.
Después de tan acertadas palabras, qué puedo decir yo, no sé me ocurre nada, por eso lo mejor es darle la palabra al propio Carbonell para que el mismo se defina:
AUTOCRÍTICA MESURADA
REBELDE
BLASFEMO
ABSURDO
EGOISTA
ORGULLOSO
VA NI DO SO
DESORDENADO
Y LASCIVO
Luego no digas que no te he avisado
Vamos a hacer el amor y en la cama seré otro hombre."
Nos dé un último consejo epigramático a lo Marco Valerio Marcial:
"Si tienes reloj, tíralo a la basura
Si no tienes basura,
no necesitas reloj."
Y se despida con esta inquietante pregunta:
¿Y AHORA QUÉ?
"Ya he plantado un hijo
Escrito un árbol
Tenido un libro
¿Y ahora qué?"
(Poemas de su libro, Misas separadas)
Nadie lo sabemos, querido Joaquín, tan solo puedo decir que allá donde estés ese lugar es ahora un poco mejor y, seguro, seguro, que mucho más divertido con tu presencia. Un abrazo infinito.
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