CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

lunes, 21 de junio de 2021

 

TESTAMENTO DE AMOR TUROLENSE


            Riojano de nacimiento y aragonés de adopción, Francisco Javier Aguirre se enamoró de las tierras turolenses desde su llegada a la capital allá por el año 1978 como director de su Biblioteca Pública, donde habría de permanecer hasta 1988 realizando una intensa actividad de dinamizador cultural que le llevó a conocer a fondo todas sus comarcas. Durante esta década abandonó por completo su ya iniciada actividad literaria, para dedicarse en cuerpo y alma a su profesión, sin embargo, su vampírico espíritu de escritor seguía alimentando su magín con la sangre de las historias de las gentes de los diferentes rincones de la provincia, y ahora se las devuelve en forma de relatos compilados en Tierra de silencios. Memorial turolense, un homenaje a todos ellos y a Teruel.

            Editado con esmero por la editorial DOBLEUVE, presenta unas bellas ilustraciones del artista de Villarquemado, Nairo Hernández Úbeda, y cuenta con prólogo de Javier Sierra y epílogo de Antón Castro, amantes hasta la médula de estas tierras, reconocen que sus silencios están poblados de historias que alimentan la fantasía y reivindican el arte de contarlas.

            En su conjunto, el libro está dedicado a José Antonio Labordeta y Eloy Fernández Clemente, admirados camaradas del autor que, como los anteriores, han sabido mirar sus paisajes y escuchar a su paisanaje para cantarlos y contarlos y hacerlos existir más allá de su presente en la Música y la Literatura.

            Aguirre sigue su ejemplo y su obra, como reza su preciso y precioso título, se constituye, por una parte, en una suerte de geografía literaria de esa Tierra de silencios, con descripciones tan magistrales como la del otoño en el Maestrazgo presente en “Fuego en la sien”, mientras que, por otra, homenajea a personas reales a las que dedica los relatos, convirtiéndolas en personajes de los mismos, acompañados por otras muchas, tanto individuales con nombre propio, como colectivos –campaneros y mineros-, conformando de esta forma ese Memorial turolense, extensa nómina de amigos, pasados y presentes, a los que inmortaliza por medio de su escritura.

            Con una prosa limpia y precisa, salpicada en muchas ocasiones de fina ironía y humor inteligente, las doce narraciones mezclan realidad y ficción creando un juego literario de complicidades con los lectores, en especial los turolenses, quienes reconocerán en ellos a personas notables de su entorno más próximo.

            En “Reencuentro”, con el terrible bombardeo de Alcañiz como telón de fondo, nos narra una trágica historia familiar, presente también en “Resurrección”; “Polvo enamorado” es una carta de amor suicida con esotérico final; en “Cenizas en la hoguera” relata la terrible afición pirómana de un malaje de triste final, llamas de ficción que se hacen realidad en el devastador incendio real iniciado por un rayo en Villarluengo en julio de 1994 y por la literatura de Dostoievski en la mente profética del protagonista del psicológico relato paranormal ya citado de “Fuego en la sien”. Pero no todo es drama y dolor, también hay comicidad y humor inteligente en esas bromas festivas tituladas “Museo minero”, “Misterios de la mente”, “Amores clandestinos” o en el excelente, burlesco y surreal “Delirio” Anécdotas de viajes encontramos en “Palomica, Palomica” y “El resplandor” y, como coda final, siendo el autor un melómano irredento, un homenaje a los grandes músicos turolenses en el explícito, “Música”, donde él mismo se incluye como personaje para reivindicar su participación en uno de los acontecimientos musicales más importantes celebrados en la capital.

            Francisco Javier Aguirre sabe escuchar el silencio, sabe mirar los paisajes, sabe querer a sus gentes y les regala sus historias convertidas en alta literatura en este testamento de amor narrativo que es Tierra de silencios. Memorial turolense.

FRANCISCO JAVIER AGUIRRE, TIERRA DE SILENCIOS. MEMORIAL TUROLENSE, TERUEL, DOBLEUVE, 2021.

 

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